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La nueva doctrina de Estados Unidos: El secretario Tillerson recorre América Latina

Donald Trump, acosado en varios frentes, optó por su conocida estrategia de atacar primero; su discurso sobre el Estado de la Unión fue rápidamente desmentido por la mayor caída histórica de la Bolsa de Wall Street, pero su canciller Rex Tillerson ensaya una nueva doctrina global: señalar como enemigos a China y Rusia, hasta ayer socios, y recorrer América Latina con ese mensaje y su hostilidad a Venezuela y Cuba.

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Por estos días se exhiben en Montevideo dos notables filmes que pueden leerse como dirigidos a criticar al actual gobierno de Estados Unidos (EEUU) y resaltar los valores de la libertad y la lucha contra los totalitarismos. En Las horas más oscuras, un notable Gary Oldman recrea las arengas de Winston Churchill contra el nazismo (“la bestia” de entonces), que convencieron a muchos cobardes, siempre renuentes a enfrentar las dictaduras. En The Post, de Steven Spielberg, se narra cómo el diario Washington Post, que poco después, en 1974,  iba a derribar al presidente Richard Nixon con su investigación sobre el espionaje a la sede demócrata de Watergate, publicó en 1971 los “papeles del Pentágono”, que demostraron que los presidentes Lyndon B. Johnson, Richard Nixon y Gerald Ford le mintieron al pueblo estadounidense sobre la verdad de la guerra de Vietnam, un fabuloso negocio sangriento que seguramente causó también el asesinato del presidente John F. Kennedy, que quería finalizarla en 1963. El mundo de la cultura anglosajona (como el de los megamillonarios, que son demasiado inteligentes), declaró desde el principio la guerra abierta a Donald Trump, llegando a gestos inauditos: la directora artística (curadora) del museo Guggenheim de Nueva York, Nancy Spector, no envió a la Casa Blanca el cuadro de Vincent Van Gogh que había solicitado la primera dama, sino una escultura llamada América. Esta es un inodoro de oro de 18 quilates, considerado una crítica a la excesiva riqueza de algunas minorías. El implemento funciona y estuvo disponible para uso público varios meses en el museo, donde fue utilizado por miles de personas. La curadora Spector indicó en su nota que “es, por supuesto, extremadamente valioso y frágil, pero daríamos todas las instrucciones para su instalación y cuidado”, e informó que el autor indicó su deseo de ceder la obra en forma permanente a la administración Trump. Ese es el desprecio del mundo cultural al actual presidente, doblemente impactante y peligroso cuando hace algo más de un año Barack Obama entregaba Medallas de la Libertad (la mayor distinción civil por servicios prestados a la nación) a personalidades como Bob Dylan, Stevie Wonder, Meryl Streep, Robert de Niro, Robert Redford, Michael Jordan, Ellen DeGeneres, Bruce Springsteen, Diana Ross y Bill Gates, entre otros 101 premiados, la mayor cantidad desde que JFK la creó en 1961. Mayor aun es la antipatía que le profesan al presidente los grandes medios de prensa y la que tienen que sentir, insistimos, las fuerzas armadas y los servicios de inteligencia, tanto por la “trama rusa” (haber eventualmente permitido, en su provecho, la injerencia directa del enemigo histórico de la Unión en un acto eleccionario), como por su vocación de retirar a EEUU del mundo, situación que el secretario de Estado Rex Tillerson procura revertir.   El discurso del Estado de la Unión y después   El 20 de enero, como es norma, el presidente Donald Trump dirigió el discurso sobre el Estado de la Unión, que antaño fue ocasión de lucimiento de grandes oradores. Fue, como era previsible, un discurso chocantemente autosuficiente (“Durante el último año, hemos logrado un progreso increíble y hemos logrado un éxito extraordinario”, comenzó diciendo), en el que enumeró solamente éxitos, pero también se refirió a puntos específicos que delinean sus políticas. El discurso estuvo casi totalmente centrado en la realidad interna de EEUU, que hasta ese momento venía disfrutando de los beneficios de las políticas económicas de Barack Obama, conducidas desde la Reserva Federal por Ben Bernanke primero y Janet Yellen después. Sin embargo, hay un hecho (el desmedido crecimiento del mercado accionario, que Greenspan habría llamado “exuberancia irracional de los mercados”) provocado por sus promesas de desregulación del sistema financiero y recorte de impuestos a las grandes corporaciones que le es completamente atribuible: “El mercado de valores ha roto un récord tras otro, ganando 8 billones de dólares en valor”. Se ufanó de su política para los muy ricos, entre los cuales orgullosamente se incluye: “Promulgamos la mayor reforma de impuestos y los mayores recortes tributarios en la historia de EEUU […] recortamos la tasa de impuestos a las empresas de 35% hasta 21%”, lo cual, aunque no lo dijo, creará un inmenso agujero fiscal. Se refirió a la retirada comercial de EEUU de los grandes acuerdos comerciales que pautan el siglo XXI: “ EEUU también ha dejado atrás décadas de acuerdos comerciales injustos que sacrificaron nuestra prosperidad y enviaron al extranjero nuestras empresas, nuestros empleos y la riqueza de nuestra nación. La era de la sumisión económica ha terminado. De ahora en adelante esperamos que las relaciones comerciales sean justas y sean recíprocas”. Sin embargo, como informó El País de Madrid, el déficit comercial durante su primer año creció 12,1% con el resto del mundo, llegando a US$ 566.000 millones. Con China se incrementó en 8,1% y con México en 10,5%. Llegado a ese punto se refirió a lo que se ha bautizado como “nueva guerra fría”, y que sería la doctrina en materia de política internacional: “En todo el mundo enfrentamos regímenes deshonestos, grupos terroristas y rivales como China y Rusia, que desafían nuestros intereses, nuestra economía y nuestros valores. Al enfrentar estos peligros, sabemos que la debilidad es el camino más seguro hacia el conflicto y el poder incomparable es el medio más seguro de nuestra defensa […] Mi administración también ha impuesto severas sanciones a las dictaduras comunistas y socialistas en Cuba y Venezuela. Pero ningún régimen ha oprimido a sus propios ciudadanos más total o brutalmente que la cruel dictadura de Corea del Norte […] las experiencias previas nos han enseñado que la complacencia y las concesiones sólo invitan a la agresión y la provocación. No repetiré los errores de las administraciones anteriores”, que buscaron soluciones pacíficas y acuerdos con todos los países mencionados, como las de William Bill Clinton, los dos Bush y Obama. Esa doctrina se reflejó inmediatamente en la primera gira latinoamericana del secretario de Estado Tillerson.   La nueva doctrina según Tillerson El canciller Rex Wayne Tillerson, ex-CEO de ExxonMobil y “estrecho amigo” de Vladimir Putin, comenzó a exponer su doctrina en la Universidad de Austin, Texas, donde se graduó de ingeniero civil. En un discurso de enero mencionó a la Alianza para el Progreso ideada por John Fitzgerald Kennedy, señalando que “la pobreza es la causa principal del izquierdismo mesiánico”. Pero también se refirió a la “bicentenaria” Doctrina Monroe, expresada por el presidente James Monroe en 1823, que señalaba que los imperios coloniales europeos debían abandonar el hemisferio occidental, y que se resumió en la expresión “América para los americanos”, que siempre ha sido leída como “Américas para los norteamericanos”. Se trató de una referencia crítica a la creciente presencia de China y Rusia en América Latina, afirmando que es perversa debido a sus comportamientos: “La primera por exportar un modelo de explotación basado en los bajos salarios y el desprecio a los derechos humanos; y la segunda por vender armas a regímenes no democráticos”. Sin embargo, Tillerson no señaló lo suficiente que América Latina se acerca a ellos por necesidades comerciales y financieras, mientras que EEUU se retrae explícitamente de la región. Ensayó tímidamente que “América Latina no necesita de nuevos poderes imperiales que sólo miran por su interés. EEUU es distinto: no buscamos acuerdos a corto plazo con ganancias asimétricas, nosotros buscamos socios”. El País de Madrid señala que “la gira de Tillerson tiene un objetivo específico: formar una coalición hemisférica para poner de rodillas a la dictadura criminal de Venezuela, que amenaza la seguridad, libertad y prosperidad de la región de una manera jamás vista antes”. El 2 de febrero Tillerson inició su viaje por México (donde debe sentar las bases de negociación del Tratado de Libre Comercio entre los tres grandes países de Norteamérica, Tlcan o Nafta, cuestionado por Trump), Argentina, Perú , Colombia y Jamaica. Pero los observadores coinciden en que sus objetivos son Venezuela y Cuba. La parte central del discurso estuvo dedicada a estas naciones. Rechazó cualquier intervención militar contra el gobierno de Nicolás Maduro, pero señaló que “el régimen debe volver a la Constitución y someterse a unas elecciones democráticas; a este objetivo se dirigen las sanciones adoptadas por Washington contra Caracas, que han tratado de evitar el sufrimiento del pueblo venezolano”. Sobre Cuba, Tillerson manifestó que “EEUU ya ha puesto en marcha un nuevo equilibrio basado en apoyar al pueblo cubano, pero no al aparato militar”, y puso sus esperanzas en que “la transición del poder en marcha sea una oportunidad, tras décadas de régimen castrista, de adoptar una nueva dirección”. Lo que parece seguro es que con la “doctrina Tillerson” se alinee el gobierno de Mauricio Macri, que ha logrado el triunfo de que Argentina regrese al Sistema Generalizado de Preferencias (SGP), que le permitirá exportar con aranceles más bajos; y el de Perú, que integra la Alianza del Pacífico y está muy interesado en el TPP-11, junto con México y Chile. México debe renegociar el Nafta y el Chile de Piñera sin duda incrementará su relacionamiento con EEUU. EEUU es el cuarto cliente comercial de Uruguay, con 6% de nuestras exportaciones el año pasado, pero fue el primer cliente durante varios años. Habrá que ver cómo se concretan los diferentes relacionamientos (en particular con Venezuela y Cuba), y ver qué logros puede obtener Uruguay en ese juego de ajedrez comercial en el que nos va la vida como nación.

Cambio en la Fed: la Bolsa tiene su mayor caída histórica
El sábado 3 de febrero, Janet Yellen, casada con el premio Nobel de Economía George A. Akerlof, abandonó la presidencia de la Reserva Federal, el más importante banco central del mundo, que venía ejerciendo desde febrero de 2014, fecha en que sustituyó a Ben Shalom Bernanke. Juntos pilotearon el más grande experimento keynesiano desde el que venció la Gran Depresión de 1929 y derrotaron la Gran Recesión 2007-2010, salvando la economía de EEUU y, por lo tanto, la del mundo. En diciembre había renunciado su vicepresidente, Stanley Fischer, exgobernador del Banco de Israel, que fue tutor en el MIT de Bernanke y Krugman. Por supuesto, la asombrosa aventura de Bernanke y Yellen fue pivoteada por Krugman y Joseph Stiglitz. Todos ellos conforman el núcleo duro de economistas judeonorteamericanos de fe keynesiana que forman la “barra del MIT”, y que sin duda seguirá constituyendo el basamento de los grandes organismos económicos de la Unión. Donald Trump la sustituyó por Jerome Powell, abogado de corporaciones, partidario de la desregulación del sistema financiero, el mismo cuyos excesos provocaron la Gran Recesión. Los grandes inversionistas pueden ser dogmáticos y despiadados (ver los filmes Margin Call y Inside Job), pero no son tontos. El lunes 5 de febrero, la Bolsa de Wall Street se derrumbó produciendo la mayor caída en su historia y arrastrando a las principales bolsas del mundo. El Dow Jones llegó a perder 1.600 puntos (4,6%, aunque llegó a caer 7%, un desastre colosal) cayendo desde máximos de 24.400 puntos. El martes recuperó la mitad, pero es previsible que el ajuste continúe, porque, en realidad, como destacó en su oportunidad el presidente de nuestro Banco Central, Mario Bergara, el mercado accionario estaba sobrevaluado y eso tarde o temprano crea una burbuja que termina explotando y puede conducir a una nueva crisis global. De hecho, Donald Trump ha tenido suerte en que la burbuja se pinchara antes de llegar al máximo, aunque esto tendrá consecuencias en las economías de todo el mundo. Pero lo que muestra, sobre todo, es la desconfianza, a pesar de todos los regalos fabulosos, como el recorte de impuestos, que los grandes inversores tienen en Donald Trump y su equipo de CEO, que no tienen formación y que privilegian su interés privado por sobre el público. La era de los Trump, Macri, Piñera y Temer, megaempresarios metidos a gobernar países, nos hará sufrir todavía un tiempo, pero tiene fundamentos falsos y terminará pronto.
 

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