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Interna blanca al rojo sangre

¿Cómo gobernaría el Partido Nacional?

Por Alberto Grille.

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Caras y Caretas Diario

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Antes que nada quiero destacar que el pasado 27 de junio, cuando todos los uruguayos demócratas conmemoramos el 44º aniversario del golpe de Estado de 1973, liderado por Juan María Bordaberry (incluyendo un muy destacable acto de contrición de un grupo colorado que responde al diputado Fernando Amado), el Partido Nacional no se molestó ni siquiera en recordar oficialmente tan significativa fecha. Ni siquiera los llamados “wilsonistas”, que enredados en sus disputas no se acuerdan ni del día en que viven. ¡Pensar que en algún momento se llamaron a sí mismos el “partido de la libertad”! ¡Cómo los ha dominado el pensamiento neoliberal y autoritario de los cómplices del golpe de Gabriel Terra en 1933, del Gral. Mario Aguerrondo, del consejero de Estado Ricardo Reilly, del dictador Aparicio Méndez Manfredini y de Martín Echegoyen, presidente del Consejo de Estado, entre tantos otros personajes siniestros! Ni siquiera les dio para recordar a Wilson y sus luchas, a Mario Heber, al Toba Gutiérrez Ruiz, asesinado por sicarios de la dictadura, a Cecilia Fontana de Heber, madre del actual presidente del Honorable Directorio, cuyo asesinato parece que se ocultara, a los marinos Gualberto Piñeyrúa y Noel Mancebo, presos, degradados y torturados, y a muchos blancos, encumbrados o de a pie, a los que no nombro, pero que también lucharon contra el régimen infame que destrozó el país. Hay gente que me dice: se olvidaron hasta de los momentos de gloria que tuvieron, no tienen ni picardía para alardear con los valores perdidos. Ayer tuvieron un Herrera o un Wilson, hoy los manda un “pastor evangelista” o un pituco que vive en el barrio privado más caro y que jamás ha leído ni se ha interesado, y mucho menos hablado en público, de los terribles años de la dictadura, ni de los exiliados, los presos, los desaparecidos, los torturados y los asesinados durante los años de la tiranía cívico militar. Es un indicio claro de para dónde va la colectividad de Manuel Oribe, justamente el presidente constitucional que sufrió el primer golpe de Estado en la historia del país, en 1836, a manos del colorado Fructuoso Rivera. Por esto tiene tanta vigencia el artículo de Leandro Grille titulado ‘El partido de Larrañaga’, que tantas lecturas ha cosechado y que ha puesto los puntos sobre las íes, dejando en negro sobre blanco los peligros y las oportunidades que tiene por delante el dirigente blanco, posible candidato a presidente del Partido Nacional si no quiere quedar al costado del camino en el proceso de cambios que nuestro país ha iniciado y si quiere poner a su fuerza política aportando, junto a los otros baluartes progresistas de todos los partidos, a las transformaciones que el país requiere si nos proponemos que sea un lugar más justo, igualitario y democrático. Así están los blancos, y volvamos a lo que les está pasando. El último editorial de Caretas y Caretas, titulado ‘Gran cisma en el Partido Nacional/Una nueva candidatura asoma: Luis Alberto Lacalle de Herrera’, acumuló 140.000 lecturas en cuatro días. Superó, en número de lecturas en las redes, a la carta del Dr. Marcelo Maute Saravia, que sigue circulando y produciendo comentarios. Debe señalarse que el anuncio de la candidatura del expresidente Dr. Luis Alberto Lacalle de Herrera no fue desmentida en ningún ámbito ni por ninguna persona, lo cual debe tomarse como lo que es, una rotunda confirmación. Es más, en conversaciones que tuve con algunos dirigentes blancos de las alas wilsonistas, incluyendo senadores, diputados e intendentes, se manifestaban de acuerdo con muchas de las afirmaciones del mismo y consideraban muy verosímil la posibilidad de que algunos sectores del herrerismo y el propio Luis Alberto Lacalle conspiraran para abortar la candidatura de Pompita, toda vez que no logra superar en ninguna medición 18% de apoyos. No sólo no se negó, sino que papá Lacalle estuvo mandándole consejos a junior: el expresidente dijo en un seminario que los políticos deben tener “un conocimiento de la realidad sobre la que van a ejercer su poder”, ya que esto les permitirá “interpretarla en su diversidad y obtener dos o tres líneas que ofrecer a los votantes”. Por si no quedaba claro, remachó diciendo que “el conocimiento puede ser teórico, pero también debe ser práctico. Tiene que haber políticos con barro en los zapatos y dispuestos a tener contacto físico con la gente y la realidad”. Todo lo que siempre ha hecho él y lo que al parecer no sabe hacer Pompita, que mira la realidad desde La Tahona o desde yates o aviones privados. Cabe destacar que mientras el padre daba estos consejos, el hijo se hamacaba sobre una tabla de surf sobre las bravas olas de las costas de Guatemala. El viejo zorro de la política uruguaya ha vuelto en plenitud y, como en el caso de “las actuales circunstancias”, usa su astucia herrerista para moverse en las sombras hasta que salte al primer plano. Lo esperamos, Dr. Luis Alberto Lacalle de Herrera, porque, como ya dijimos, nos gusta competir con los titulares y no con suplentes improvisados. Tan improvisados son algunos “dirigentes” del Partido Nacional (esos que gustan recorrer las zonas de desastre desde aviones privados, antes de volver a refugiarse en sus countries, o partir de vacaciones cortas a las costas del Pacífico), que la oposición blanca es coordinada nada menos que por… el diputado Gonzalo Mujica. Pero ha corrido mucha agua bajo los puentes y es hora de pasar en limpio dos temas fundamentales que la ciudadanía tiene que tomar muy en cuenta con vistas a las elecciones de 2019. La primera es que no conocemos bien cuál es la agenda o el programa del Partido Nacional, excepto el del herrero-aguerrondo-lacallismo si es que otra vez vuelve a imponerse. Han surgido contradicciones en las desdibujadas propuestas económicas, sociales y hasta de derechos de la minoría blanca, que se llama a sí misma wilsonista, que estallaron con gran violencia la semana pasada. La otra gran cuestión, directamente vinculada con esta, es que no sabemos cómo sería un gobierno del Partido Nacional, ya que desconocemos quiénes serán los líderes que emergerán de la actual lucha –que es sangrienta– ni cómo combinarán sus distintos orígenes y perspectivas. Es que, con miras a las elecciones de 2019, no sabemos cuál es la agenda de derechos humanos, económicos y políticos del Partido Nacional, y menos quiénes o cómo la aplicarían. En cualquier momento, como hemos visto muy recientemente, surgen hechos imprevistos que nos hacen cambiar totalmente la perspectiva y, obviamente, “las circunstancias”, como bien recordara Lacalle (papá).   El evangelio según Dastugue El hecho político nacional más comentado de la semana pasada –que salió en Búsqueda, lo que también llama la atención porque no hay nada al azar en esa publicación– fueron los dislates declarados por el diputado Álvaro Dastugue en un reportaje publicado el jueves 22 de junio. En esas páginas se presenta al diputado blanco Dastugue, que tiene en su despacho un cuadro en el que se lee: “El señor es nuestro juez, nuestro legislador y nuestro rey. Él cuidará de nosotros y Él nos salvará”, escrita sobre una foto del Palacio Legislativo y otra de Wilson Ferreira Aldunate. La cosa me da un poco de gracia, porque recuerdo una de esas curiosas frases que Wilson siempre decía cuando le preguntaban por su religión: “Yo soy católico a la española, es decir, contra el clero”. Este joven jinete, que casualmente es yerno del pastor Jorge Márquez, se beneficia doblemente de las renuncias impositivas que le otorga el Estado. Recauda diezmos como iglesia y como sector político, siempre fuera del control de la DGI, y cada tanto hace un milagro para darle credibilidad al “pechazo”. La cuestión es que Dastugue se siente representante de principios y valores cristianos que están directamente relacionados con el Partido Nacional e imagina un gobierno blanco en el que se revisen todas las leyes de la denominada “agenda de derechos”, entre ellas, las del aborto y el matrimonio igualitario. También se manifestó contrario a la legalización de la marihuana. El hombre niega que haya una “bancada evangélica”, pero nombra a tres diputados de esa confesión (Gerardo Amarilla, Benjamín Irazábal y él mismo) y luego se complace en pasear por el mundo señalando presidentes y el número de legisladores evangélicos que hay en América Latina. Mostrando un poquito de confusión mental, el diputado blanco agregó: “Yo no creo que la universalidad de los homosexuales quieran tener relaciones sexuales con los animales y con los niños. No lo creo. De hecho, tengo amigos homosexuales. De hecho, viví tres años de mi vida con un homosexual en el mismo cuarto –de pasada les aclaro que nunca tuve relación homosexual con ese muchacho, porque algunos a los que les cuento abren grandes los ojos–. No soy homófobo, como siempre se prejuzga de antemano por ser pastor o por ser cristiano. No soy homófobo. Y considero la libertad y soy respetuoso de la libertad. No creo que el grupo universal de homosexuales busque esto. Hay de todo en la viña del Señor, dentro de la Iglesia católica, dentro de Iglesia evangélica, dentro de los homosexuales y dentro de todo”. Dicho esto, miró al cielo, le pidió un milagro a Dios, cayó un sobrecito azul repleto de billetes y se lo dio a Paolillo. “¡Milagro, milagro!”, dijo el cura. Las reacciones no se hicieron esperar. Esa misma mañana, Larrañaga –de quien Dastugue afirma que “se apresuró en su decisión de ser precandidato”, coincidiendo con el también “neoalonsista” Pablo Iturralde– envió un mensaje vía Twitter en el que afirmó: “No permitiremos que se afecten las conquistas. Los derechos no se tocan. El Partido Nacional, en esto, ni un paso atrás”. Pero el 23 de junio, su principal aliado, el poderoso intendente de Colonia, Dr. Carlos Moreira, declaró a Desayunos informales que coincide con Dastugue en la intención de derogar las leyes del aborto, marihuana y matrimonio igualitario. Moreira afirmó que le parece muy oportuna la candidatura de Larrañaga y que ha sido “siempre muy leal a Jorge Larrañaga. Jorge es un patriota de ley, un gran blanco, creo que le va a ir muy bien, yo lo voy a apoyar”. Sobre las declaraciones de Dastugue, manifestó que coincide en derogar las leyes del aborto, matrimonio igualitario y marihuana si el Partido Nacional alcanza el gobierno. “Yo voté en contra de la ley de la marihuana, la derogaría, porque no ha dado ningún resultado. ¿Mejoró la seguridad ciudadana? Creo que nada. Voté en contra del matrimonio igualitario y del aborto: diría que sí, que estoy de acuerdo con Dastugue en las tres”. Estas declaraciones, que además se enmarcaron en una tormenta mediática a través de las redes sociales, provocaron cruces entre dos eternos rivales: los diputados Pablo Iturralde (alonsista) y Jorge Gandini (larrañaguista).   Habla Verónica Esta tormenta motivó que la emergente senadora Verónica Alonso emitiera una carta pública titulada ‘De corazón’, en la que expresa: “Les escribo para contarles qué pasa por mi mente y por mi corazón. En estos días hemos asistido a un terrible ataque en contra de un dirigente que apoyó a nuestra lista al Senado y a Jorge Larrañaga a la presidencia en las últimas elecciones nacionales: el diputado Álvaro Dastugue. Ayer sentí que lo tiraron a la hoguera de las redes sociales y algunos medios tradicionales de comunicación por el solo hecho de pensar distinto de los nuevos rectores de la moral pública. En los últimos cinco años Uruguay ha finalmente modernizado su legislación con respecto a la comúnmente llamada ‘agenda de los nuevos derechos’. La gran mayoría de los uruguayos estamos felices con esos derechos consagrados como leyes. Sí, ya sé que algunas de ellas no las he votado, o no han sido votadas por muchos legisladores del Partido Nacional, pero también es cierto que muy pocos creen que se deben eliminar todas esas nuevas leyes. Evolucionamos en algunos casos y ya estuvimos convencidos desde el principio en otros. El Partido Nacional ha evolucionado. Alguna es mejorable, alguna discutible; y una, sí, sigo creyendo que se deben derogar algunos de sus aspectos: me refiero a lo relacionado con la plantación, distribución y venta de marihuana por parte del Estado uruguayo. Esta aclaración me parece importante para que no haya dudas sobre qué creo y opino yo, Verónica Alonso, y no qué creen otros, o peor, lo que otros quieren hacer creer que yo creo”. Más adelante continúa: “Lo que no creía que iba a pasar era que quienes sufrieron esa horrorosa segregación social se volvieran los nuevos juzgadores por acción u omisión. Yo creo que debemos seguir militando para que cada uno pueda expresar sus pensamientos, sus opciones y decisiones, sin necesidad de ser señalados por nadie. Tenemos que pelear por ser una sociedad más libre, tolerante e inclusiva, nos gusten todas las opciones y pensamientos o no. Quienes esperen de mí que señale a Álvaro Dastugue y lo separe o eche de nuestro espacio político, no nos conoce nada. Nada. Seguiremos pensando distinto en algunos temas y seguiremos pensando igual en otros, y ambos, juntos, iremos enriqueciéndonos. Podremos pensar muy distinto en muchas cosas, pero jamás me verán juzgar a nadie por sus ideas o pensamientos, y menos aun por conveniencia política”. Conmovedora y muy ecléctica, la Negra, como le dicen cariñosamente tirios y troyanos, buscó la conciliación. Pero el quincho siguió (porque en el Partido Nacional importan un rábano las tres leyes, lo que importan son las listas y los cargos en un gobierno que ya ven casi en sus manos) y eso motivó que el Directorio del partido se reuniera de apuro el viernes 23 y emitiera una declaración que se separa de las opiniones de Álvaro Dastugue y Carlos Moreira, al afirmar que “las únicas opiniones válidas como posición de partido son aquellas emanadas de sus autoridades orgánicas” y “reivindica el derecho de todos los individuos a vivir según sus concepciones personales, sin más restricciones que las derivadas del ordenamiento jurídico”, no obstante lo cual le abre un espacio al afirmar que “el Partido Nacional respeta el derecho de todas las personas a expresar libremente sus opiniones personales”. El domingo, seguramente muy a su pesar, El País dedicó tres páginas a informar que “los blancos viven una puja de liderazgo a la sombra de Wilson”. Y el análisis termina sin conclusiones, o sea que, si se repasan de los hechos, de lo que piensan los blancos (hay algunos resentidos herreristas y wilsonistas históricos que dicen que “estos dejaron de ser blancos, son como los ‘dotores’ que enfrentaron a Saravia”), seguimos sin saber nada. En todo caso sabemos que andan tan desnorteados que para juntarlos para una reunión de coordinación necesitan que venga un tipo de las trazas de Gonzalo Mujica. Está todo dicho.   Gobierno blanco: por ahora, una restauración clerical, privatizadora y radical En función de los elementos que tenemos hasta ahora sobre el pensamiento concreto del Partido Nacional, un mínimo común múltiplo que comparten Pompita, Larrañaga (por acción o por omisión), los intendentes, Verónica Alonso y algún orejano que anda por ahí, marca algunas directrices que trataría de imponer un eventual y felizmente poco probable gobierno blanco. En lo que hace a la “agenda de derechos”, ya olfateamos que a pesar de la magra declaración del Directorio (puro compromiso políticamente correcto), los blancos, en los que ejerce una notoria influencia el cardenal Daniel Sturla, buscarían anular las leyes del aborto, del matrimonio igualitario y combatirían el uso libre de la marihuana. Sería, como el de Macri, con quien tantos puntos en común tienen (empezando por estar apoyados en un partido de terratenientes), un gobierno de “seudomoralistas” y pacatos, a pesar de algunos presuntos acosadores sexuales y otros alcohólicos, drogadictos y exponentes de la diversidad que hay en sus filas, como en las de todos los partidos y colectividades políticas. Si Dios quiere y la Virgen santísima lo perdona… En materia de seguridad, ya sabemos lo que nos espera, porque de Larrañaga a Lacalle, todos comparten la doctrina de la “mano dura”. Hace poco vi al exministro y latifundista Ángel María Gianola caminando por la calle. El autor de lo que quiso ser la masacre del Filtro está enterito, como esperando un nuevo turno. Quiera Dios que no se les vuelva a dar, porque lo que ellos representan es pachequismo, mano dura polarizadora que los perpetúe en el poder. En lo que más importa, que es la economía, hasta ahora nadie, ninguno de los candidatos, a pesar de las invocaciones a Wilson de algunos, se ha despegado del neoliberalismo o dirigismo de derecha, que cubre absolutamente a todos los partidos tradicionales y no tradicionales de la oposición, exceptuando a Asamblea Popular. De Pompita obviamente espero lo peor (ahí andan Jorge Caumont y Juan Carlos Protasi, viejos pachequistas), pero veo con horror que el economista de cabecera de Larrañaga es el diputado Hernán Bonilla, columnista de El País y discípulo fanático de Friedrick Von Hayek y de Milton Friedman. Es el fundador del pomposamente llamado Centro de Estudios para el Desarrollo, que es contraparte en Uruguay de la ultraconservadora Fundación Heritage (Patrimonio), dominada por los republicanos, y lo sigue obedientemente el director del Banco Central, economista Washington Ribeiro. Perdieron a Javier de Haedo a manos de Novick, pero la nueva guardia puede ser peor que la anterior. Sobre ellos siempre estarán sobrevolando, además, Ignacio de Posadas y el diario El País. Hasta ahora el programa conocido del Partido Nacional, digámoslo claramente, ha sido criticar todas y cada una de las medidas del Frente Amplio. Han criticado sin piedad al Mides, al Fonasa, a los programas sociales y, de paso o directamente, a las empresas públicas. También a los Consejos de Salarios, la indexación salarial y las transferencias al BPS, los aumentos a los docentes, el Plan Ceibal y la reforma de la caja militar. De tal modo, el fantasma de la restauración lacallista, con su proyecto de privatizar todo lo que puedan, desde Ancap al Banco República, pasando por su apoyo declarado a los institutos privados de enseñanza y las rebajas impositivas y la ampliación de beneficios a los productores rurales agrícolas, ganaderos y forestales, es una verdadera y tangible realidad Con toda claridad se puede afirmar, entonces, que el programa del Partido Nacional, salvo que Larrañaga, los intendentes, Verónica o alguien pueda cambiarlo, es el programa de nuestra rancia y sabia derecha: privatizar empresas, bancos y educación pública. Si el lacallismo hace fuerza, también se eliminaría la negociación salarial, como ya lo hicieron y pueden volver a hacerlo. Por lo que se ve ahora, sería un gobierno de derecha y para la derecha, de los privilegiados y poderosos para los poderosos y privilegiados. Los hechos son tozudos. Espero con ansiedad que Larrañaga y Verónica me lo desmientan. Esperemos que “los nuevos vientos en viejas banderas” sean capaces de cambiar la pisada de esta maldición herrero-aguerrondo-lacallista que sepultó en los años 90 al wilsonismo histórico, defensor de las empresas, los bancos y la enseñanza públicos, de la reforma agraria y la nacionalización de la banca y el comercio exterior. Si el que sigue dominando es el herrero-aguerrondo-lacallismo, la derecha habrá vencido otra vez. Y el nombre de Wilson será invocado con infamia.

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