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El punto de no retorno

Por Eduardo Platero.

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Caras y Caretas Diario

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Escribo el domingo por la mañana. No me olvido de que hace medio siglo asesinaron al Che y lamento que su estampa ande por la calle, impresa en tantas camisetas portadas por quienes, a lo mejor, no saben por qué murió. Por qué luchó y qué mundo quería para quienes, a corazón ligero, hoy usan su imagen en dicha prenda. Con todo, me consuelo pensando que, por ejemplo, a nadie se le ocurre usar una camiseta con la imagen de Donald Trump o de cualquiera que haya encabezado el imperio, con la imagen de quienes, para recordar a Chávez, dejaban olor a azufre en el lugar que habían ocupado. No me desconcierta mucho el acercamiento entre Vietnam y Estados Unidos; hace tiempo que firmas como McDonald’s o Coca-Cola se establecieron. La larga lucha vietnamita, en última instancia, fue una lucha anticolonialista y de carácter nacional. Hoy no existe el campo socialista en el cual se apoyaron durante la etapa final y, en cambio, siguen pesando sobre esa pequeña nación dos problemas que son de absoluta prioridad porque son de supervivencia. El primero, alimentar a toda la población. Y eso supone insertarse en el mercado global, ya que el socialista dejó de existir. El segundo, China. Ya tuvieron un durísimo enfrentamiento armado y sigue pendiente el tema de la soberanía en disputa sobre el Mar de China. No quisiera ver portaaviones yanquis invitados por Vietnam. Porque no quiero portaaviones yanquis y porque eso tensaría peligrosamente las cosas en un sitio ya muy tenso. Me duele, sí, me duele. No quisiera que después de tanta lucha y tanta sangre ahora Vietnam se convierta en base de agresión, en puesto de avanzada del imperio. Pero no puedo más que condolerme. ¡No sé absolutamente nada acerca de la situación real! Se me ocurre, ahora que aún tengo presente el terremoto de México, que China emerge como una gran placa continental que se hace lugar en el mundo empujando a sus vecinos y trastocando el equilibrio preexistente. No hay emergencia sin que la misma no produzca distintos temblores y zozobras en los vecinos. Vivimos en la era del capitalismo global y no hay nada a la vista que pueda balancear las encontradas ambiciones de las grandes potencias. Estamos condenados al inseguro equilibrio que nos proporciona el terror atómico. Caminando al borde del precipicio. Condenados a despertar cada mañana contentos de que, por lo menos mientras dormíamos, el mundo no se autodestruyó. Bien. Tuvimos un setiembre muy agitado como Comisión de Fundadores y Militantes de la ex-CNT, ya que lo dedicamos a recordar a Gerardo Cuesta. Una de las cabezas más lúcidas en el proceso de la unidad del movimiento sindical, uno de los compañeros más pacientes y fraternos. Había nacido el 1º de setiembre de 1917 y fue asesinado en el mismo mes del año 1981. La intendencia restauró la plaza que lleva su nombre; la comisión de vecinos la cuida y protege. La Untmra se encargará de cuidar y mantener el busto que lo recuerda y nosotros todos los años vamos a homenajear su memoria. ¡Para que no se pierda su ejemplo! La Dirección Nacional de Correos emitió un sello con su figura y su recuerdo como obrero ejemplar y constructor de la unidad e inauguramos el matasellos con la presidenta del organismo en un acto en la sede del Pit-Cnt. El Parlamento y la Junta Departamental le rindieron homenaje; la Escuela que hoy ocupa el lugar que fue sede del Partido Comunista (avenida Daniel Fernández Crespo 1720 y 1722) llevará su nombre, y culminamos con la reinauguración de la plaza Huelga General, que se desplazó un poquito para dar lugar al intercambiador Belloni. El mural pintado y repintado por los vecinos del barrio en el nuevo emplazamiento está presidiendo la plaza, que da a 8 de Octubre y que reinauguramos con la presencia del intendente, la presidenta de la Junta Departamental y el alcalde. Desde la imagen central, el Pepe D’Elía, León Duarte y Gerardo contemplan ese barrio, que en años de la huelga era el corazón obrero de la Curva. Hacía tiempo que no visitaba ese lugar que en los años 60 hervía de gente a las seis de la mañana, cuando cambiaba el turno de las textiles. Algo que llama la atención acerca de lo implacable del proceso de renovación tecnológica. Hoy no hay mucho más de algunos cientos de operarios textiles: la nueva maquinaria ha cambiado totalmente los procesos. Mucho más cambiarán  en todas las ramas de la producción y el comercio. Debemos saber que la automatización y la robotización no son procesos nuevos o desconocidos, pero han adquirido una aceleración tremenda y son ineludibles. Dos cosas debemos defender: el empleo, naturalmente con salario digno y la conciencia de clase. No importa si en lugar de mameluco engrasado ahora vistes traje, lo que importa, lo que te define, es que eres un asalariado. Que produces para otro que es dueño del capital y se apropia de la plusvalía que tu trabajo agrega. Estuvimos muy ocupados, no porque las obligaciones hayan sido tantas, sino porque somos viejos y ese es, también, un proceso inexorable. No hicimos nada, pero no olvidamos a Hugo y Susana, asesinados por los mortales perdigones para cazar jabalíes contenidos en los cartuchos de las escopetas con las cuales se nos reprimía. ¡Nada de perdigones de plástico o goma! Filosas y pesadas postas hechas para la caza mayor. No conozco ningún otro país en el mundo en el cual se hayan utilizado tales proyectiles para reprimir seres humanos. Tampoco conozco que haya habido siquiera un amago de investigación judicial pese a que era inexorable que la utilización de ese armamento produciría muertes. ¡Que me vienen con las ociosas e intencionadas investigaciones para determinar “cuándo se produjo el golpe”. La marginación del Estado de derecho fue un larguísimo proceso durante el cual fueron muchos los que callaron y consintieron. Tantos, y con la misma camiseta que visten los que hoy se escandalizan por el posible costo de restituirles sus derechos conculcados a los cincuentones. Es verdaderamente inmoral que quienes obstruyen la aprobación de la ley que restituiría el derecho a la jubilación por la cual aportaron estos ciudadanos no se golpeen el pecho y pidan perdón por lo que hicieron. Y no fue por error, se les advirtió en todos los tonos, pero lo que importaba en aquellos momentos era comenzar el camino hacia la privatización de la previsión social. Y si para ello había que asegurarles a las empresas que ganarían millones, pues se les incluía a los ahora cincuentones de forma obligatoria. Era un coherente y premeditado paso en la dirección de privatizar la previsión social dado por la derecha, que desde mucho antes de que nos diésemos cuenta está dispuesta a desmantelar el Estado. No es únicamente la previsión social, es dar rienda suelta al capital privado para que se haga cargo de todas las funciones que el Estado, mientras fue exitoso, fue asumiendo. La enseñanza, la salud, la previsión social, el control y propiedad de los principales servicios públicos. ¡Todo! Tan, tan, todo, absolutamente todo, que ni siquiera las fuerzas armadas están fuera de la fiebre privatizadora. Queridos conciudadanos uniformados: ¿por qué creen que ya no hay entierros ceremoniales y familiares llorosos que reciben la bandera doblada en triángulo? ¿Porque no hay bajas? Las hay, tantas como siempre las hubo, pero ahora mueren mercenarios y no jovencitos de la Guardia Nacional. Mercenarios reclutados por empresas como Blackwater, que contratan con el gobierno y reclutan la hez de la sociedad para llevarlos a combatir en tierras lejanas donde nadie los llorará cuando mueran y donde tienen garantizada la impunidad hagan lo que hagan. Combaten en Afganistán, en Irak recientemente hicieron una masacre de la que nadie habla, los despliegan en Ucrania y en donde se necesite mano dura y disfrazada. ¡No hay imperio sin legión extranjera!   Esto empezó pensando en extenderme sobre la probable secesión catalana, pero se me fue de las manos. Sin embargo, no creo haberme desviado mucho del tema que más me preocupa: la decadencia de los Estados nacionales y la debilidad por superarlos construyendo unidades mayores. Porque tanto es un índice del fracaso de los Estados nacionales este intento de secesión catalana como el brexit, el desconocimiento por Trump de los acuerdos acerca del clima y  el crecimiento imparable del endeudamiento de todos los países que los coloca en una situación dependiente del capital financiero internacional y temblando ante las decisiones de las calificadoras de riesgos que sirven de instrumento y de excusa para una inversión. ¿Qué nos pasará si una de ellas nos baja la calificación? O si Estados Unidos empieza a subir abruptamente su tasa de interés y nuestras amortizaciones se vuelven más caras. O si UPM no viene. ¿Quebramos? Entonces, ¿qué tan soberanos éramos? Los Estados nacionales vienen perdiendo el sentido que motivó su existencia en el siglo XIX. Cada vez menos son un espacio soberano en el cual las leyes nacionales proporcionaban un ámbito seguro al desarrollo económico. Hoy dependemos de la colocación exitosa de nuestra deuda “soberana”, de los aranceles que nos cobren y de las trabas arancelarias. Siempre dependimos de que nos compraran, pero antes necesitaban comprarnos, y ahora no dependen tanto. No es consuelo pensar que producimos alimentos y somos cada vez más en el mundo. No todos comen. Por lo cual, nuestra soberanía puede ser “sueño”, ilusión. Precariedad. No debería extrañarnos entonces la posible secesión catalana. Corrupción hay de los dos lados, injusticia en ambos y cada cual puede culpar al otro. Demagogia, irresponsabilidad y egoísmo en ambos. Si no es en esta, puede ser en la próxima. El punto de no retorno no es algo impensable. Lo que tampoco es concebible en este mundo tan capitalista es que uno, dos o tres imperios mejoren la situación. Una última pregunta: ¿vieron Rollerball? ¿Recuerdan aquel mundo regido por las corporaciones en el cual el viejo “pan y circo” estaba reemplazado por ese juego salvaje y las pastillitas estimulantes? No estamos tan lejos de algo así.

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