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Gaokao: el examen más difícil del mundo

Por Daniel Barrios.

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Para millones de jóvenes chinos es el acontecimiento más importante del año. También lo es para sus padres, hermanos, tíos y abuelos. El país se paraliza; las obras en construcción dejan de funcionar; fábricas que cierran; autobuses que cambian su recorrido; taxis especiales para los concursantes; policías y vallados que protegen los lugares de examen. Todos los 7 y 8 de junio de cada año, el mundo chino gira alrededor del gaokao (literalmente, “alto examen”), una de las pruebas de selección universitaria más difíciles, selectivas y competitivas del mundo. La competencia educativa en China viene desde tiempos ancestrales. Confucio consideraba la educación y el nivel intelectual como atributos fundamentales de la personalidad y al saber como una condición indispensable que debían tener los gobernantes y la burocracia estatal. Ya entonces, para ser ser admitidos en el gobierno, los funcionarios debían realizar una difícil prueba de conocimiento. Los antecedentes del gaokao se remontan a la dinastía Han (206 AC-220 DC), cuando el keju, el examen imperial –aclamado como el quinto gran invento chino luego de la brújula, la pólvora, el ábaco y el papel–, fue para la corte el instrumento para seleccionar a sus mejores funcionarios y, para el chino común, la única vía para ascender a la clase privilegiada. Inaugurado oficialmente en 1952, el gaokao fue abolido en 1966 por la revolución cultural maoísta y restaurado,   una vez terminada la “década terrible”, por Deng Xiaoping –una de sus víctimas más ilustres– apenas fue nombrado viceprimer ministro y encargado de educación y cultura. Este año son 9,4 millones los adolescentes orientales que en dos sesiones, que pueden llegar a durar 9 horas cada una, miden sus conocimientos en matemáticas, ciencias, chino escrito, cultura e inglés. La posibilidad de acceder a los estudios terciarios depende del puntaje obtenido y de la universidad elegida por el postulante. El año pasado, 626 de los 61.200 estudiantes que se examinaron en Beijing lograron acceder a las prestigiosas Beida o Tsinghua (1% del total). Un punto más o menos en la calificación final puede cambiar el futuro y se ha convertido en el número más importante en la vida de un joven chino. Para estar entre los mejores puntajes del gaokao, los estudiantes chinos se someten a presiones extraordinarias y, siendo en su gran mayoría hijos únicos, el acceso a una profesión universitaria es también la única esperanza de sus familias para salir de la pobreza, especialmente en el mundo rural. Más allá de su nivel socioeconómico, para las familias chinas es considerado un honor que su hijo entre a la universidad y, por el contrario, sería una tragedia que no quedara seleccionado. Los adolescentes dedican todo su último año preuniversitario a prepararse; muchos recurren a psicopedagogos para soportar  la presión. La ansiedad y la angustia que genera el gaokao han inducido al suicidio; según datos oficiales, representa 93% de las causas de autoeliminación en la población de estudiantes preuniversitarios. Este drama llevó a que el Ministerio de Educación, el año pasado, dispusiera la instalación de “barreras antisuicidios” en todos los centros de enseñanza secundaria. Es este, sin duda, el lado oscuro de este feroz nivel de competencia en educación, que ubica a China entre los primeros lugares del ranking internacional PISA. Otra consecuencia, menos trágica pero muy representativa del desproporcionado nivel de exigencia, es que desde 2008, cuando se registró su máximo histórico, el número de estudiantes que intentó pasar el gaokao ha descendido permanentemente. Un dato que se explica tanto por el declive demográfico de China como por el hecho de que muchas familias hayan emigrado a otros países occidentales para que sus hijos estudien. Según un informe de The Guardian, son más de 300.000 los jóvenes chinos que estudian  en las universidades de Estados Unidos y 90.000 en las inglesas. Para los defensores de este sistema, que el futuro de cada estudiante se decida a través de un examen parece lo más justo y el gaokao es la expresión más acabada de la meritocracia china que premia el esfuerzo y la constancia sin importar si son parientes de altos funcionarios, dirigentes del Partido Comunista, ricos o pobres. Sin embargo, no son pocos lo que afirman lo contrario. Según Trey Menefee, docente del Instituto de Investigación de Hong Kong, citado por varias agencias, “las puntuaciones tienen mucho que ver con el estatus socioeconómico” y “lo único meritocrático es que es igual de malo para todo el mundo”, no sólo porque las ciudades más ricas, como Beijing y Shanghái, disponen de más plazas para las mejores universidades, sino que, dado el nivel de dificultad, el examen lo aprueba aquel que tiene acceso a los mejores profesores y a las mejores escuelas secundarias. El gobierno ha respondido con pequeñas reformas que han intentado aliviar la dureza y democratizar los procedimientos. Desde 2000, cada región puede decidir el contenido de sus exámenes. Sin embargo, la propuesta, realizada en este mismo año, de que 80.000 de las plazas de las regiones de Jiangsu y Hubei se reservaran para estudiantes de regiones más pobres fue recibida con protestas que terminaron paralizándola. Paradójicamente, el cambio más significativo ha sido un aumento en los controles y en las medidas de seguridad para combatir el próspero y creciente “negocio de la copia”, que va desde receptores escondidos en las camisas, relojes y lápices espías, hasta una variedad de impostores que se ofrecen para rendir la prueba por el estudiante. Desde hace dos años las aulas de examen cuentan con circuito cerrado de televisión, detectores de metales, lectores de huellas digitales, sistema GPS para seguir la entrega de los documentos de la prueba a los colegios para evitar que estos se filtren antes y hasta drones que monitorean cada movimiento de los estudiantes durante la prueba. A partir de este año quienes son descubiertos copiando arriesgan hasta siete años de cárcel, además de la prohibición de volver a rendir el examen en los próximos tres años. Gaokao o el examen más importante de la vida de un chino, como la de Wang Xia, quien, según destaca el China Daily, a los 86 años se presentó por décimo quinta vez.

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