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La grapa y la corrupción

Moutai la marca más famosa y cara de “baijiu” , la grapa china que explica la corrupción dentro del Partido Comunista, se convirtió esta semana en la fábrica de licores más grande del mundo superando a la archifamosa Johnnie Walker.

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Para el común de los mortales “baijiu” quiere decir muy poco y Moutai menos aún. Para un chino sin embargo el “baijiu” (en español “espirítu blanco”) , un destilado del sorgo con una graduación entre 40 y 60 grados, es, desde hace más de 4000 años, una gloria nacional y Moutai (por el nombre de la región donde se produce) , el tipo y la marca más famosa de la “grapa asíatica”.

Mucho menos un extraño entendería qué relación puede tener una bebida alcohólica con la corrupción y, en el caso específico, cómo es posible que la Kweichow Moutai Co., Ltd , un ícono de las empresas pública-privadas chinas que cotiza en la bolsa de Shanghai, fuera una víctima ilustre de la cruzada moralizadora liderada por Xi Jinping.

La campaña anticorrupción – indispensable para “la supervivencia del partido y el estado”- ha sido una de las banderas de Xi desde que asumiera la secretaría general del Partido Comunista de China (PCCh) en noviembre de 2012. Según el secretario y presidente de la República Popular la misma alcanzaría a “tigres y moscas” es decir, desde los más encumbrados funcionarios estatales y dirigentes partidarios hasta el militante del comité de fabrica o el irrelevante funcionario municipal.

En China el alcohol es conocido como “el agua de la historia” porque el vino y los licores han jugado un rol vital en casi todas las épocas desde que, según cuentan orgullosos fue la mujer del Emperador Yu, fundador de la dinastía Xia, quién aproximadamente en el 2100 AC inventó la destilación para hacer el alcohol.

Desde entonces las bebidas alcoholicas y en especial el “baijiu” son parte integrante de la vida china.

Todas las cenas importantes y sin excepción se cierran con “baijiu”. Ya sea entre empresarios , funcionarios del Partido, o compañeros de oficina, el “baijiu” es una tradición y los comensales compiten al “último trago” donde quién más bebe es más hombre. “Beber mucho y con frecuencia ayuda a hacer amigos” dice un viejo dicho chino.

Pero no sólo. La medicina tradicional china también se aconseja tomarla con alcohol. Se dice que los artistas más importantes realizaron sus obras cumbres en avanzado estado de ebriedad. Según la leyenda, Li Bai, el mayor poeta romántico de la dinastía Tang y entre los más respetados poetas de la historia de la literatura china. murió ahogado en el río Yangzi, habiendo caído de su bote al intentar abrazar el reflejo de la luna, estando bajo los efectos del alcohol.

Zhou Enlai, ex primer ministro de Mao Zedong, reconoció que el triunfo comunista en la guerra civil fue posible por el “arrojo demostrados en el campo de batalla fue el resultado del efecto reanimador del licor de Maotai”.

En tiempos más cercanos, Mo Yan -uno de los más grandes escritores vivientes y meritadísimo premio Nobel de literatura 2012 , inmortalizó la relación incestuosa “baijiu”-poder político en su genial novela La República del Vino.

Sin embargo a medida que crecía la economía los efectos de las bebidas “espiritosas” fueron más allá de la sociablidad , la medicina y el arte y se transformaron en uno de los instrumentos , junto a otros bienes de lujo, para “facilitar” el relacionamiento entre los empresarios y los funcionarios del estado y del partido. Fue entonces que el “baijiu” Moutai, la marca más cara con precios que oscilan entre los 200 hasta los 2.000 dólares la botella de medio litro, se convirtió en un emblema de la corrupción de la China post maoista.

Fué así que una vez puesta en marcha esta campaña contra la corrupción, el “baijiu” por expresa orden del partido desapareció de las comidas de los funcionarios del partido y del estado y en menos de un año de iniciada, el Moutai vió precipitar sus ventas a menos de la mitad.

La lucha contra la “extravagancia” y el “hedonismo” también alcanzó a los coches de lujo y deportivos como Bentley y Lamborghini, y otras firmas exclusivas como Louis Vuitton, Armani, Rolex y Burberry. Todos ellos, al igual que el Moutai, “oscuro objeto del deseo” de los cuadros comunistas a cambio de favores dispensados a los empresas privadas.

La semana pasada la crónica volvió a juntar grapa y corrupción.

Desde el 14 de abril, Kweichow Moutai se convirtió en la fábrica de bebidas alcohólicas más grande del mundo con una capitalización bursatil de 71.500 millones de dólares y desplazó a la dueña de Johnnie Walker, Diageo, que quedó en el segundo lugar.

La recuperación de Moutai no significa una derrota para la “ley seca” impuesta por Xi Jinping dentro del partido y del gobierno; mucho menos un aflojamiento en su campaña anticorrupción. Todo lo contrario. Según el Ministerio de Comercio el primato de Moutai es la consecuencia del incesante aumento del poder adquisitivo de la clase media china y del nuevo modelo de desarrollo que tiene al consumo como motor del crecimiento económico.

Por si quedaran dudas de la plena vigencia y el rigor de la campaña contra las malas prácticas, una reciente conferencia de prensa dió a conocer que, en menos de 5 años desde su lanzamiento , más de 1.2 millones de miembros del PCCh fueron sancionados por diversos actos de corrupcion, abuso de funciones, sobornos y tráfico de influencias.

La caza de corruptos es liderada por la Comisión para la Inspección de Disciplina del PCCh, que se ha trasnformado en una suerte de Tribunal de la Inquisición y esta encabezada por Wang Qishan, el Torquemada comunista y hombre de confianza del presidente Xi.

Las sanciones, que oscilaron entre el procesamiento judicial y condena de los implicados (entre ellos 223 altos cargos estatales) a simples aperturas de expedientes, se han dictado a raíz de que la Comisión Central de Disciplina del PCCh estudiara 1,16 millones de casos de malas prácticas en el seno del partido, señaló el Subdirector de ese órgano, Wu Yuliang.

La lucha anticorrupción del PCCh, que algunos críticos del régimen ven como una movida estratégica del secreario general para purgar a sus enemigos dentro del partido, tiene un amplio apoyo popular, que ha pasado del 75 % en las encuestas de 2012 a un 92.5% de la actualidad.

Otro éxito rotundo para Xi Jinping que sabe que la corrupción fue un factor determinante para la caída de la Unión Soviética y pretende demostrar que, a diferencia de su vecino , el PCCh la puede erradicar sin necesidad de un liberalismo político.

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