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En buenas manos

Por Eduardo Platero.

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Caras y Caretas Diario

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Esta rebelión de disconformes llegó, por fin, a manos de quien lo tenía que haber asumido como un asunto grave, no porque los “pitos y matracas” se fuesen a transformar en sublevación, sino porque él, y sólo él, es quien debe y puede tomar las decisiones. Porque muchas veces problemas complejos andan de mano en mano como papa caliente entre los que “conocen en profundidad el tema”, pero ese mismo conocimiento profundo de su complejidad los paraliza en el momento de decidir. Unas cuantas veces vi a Tabaré iniciar la discusión de un tema creyendo que lo dominaba y, al cabo de dos o tres intervenciones, darse cuenta de que sabía, de la misa, la media. Lo he visto escuchar con atención, distinguir de los intervinientes a aquellos que conocían del tema, dejando de lado a los que hablaban repitiendo o para hacerse los entendidos y en determinado punto interrumpir con una solución. Más o menos, siempre empezaba con un: “Entonces, vamos a ver…”. Seguía enunciando el centro de la cuestión para cerrar con un: “La solución sería…”. Tiene oficio. Los médicos, en última instancia, diagnostican armando el rompecabezas de los síntomas. Se tiene confianza y tiene talento. El problema está en donde debe estar y ya dejo de preocuparme. Lo que no quiere decir que no me queden algunas cosas por decir. Porque las dije hace diez años y nadie pareció haberse dado cuenta. O los que se dieron cuenta ya lo sabían por ser beneficiarios del asunto. Hace diez años, poco más o menos porque estoy escribiendo de memoria, cuando el censo agropecuario lo reveló, destaqué que los pequeños propietarios desaparecían a un ritmo constante de mil por año. ‘Mil por año’ se llamaba la nota y la revista la tiene que tener en sus archivos. Hice varios, pero recuerdo y recomiendo ese título. ¡No se me pongan agitadores con eso de que en los últimos 12 años han abandonado la producción agrícola alrededor de 12.000 productores. ¡No se hagan de nuevas ni finjan escandalizarse! ¡Ya lo sabían! Alguno de los que clamaba en las concentraciones debió haberse agrandado en el correr de estos años comprando a su vecino más chico. Lo sorprendente es que no se hubiese dado cuenta que, con ciclos buenos, malos y regulares, la creciente venía subiendo y en algún momento le iba a tocar. Porque, cuando escribí, la -diríamos- “línea de flotación” andaba debajo de las 100 hectáreas, propias y explotadas familiarmente. El río siguió creciendo y hoy le está mojando los pies a los de 500 hectáreas. Hablo de oído, sí señor, nunca fui productor, pese a que debo haberle pagado al gobierno más de lo que le han pagado muchos de los insurrectos. Pero eso son otros asuntos. Hablo de oído porque sé escuchar, miro las cosas cuando no entiendo y siempre viví vinculado al minifundio. Nací en Mahoma, zona de grandes estancias y pequeños queseros recostados a las sierras. Empecé mi vida escolar en mi inolvidable escuelita Nº 60 de Mal Abrigo y la mayoría de mis compañeros eran hijos de minifundistas. Los vi pelear alimentándose a gofio, boniatos y polenta y viví la transformación del 46, cuando el precio oficial del trigo lo garantizaba el gobierno. Todavía utilizo expresiones que ya nadie entiende. Digo: “Amigo sí, pero el trigo a $ 22”,  que se “viralizó” el segundo año, cuando los “aves negras” les querían financiar la siembra a los canarios y fijar precio de antemano. La cosa era diferente desde Berreta. El Estado te pagaba los 100 kilos de trigo entregados en el granero oficial y con ese vale ibas al banco y te pagaban taca taca. Nada de un tanto ahora y el resto para financiar el año que viene. Nada de te compro el queso (aquellos quesitos de a kilo) y te lo pago a “tres ferias”. Al lado de mi casa en Mal Abrigo era la feria de quesos, cada 21 días, en el potrero de Mendizábal. Todavía digo “Grande como un rancho” porque vi a los padres de mis compañeritos levantar sus ranchos de fajina, con mojinete cerrado y abandonar aquellos ranchitos que pintó Blanes, tan petizos que un hombre de a caballo los sobrepasaba, y con el mojinete cerrado por un cuero, porque el terrón no aguanta más de metro diez. Le cavaban el piso y había que acordarse de ese escalón al entrar. Pero con el nuevo precio de los granos y el final de la larga seca del 42 las cosas mejoraron mucho. Esos ranchos petizos quedaron para cocina y, haciendo ángulo, se levantaron los nuevos, altos, aireados, con ventana. Y se levantaron hermosos galpones, grandes, con horcón del medio. Allí mi padre les casaba los hijos con gran festejo porque la economía monetaria había llegado al campo. Había plata, se empezó a arar con caballos y aparecieron los primeros tractores Fordson. Había plata; lo que no había eran campos para agrandarse. Para comprarle una chacra al hijo o a la hija, que en algún momento querrían levantar vuelo. No, el latifundista nunca vende y siempre espera. Será bueno el año y jóvenes los tuyos, pero en algún momento te dará caza la edad y sus achaques. Y los hijos se habrán ido, de peones o de obreros, pero se tenían que ir porque la tierra era poca y no daba para tantos. ¿Cierto o estoy inventando? ¡A ver si alguien me desmiente! En toda la zona de Paso del Rey-Laguna de la Reina no encontrás un solo minifundista. Si me apuran, los nombro: Zoilo, Lavechia, Fajardo, los Díaz. Si quieren, vamos juntos a ver los brocales, que es lo que queda señalando que allí vivió gente. A veces una palmera, si se salvó de la exportación a Italia o a China. Si quieren, les doy más nombres con más campo. Nelson Etchenique trabajaba 750 hectáreas en Cerro Colorado. Como un quiste en medio de decenas de miles de sus vecinos. Tenía que solicitar préstamo en la Caja Popular de Sauce porque en Cerro Colorado los trámites siempre se le complicaban. Al tercer canto del gallo se levantaba, churrasqueaba y salía a recorrer con las barras del día. Terminó vendiendo para comprar más al norte. Tierra de basalto superficial. U otro paisano de Flores que tenía 2.000 cuadras y le gustaba más andar de chiripá que de bombacha. Pero no por arcaico; tuvo el primer alambrado eléctrico que conocí. Tenía cuatro hijos y lo último que supe de él es que su propiedad se había convertido en estancia turística. Me imagino la gracia que le debía hacer sentirse disfrazado de gaucho hotelero. En fin, hablo y pienso por lo que vi, por lo que escuché y por lo que razoné. Y creo que hay que encontrar medidas para salir de esta situación. Medidas inmediatas que alivien en tanto encontramos soluciones de fondo. No se les puede sacar el cuerpo a dos problemas: los arrendamientos y la construcción de fondos de estabilización. Hay un problema de escala y si cada uno quiere resolver solo, no vivirá mucho en el campo. Pero hay un problema de propiedad que debemos encarar. ¿O le tenemos miedo? El campo pagó el doble o el triple a los arrendadores que de impuestos. En Durazno nadie dijo nada. ¿Qué les pasó? No tengan miedo, no estoy pensando en la estatización de la tierra ni en expropiaciones violentas. Pero ¡no me vengan con que tienen la mochila muy pesada si no atracan con ese problema! La tierra es un bien de producción y no de especulación y debe estar en manos de quienes la trabajan. Con lo que llevamos gastado en sostener el dólar cerca de los 30 pesos, comprábamos un montón de tierras cuyo arrendamiento está matando a los productores. ¿Es justo eso? ¿Es justo que un señor que heredó viva como un rey mientras su arrendatario cuenta los pesos para seguir tirando? Miren señores, miren ciudadanos, ¡compatriotas! Yo no los odio a ellos especialmente: ¡odio al explotador! Porque odio la explotación y en algún momento hay que decidirse. Compañero, ¿quiere que las cosas cambien? Bueno, ¡vamos a cambiar! No se crea que los teléfonos o los diarios de los legisladores les van a resolver el problema. De paso, ha sido una avalancha de políticos despojándose de ventajitas. ¡Casi se matan en los portones! Vamos, para que los que viven en la burbuja se den cuenta. Bueno, también ha sido estruendoso el silencio de los “entendidos”. El único que salió a decir vaguedades ha sido el asesor de Lacalle Pou. La emprendió, vagamente, contra las tarifas, muy a la ligera. Los demás, ¡chito boca! Yo esperaba que “Salvador” Talvi me diese una solución, pero parece que únicamente se inspirará si lo elegimos presidente o un nuevo gobierno le da poderes absolutos. Como Mahoma en la gruta, la inspiración le vendrá de golpe. ¡Suerte Tabaré! ¡Suerte productores! Y en ambos casos, ¡coraje para pensar el futuro! En todo caso, se nos pasó el Rosario, pero tenemos el 2 de febrero. ¿Quién te dice? Janaina reina en las aguas, pero podría darnos una mano en las tierras.

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