Hacete socio para acceder a este contenido

Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.

ASOCIARME

La mujer china: ¿del cielo al suelo?

Por Daniel Barrios.

Suscribite

Caras y Caretas Diario

En tu email todos los días

“Las mujeres sostienen la mitad del cielo, porque con la otra mano sostienen la mitad del mundo” fue el lema de la campaña de Mao para combatir, desde los albores del triunfo de la revolución comunista, un sistema tradicional que, basado en el confucionismo, había marginado a la mujer al acatamiento de un sistema patriarcal y patrilocal que la reducía a una mera propiedad cuyo destino estaba en manos de quienes las poseyesen. Precisamente una de las primeras organizaciones sociales fundadas por la recién nacida República Popular fue la Federación de Mujeres de China, así como uno de sus primeros actos legislativos tuvo como objetivo proteger los derechos de la mujer en el contrato matrimonial. El 1º de mayo de 1950, Mao promulgaba la Ley de Matrimonio, que proclamaba la igualdad entre el hombre y la mujer, prohibía el concubinato y los matrimonios pactados y daba por primera vez a las mujeres acceso al divorcio y a la propiedad. Luego de casi siete décadas la utopía igualitaria y la batalla maoísta por la liberación de la mujer parecen haberse extinguido. En el escenario actual la condición de la mujer es extremadamente contradictoria y, junto a las amenazas culturales tradicionales, se presentan nuevos peligros, que van desde la explotación y discriminación laboral, diferencias salariales, prostitución y tráfico sexual hasta la depresión y el suicidio. “El hombre es el cielo y la mujer es el suelo. La mujer está en la posición más baja”, eran algunos de los preceptos del curso Moralidad Femenina que se impartían en la Escuela de Cultura Tradicional de la ciudad de Fushun, en la provincia nororiental de Liaoning, hasta que las autoridades municipales, presionadas por una ola de protestas callejeras y en las redes sociales, acaban de decretar su clausura definitiva. “Si te pegan, no devuelvas el golpe; si te insultan, no devuelvas el insulto; aguántate, y no pidas el divorcio”, eran otras de las tantas enseñanzas. Este tipo de escuelas, según el periódico oficial  Global Times, ha proliferado en los últimos años a lo largo de toda China, donde además de la “educación moral”, se dictaban cursos de limpieza de la casa, cocina, corte y confección. La condición femenina es quizás el mejor ejemplo de la incapacidad de la sociedad china de avanzar al mismo ritmo que lo hizo su economía y de acompañar el proceso de apertura que en menos de 30 años hizo de China un primer actor de la escena mundial. Uno de los aspectos más negativos de las reformas impulsadas por Deng Xiaoping fue la eliminación a favor de la privatización de muchas de aquellas políticas que protegían a las mujeres. La magnitud de las transformaciones, que sin solución de continuidad se acumularon desde la década de los ochenta, rompió el equilibrio natural de la sociedad y pusieron en evidencia las contradicciones entre la modernidad y el desarrollo y los arquetipos y prejuicios del pasado que se tenían por superados. Para entender las complejidades y los desafíos de la igualdad de género en China hay que saber que hasta finales del siglo XX, más de 80% de la población era rural, vivía del trabajo de la tierra y el nacimiento de una hija suponía una desgracia familiar al no poder colaborar en el trabajo agrícola y el mantenimiento de la familia. Es emblemático el dicho tradicional chino de que “es preferible criar cisnes que tener hijas”. Para evitar los abortos selectivos, las autoridades prohíben conocer el sexo durante el embarazo. Son también tristemente famosos el infanticidio y el abandono femenino, que, agravado por la  política del “hijo único” desde 1979, ha generado un enorme desequilibrio cuantitativo entre hombres y mujeres que puede hipotecar la estabilidad social y favorecer las antiguas prácticas de compraventa de mujeres, matrimonios pactados, secuestro y prostitución forzosa. A pesar de que la Constitución china de 1982 establece la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer, recién a mediados de este año está vigente la primera ley de violencia doméstica, que la define como “daño físico, psicológico o de otro tipo” y se contemplan como manifestaciones de ese abuso los golpes, las heridas, las restricciones del movimiento, las amenazas y los insultos. Según datos de la Academia China de Ciencias Sociales, un tercio de las mujeres chinas sufre violencia física, psicológica o sexual. De acuerdo a un estudio de Asia Foundation dado a conocer la semana pasada, más de 13% de las mujeres encuestadas denunció haber sido víctima de abusos domésticos en los últimos 12 meses; y 56% dijeron haber sido testigos de malos tratos contra mujeres amigas o conocidas. Estas cifras son aun más alarmantes si se tiene en cuenta que la violencia doméstica ha sido siempre considerada algo privado en lo que no hay que interferir o entrometerse. Aunque la sociedad sigue rechazando a aquellas mujeres que privilegian su formación y el trabajo  sobre el matrimonio o la “piedad filial” de matriz confuciana, las mujeres chinas han progresado enormemente en el campo profesional y han ganado un espacio extraordinario en el mundo de los negocios. El empleo femenino representa 43% del total de la fuerza laboral; la segunda economía del mundo cuenta con más mujeres multimillonarias que cualquier otro país, y la mitad de las mujeres superricas hechas así mismas son chinas; ocupan 51% de los puestos de alta dirección (en Europa este porcentaje no alcanza el 25%) y una de cada cinco empresas que cotizan en bolsa tiene mujeres en sus directorios. No obstante, la igualdad de género sigue siendo una de las principales asignaturas sociales pendientes del gigante asiático. Según un informe del Foro Económico Mundial publicado a principios del mes pasado, China ocupa el lugar numero 100 (Uruguay el 56) entre 144 países, por debajo de Camboya y Azerbaiyán, aunque por delante de algunos de sus vecinos regionales, como India (108), Japón (114) o Corea del Sur (118). Muchos expertos responsabilizan al gobierno por haber impulsado “de forma agresiva” la desigualdad de género a través de sus políticas y propaganda. Leta Hong, especialista en asuntos de género en China, acusa al Partido Comunista de estar impregnado de “sexismo y misoginia a pesar de la gran retórica utilizada en los años de Mao y de la revolución”. Quizás la académica de las universidades de Harvard (EEUU) y Tsinghua (China) exagere,  pero lo cierto es que ninguna mujer ha entrado nunca en el Comité Permanente del Partido Comunista, máximo órgano de poder en China de  siete miembros, y en el segundo nivel de decisión, el Buró Político, sólo hay una mujer entre los 25 integrantes.

Dejá tu comentario

Forma parte de los que luchamos por la libertad de información.

Hacete socio de Caras y Caretas y ayudanos a seguir mostrando lo que nadie te muestra.

HACETE SOCIO