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Salud mental

Un triste récord mundial chino

El gigante asiático alcanza cifras récord, con uno de cada 14 chinos padeciendo de algún trastorno.

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Por Daniel Barrios

China es el país de los récords mundiales y el número uno en muchísimas clasificaciones internacionales. Si algún extranjero desprevenido no lo supiera, seguramente basta que converse con un chino, que con legítimo orgullo patriótico se encargará de subrayarlo. Entre tantos primeros lugares que ostenta el gigante asiático hay uno que lejos de enorgullecer debería preocupar y mucho. Sin embargo se dice poco y se escribe menos: la República Popular es el país con mayor número de enfermos mentales en términos absolutos y relativos. Son más de 100 millones los chinos que padecen alguna afección mental –14% de la población– y el Ministerio de Sanidad reconoce que la cifra sigue aumentando. No obstante la estadística alarmante, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los psiquiatras en 2014 no alcanzaban los 23.000, el equivalente a 1,7 por cada 100.000 habitantes; 16 veces menos que en Noruega y casi 9 en comparación con Estados Unidos. De acuerdo con la OMS, los trastornos mentales suponen 20% de los problemas de salud del país, mientras que la media mundial es 10%. Sin embargo, la partida que se dedica a las enfermedades mentales en el presupuesto chino ronda apenas el 1%. Al bajísimo número de profesionales se le suma la escasa calificación de los psiquiatras en relación a otros médicos especialistas. La facultad de medicina de la prestigiosa Universidad de Beijing le dedica solamente dos semanas a los cursos de patologías mentales y en otras facultades de medicina ni siquiera están contempladas en la formación académica de sus estudiantes. Como casi siempre ocurre en China, también la historia de la psiquiatría es milenaria y está plagada de avances y retrocesos. Las primeras referencias las encontramos hace más de 3.000 años en un texto de medicina interna clásica del emperador Amarillo, que recomienda para el tratamiento de los trastornos mentales la acupuntura para recuperar el perfecto fluir del mundo interior (yin) y el mundo exterior (yang) por los canales del cuerpo, así como también ciertos rituales de exorcismo. Las creencias tradicionales consideraban la enfermedad mental como un castigo del cielo, una desgracia divina, y como tal, el enfermo era segregado por su propia familia o encerrado en condiciones inhumanas por temor al contagio. Bajo el influjo de la ideología y las enseñanzas de Confucio –que consideraba incorrecto exteriorizar los problemas emocionales en público–, el concepto de salud mental, a diferencia de las corrientes occidentales, ponía énfasis en las relaciones intrafamiliares, los deberes sociales del individuo y las relaciones armónicas de este con la sociedad. El fracaso en el cumplimiento de esas obligaciones familiares y sociales eran, según esta corriente, la causa de los desequilibrios mentales, sentimiento de culpa y vergüenza. La medicina occidental, para el tratamiento de los trastornos mentales, se introdujo con gran dificultad en el país asiático. El primer hospital para enfermos mentales se abrió en 1898 en Guangzhou (Cantón) y con él los primeros tratamientos neuropsiquiátricos. En tiempos mucho más recientes, durante el maoísmo, los enfermos depresivos eran tratados como traidores a la causa socialista por carecer de la energía necesaria para la participación y construcción del nuevo régimen. Según datos oficiales del Ministerio de la Sanidad, actualmente son más de 55 millones los chinos que sufren depresiones graves, los que, según cálculos de la OMS, representan un costo económico de 7.800 millones de dólares por gastos médicos y días de trabajo perdidos. La misma OMS ha sido la primera en reconocer las acciones que Beijing ha emprendido en los últimos años para hacer frente a este grave problema, en particular a partir de la aprobación, luego de de décadas de deliberaciones, de la Ley de Salud Mental. Esta ley, la primera en absoluto de alcance nacional en el ámbito de la salud mental, fue aprobada por el Comité Permanente de la XI Asamblea Popular Nacional en octubre de 2012. La nueva ley protege los derechos de las personas que padecen este tipo de enfermedades y promueve la concientización y sensibilidad ciudadana sobre quienes padecen desórdenes mentales. Sin duda su aspecto más importante es que, a partir de su entrada en vigor, por primera vez una ley deja expresamente prohibido internar a ningún paciente neuropsiquiátrico sin su consentimiento, con la única excepción de quienes sufran una afección severa o que tengan la potencialidad de dañar a otros. Cuando la ley fue aprobada, más de 80% de los pacientes estaban internados contra su voluntad. Organismos de derechos humanos, dentro y fuera de China, denuncian desde hace años que muchas veces la internación es un modo para encerrar a los opositores políticos al régimen. A pesar de los esfuerzos del gobierno, el último y más significativo fue el reciente documento político aprobado por el Consejo de Estado que busca mejorar la atención psiquiátrica en los centros médicos, lugares de trabajo y universidades para 2030. Habrá que esperar mucho tiempo para alcanzar los resultados que reviertan esta situación. Este país que se ha enriquecido y modernizado a una velocidad nunca vista antes en la historia, con una migración bíblica de decenas de millones de ciudadanos que dejan anualmente sus lugares de origen y sus familias en busca de trabajo en las grandes ciudades, con desigualdades macroscópicas entre la ciudad y el campo, entre ricos y pobres. Se generan inevitablemente tensiones que producen desequilibrios, frustraciones y contradicciones en las relaciones del individuo consigo mismo y con la sociedad, cuya solución están bastante más allá de cualquier ley de salud mental. Esta misma semana el Ministerio de Sanidad dio a conocer que el suicidio es la principal causa de muerte entre los jóvenes chinos de 15 a 35 años. Las desproporcionadas tasas de suicidio y depresión entre estos jóvenes parecen tener una relación directa con un aumento del estrés en China. “La sociedad está sometida a la competitividad y la presión, por lo que los jóvenes, con falta de experiencia para encarar las dificultades, tienden a deprimirse”, ha declarado un psiquiatra de Beijing. El “enriquecerse es glorioso” de Deng Xiaoping, que tanta prosperidad material ha significado para China, tiene también consecuencias mucho más dramáticas que gloriosas.

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