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Silencio en el Frente

Por Enrique Ortega Salinas.

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Caras y Caretas Diario

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Porque no hay nada que celebrar. Porque ha caído uno de los nuestros, víctima más de sus propios errores que de los ataques de los adversarios. Porque debemos respetar el dolor de los que lo defendieron a muerte, con cariño fraternal, a veces ciego. Porque no es culpable de todo, pero sí de algo. Porque no supo disculparse bien, se defendió mal y lo defendieron peor; pero ya no había cómo defenderlo de sí mismo. Porque, pese a todo, sigo creyendo que es buena persona. Por eso nadie festeja en el Frente; porque a todos nos duele su caída, incluso a los que pedían su renuncia. Habrá que ver ahora cómo seguimos adelante. y cómo Raúl combatirá la depresión y angustia que lógicamente debe tener tras un golpe tan duro. Quizá estos sentimientos antagónicos los tengan hoy muchos compañeros, pero la renuncia descomprime la situación y le permite al Frente continuar avanzando y recuperar un poquito su credibilidad. Nos queda ese sabor en la boca de cuando se ha tomado un remedio amargo, pero necesario. Lamento sí ver al Partido Nacional haciendo alaraca tras haber protagonizado el gobierno más corrupto de toda la historia de nuestro país, pero así es el juego. Si uno de los nuestros deja picando la pelota en el área, no esperemos que nos perdonen el gol. Lamento sí los insultos al TCP. De mi parte les pido perdón por los agravios que les dirigieron. Lamento también el error de haber ocultado en una caja fuerte el documento durante tanto tiempo en lugar de apostar a la transparencia y cristalinidad de inmediato. Nos hubiéramos ahorrado un mes de desgate especulativo. Si un secreto entre tres no es secreto, ¿qué esperar de un secreto entre diez personas? Como sea, la caída, fue lo menos malo. Alivio, tal vez, pero no festejo. Lo bueno, como dice Gustavo Crespo, es que ahora tendremos la vara más alta para juzgar a los políticos. Solo resta dar mis respetos a quienes defendieron y atacaron a Raúl arriesgando opiniones, en el error o el acierto, porque actuaron de acuerdo a sus convicciones. Pero vaya mi más absoluto repudio a quienes guardaron silencio durante el conflicto para cuidar su parcela de poder buscando no quedar mal con nadie. Esos calculadores que se esconden en el campo de batalla, esos políticos profesionales que siempre logran un cargo, no son confiables ni merecen ser considerados compañeros. Y los tenemos. Le deseo a Raúl que encuentre la paz junto a su familia.

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