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20.000 millones

Por Eduardo Platero.

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No quiero detenerme demasiado en continuar una discusión acerca de los cincuentones; pienso que, para cuando esto se publique, se habrá llegado a una fórmula de acuerdo y el asunto estará liquidado. Con cierta pérdida para los reclamantes y una frustración más para aquellos que no concebimos ni queremos que el Frente Amplio se desdibuje tanto que lo moral sea moneda de cambio. Y lo del título está destinado al compañero Danilo Astori, que tanto escándalo ha hecho con el costo de lo demandado y que lo situó en 3.700 millones de dólares, callando que a esta cifra llegó calculando el total en 50 años y colocando en la hipótesis las peores variables posibles. Todos sabemos que hizo esa triquiñuela para causar sensación, que lo hizo para darle elementos a la oposición, que domina los medios masivos, y con la misma intentará espantar a los menos informados y a los más reaccionarios. Todos lo sabemos, hasta él, pero no le importa someter a chantaje a su fuerza política. Le importan un belín las “generaciones futuras” que dice estar protegiendo, negándose tozudamente a restaurar un daño que sabe fue provocado por los partidos que hoy están en la oposición y que lo sedujeron cuando nosotros lo éramos. No votó a favor de la Ley de las AFAP entonces porque se le impuso votar en contra como asunto político. Hoy tiene el respaldo del MPP, de José Mujica, cuya enrevesada táctica he renunciado a entender. Lo único que tengo claro es que hace las del tero, que intenta engañarte escandalizando lejos del nido para que busques en donde no está la nidada. Lo único seguro que podés saber es que el tero intenta alejarte y que, en tanto lo hagas, se quedará tranquilo. Que no piense Astori que el apoyo del MPP y las alabanzas que le ha dedicado el compañero Mujica le dan base como para pretender la candidatura presidencial del Frente. En realidad, el compañero Danilo se ha caracterizado por leer mal su realidad y tomar malas decisiones políticas. Parece incapaz de separar sus deseos de sus realidades. ¡Allá él! Hasta me gustaría que se candidatease para que conozca el nivel de rechazo que ha ido cosechando. Es posible, dada su incapacidad para distinguir realidad de deseos, que piense que ninguno de nosotros ha dejado de notar que no ha hecho ni una vez la cuenta de lo que nos costaría en 50 años el agujero negro del Servicio de Retiros y Pensiones Militares. Sería mucho más de los 20.000 millones de dólares que puse en el título. Porque los retiros serán a edades más tempranas y el servicio que la caja militar deberá pagar durará más tiempo. Pero no importa, se saldrá con la suya, les quitará algo a los cincuentones y mantendrá la esperanza de que las AFAP financien los gastos. Saldría -¡saldrá!- tan caro ser financiado por ellas como ser financiado por capitales extranjeros. Y tendrán la misma protección porque las privadas son de bancos y aseguradoras extranjeras y, si las tocamos, tendremos que ir a pleitear a Estados Unidos. ¡Basta, por fin! El bien que pudo haber hecho en los primeros años ya está hecho y cualquier economista de los que disponíamos hubiese seguido el mismo camino. El mal que nos está haciendo ya no importa. Ah, me olvidaba. En Argentina los fondos previsionales fueron expropiados con su acuerdo porque estaban fundidos, las ganancias habían volado y únicamente quedaba el pozo. Algo similar sucedió en Bolivia. En Chile, cabeza de puente de la penetración de este sistema perverso, las previsionales perdieron tanto con el derrumbe de los “tigres asiáticos”, que hoy por hoy están pagando pensiones que no alcanzan a la mitad del salario mínimo. El gobierno de Bachelet, que no se animó a expropiarlas, tuvo que establecer un subsidio estatal para redondear una cifra que calme un poco las cosas. Pero los pobres jubilados que quedaron entrampados en el sistema están cobrando menos que el salario mínimo. Quisiera que alguien, el compañero Astori o alguien  de la derecha, me señale un caso en el que el sistema haya dado resultado ¡Un solo caso! Y otro caso en el cual los dueños del negocio hayan dejado de enriquecerse. Pero lo que verdaderamente importa para el futuro no es cuánto les robamos o no les robamos a los cincuentones. Eso es tan solo un episodio que únicamente importa en lo moral. Quien colabora o encubre un robo es corresponsable; eso lo aprendí en mi periplo personal por la Justicia militar, es decir, que no son conocimientos confiables. A lo mejor, en política no te cabe responsabilidad, o te la podés quitar  de encima diciendo que defendés el futuro. Para ese futuro que está un poco más allá de nuestras expectativas de vida es que debemos pensar soluciones. Por ejemplo: ¿alguien piensa que este sistema impositivo, basado fundamentalmente en los aportes de los trabajadores y sectores medios puede continuar indefinidamente? Tendremos que pensar seriamente en hacer que los ricos, los verdaderamente ricos, que cada vez se enriquecen más, aporten más al sostenimiento del Estado. Si queremos realmente ir hacia un Estado de bienestar. Y eso nos pone en un cruce de caminos. Para la derecha o para la izquierda. Si la opción es seguir como vamos, en realidad, estamos optando por la derecha. Por conciliar con el poder económico. Con obedecer sin chistar los mandatos del capital financiero y reprimir a palos, o a como dé lugar, la protesta popular. Porque la gente no aceptará de buen grado que la sigan exprimiendo. Eso impone también que nosotros, movimiento sindical, entremos a revisarnos a fondo. ¿Estamos preparados para grandes batallas? O, si la opción es hacia la izquierda, ¿nos sentimos capaces de orientar a los trabajadores en un enfrentamiento que puede llegar a ser muy duro? En este caso, que es el que ansío, se trata de guiar a los trabajadores en una confrontación en la cual se nos presionará con un cerco financiero, se nos bombardeará con información tergiversada y se nos impulsará contra el gobierno que enfrente al capital. En pequeño ya viví lo que es un cerco económico. En el año 58 el gobierno de Luis Batlle no era ni por asomo un gobierno revolucionario o que siquiera tendiese hacia cambios radicales, pero, con todas sus vacilaciones y con toda su corrupción, no era el gobierno que le servía al imperialismo, y menos a los estancieros. Se le cortaron los créditos y se le pusieron por delante los mandatos que transmitía el FMI; liquidar el contralor de cambios y el control sobre el comercio exterior para darles a los estancieros el valor total de sus exportaciones, terminando con las retenciones mediante las cuales don Luis subsidiaba el plan de industrialización del país. Cierto, ya muy desvirtuado y corrupto. Insisto, porque toda intervención del Estado supone oportunidades de caer en la corrupción y, si no estamos atentos a ello, nos pudriremos por dentro. De cualquier manera un gobierno que enfrente al capital será acusado de incapaz y de corrupto; el asunto es no serlo. Ser eficientes y transparentes. Y en tener permanentemente informado al pueblo. Si la gente no sabe lo que está pasando, entra a desconfiar. En fin, dejo por aquí. La historia es mucho más compleja y no es mi intención hacer un panegírico del gobierno de Luis Batlle, que murió con los ojos abiertos, tratando de hacer buena letra con el FMI y con los yanquis, con la esperanza de poder retornar a su favor y volver al gobierno en el 62. La vida le jugó una mala pasada a don Luis: se le cortó antes. Pero, de cualquier manera, el impulso ya se había perdido. Del reformismo de don Pepe no quedaban más que los reflejos retóricos. Lo nuestro tiene que ser algo diferente. Más radical, mejor sostenido por el hoy maltrecho bloque social de los cambios y con la capacidad de hacer que lúcidamente el pueblo participe en la lucha, en el sacrificio, y en los resultados. Puede que sea mucho pedir para el tiempo que vivimos. Pero, sin sueños, sin utopías, sin disposición a luchar por el cambio, es una vida de hormiguita trabajadora y sin cerebro. Resumiendo, hicimos mucho y bueno, pero no podemos vivir de lo que hicimos, tampoco prometiendo únicamente administrar bien. Quiero, necesito, saber hacia dónde. No me digan que administraremos bien lo hecho; necesito saber qué queremos hacer para el futuro.

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