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¡Qué desencanto!

A no confundir bagres con tarariras

A raíz de la carta que envié a la revista Caras y Caretas, que fuera publicada el viernes 16 de junio del corriente, destacando y compartiendo el editorial de la semana anterior del Dr Alberto Grille, se han precipitado hechos que no esperaba, pero sirven para separar “bagres de tarariras”, al decir del Dr. Herrera.

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  1. Lo primero que deseo aclarar es que no pretendo ser y no seré candidato a cargo electoral alguno en las elecciones de 2019, por tanto, que los mezquinos de siempre despejen intencionalidades oportunistas en mi misiva.
  2. Me siento afortunado de lo que la vida me ha dado y no estoy “resentido” ni he “fracasado” en política, sino que he hecho siempre lo que he querido y le agradezco a Dios todo lo que tengo y he logrado hasta el momento.
  3. Me ha impresionado la amplia difusión de la carta; recibí llamadas y mensajes de centenares de correligionarios saludando el contenido o criticándolo y a decenas de medios periodísticos para profundizar en el tema. A todos les he expresado que no lo haría y no lo hice.
  4. Agradezco al Dr. Alberto Grille –a quien no conozco personalmente y con quien nos separan seguramente muchas posiciones políticas– el respeto con que ha tratado mi carta, y por ese motivo sólo en este medio, que ha dedicado espacio al tema, haré alguna aclaración, dejando finalizado el punto.
  5. He sido frontal, sincero y no estribo en mi apellido Saravia ni en mi relación familiar con Aparicio para obtener protagonismo alguno, pues somos tantos y tan distintos los herederos de su sangre, que aclaro que siempre que lo invoco es por orgullo y respeto a su legado.

  Desde que me inicié en política a los 16 años he formado mi propia agrupación y, lejos de ocultarme en el concepto de “fuentes” o “allegados”, he firmado mis pensamientos y mis expresiones públicas con la audacia de jugarme por ideales, nunca tomando el fácil camino de la adulonería y estar debajo del ala del jefe de turno. Por el contrario me ha tocado estar junto a Lacalle Herrera cuando era acusado de corrupto, entre otros, por mi tío político, el Dr. Juan Andrés Ramírez (casado con la hermana de mi madre), hecho que nos costó duras disputas familiares y patrimoniales, pero que nunca me hizo cambiar el rumbo. Seguro que más fácil era estar del otro lado en aquellos años, máxime cuando yo tenía 20 años, no había integrado parte del gobierno de Lacalle Herrera o cargo público alguno. No obtuve beneficio de aquella postura, era un simple militante e integrante de listas de CGU Derecho de la Universidad de la República, a donde concurría por entonces. A la distancia, en el error o en el acierto, no reniego de haberlo hecho (tenía 23 años y todo era idealismo), pero me jacto de no haber defendido nunca, a sabiendas, a corruptos. Quienes en aquellos años entendían que Lacalle Herrera había actuado en forma deshonesta son hipócritas al fingir hoy que Lacalle Pou nació de un repollo y que su historia política y antecedentes personales no están impregnados de lo bueno y malo de sus padres, sobre todo en el terreno patrimonial y en la estructura política para proyectarse. Esconder el “pasado” y los “antecedentes” del nuevo candidato para justificar sus dichos y posiciones en el pasado sobre su familia, más allá del consejo de publicistas, es inmoral. Y si Lacalle Pou lo tolera, problema de él. La verdad es que transitar la vida serenos, sin vicios, con familia que queremos y nos quiere, que respetamos y honramos, me da felicidad y seguridad. Trabajar y buscar los espacios por méritos propios, ser independientes en lo económico y hacer lo que nos gusta  dignifica al hombre y nos da libertad intelectual y autorrespeto. Ser frontales y tomar decisiones audaces conlleva el precio de ser juzgado por mediocres que envidian y no se animan a ser así, aunque ocultos en el anonimato la van llevando, sobreviven y, lo peor, muchas veces querrían decir lo mismo que nosotros, pero no se animan. Los Saravia hemos sido polémicos en la historia porque hemos estado en la historia misma del partido y de la patria, pero no por indiferentes, ni oportunistas, ni traidores, ni corruptos ni cobardes. Siento en mi sangre la necesidad de ser como soy y no me van a callar ni me voy a callar. Ya han callado en el pasado otros Saravia y ese silencio aún se siente. Sabiendo diferenciar mi propia historia de la de mis antepasados, como he dicho, los Saravia somos un árbol fructífero y hay buenos, malos, regulares y espantosos. Sólo Aparicio es el inmaculado y nunca he pretendido “aprovecharme pasivamente” del apellido, sino estar orgulloso de él al invocarlo. En 2003, el entonces edil Uberfil Hernández (MPP), querido amigo frenteamplista y compañero de tareas en la Junta Departamental de Montevideo durante el período 2000-2005, me invitó a conocer al senador José Mujica en su chacra (muy lejos estábamos del fenómeno político que fue luego). Con mucho gusto accedí y sin pretensiones electorales arrancamos con Uberfil un sábado de mañana, en mi camioneta, para conocer a Mujica y conversar con él. Allí compartimos con él y con su esposa, Lucía Topolansky, una preciosa mañana de mates en una humilde chacra, la que recorrí en su compañía siempre hablándome de sus orígenes con el senador Erro, mostrando su conocimiento brutal y admiración por Aparicio Saravia y su deseo de conformar en su Espacio una “columna blanca” (todavía no estaba Jorge Saravia incorporado) y la posibilidad de que un Saravia fuese parte de ella. Terminó la visita con un afectuoso saludo y mi intacta convicción de blanco, habiendo tenido el gusto de conocer a un hombre importante en la historia de nuestra sociedad, nada más. Siempre recordaré aquella jornada, agradeceré la hospitalidad con que fui recibido por ellos y jamás, durante la presidencia de Mujica o en estos años en que su grupo político ha sido ampliamente mayoritario, fui a verlo, solicité entrevista, pedí alguna gestión o busqué beneficio alguno de aquella importante instancia que me quedará como positiva anécdota de la vida. Claro que otros hubiesen visualizado en esa instancia una oportunidad, pero depende de lo que cada uno crea que es ganar o perder en la vida y el valor que de su dignidad se tenga. Sólo teme y desconfía el inseguro y sin cimientos. Hago y haré política todos los días en mi vida y expresar mis opiniones es parte de ello. Es la forma en que utilizo y seguiré utilizando los tiempos libres. Mientras, seguiré desempeñando mis actividades profesionales y laborales de abogado, productor agropecuario y docente de la Facultad de Derecho, que dan sustento a mi vida y a la de mi familia.   Ni loco ni despechado, sino blanco y Saravia para que quede claro y no se confundan los que no saben o no entienden lo que eso significa y por miedo o ignorancia lo confunden. Siempre la pluma y los artículos han sido herramientas para hacer política, al punto que al héroe nacionalista Washington Beltrán le costó su vida en duelo (valioso instrumento para defender el honor, lamentablemente derogado en nuestro país, tal como han expresado los expresidentes Mujica y Sanguinetti), a manos de Batlle y Ordóñez, por su brillante, brutal y lapidario artículo titulado ‘¡Qué tupé!’. Sin querer ser más extenso, espero haber dejado claro que si alguien tiene que rebatir lo expresado por mí en mi carta anterior sobre hechos que son públicos de Lacalle Pou, lo haga, pero no es intentando desacreditar al mensajero como se mata la noticia, y menos si no se tiene autoridad moral. Lo expresado por mí en esa misiva es de conocimiento público de un candidato de mi partido y tengo el deber de expresar lo que me parece, lejos de las elecciones internas, como para que los blancos analicen, sin interés personal electoral alguno y luego de haber intentado dar pelea interna y discreta en mi partido, sin éxito. Más blanco que nunca, no pretendo perjudicar a Lacalle Pou –él es un mero y circunstancial dirigente–, sino que mi intención es que mi partido, que no es de nadie y es de todos los blancos, ofrezca a sus mejores hombres y mujeres surgidos en “carrera entre los mejores pura sangre” y no en “pencas de petizos”. Por el futuro, y sintiéndonos gente con más mañana que ayer, seguiré siempre siendo sembrador de esperanza… Por último deseo aclarar que si siento autoridad política para poder escribir lo que escribí es por algo que Lacalle Pou nunca ha contado (quizás no lo quiere recordar) y pocos conocen, algo que me da satisfacción como blanco y se resume en la frase que identifica a mi grupo político: “El trillo que hemos dejado, valga la pena de ser seguido” (Grupo Saravia, fundado en 1994). Luis Lacalle Pou, como tantos jóvenes blancos de aquellos años, iniciaron su actividad partidaria en mi agrupación,  Grupo Saravia (antes de iniciar, en 1999, su actividad canaria con su mamá). Esta agrupación está inscripta en la Corte Electoral y en el Honorable Directorio del Partido Nacional y compareció en 1999, encabezada por mí, a las primeras elecciones internas obligatorias, obteniendo dos convencionales en Montevideo. Adjunto las fotos de la afiliación del  “estudiante” Luis Lacalle Pou al Grupo Saravia y de actividades en que participó en aquellos años, incluso el homenaje al general, que el Grupo Saravia realizó en la estancia El Cordobés, de Aparicio Saravia, en Santa Clara del Olimar. En la ocasión fui orador junto a mi primo, el querido exintendente de Cerro Largo Villanueva Saravia, y el expresidente Luis Alberto Lacalle Herrera (en la foto, mi madre, en silla de ruedas por una fractura, está al lado de Lacalle Herrera, y se ve medio al costado a Lacalle Pou en El Cordobés). Agradeciendo a Caras y Caretas y al Dr. Grille el respeto con que he sido tratado, me despido por su intermedio de los lectores, poniendo fin a este tema.   Atte.,   Dr. Marcelo Maute Saravia

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