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Revolución Rusa, primer acto

Preludio

Este 2017 se cumplen cien años del inicio de una de las revoluciones más paradigmáticas de la historia contemporánea.

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Desde aquel febrero –nuestro marzo– hasta aquel octubre –nuestro noviembre–, todo gracias al calendario juliano, los ojos del mundo se posaron en el país que llevó adelante la primera revolución marxista triunfante de la historia. Aunque ni en los sueños más extraños Karl Marx habría soñado que la revolución inevitable de la que él escribió se fuera a dar en un país tan atrasado como Rusia, en donde los obreros representaban un sector mínimo e iniciático y 86% de la población vivía en el campo.

De la misma forma y a contrapelo de la revolución, de marzo a noviembre tendremos tiempo suficiente para aprender, analizar, reflexionar, discutir y sobre todo recordar aquel camino trazado por aquellos revolucionarios, que cortó tangencialmente el siglo XX. Si de alguna manera el siglo XX fue el “siglo de los extremos” como lo denominó Eric Hobsbawm, mucho tuvo que ver este hecho iniciático. El marxismo como una alternativa cierta al capitalismo liberal cobró vida aquel 1917. Quedará tiempo para discutir largo y tendido la forma en que aquellos revolucionarios adaptaron el marxismo a su realidad, lo que se denominó irónicamente socialismo real.

Revolución mes 1

8 de Marzo. 1917. El mundo observaba absorto el inicio del fin de una de las últimas monarquías absolutas de Europa . El zar Nicolás II era la víctima de la insurrección, liderada por un extraño combo de liberales y socialistas revolucionarios y un papel desencadenante de la masa en las calles.

Según León Trotsky, en su Historia de la Revolución Rusa, aquel fue el primer día de la revolución. “El 23 de febrero [8 de marzo] se celebró el Día Internacional de la Mujer. Los elementos socialdemócratas se proponían festejarlo en la forma tradicional: con asambleas, discursos, manifiestos, etc. A nadie se le pasó por las mentes que el Día de la Mujer pudiera convertirse en el primer día de la revolución”. A partir de allí las fuerzas irán alineándose de a poco hasta llegar a la abdicación del zar Nicolás Romanov en nombre de su hermano Miguel, quien nunca pretendió el trono y lo rechazó de plano. De esta forma iba despedazándose la autocracia zarista y abriendo el camino en esos primeros meses a una república liberal.

Aquel marzo representó una efervescencia social nunca antes vista, una extraña comunión entre sectores sociales que configuraron la misma revolución. No es casualidad que el eslogan de los bolcheviques, liderados por Lenin (Vladimir Ilich Ulianov) fuera “pan, paz y tierra”, unificando la lucha en pan para los obreros, paz para los soldados y tierra para los campesinos. De hecho los soviets serán el eje principal sobre el que se sostendrá toda la revolución. “Todo el poder a los soviets” será otro de los gritos de guerra de los liderados por Lenin. Las protestas iniciadas por la mujeres trabajadoras estallaron en San Petersburgo (Petrogrado) y se diseminaron rápidamente por todo el imperio. De esta forma se derrumba el poder del zar en una Rusia demasiado pobre y desgastada como para reprimir y el monarca termina por ceder. Tanto “zar” como “kaiser” son palabras que devienen de “césar” (Imperio romano), por tanto, imaginemos el poder no sólo temporal sino también espiritual que representaban estas figuras.

Rusia se encontraba sumergida en la Primera Guerra Mundial (1914-1918), que en gran medida había iniciado junto a Serbia. Esa Triple Alianza (junto a Francia e Inglaterra) le insumía las pocas riquezas del tesoro que no se acaparaba la nobleza. Los ejércitos raquíticos de Rusia, en el que el número de armas era menor que el número de soldados, generaban en aquellos militares mal pagados, mal vestidos y desarmados un aliado de la lucha popular. La situación era angustiosa en las trincheras, pero no era diferente en el país. La miseria y la carestía y un implacable invierno se apoderaron de Rusia, lo que desencadenó una serie de huelgas, iniciadas por ese fogonazo del 8 de marzo. El 12 de ese mes el zar envió tropas para reprimir a las muchedumbres, pero estas confraternizaron con los huelguistas. De esta forma la ecuación estaba completa: obreros, campesinos y soldados.

En prácticamente tres días cayó el zarismo sin más inconvenientes, más allá del estruendo que le esperaba siete meses después, cuando los soviets liderados por los bolcheviques tomen el poder. El estruendo de la historia.

A partir de ese momento se nombró un gobierno provisional de corte liberal, sentando las bases de una especie de república. El zar abdicó en nombre de una figura prácticamente imaginaria que obviamente nunca ejerció ese cargo, su hermano Miguel. Y finalmente el Soviet de Petrogrado se constituyó de soldados y obreros, liderado por las fuerzas más radicales, en una fuente de poder. Por aquellos años mencheviques y bolcheviques compartían reuniones. Por tanto, el gobierno quedó dividido de forma dual entre Comité Provisional de la Duma (Parlamento ruso) y Comité Ejecutivo del Soviet de Petrogrado.

Durante más de siete meses Rusia jugará su destino entre medias tintas y reformismo, hasta octubre (noviembre), en que el poder es tomado por los bolcheviques.

Determinemos que las revoluciones son cambios estructurales, profundos, que tienen que ver con la transformación de un sistema o estructura, más allá de que podamos utilizar el término para cambios que no son esencialmente estructurales o rebeliones fracasadas. En la disciplina histórica determinamos que los fenómenos son multicausales, y esas causas determinan los cambios sociales, políticos y, sobre todo, económicos. Obviamente la crisis económica (agotamiento del modelo, corrupción y mala gestión del zar), las malas condiciones de trabajo y la escasez de alimentos y materias primas dispararon la rebelión social. La marcada división de las clases y la opresión del régimen a las clases más postergadas otorgó la fuerza popular dominante; una crisis social marcada, sumada a las luchas sociales que estallan de repente. Obviamente el agotamiento del modelo dejó paso a una revuelta de orden antimonárquico, pero lo realmente extraño es cómo esa revuelta decanta en una revolución social y en una dictadura del proletariado. Quedará tiempo para el análisis y la reflexión.

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