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Conflictos, golpismo y algunas cifras

La contrarrevolución

Por Alberto Grille.

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Caras y Caretas Diario

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“Confieso que tengo momentos de desaliento… pero son breves”.   Sabemos bien cuál es el comportamiento de la derecha y los peligros que nos acechan luego de los golpes de Estado en Paraguay y Honduras, la destitución de Dilma en Brasil, el intento de secesión en Bolivia, la claudicación de Lenín Moreno en Ecuador y los triunfos de Macri y Piñera en Chile y Argentina, sin embargo, asombra la poca reflexión, el inexistente debate, la casi nula percepción del peligro y el exceso de confianza de la dirigencia frenteamplista. Mientras un grupo muy poderoso (los dueños de la tierra) clama que “Uruguay se termina” (y enloquecen las redes y organizan “patriadas” de claro tinte golpista, que, dicho sea de paso, fracasan rotundamente), las cifras develan diversas realidades que es oportuno analizar. Obviamente no voy a decir que vivimos en el mejor de los mundos, ni que no hay nada que mejorar ni que los 13 años de gobierno progresista merecen otra cosa que aplausos. Pero tampoco la pavada. Lo que pasa no tiene nada que ver con la construcción fraudulenta de la realidad que, con claros propósitos políticos, hacen El País, Ricardo Peirano, De Posadas, Gerardo Zambrano y  la Asociacion Rural, pretendiendo que estamos al borde del abismo, en un populismo autoritario que alimenta un ejército de miserables prebendarios  causantes de un estado voraz, una burocracia corrupta, una ola de delincuencia sin precedentes, un endeudamiento atroz de nuestra economía y una crisis educativa que nos lleva a los guarismos de Haití. Semejante hiperrealidad no tiene sostenibilidad científica ni números que la respalden. Por el contrario, sobran las cifras que sostienen lo contrario. Uruguay tuvo a fines de 2017 un Producto Interno Bruto (PIB) de 58.300 millones de dólares, que dan un PIB per cápita de 16.712 dólares, el más alto de América Latina; una inflación de 6,6%; un desempleo en el entorno de 8%; un déficit fiscal de 3,5% (que no asusta a nadie en el mundo, particularmente en América Latina, en EEUU, en China y menos que menos en Europa) y tuvo este año un superávit comercial de casi 4.000 millones de dólares (exportaciones totales por 15.558 millones de dólares e importaciones totales por 11.667 millones de dólares); la pobreza alcanza 9,4% de la población y la indigencia 0,3%, cifras que son la mejores de América Latina y el Caribe según el informe de Cepal. Tiene una deuda pública bruta de 34.000 millones de dólares, que equivale a 64% del PIB, una deuda neta que llega a 30,8% y reservas en el BCU por 15.571 millones de dólares. El país vive una libertad sin restricciones. La inmigración fluye a raudales: miles de latinoamericanos y también europeos muy ricos eligen Uruguay para vivir. ¿Por qué entonces el Dr. Ignacio de Posadas llama a “la revolución” desde un editorial del diario El País. Porque la suya es la revolución de los muy ricos contra todos los demás. De Posadas convoca, para no ser ingenuos, a la contrarrevolución.   Hablemos de cifras No resisto la tentación de citar un artículo publicado hace días por el diario El País, que hace referencia a que, según un nuevo método de medición, “Uruguay es el país con mayor riqueza per cápita en Latinoamérica”, y según el informe La riqueza cambiante de las naciones 2018, del Banco Mundial, está al nivel de países de altos ingresos. El informe dice que “la mayor parte de la riqueza deriva del capital que producen las personas” y que “la riqueza mundial creció aproximadamente 66% en las últimas dos décadas -de US$ 690 billones a US$ 1.143 billones en dólares constantes de 2014 a precios de mercado- según un reciente informe del Banco Mundial (BM), que apuntó a la “considerable desigualdad” del dato, ya que en los países de ingresos altos la riqueza per cápita fue 52 veces mayor que en las naciones de ingresos bajos. En ese contexto, destaca el resultado de Uruguay, que se posicionó como el país de América Latina y el Caribe con la mayor riqueza per cápita: US$ 254.601. Con ese registro superó tanto a los vecinos Brasil (US$ 188.883) y Argentina (US$ 126.516), como a Chile (US$ 237.713), que se ubicó segundo en el ranking regional. La riqueza per cápita promedio en el mundo se estimó en US$ 168.580 -51% por debajo del resultado de Uruguay-, al tiempo que la media de América Latina y el Caribe quedó en US$ 138.294 -84,1% inferior a la riqueza por habitante calculada para la economía local-. El informe La riqueza cambiante de las naciones 2018 del BM recoge datos desde 1995 hasta 2014 y realiza un seguimiento de la riqueza en 141 países. La medición “no se limita a indicadores tradicionales como el PIB” y “utiliza la riqueza para seguir de cerca los avances económicos y la sostenibilidad de los países”, detalla el BM. Es que para calcular la riqueza se combinan cuatro indicadores: capital natural (como tierras destinadas a la agricultura, bosques, áreas terrestres protegidas, minerales y energía), capital humano (ingresos a lo largo de la vida de una persona), capital producido (infraestructura, maquinaria, inmuebles, equipos y terrenos valorados a precio de mercado) y activos externos netos (suma de los activos y pasivos externos de un país, como la inversión extranjera directa y las reservas internacionales). “Se concluyó que, en términos generales, el capital humano fue el componente más importante de la riqueza, mientras que el capital natural representó casi la mitad de la riqueza de los países de ingreso bajo”, indicó el BM. En el caso de Uruguay, los resultados revelan que se cumple esa conclusión, ya que 67,2% -US$ 171.310 de US$ 254.601- de la riqueza per cápita provino del capital humano. El guarismo restante se divide entre 25,2% (US$ 64.249) de capital producido, 8,6% (US$ 22.001) de capital natural -que se compone de US$ 1.829 per cápita correspondiente a bosques madereros, US$ 2.279 de bosques naturales no madereros, US$ 426 de áreas protegidas, US$ 6.342 de tierras de cultivo, US$ 10.903 de pasturas y US$ 222 de activos propios del subsuelo- y 1,1% negativo (US$ 2.959) de activos financieros netos. El resultado de riqueza por habitante de la economía local posiciona al país cerca del promedio de los países de altos ingresos no pertenecientes a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que llegó a US$ 264.998. Algunos países con niveles de riqueza per cápita similares a los de Uruguay según la medición del BM son Bahréin (US$ 270.311), Eslovaquia (US$ 213.211), Estonia (US$ 258.903), Grecia (US$ 227.925), Letonia (US$ 236.906), Malasia (US$ 239.203), Omán (US$ 277.574) y Portugal (US$ 274.453). Tomando los promedios de riqueza per cápita en base a la región geográfica, el nivel de Uruguay lo ubica por encima (aparte de América Latina y el Caribe) de Asia del sur (US$ 18.400), África subsahariana (US$ 25.562), Asia oriental y pacífica (US$ 140.042) y Oriente Medio y África del norte (US$ 158.892). Las regiones con resultados medios mejores que la economía local son Europa y Asia central (US$ 368.233) y Norteamérica (US$ 986.621). Si se toma la riqueza por habitante promedio para estas mismas regiones, pero incluyendo únicamente a los países de ingresos bajos y medios, el resultado de Uruguay es superior a todas las zonas geográficas antes mencionadas. En 2016 un trabajo del economista e investigador Mauricio De Rosa, denominado La distribución de la riqueza en Uruguay. Una aproximación por el método de capitalización, reveló que los uruguayos generan al año una riqueza que equivale a 1,9 veces el PIB -algo menos de US$ 100.000 millones- y 62% se concentra en el 10% más rico de la población. También que la cuarta parte de esa renta neta está en manos del 1% superior de la distribución y que 12,5% de esa renta pertenece al 0,1% de la población más rica”. Esto resume El País, primero siempre, de un informe del Banco Central. Ahora vamos a otras cifras: Uruguay tiene, según el INE, 4,8% de población rural, en la cual no contamos el 1% de megarricos que produce la propiedad de la tierra. Como dijo la vicepresidenta, Lucía Topolansky, sin que nadie la contradijera, el agro pagó en concepto de impuestos la cifra de 279,7 millones de dólares en 2017, cifra que seguramente tomó del Anuario 2017 de Opypa, que consigna ese guarismo, señalando que del mismo, 91,7 millones son impuestos a la renta y 89,1 millones es Contribución Inmobiliaria que cobran las intendencias, mientras 32,4 millones son aportes patronales al BPS. En concepto de arrendamientos, es decir, el dinero contante y sonante que los pequeños productores arrendatarios pagan a los terratenientes, se pagó en Uruguay en 2017 más de 600 millones de dólares. Ahí está la lucha de clases y la explotación en el campo: sólo que es la de los dueños de la tierra sobre quienes la trabajan, eso sin contar a los peones rurales. Según El País, con fuente en DGI, “el IRPF, tributo que grava rentas del trabajo y del capital, recaudó $ 62.574 millones (US$ 2.184 millones) en 2017, 26,3% más en términos reales que en 2016. En plata significó que el IRPF aportó US$ 637 millones más […] Dentro de este tributo, la recaudación de la categoría I (rentas del capital) aumentó 18% real, y la de categoría II (rentas del trabajo) se incrementó 27,7%. De todas maneras, la categoría II explica 86,4% de los ingresos del IRPF”. Sobre el Impuesto de Asistencia a la Seguridad Social (IASS), señala que “totalizó $ 8.450 millones (US$ 295 millones)”. Por lo tanto, basta de lágrimas, el trabajo presente y pasado, IRPF y IASS pagan mucho más que la totalidad de los impuestos del agro, incluidos los aportes al BPS.   Algunas reflexiones A manera de conclusión. Los pobres del campo, pequeños productores, arrendatarios esquilmados y peones rurales tienen problemas. También tienen problemas los pobres de las ciudades, de los pueblos y de la capital. El caso es que solamente el Frente Amplio le resuelve los problemas a esa gente. Los trabajadores del campo, los pequeños productores, los que pagan arrendamientos a los poseedores de la tierra, no deberían esperar que sus problemas los resuelvan los rematadores, los terratenientes, los cabañeros, los dueños de los servicios de alquiler de maquinaria agrícola, los empresarios que poseen grandes flotas de camiones y los dueños de los aviones que se dedican a proveer la fumigación agrícola y que muchas veces son los propios dueños de la tierra. Por supuesto que tampoco los propietarios de las inmobiliarias de Punta del Este y los que tienen permisos para la explotación de frecuencias de radio y televisión, casi todos otorgados por acomodos políticos durante los gobiernos blancos y colorados, les van a solucionar los problemas a los que se sienten más perjudicados. El diario El País llamó a “politizar la protesta agropecuaria” e Ignacio de Posadas, a “convertir la insurrección en una revolución”, obviamente refiriéndose al alzamiento del 1% de megarricos del campo que armó toda esta “pueblada” más o menos fracasada. Alguna vez escuché que la más sofisticada de las burguesas, la que usa carteras de Louis Vuitton y se perfuma con Chanel Nº 5, no dudaría un minuto en envenenar con cianuro todas las tuberías de un país si ve que peligran sus privilegios. En estos tiempos de igualdad de género digamos que esta señora tan perfumada se comportaría igual que su marido, que tal vez tenga los mismos gustos y debilidades, y que, como el Dr. De Posadas, en el editorial de El País, nos advierte o nos amenaza con que de aquí en adelante todo va a ser peor. Demasiadas ínfulas las de Ignacio De Posadas, a quien tal vez le esté llegando como a su tatarabuelo, el virrey Posadas en la Batalla de Las Piedras, la hora de entregarle la espada a Artigas.  

Uruguay: el mejor de la clase en desigualdad y pobreza
En materia de pobreza y desigualdad Uruguay obtuvo los mejores resultados de América Latina y el Caribe, según un informe que divulgó la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). Mientras que en 2014 28,5% de los latinoamericanos era pobre (168 millones de personas), para 2015 había trepado a 29,8%, cifra que siguió creciendo hasta llegar a 30,7% en 2016. En este terreno, Uruguay fue el país que presentó los mejores números: 9,4% de la población era pobre el año pasado. En el extremo opuesto, Honduras fue la nación que registró el desempeño más magro, con 65,7% de sus habitantes en la pobreza. Si se mira qué pasó con la extrema pobreza, Uruguay también fue el mejor del barrio. El promedio de los países relevados por Cepal para este trabajo da cuenta de un incremento desde 8,2% de la población en 2014 hasta 10% en 2016. Uruguay, por su parte, llegó a 0,3%. Honduras también repitió el último puesto en la lista: el año pasado, 42,5% de su población estaba en la extrema pobreza (y por tanto figuran en el 65,7% de pobreza total). Tanto la pobreza como la extrema pobreza afectan con más dureza a los niños, los adolescentes, los jóvenes, las mujeres y aquellos que viven en zonas rurales.
 
Uruguay, primero en Latinoamérica en índice de protección social
Un nuevo trabajo publicado por Cepal evalúa el estado actual y los retos de los sistemas de protección social en América Latina. La investigación muestra que aún persisten desigualdades considerables en el acceso a la protección social por tipo de empleo y nivel de ingresos familiares. El documento también muestra que la expansión de los sistemas de protección social ha contribuido más a la reducción de la pobreza que el crecimiento del PIB. El informe analiza la puntuación en el índice de protección social de 18 países latinoamericanos. Mide el progreso de estas naciones en tres dimensiones de los sistemas de protección social -universalidad, solidaridad y gasto social- sobre la base de nueve indicadores (entre ellos, cobertura de salud para los asalariados, afiliaciones a planes de pensión entre los asalariados, brecha de acceso a la salud entre asalariados y no asalariados, porcentaje de pobres que tienen acceso a algún tipo de protección social, gasto social en protección social y salud, etcétera). El índice final es una medición aproximada basada en el promedio aritmético de los índices de cada uno de los nueve indicadores (un promedio simple en el que todos los indicadores tienen el mismo peso). Tiene un rango del 0 al 1 en el que 1 representa el sistema más integral. De los 18 países analizados, Uruguay es el que tienen mejor índice, con 0,8, superando a Chile, Costa Rica, Argentina y Brasil, que lo siguen. Nicaragua, Guatemala y Honduras están al final de la tabla. “No está demostrado que los países de América Latina con una distribución más desigual de los ingresos sean los que más redistribuyen, como es el caso de los países de la OCDE. Uruguay, por ejemplo, tiene una desigualdad relativamente baja en el ingreso de mercado, pero es el país que más redistribuye”, indica el informe.

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