-¿Se acuerda de que hace unos meses le conté que al excanciller, Ernesto Talvi, le decían el petiso malhumorado, que destrataba a gente de su entorno y que no los dejaba laburar libremente porque quería estar sobre todas las cosas? Digamos, un histérico.
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-¡Exactamont!
-Dicho y hecho. Como todos saben su renuncia a la cancillería fue producto de un arrebato de bronca. Lacalle no salió mal parado porque designó a Francisco Bustillo, un hombre de carrera, respetado y que fue el embajador ante mi querida y amada República Argentina en el primer gobierno de Tabaré. Ahí las papas quemaban en serio. Me refiero a los diferendos con el hermano país por la instalación de Botnia. Esto es cuento conocido, pero me parecía pertinente darle un contexto.
-Me parece muy profesional lo suyo. Pero ¿qué pasa con Talvi?
-Si me permite la expresión… en el Partido Colorado se lo quieren comer crudo.
-¡A la pipetuá! Desembuche…
-En el sector del expresidente Julio María Sanguinetti, Batllistas, no lo soportan más. Hablé con un amigo muy pero muy allegado al dos veces mandatario y consideran que lo que hizo Talvi fue desestabilizador para la coalición multicolor.
-Epa.
-“No puede ser que Julio siempre tenga que taparle las cagadas a este tipo para mantener la coalición”. Palabras textuales de una de las personas más allegadas a Sanguinetti.
-¡Tormentas de pipetuás!
-También están que trinan en su sector, Ciudadanos.
-¿Pur cuá?
-Porque no responde los llamados. No define que quiere hacer. Si asumir como senador como le pidieron sus compañeros… El ego mata.
-Qué lo tiró…
-Amigo del alma, me retiro. Bajo a comprarme un disparador porque estoy agitado. Si no nos cruzamos, sepa que lo quiero. Cuídese.