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LA REALIDAD TAL COMO ES

Evitar la derrota y destrucción del Frente Amplio

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Caras y Caretas Diario

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El año 2015 terminó, en mi opinión, muy mal para el Frente Amplio, y con anuncios muy negros sobre su proyección futura. Sin embargo, en estos últimos días han ocurrido hechos que alientan mi esperanza (que, dicen, es la más escurridiza de las virtudes teologales) y que voy a desarrollar, pero antes quiero formular una reflexión contundente y, en mi opinión, inapelable: nunca, pero nunca, hemos visto la interna del Frente Amplio tan mal como en 2015.

Es necesario recordar que hace cuatro años, en soledad (una soledad que, por suerte, hoy se ha poblado de voces compañeras), en notas de Caras y Caretas denunciamos con evidencias tangibles el recrudecimiento de una campaña de la derecha (económica, política y mediática) contra lo que ha sido su eterno y supremo objeto de deseo: las empresas públicas, desde las cuales esperan un día saltar al Banco de la República.

Entreveradas en esa campaña empezamos a ver opiniones de notables compañeros frenteamplistas, ajenas a todo lo que es el programa del Frente Amplio y a su historia misma. En realidad, yo pienso que nos debemos una discusión sobre este tema, porque tanto el debate sobre Ancap como algunas opiniones emitidas desde la conducción de la OPP han desnudado visiones diferentes en la izquierda sobre el rol de las empresas del Estado en un proyecto nacional. Y hasta sugieren la inexistencia de dicho proyecto común.

Falta discutir qué contribución deben hacer las empresas públicas al desarrollo, cómo deben ser gestionadas, y hasta su propio carácter de empresas autónomas pero inscriptas en una propuesta de país.

Por eso la discusión sobre si la culpa del déficit de Ancap es del Ministerio de Economía o del directorio de Ancap, de Astori o de Sendic, está lejos de ser la madre de todos los debates, aunque sea un inmenso nudo hoy casi imposible de desatar.

La realidad es que el debate debe ser sobre las empresas públicas y su sentido estratégico para la izquierda uruguaya.

Ocurrida la victoria electoral del FA en noviembre de 2014, vimos que algunas voces digamos que ya no las siento tan compañeras se encarnizaban con las empresas del Estado como si fueran las únicas culpables de una mala situación económica que nadie quiero ser claro: ni Danilo Astori ni Fernando Lorenzo ni Álvaro García había señalado antes. Caso ejemplar fue el “Manual para detectar corrupción en el Estado”, que increíblemente llegó a ser redactado habiendo ya una normativa legal e institucional para prevenir ese flagelo y que, por citar el menor de sus males, no consideró la posibilidad de la corrupción privada. También se anunció oficialmente como un dogma de los nuevos tiempos que las empresas públicas deberían aportar en la nueva administración el equivalente a 1,5% del PIB (1.710 millones de dólares), lo cual, me temo, provocaría su desmantelamiento y su incapacidad para competir.

Para decirlo todo debemos agregar que en las redes sociales circuló abundantemente el concepto de que la tan mentada “actualización ideológica” pasaba por la privatización total o parcial de las empresas públicas, y que en esa jugosa operación estaban interesadas notorias consultoras y no menos notorios operadores.

A mediados de año empezó lo que en algún editorial llamamos “la batalla de Ancap”. La tal conflagración bélica comenzó con un brutal ataque de la derecha clásica, que pidió la formación de una Comisión Investigadora Parlamentaria, a la que el Frente accedió, en un gesto de transparencia –no desprovista de ingenuidad que los partidos tradicionales nunca tuvieron.

El bien llamado “poder fáctico”

Los medios masivos el acertadamente llamado “poder fáctico” multiplicaron por mil las denuncias y las cifras, con o sin fundamento, y llegaron a hablar de pérdidas de 1.500 millones de dólares. La máquina funcionó y funciona día y noche: noticieros, magazines, programas cómicos, talk–shows y “programas de opinión”.

Y por supuesto Búsqueda y El País, que puntualizaron sin disimulo la agenda de la derecha.

Repasemos los pedidos más reiterados: intensificar la ofensiva de la oposición sobre los negocios de las empresas públicas; rematar Ancap, investigar los negocios del gobierno con Venezuela y los negocios de UTE, Antel, AFE y la Intendencia de Montevideo, proponiendo, de hecho, nuevas comisiones investigadoras; atacar la conducción económica (incluyendo a Astori) con titulares como “La economía tuvo su peor año desde que gobierna el Frente Amplio” o “Los errores y omisiones de una década perdida”; cuestionar el aumento del dólar y la modificación tributaria que aumentó el IRAE; destacar la supuesta inconstitucionalidad de la ley de medios de comunicación audiovisuales.

El objetivo es múltiple y perfecto: ensuciando a Ancap y a sus dos presidentes frenteamplistas Daniel Martínez y Raúl Sendic–, la derecha “volteaba” la imagen de las empresas públicas –cuya caída fue medida por una encuestadora y liquidaba de paso la imagen de dos precandidatos presidenciales con posibilidades. Y, particularmente, se ensañaba con Raúl Sendic. Pero la cosa no quedó ahí. Quien lea los editoriales que se siguen publicando y mire la televisión verá que “la operación Ancap” le pega también a Danilo Astori, a Fernando Lorenzo, a José Mujica y a todo el Frente Amplio como colectivo.

Hemos visto hechos inéditos e inauditos que nunca se olvidarán.

El semanario Búsqueda publicó, a fines de 2015, en primera plana, que altos funcionarios del Frente Líber Seregni habían entregado a dirigentes herreristas informes confidenciales contra la gestión de Ancap, y que los habían impulsado a formar la Comisión Investigadora. Nadie del FLS ni del Frente Amplio ni del Tribunal de Conducta Política desmintió tales hechos. Tal vez soñé el momento en que Álvaro Delgado recibía un e-mail enviado por un dirigente del Frente Líber Seregni, de la misma manera que imaginé reportajes o declaraciones de Astori que llegan ya escritos, con las preguntas incluidas, a las redacciones de los medios incluido este, a veces de la mano de sus propios autores. O discursos como el que comentaba en su memorable correo electrónico Enrique Canon. Faltaba más.

A la Comisión Investigadora fueron a declarar contra los directorios frenteamplistas el ex ministro de Economía, ex vicepresidente de la República y actual ministro de Economía Danilo Astori, y el ex ministro Fernando Lorenzo. Nunca jamás había ocurrido que compañeros frenteamplistas fueran a instancias judiciales o parlamentarias a denunciar a otros compañeros. Nunca ocurrió eso en el Partido Colorado ni en el Partido Nacional.

Se registraron también las opiniones discrepantes del ex ministro de Industria Roberto Kreimerman y del ex ministro de Economía y actual presidente del BCU, Mario Bergara.

Hubo cartas públicas cruzadas con reproches mutuos entre Pepe Mujica y su ex vice, Astori.

Si alguien en 1971, en 1985 y en 2014 me hubiera dicho que esto iba a suceder en la fuerza política del general Liber Seregni, la que dio más desaparecidos, torturados y presos en la lucha contra la dictadura, me le hubiera reído en la cara, porque no me hubiera dado ni para agredirlo.

Pero pasaron todas esas cosas, y otras peores que me reservo.

Así llegamos a la actualidad, cuando se sigue discutiendo dentro del FA como si hubiera dos bandos de enemigos rabiosos, y como si el enemigo no estuviera ahí afuera, aprovechando la situación y desternillándose de risa, juntando cada insulto y cada acusación para la campaña de 2019, en la que habrá nuevos actores, como Edgardo Novick, que nadie debería tomar en broma.

Ningún observador político medianamente enterado puede ignorar que si el FA continúa con ese nivel de enfrentamiento interno, es segura su derrota en las urnas en 2019, a manos de una derecha exacerbada y ansiosa. Y que, como popularizó Dolina, “la venganza será terrible”. Nadie estará libre de esa venganza.

Pero además de la derrota, y mucho peor que ella, yo creo que el Frente Amplio no soportaría estos hechos y se partiría, asegurando gobiernos de derecha por varios períodos, porque después de la partición y la derrota vienen los reproches y el culparse mutuamente.

Lo peor del tema es que, además de peleada internamente, la izquierda está, obviamente, desarticulada. No da batalla y, lo que es peor, y este es un tema de fondo sobre el que seguiré insistiendo, no ha construido poder, ni ideología, ni estrategia, ni proyecto nacional como para responder a la incansable derecha, que siempre aprende de sus errores y que, por el contrario, ha fortalecido y multiplicado su poder en estos diez años. Es un hecho que se han enriquecido fabulosamente, pero además han perfeccionado los numerosísimos medios masivos de difusión en sus manos, volviéndolos más fuertes y activos, más potentes y más ligados a los centros internacionales desde donde se impulsa la llamada “prensa libre” y, naturalmente, hegemónica.

Mientras tanto, los medios de izquierda son cada vez menos, más pobres e incluso más aburridos. Y menos aguerridos.

Ningún frenteamplista va a salir bien de la destrucción del Frente Amplio.

Entre el dolor y la esperanza

Esta nota hubiera sido de amargura y decepción si no se hubieran producido tres hechos que permiten ver el horizonte correcto que el Frente nunca debió haber abandonado: la reunión del Consejo de Ministros realizada en Artigas; el avance en el acuerdo de los senadores del FA en un informe sobre Ancap, y la convocatoria presidencial a los ex mandatarios para analizar el tema petrolero como asunto de Estado. Si Óscar de los Santos aceptara, al fin, postularse como un candidato de unidad a la presidencia del Frente Amplio, además, tiraría cuetes.

La reunión de Vázquez y sus ministros en Artigas es consecuente con la modalidad adoptada por el FA de descentralizar efectivamente el poder del Estado y de que las autoridades se hagan presentes allí donde son necesarias, para escuchar al pueblo y satisfacer sus necesidades. Nadie nunca lo hizo antes. Sólo el FA puede hacerlo. Está en su esencia y rendirá sus frutos.

El martes, la bancada de senadores del Frente se reunió para analizar el informe que presentará sobre la gestión de Ancap, y aunque se terminará de ajustar la semana entrante, ya se descartó que existan ilicitudes o irregularidades en la gestión de la empresa pública durante las administraciones frenteamplistas. El portavoz de la reunión, el senador Ernesto Agazzi, anunció que el informe será unitario y contendrá aportes de los distintos grupos. Recordó que “hasta el año 2005 Ancap no tenía plan de gestión. A partir de 2005 comenzó la discusión de un plan con rumbo estratégico que culminó en 2007”, y afirmó que el tema fue discutido en el Consejo de Ministros. “Esto fue lo que guió todas las decisiones que tomó Ancap, incluso las que está tomando en el día de hoy”, dijo.

Agregó que, en la ejecución de un plan estratégico, el principio general es que “no hay nadie infalible”, y que Ancap realiza 1.500 operaciones de compra por año, por lo que “es imposible que no haya algún error en eso”. Pero que “una cosa es apartarse de un plan estratégico y otra cosa es apartarse de las normas, de los decretos, de las leyes”.

El hecho de que el FA presente un informe unitario sobre Ancap es la mejor noticia que la interna de la coalición podía darse.

Por otra parte, destaco la histórica reunión que Tabaré convocó en la residencia presidencial de Suárez y Reyes el martes 2, con los ex presidentes Sanguinetti, Lacalle, Batlle y Mujica, para brindarles toda la información disponible sobre la eventual explotación de hidrocarburos y acordar con ellos las futuras pautas, convirtiendo el tema en una cuestión de Estado. Todos los presentes acordaron la mayor transparencia en el manejo de la búsqueda de petróleo. Los cuatro ex presidentes saludaron la iniciativa de Tabaré, quien volvió a demostrar sus condiciones de estadista que sabe ubicarse por encima de banderías partidarias. Batlle calificó el hecho de “histórico”. Sanguinetti destacó la capacidad de diálogo de los uruguayos, Lacalle valoró el “sentido patriótico” de la reunión y Mujica sostuvo que “es una reunión de pensamiento y no de decisión”.

Tabaré anunció otra reunión a fin de mes, y dijo que se entrevistará con los líderes de todos los partidos con representación parlamentaria.

Gracias a estos tres reconfortantes episodios me vuelve el alma al cuerpo. Aunque sea un poquito…

Pero que nadie se equivoque: el Frente está en peligro de ser derrotado electoralmente y destruido por una derecha más fuerte y rabiosa que nunca.

Ningún frenteamplista debe olvidar esto. Evitar este desastre nacional debe ser nuestro norte.

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