Hacete socio para acceder a este contenido

Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.

ASOCIARME

XIX Congreso del PCCh

Una nueva era para China: la era de Xi Jinping

Por Daniel Barrios.

Suscribite

Caras y Caretas Diario

En tu email todos los días

Beijing, 18 octubre de 2019, apertura del Congreso del Partido Comunista de China (PCCh) -el número 19 desde su fundación en 1921-: el día más esperado de los últimos cinco años, la única ocasión en que la máxima autoridad partidaria analiza en público el estado del país y diseña la estrategia y las prioridades para el futuro de la nación. Exactamente a la hora 9 de una mañana lluviosa, bajo una imponente hoz y martillo y un mar de banderas rojas, Xi Xinping y los otros 24 miembros del Politburó del Partido Comunista ingresaron al Gran Palacio del Pueblo, el mastodóntico edificio construido por Mao Zedong en la plaza de Tiananmen para celebrar los primeros diez años de la República Popular de China. En el estrado del salón de actos lo esperaban sus dos predecesores más inmediatos, Hu Jintao y el anciano Jiang Zemin, y los casi 200 miembros del Comité Central; todos menos 34, las víctimas ilustres de la campaña anticorrupción partidaria promovida a lo largo y ancho del país por Xi desde que asumiera las riendas del partido. Dirigiéndose a la audiencia como tongzhimen (camaradas) -palabra solemne reservada para los grandes acontecimientos políticos-, el secretario inició su discurso de 3 horas y 23 minutos (el informe más extenso jamás presentado en los congresos del partido) ante los 2.287 delegados que, pasando al unísono  cada una de las 60 páginas, lo escucharon con una especial atención solamente interrumpida por 76 aplausos (programados) y una ovación final (espontánea). 203 minutos, 32.000 palabras, fue lo que precisó el secretario general, jefe de Estado, presidente de la Comisión Central Militar y una decena de comisiones especiales, para explicarle a los 3.000 periodistas acreditados, a sus 89 millones de camaradas de partido y a los 800 millones de compatriotas que lo seguían en directo por televisión por qué y cómo, a partir de ahora, China y su Partido Comunista entran en una “nueva era” que, para 2049 -el centenario de la fundación de la República Popular-, hará de su país una potencia líder mundial, “una gran nación socialista moderna, próspera, fuerte, democrática, culta, armoniosa y bella”. Una nueva era, la tercera luego del treinteño de Mao Zedong, que fundó la República Popular y la “puso de pie” luego de un “siglo de humillaciones”, y las tres décadas en las que las reformas y apertura del “socialismo con características chinas” de Deng Xiaoping produjo el milagro económico más espectacular de la historia. Una nueva era -citada 36 veces en su discurso-, que pone fin a la “fábrica del mundo” para convertir al gigante asiático en una “usina planetaria de tecnología”, una economía moderna y sostenible, basada en la innovación y el conocimiento. Nueva era que tendrá al consumo, la automatización y robotización industrial como motores principales del crecimiento y que deberá ser sustentable socialmente a partir de una justa distribución del ingreso y respetuosa del medioambiente con el desarrollo de las energías renovables. Una nueva era en la que la primera potencia del mundo -por primera vez desde el siglo XIX- “no hablará inglés, no será occidental ni democrática”, como sostiene Richard McGregor en su reciente libro Asia’s reckoning. Nueva era que, a diferencia del “America First” de Trump, propone un nuevo orden mundial (también) “con características chinas”, basado en el multilaterismo, libre comercio y alianzas comerciales bilaterales, regionales e internacionales. En fin, una nueva era que haga realidad  “el sueño chino del gran rejuvenecimiento de la nación”, el mantra de Xi Jinping,  para devolverle a China su rol milenario de gran potencia y situarla “orgullosamente entre las naciones”, “una fuerza poderosa” que lidere al mundo en los campos político, económico, militar y ambiental. Un sueño que es, al mismo tiempo, una síntesis cultural de tradición y modernidad, un equilibrio económico de planificación y mercado y un sincretismo político entre autoritarismo y democracia. Beijing, 24 de octubre. Clausura del XIX Congreso del Partido Comunista de China. Los delegados, de pie, acababan de escuchar los últimos acordes de la  Internacional cuando una voz detrás del escenario anunció lo que sin duda es el acontecimiento más importante de la historia del PCCh de los últimos 50 años: el XIX Congreso resuelve incorporar el “Pensamiento de Xi Jinping sobre el Socialismo con Características Chinas para una Nueva Era”. Se pasa a votar. ¿A favor?: todos los delegados alzan su mano derecha. “¿Contrarios, abstenciones?”, preguntó el secretario general. Siete atronadores “Mei you!” (¡No hay!) se escucharon desde todos los ángulos del Gran Salón del Pueblo hasta el “No hay” final, el suyo. Ahora es oficial: la democracia “con características chinas” resolvió que el nombre y la filosofía de Xi Jinping, desde ahora y para siempre, formen parte del ideario partidario. Hasta ahora, únicamente los dos grandes líderes de la República Popular de China, Mao Zedong y Deng Xiaoping, habían recibido ese reconocimiento “estatutario”. Pero sólo Mao vio reconocida su filosofía como pensamiento (sixiang) y pudo disfrutarlo en vida. El nombre de Deng fue incorporado recién después de su muerte y sus ideas únicamente catalogadas como “teoría”(lilun). En cambio, el Pensamiento de Xi se equipara no sólo al del Gran Timonel, sino que supera en la jerarquía partidaria al  Pequeño Timonel (Deng) y deja muy lejos  a Jiang Zemin y Hu Jintao, que lograron incluir sus aportes (las Tres Representaciones y el Concepto Científico del Desarrollo respectivamente), pero sus nombres no aparecen en la carta magna comunista. Todos los expertos  presagiaban que el cónclave comunista sería el “congreso de Xi Jinping”. Los resultados alcanzados en sus cinco años al frente del partido y del Estado justificaban esos pronósticos: los éxitos de su campaña contra la corrupción y por la dignificación del PCCh, los avances en la implementación de su mentada “nueva normalidad” de la economía china, un crecimiento estabilizado en casi 7%, 60 millones de pobres menos, reforma y modernización sin precedentes de las fuerzas armadas, su prestigio internacional como líder de la “globalización 2.0” y la lucha contra el cambio climático. “Hemos resuelto problemas que nunca antes nadie consiguió solucionar”, se vanaglorió, con justa razón, el líder en su discurso congresual. Sin embargo, lo que no todos esperaban fue la “coronación” política, ideológica y partidaria que le reservó el congreso al  nuevo “Emperador rojo” y el consecuente alumbramiento del “xiismo” como fundamento teórico y práctico para la construcción de la China del siglo XXI. “El Pensamiento de Xi Jinping es el momento clave del congreso y una contribución histórica al desarrollo del partido”, sentenció Zhang Dejiag,  presidente de la Asamblea Popular Nacional de China y número tres en la nomenclatura comunista. De aquí en adelante, y quién sabe por cuantas décadas por venir, el Pensamiento de Xi Jinping -estructurado en 14 principios básicos- pasará a estudiarse en las escuelas, liceos y universidades y será la “guía de acción” obligatoria a seguir por todos los comunistas. En la sesión de clausura fueron también designados los nuevos miembros del Comité Central del Partido, el tercer nivel de la jerarquía comunista: 376 personas (solamente diez mujeres) -204 titulares y 176 suplentes- que deberán elegir de entre sus filas a los 25 miembros del Politburó -el segundo nivel- y a los del Comité Permanente, el máximo órgano de dirección. En China ya comienza a especularse que, con todo el poder que ha acumulado, Xi Jinping, de 64 años, continuará su mandato más allá de 2022, “violando” las normas tácitas que lo obligarían a retirarse por edad. Lo cierto es que, con o sin títulos, siempre será él quien tendrá la última palabra. Como la tuvo Deng. que ejerció un poder incontrastado hasta su muerte a pesar de que, para entonces, su único título oficial fuera el de presidente honorario de la Federación China de Bridge. Según el Washington Post, semanas atrás Donald Trump confesó a los asistentes a una cena en la Casa Blanca que Xi era “probablemente el líder chino más poderoso de los últimos 100 años”. Una verdad a medias. Seguramente es el líder más poderoso de la historia moderna de China, y también del mundo.

Dejá tu comentario

Forma parte de los que luchamos por la libertad de información.

Hacete socio de Caras y Caretas y ayudanos a seguir mostrando lo que nadie te muestra.

HACETE SOCIO