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DESDE LA DIÁSPORA

¿Acaso una dirección “boutique”?

Por Eduardo Alonso.

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El Frente Amplio como fuerza de izquierda es una experiencia de unidad y longevidad única en el mundo, no solo por la gran diversidad ideológica expresada en la convivencia, por ejemplo, de marxistas y cristianos, sino porque además desde la primera hora fue capaz de despertar en grandes masas la identidad frenteamplista más alla de sus partes integrantes.

Es justamente ese sentido de pertenencia forjado en la calle, en las luchas populares desde antes incluso de su fundación, la resistencia y la sobrevivencia a la dictadura, la vuelta a la democracia, las luchas por la verdad y la Justicia, por la salvaguarda del patrimonio del Estado y el impulso por avanzar en la concreción de un programa común en cada uno de los tres gobiernos lo que se sintetiza en lo que se denomina el “movimiento” y se materializa y expresa a través de los comités de base. Ámbitos que han sido históricamente y continúan siendo en la actualidad, como lo demuestran trabajos académicos recientes tales como Eficacia y reproducción de la militancia, de Pérez, Piñeiro y Rosenblatt, generadores de identidad frenteamplista, reproductores de militancia y cimiento firme para el mantenimiento de la unidad.

Del estudio de la historia del Uruguay de los últimos 70 años surge con claridad, por lo menos para nosotros, que el Frente Amplio no es el resultado de conciliábulos ni de dirigentes iluminados reunidos en espacios reducidos, sino todo lo contrario, se trata de una fuerza que es síntesis de la acción política permanente que tiene como protagonista principal al “militante organizado” en lo que pasó a ser su hábitat natural, el comité de base.

Justamente es en ese espacio donde se sintetiza su condición de fuerza política/coalición/movimiento, es donde radica lo inédito, la novedad, lo que lleva a que en el mundo se la estudie y haga que todos los años delegaciones de partidos de izquierda hermanos de todas partes nos visiten y nos pidan para compartir incluso reuniones de diferentes organismos, para vernos funcionar.

Ha tenido grandes, enormes dirigentes, generosos y desinteresados a la hora de defender la unidad y los intereses populares, de los cuales sin duda el más grande, el gran conductor ha sido y es, por su enorme capacidad de síntesis y por lo mucho que su ejemplo nos sigue irradiando todos los días, el compañero general Seregni, “conductor conducido” al decir de Gerardo Caetano. No se trata de negar la coalición ni a nuestros padres fundadores, solo de intentar actuar como lo que somos, una coalición/movimiento.

Varios han sido los compañeros que en estos últimos días, e inclusive desde estas propias páginas, se han referido a los problemas que nos aquejan como principal fuerza política del país.

Todas esas alocuciones apuntan a ubicar como el principal de los problemas el debilitamiento o la ausencia lisa y llana de una “cúpula” de dirección capaz de acordar, consensuar y mandar. Incluido el propio presidente de la fuerza política, que así lo expresó la semana pasada en un reportaje concedido a la diaria, en el que reconoció su falta de conducción y de liderazgo.

Ahora bien, ¿es que el Frente Amplio tiene solo un problema de liderazgos? ¿Es que se le deberían dar más poderes al actual presidente, compañero Miranda? ¿Es que alcanza solamente con encontrar una compañera o compañero para presidir?

Con sinceridad creemos que no, que el problema real y lo venimos repitiendo desde hace muchísimo tiempo, es que la fuerza política hace años que no discute política, que no elabora línea, que no define el eslabón principal de la cadena en cada etapa y que renunció a dar la lucha ideológica en el seno de la sociedad, entendida esta como el debate en torno a principios y valores que le son comunes y que han sido el sustento de sus programas y su acción de gobierno.

Y es esa falta de debate y la inercia orgánica lo que aún no le termina de permitir reaccionar ante el hecho de haber perdido la elección en 2019, sumado esto al “lógico descoloque” que genera el hecho de volver al rol opositor sin haber terminado de procesar un balance y una autocrítica luego de estar en el gobierno durante 15años. Un nuevo rol que, entre otras cosas, implica ser capaces de saltar por encima de errores y limitaciones propios en el ejercicio del gobierno para enfrentar a la derecha gobernante sin titubeos y sin complejos.

Hoy el Frente Amplio una vez más necesita del Frente Amplio para enfrentar el proyecto regresivo y restaurador de una derecha que viene por todo, por los avances logrados en los gobiernos frenteamplistas, por los derechos conquistados por los trabajadores organizados, pero también por la institucionalidad del Uruguay batllista de la primera mitad del siglo XX y el menoscabo de nuestra soberanía en materia internacional, prueba de ello la anunciada vuelta al TIAR.

Hoy el eslabón para tirar del conjunto de la cadena es lograr alcanzar las más de 700.000 firmas que permitan convocar un referéndum para anular 135 arts de la LUC que conforman el corazón del proyecto restaurador.

Una vez mas el país necesita del Frente Amplio, de su capacidad de alianzas con las organizaciones del campo popular, de su despliegue en el territorio, de la entrega de sus militantes, de su organización, de sus principios y valores y de su movilización como lo demostró en el festejo de su 50º aniversario, en que el pueblo frenteamplista dio una muestra de solidaridad y de lucha memorable. Miles y miles de kilos de alimentos para las ollas populares y varias decenas de miles de papeletas con firmas para enfrentar al gobierno.

Estar a la altura de estos desafíos requiere de una dirección amplia capaz de escuchar a la sociedad y de escucharse también a sí misma, de debatir y de decidir, de consensuar y de resolver aplicando las mayorías cuando las circunstancias lo requieran.

Una dirección representativa de la coalición y del movimiento, humilde y trabajadora, cercana a la gente y alejada de modelos cupulares viciados de proyectos personales. Una dirección capaz de llevar adelante un congreso que en forma democrática y transparente defina el nombre de un presidente o presidenta para la fuerza política y lo respalde en el trajinar de la lucha día a día a partir de haber laudado el proceso de “Balance, Crítica, Autocrítica y Perspectivas” que la orgánica viene desde hace meses discutiendo. Una dirección que deberá, luego del congreso, asegurar la organización de una elección interna que permita su renovación a partir de una muy amplia participación de los frenteamplistas y ponga no solo a la fuerza política, sino a todo el movimiento popular en campaña para derrotar a los 135 artículos de la LUC en las urnas.

En estos días unos pocos analistas pretenden convencer a muchísimos frenteamplistas de que unos pocos fenómenos dirigentes (todos sectoriales, nadie de las bases), sentados en un espacio reducido, constituidos en una dirección “boutique”, alejados de la orgánica y del mundanal ruido, de espaldas al fragor del combate que la campaña contra la LUC ha desatado, serán capaces de acordar un nombre entre cuatro paredes.

Con gran humildad debemos decir que no creemos en esa solución porque erra desde el diagnóstico; esto no es solamente un problema de nombres, acá el primer y principal problema a abordar es la falta de elaboración de línea política y la vida revolucionaria enseña que la línea se elabora en los organismos y muy de cerca con las necesidades de la gente.

 

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