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Con Verónica Alonso: “La gente está pidiendo un cambio y eso va a venir”

Un tercer candidato en el Partido Nacional es el escenario más probable para las internas de 2019. Así lo ve la senadora Verónica Alonso. Para ella es necesario un cambio en el país y está convencida de que hay que entender a la gente.

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La senadora Verónica Alonso será, aunque todavía no lo afirma, la tercera precandidata del Partido Nacional (PN) en las elecciones internas de 2019. Busca para ello acuerdos y trabaja en un programa. Promete cambios para dar respuesta a las necesidades de la gente y no rehuye el diálogo con distintos sectores porque, afirma, cree en el acuerdo nacional. Según explico a Caras y Caretas, está convencida de que hay lugar para una tercera candidatura que pueda atraer votos de descontentos del Frente Amplio (FA).   Se cierra el año y usted lo hace con su candidatura. ¿Qué le dejó 2017? Cierro el año diciendo que estoy convencida de que tiene que haber un tercer espacio en el PN. Lo que me dejó es que fue un año de mucho crecimiento, por lo menos de una experiencia de hablar con mucha gente a partir de los “timbrazos”. Hay mucha gente cansada de la política, incluso de los políticos. Y hablar con los dirigentes en todo el país me dejó el convencimiento de que se necesita una tercera pata, un tercer espacio, una tercera vía, en el PN. Eso es lo que deja 2017. Que este espacio, en el que están los diputados Pablo Iturralde y Álvaro Dastugue, en el que creemos que estarán referentes del interior, no tiene un precandidato o precandidata este año. ¿Por qué? Porque es un espacio colectivo, porque no es un proyecto individual y porque esa cuestión se va resolver en 2018 entre los que conformemos ese espacio, que estoy segura que van a ser cada vez más, y entonces vamos a tomar una decisión en función de lo que la gente nos vaya diciendo.   Pero usted siente ganas de ser candidata. Esto no tiene que ver con las ganas. Yo tengo ganas de cambiar el país. Yo tengo ganas de ayudar a que el partido crezca y estoy convencida de que con un tercer espacio vamos a ayudar a eso. No solamente desde adentro. Nosotros no necesitamos sacarnos desde adentro, hacernos trampas al solitario y jugar al roba montón. Nosotros necesitamos acercar a aquellos que le dieron el voto al FA y que ahora están desilusionados, pero que hoy, con las opciones que hay, tampoco encuentran un camino por donde ir hacia esta herramienta que es el PN. Yo voy a estar en aquel lugar en el que sea más útil para ese cambio. Así sea en el segundo, tercer o décimo lugar. Yo voy a estar para cambiar el país, para transformar aquellas cosas que estoy convencida de que se pueden hacer. Yo veo que hay una especie de resignación, incluso en muchos políticos que dicen “esto no se puede”.   En un partido con dos fuertes personalidades como Luis Lacalle Pou y Jorge Larrañaga -que tienen, en el caso de Lacalle una imagen conservadora, y en el de Larrañaga, más liberal-, ¿usted cree que hay lugar para una tercera opción? Y, además, ¿qué sustento ideológico podría tener? No tengo ninguna duda de que hay espacio, como ha habido en el FA, con distintos matices, con distintas improntas. La impronta personal de las figuras por supuesto importa, pero también importan los equipos, los proyectos. Este espacio lo que busca son ideas y propuestas. Y veamos cual es el énfasis. Este busca ser un espacio federal y popular, más allá de lo que planteaba en su momento Jorge Larrañaga, cuando hablamos de descentralizar las decisiones y federalizar los presupuestos. Veamos el ejemplo de una escuela, una escuela en Tupambaé o en Tranqueras o en la localidad que se nos ocurra. ¿Qué hace la directora si se le llueve el techo? Primero, se arma de paciencia; segundo, dedica meses o un año recorriendo el laberinto burocrático, pidiéndole al centralismo capitalino que le solucione el techo, y en algún momento los dioses del centralismo capitalino le dicen que lo van a reparar. Y eso no puede pasar, porque si los chiquilines pierden una semana, perdemos todos. Lo que planteamos es que necesitamos descentralizar, por ejemplo, el diseño institucional, o sea la gestión de los recursos, no de los contenidos. Estoy convencida de que tenemos que descentralizar en los gobiernos departamentales muchas de estas decisiones porque muchas veces pasa que el intendente termina resolviendo temas que corresponden al gobierno central, y por eso creo que podemos descentralizar estas decisiones y federalizar los presupuestos. ¿Por qué? Porque sería mucho menos burocrático, mucho más eficiente y más práctico acercar el Estado al hijo del vecino. Tener un Estado mucho más cercano. Hay como una especie de mito que se instaló, en algunos casos justificado, pero en la mayoría injustificado, de que el PN es enemigo del Estado y de las políticas sociales. Creemos en el papel del Estado, no en este Estado que se ha esclerosado, que es más gordo e ineficiente, sino en un Estado presente. Y el Estado presente y exitoso en muchos casos está en los gobiernos departamentales. Cuando uno pregunta en algún departamento del interior quién es la ministra de Educación o la de Vivienda, no saben, pero sí saben que si tienen un problema, recurren al intendente. Y este es el que sale a terminar de ayudar a los inundados, o el que pone la policlínica móvil o termina reparando el techo de esa escuela. Entonces es un Estado mucho más cercano, mucho más presente que lo que hoy está. Por eso yo creo en el papel del Estado para ayudar a los más vulnerables y también creo en las políticas sociales. Cuando hablo de popular estoy pensando en que nosotros necesitamos ayudar a los más vulnerables. Todos dicen eso. Pero la realidad es que hoy el Estado, en muchos de estos temas, está ausente y podría nombrar muchos ejemplos. De hecho, le planteamos a la ministra [Marina] Arismendi la creación de centros maternales en los lugares más vulnerables. Descentralizar y llevar el Estado a esos lugares en los que hay muchas madres, mujeres jefas de hogar con muchos hijos. Y respecto del control, aquello que no hacemos en los primeros años de vida, desde la gestación, llegamos tarde y es para siempre. Muchas madres no pueden ir hasta el Pereira Rossell y tienen muchos chicos. Nosotros necesitamos acercar el Estado para que aquella madre los controle, para cuidarla. Necesitamos cuidar desde la gestación y desde la cercanía. Y desde la cercanía no es el programa Cercanías o Uruguay Crece Contigo, que yo creo que están mal focalizados. En definitiva, cuando hablamos de diferencias, hablamos de poner foco en las políticas sociales, en el Estado. En un Estado que tiene que estar presente y que tiene que ayudar. Ahí es que hay diferencias con los otros compañeros.   Un proyecto de este tipo requiere de aliados y usted ha tenido contratiempos con algunos de ellos. Entonces, ¿en quiénes está pensando? Lo que buscamos algunos compañeros, incluso en el interior, es generar ese espacio, un espacio fuerte, que tenga su pata en el área metropolitana, Montevideo y Canelones. En particular, algunos referentes con los que ya estamos conversando. Creo que es importante promover esa cercanía. Ellos tiene experiencia en cada gestión con los intendentes. Acá la búsqueda es sumar, pero, sobre todo, entender e interpretar a la gente. Hoy la gente está enojada con los políticos. Yo lo que entiendo es que la gente está pidiendo un cambio y eso va a venir. Las alianzas van a venir después. Lo importante es que esto crezca desde abajo, crezca desde el pie, con la gente. Si esto viene de abajo hacia arriba, que es lo que nosotros pretendemos, estoy segura que muchos dirigentes estarán acompañándonos.   Usted mencionó que la gente quiere un cambio; todos los dicen. Todos los políticos piden un cambio. No, es la gente la que pide un cambio.   Pero decirlo así es muy vago. ¿En qué se puede expresar desde el punto de vista de la vida de la gente? Tiene que ver con lo que venimos hablando. Le voy a poner el ejemplo de una madre con la que hablamos durante los “timbrazos”. Esto de los “timbrazos” es muy enriquecedor porque trato de entender qué es lo que le pasa a la gente. Una mamá en el barrio La Amarilla es Salto tiene seis gurises y nos dice que vuelve a casa y muchas veces llega sin nada como para darles un plato de comida; y nos dice que lo más duro de la pobreza no es no tener un plato de comida, sino tener la idea de que nunca se va a salir de ella. Y esto es una de las cosas que podemos cambiar. Nosotros podemos tener un país en el que la pobreza no se herede. Hoy lamentablemente eso pasa en Uruguay. Eso pasa porque no hay planes ni políticas sociales dirigidas a sacar a la gente de la situación en la que está sin quedar atrapados sin salida. Quedar atrapados muchas veces en esos planes sin tener la posibilidad de salir adelante. O sea, son necesarias políticas genuinas que en realidad den dignidad. ¿Donde están los cambios? En las políticas sociales bien entendidas, bien focalizadas, que den verdadera dignidad. En el cambio educativo. Y hay otros cambios importantes que considero que el país necesita: uno es la reforma del Estado. Necesitamos un Estado moderno, eficiente y no un Estado burocrático y cada vez más inflado. Un país de tres millones no admite seguir aumentando el peso del Estado. Eso implica costos políticos, pero el país no admite más demora en determinados cambios. Ese es uno de los cambios; que quienes asuman la responsabilidad de gobierno no puedan seguir poniendo a los amigos de los amigos. Esos son los cambios que no sé si todos están en condiciones de llevar adelante. Yo estoy convencida de que lo podemos hacer.   Usted ha mantenido diálogo con el presidente por las políticas sobre el consumo de alcohol. ¿Piensa seguir ese camino? ¿Cree que puede  funcionar? Cuando terminamos, unas de las cosas que le planteé al presidente [Tabaré] Vázquez fue: “Sigamos en este mismo esquema con otros temas, por ejemplo, el combate a la pasta base”, y el agregó las drogas sintéticas. Ojala pudiéramos encontrar ese camino de encuentro. Yo creo en el encuentro nacional. Eso no significa desdibujar los roles: hay un gobierno y hay una oposición. La oposición controla y tiene que ser firma controladora de los abusos. Eso no significa dejar mis convicciones, sino buscar un encuentro, donde están los temas que nos unen más que los que nos separan. Yo estoy convencida de que se puede.   Recientemente se pronunció a favor de la castración química para controlar los delitos de carácter sexual. ¿Realmente está convencida de que puede ser una medida efectiva? Estoy convencida de que tenemos que hacer más cosas. Muchas veces frente a estas atrocidades, la primera reacción es querer hacer justicia por mano propia, es la primera cosa que me pasa porque pienso como mamá. Pero luego, cuando bajo de eso, pienso cómo ayudo para que estas cosas no pasen. Frente a eso uno mira qué cosas tenemos, que legislación. Pero está la patología también. Una cosa es atender la criminalidad, y en estos casos también la patología, porque no estamos hablando de criminales comunes; estamos hablando de personas que tienen una enfermedad. Atender la patología supone pensar qué vamos a hacer con estas personas que van a volver a salir. Hoy en el sistema penitenciario no hay ni terapia ni mecanismos para tratar de rehabilitar. Entonces, ¿por qué no buscar alternativas? La castración química existe en otros países. En Estados Unidos hay nueve estados que la aplican. Lo que hace es reducir los niveles de testosterona y eliminar o reducir la libido sexual. Hay terapeutas, hay psiquiatras, hay psicólogos para atender a estos criminales enfermos que cometen el abuso. ¿No podemos dar ese debate? Y eso no significa ser más duro, pero en estas cosas hay que ser muy claros, muy firmes, porque van a volver a convivir con nosotros. Porque no sabemos cómo salen. Sabemos cómo entran, pero en la cárcel no hay mecanismos de rehabilitación. Eso existe en países como Estados Unidos y Rusia. En Chile, en Argentina y en Colombia se está debatiendo. No sé por que no debatirlo acá, sin ningún prejuicio.

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