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Por Alberto Grille.

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El viernes pasado en la mañana me enteré de que una media docena de ministros, un par de legisladores oficialistas, una batería de trolls y también algunos dirigentes del Frente Amplio rechazaban las declaraciones de Rafael Michelini en Caras y Caretas y especulaban sobre las razones por las que había realizado estas manifestaciones y las causas por las que esta revista las había publicado en su oportunidad.

En pocos minutos escuché que se trataba de “una operación”, que obedecía a “un propósito”, que se habían “tergiversado” las opiniones de Rafael o se habían “descontextualizado” y que  el Rafa “nunca” podía haber dicho semejante barbaridad.

La joven periodista que había hecho la entrevista es una excelente profesional que había grabado la conversación y reiterado tres veces la pregunta porque había percibido que ese tramo podía ser “fuerte”.

Yo había leído el reportaje la noche anterior y nunca se me hubiera ocurrido editarlo de manera de que dijera lo que yo quería, porque no lo hago ni lo hice nunca en los centenares de entrevistas que se hicieron en Caras y Caretas, entre los que recuerdo a Luis Lacalle Herrera, Alejandro Végh Villegas, Liber Seregni, José Mujica, Tabaré Vázquez, Jorge Larrañaga y Guillermo Stirling, entre otros.

Tampoco lo hice ese día, porque además yo estoy de acuerdo en que si se van a juntar las firmas, hay que salir a juntarlas en los barrios, en las ferias, en los parques públicos, en la rambla y en donde se junte gente aunque no le guste al gobierno -es obvio que no le gusta- a la Policía o al mismísimo rey de Borgoña.

Estoy de acuerdo porque juntar firmas es un derecho constitucional… y corran perros.

Ahora bien, la derecha es astuta, sabe lo que hace y conoce los bueyes con que ara. Ya lo había hecho otras veces y otras tantas veces se había evidenciado la debilidad de la izquierda para aguantar.

En 2019, apenas lanzada la campaña electoral, cuando Graciela Villar inauguraba su participación en su carácter de candidata a la vicepresidencia de la República por el Frente Amplio, se atrevió a decir lo que cualquier frenteamplista sabe: que el problema es entre oligarquía y pueblo.

En cinco minutos fue linchada por los medios hegemónicos y los batallones de trolls en las redes sociales y, lejos de defenderla, sus compañeros se apartaron y la propia Graciela vio disminuida su participación en la campaña, constreñida a hablar en los comités de base y a subir al estrado como muestra viviente de que las mujeres también existen.

La derecha lo ha hecho otras veces y los resultados han sido los mismos. Cambian el centro del debate tomando una frase, una declaración o una afirmación de un personaje del Frente Amplio, lanzando su batería mediática a todo vapor hasta que el Frente Amplio arrugue y se vaya al mazo.

En este caso también funcionó como si por las declaraciones de Rafael se fuera a derrumbar toda la estrategia, se fuera al cuerno el diálogo, la unidad nacional y la campaña por las firmas de la LUC, que, por otra parte, Rafael era uno de los únicos dirigentes que se la había puesto al hombro.

Por suerte, Rafael es un político valiente y un compañero leal porque reconoció en conferencia de prensa que no había tal operación, ni descontextualización, ni operación ni propósito oculto. Dijo que el solo dijo que se iba a ir a los barrios a juntar firmas y advertía que se iba a pedir la postergación de los plazos, inevitable si se quería preservar la salud de la gente y el derecho constitucional.

Lo otro es conocido, Rafael Michelini fue cesado por Javier Miranda como secretario de la fuerza política.

La decisión es una vergüenza y yo creo que el mayor error político de Javier Miranda en su vida, que por otra parte no son pocos. No se debía caer en la trampa de la derecha por muchas razones, la principal es que es una trampa obvia y la segunda, que no pueden ser tan giles.

Estoy seguro de que esto no termina con la trayectoria política de Rafael porque está sustentada por una conducta muy valiente en la defensa de sus opiniones y de las decisiones del Frente Amplio.

Ojalá sirva para aprender que hay que respetar a los compañeros, preservar su derecho a expresar libremente sus opiniones y evitar cobrar al grito del adversario.

Nosotros también somos un partido de hombres libres.

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