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Attenti al lupo

Por Alberto Grille.

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Caras y Caretas Diario

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Estoy impactado por el episodio –no estoy seguro de llamarlo atentado– en el que dos sujetos con sus rostros ocultos dispararon desde una moto contra Isabel Prieto Fernández, una mujer periodista que manejaba un Chevrolet Corsa cuando regresaba a su casa con su compañero, por la calle 20 de Febrero.

El hecho policial mereció una fuerte cobertura mediática, máxime teniendo en cuenta que los colegas periodistas agremiados en APU denunciaron inmediatamente el hecho. Es rarísimo, al menos por lo que sabemos, que desde un vehículo birrodado se dispare un tiro de una pistola 9 mm contra un auto en movimiento con el propósito de matar al conductor. Es raro, pero no es imposible.

Imagino que en una rapiña el objetivo principal del delito es el robo, y el arma cumple la función de instrumento amenazante, eventualmente mortal, para satisfacer el propósito principal, es decir, el robo. Es posible, sin embargo, que las nuevas modalidades del delito hagan factible que el delincuente –asustado, histérico, carente de experiencia o drogado– dispare antes siquiera de exigir al asaltado que le entregue aquello que pretende obtener. También es raro, pero tampoco es imposible.

Pese a que las autoridades policiales están orientadas al móvil del robo, me cuesta calificar el episodio de un intento de rapiña, porque en este caso falta el móvil principal, el intento de robo. También me cuesta creerlo porque el presunto asaltante disparó sin advertirlo y con un arma de grueso calibre a la cabeza de Isabel.

Por otro lado, si me falta algo para rapiña, me sobra para pensar que se trata de un intento de ejecución. En verdad, parece ser así si escuchamos el relato de las víctimas, Isabel y José López Mercao su pareja. Ellos dicen que habitualmente regresan a su casa por esa ruta, que piensan que los esperaban, que los siguieron, que la moto se arrimó al auto y que les dispararon sin más, y que la bala alcanzó a rozar el cráneo de Isabel. La bala atravesó el marco de la puerta del lado del conductor, y fue hallada dentro del auto por la Policía Técnica. Parece absurdo que dos delincuentes se acerquen a un modesto auto que circula por un barrio periférico y humilde y, antes siquiera de pretender hacerse de un botín escaso y de poco valor, se carguen un par de muertos.

Lo que no puede dejar de llamar la atención es que el día anterior a este episodio Isabel, cuando intentaba obtener información sobre un caso de femicidio en la comisaría 19ª, ubicada en la calle Carlos María Ramírez, se encontró con un suboficial medio bruto, cuyo nombre es Hugo Coito, que la destrató hasta el punto de que ella lo denunció en la página web de Caras y Caretas.

¡Ojo al piojo! Isabel no ignora cómo te pueden tratar en una comisaría si vas a molestar a la una de la madrugada. Coito no fue maleducado, atrevido o grosero. Fue peor que eso, y esa fue la razón de que Isabel lo denunciara. Y por eso mismo, pocas horas después, temprano en la mañana, me llamó el director de Comunicaciones de la Policía para ponerse a disposición de Caras y Caretas y de Isabel; y en las primeras horas de la tarde llamó a Isabel la directora de Asuntos Internos y le sugirió que hiciera la denuncia para iniciar una investigación.

Tampoco es que afirmemos que el suboficial Coito contrató un par de sicarios porque se enojó con Isabel. Nada de eso. Ese policía tiene los mismos derechos que cualquier persona para que se presuma su inocencia hasta que se demuestre su culpabilidad. Por otra parte, a Hugo Coito ni siquiera se lo puede calificar de posible sospechoso. Es más, tengo entendido que de su legajo no surge nada especialmente extraño.

Es natural que estemos preocupados. Sabemos de los esfuerzos que han hecho la Policía y el Ministerio del Interior para eliminar la corrupción, el maltrato, la mala educación y la arbitrariedad policial. Sabemos también que las autoridades están preocupadas por la violencia doméstica, el maltrato y los crímenes contra mujeres. Pero esto que pasó es muy grave y debe ser investigado sin prejuicios y sin descartar ninguna de las hipótesis posibles. Mientras no se demuestre otra cosa, la hipótesis que estamos seguros de que va a ser investigada es que haya una relación entre la denuncia de Isabel y el atentado.

La Policía y la Justicia pueden tener una cantidad de elementos a ser indagados, en particular las cámaras que puedan existir en la zona, la grabación de la conversación del suboficial Coito con Isabel Prieto en el interior de la comisaría, las posibles conversaciones entre los policías que quedaron luego de que ella se retiró, el celular del suboficial Coito, sus antecedentes y relaciones. Tal vez todo esto resulte en vano, y el episodio pase a engrosar la lista de los delitos que no se aclaran y, por ende, no se encuentra a los responsables.

Pero como está en juego la libertad de prensa, la seguridad de una periodista, el derecho de la sociedad a ser informada y la propia democracia, las autoridades deben procurar dar respuestas claras y confiables.

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