Hay veces en que los temas que a uno se le ocurren están concentrados y resulta relativamente fácil elegir. En general, una cuestión principal y una especie de colofón del que nos valemos para dar opinión acerca de otra. Pero hay otras en que los asuntos están tan parejos, que no tengo otro remedio que hacer una especie de picoteo. Es el caso de hoy, y quiero empezar por lo que considero más importante, pese a que gobierno y medios se hacen los desentendidos. Se trata del papel de nuestras Fuerzas Armadas en el nacimiento de nuestro país. Para que quede claro, de la institución jurídica y política que se llama República Oriental del Uruguay, que tiene límites definidos (pese a los que llamamos “contestados”), Constitución y leyes que le son propias y gobierno electo, de acuerdo a ese ordenamiento jurídico, que ejerce sus funciones con absoluta prescindencia de cualquier otra entidad. Lo que no quiere decir indiferencia, porque somos una democracia y debemos siempre atender los intereses y reclamos de los distintos sectores, priorizando en cada ocasión de acuerdo al interés general y sin perjuicio de las obligaciones que asumimos en el orden internacional. Me quedó la marca ardiendo con lo del servicio médico de Ancap, pero fue una decisión legítima del gobierno y lo que queda son los recursos jurídicos de los que disponen los ciudadanos. Una cosa es que lo haya considerado injusto (y lo sigo considerando) y otra es que lo considere ilegítimo, ilegal. Del mismo modo me revientan los compromisos emergentes de los Tratados de Protección Recíproca de Inversiones, pero los firmaron gobiernos legítimos o los legitimaron luego de la dictadura. En resumen, somos un Estado legítimo y soberano. Eludo deliberadamente las palabras de significado ambiguo: patria, nación, pueblo. Sin darnos cuenta, asumimos que definen a nuestra entidad político social y no asumimos que cuando se habla de Nación, se está hablando de lo que fue, lo que es y lo que será. ¡Vamos! ¿A dónde nos lleva eso? A que haya un intérprete privilegiado que escuche la voz de ese pasado, la de los vivos en el momento y la de los que vendrán. ¿Un ayatola? ¿Un profeta iluminado? ¿El Goyo Álvarez, que lo proclamaba? ¡No señor! Nada de iluminados intérpretes; aquí el que decide, en el marco de lo que la Constitución establece, es el cuerpo electoral. Yo también, en tribunas, he pretendido ser “la voz del pueblo”, pero siempre fui consciente de que no representaba más que a un sector, grande o chico. Ninguna persona, entidad o instituto está por encima del ordenamiento constitucional, y si alguien no lo tiene claro, me parece sumamente peligroso que no aclaremos los tantos con esa persona, entidad o instituto. Esto tiene que ver con la pretensión esgrimida por un señor general en situación de retiro que, defendiendo su institución y sus haberes de retiro, declaró a las fuerzas armadas como “fundacionales”. Lo hemos oído muchas veces y lo hemos dejado pasar, pero las cosas tienen un límite. La realidad no es que primero hubo un instituto armado y luego hubo una república. Una cosa es que ellas nacieron del seno del “pueblo reunido y armado” por la necesidad de llevar adelante con mayor eficacia la lucha independentista y otra es esa interpretación de “fundacionales”. Se lo rebato con las palabras de José Artigas, que copio textualmente del segundo párrafo de la carta-narración que nuestro prócer dirigiera a la Junta Gubernativa de Paraguay desde la Barra del Ayuí el 21 de setiembre de 1811, de cuando empezábamos a ser “orientales” (página 124 del tomo I del Ciclo artiguista, selección de documentos efectuada por Reyes Abadie, Bruschera y Melogno). Escribió entonces: “El pueblo oriental, que, abandonando sus hogares, cargando con sus familias y seguido de la miseria, se constituyó, por el resultado de la campaña pasada, bajo una forma militar para conservar una libertad que rubricó con la sangre de sus conciudadanos delante de Montevideo […]”. ¿Quedó claro? Nadie debe vestirse con plumas ajenas y mucho menos debe creerse que las mismas son propias. Esto no quiere decir que esté en contra de sus reivindicaciones. Por los mismos motivos que consideré un despojo la liquidación del servicio médico de Ancap, considero un despojo modificar, en medio de la carrera, las expectativas de ascenso y retiro de los militares en actividad. Eso sí, hay que legislar para el futuro y que todo el mundo tenga claro en lo que se mete cuando ingresa. Aclarados los tantos, sigamos con otras cuestiones. La primera es manifestar mi vergüenza, como latinoamericano, por el trato que Trump tuvo con el presidente de México. Lo “botijeó” y este sumiso se dejó “botijear”. Debe ser muy duro tener que soportar los desplantes de este vecino matón, pero aguanta el que está dispuesto a aguantar. Un tercer asunto me preocupa. Estoy escribiendo antes de la reunión del Consejo de Ministros en Ramón Trigo, Cerro Largo, y me enciende una luz amarilla este desinterés de absolutamente todas las entidades patronales, que no pidieron entrevista con el presidente. ¡Ni un saludo protocolar! No es cierto que no tengan reclamos; los tienen y los vociferan. Por ejemplo, desde el sector del comercio y la industria piden por los medios que le quiten el IVA a Cerro Largo porque Brasil está muy barato. ¡Linda propuesta! Cuando los brasileros cruzaban a comprar de este lado, ¡nadie chistaba! Digo yo: ¿si le concediésemos esa exoneración –en favor del comercio, no de los pobres que se alivian cruzando la línea–, qué hacemos con Lavalleja? Acaso sucedería que los minuanos se corriesen hasta ese departamento privilegiado con la exoneración del IVA. Y los rurales, con el “costo país”. ¿Qué hacemos? ¿Bajamos los salarios? Terrible escándalo por el déficit de Ancap, pero chito boca con el costo de las pasividades militares. La coyuntura está complicada y todos queremos que la pague el otro, y en el caso de los rurales, vienen calentando los motores, aprontando para la Exposición Rural del Prado. Allí nos retarán como patrones que son. No recuerdo que en los recientes años, muy buenos, hayan propuesto hacer un fondo de compensación, pero ahora piden que se los contemple especialmente. En la medida de lo que sea justo y se pueda; bastante han ganado y bastante ganarán. Y bien que el país los ha contemplado. Hubo un momento en que si el Banco República ejecutaba los créditos impagos, ¡hacía la reforma agraria! ¿O no recuerdan las contemplaciones de las que han gozado? Tampoco es cuestión de usar las dificultades de los tamberos chicos para reclamar beneficios que les vendrían mejor a ellos que a nadie. Exaltados y alarmados profetizan que si los salarios siguen subiendo, se perderán fuentes de trabajo, pero simultáneamente forcejean para conseguir más permisos para exportar terneros en pie sin que les preocupe que cuando los faenen serán manos extranjeras las que lo hagan. Y tampoco se animan a denunciar el monopolio de la industria frigorífica en manos foráneas. No es cuestión de alarmarse demasiado, pero sí de tener ojo. Por todos lados aparecen señales de que el poder económico quiere sacar al Frente Amplio del gobierno. No pueden concretar candidato único convincente y menos un mensaje que nos haga creer que la salvación está en ellos. Pero lo intentan. Y nosotros dejamos flancos. En lo personal desconfío de este asunto de la juntada de firmas para reformar la Constitución de forma tal que no se pueda imponer la bancarización obligatoria. Tengo mis aprensiones porque, efectivamente, para los tecnócratas es una medida perfecta, pero no lo es para mucha gente. ¡Para mucha! Y parece que desde la torre de marfil no se ven ciertas cosas. No es cierto que haya cajeros suficientes (¿los hay en Ramón Trigo?) y es cierto que los pueblitos que quedaron sin banco tienen que viajar para hacerse de unos pesos. No es cierto que te podés hacer de todos tus ingresos. Los cajeros entregan de a 10.000 pesos y te comen los sobrantes por debajo de 500 pesos. Para algunos, 500 pesos podrán no ser nada, pero, para muchos, esos mangos son el recurso de la última semana. Y tienen razón los comerciantes chicos que se quejan del costo de la inclusión financiera. Queridos compañeros: ¿leyeron Martín Fierro? “Nunca se muestre altivo aunque en el estribo esté”. No es cuestión que una cosa, aparentemente buena, por mal manejada termine por darnos una sorpresa. ¿Recuerdan la “minirreforma” del 94? Todos los partidos estaban de acuerdo y la gente se las puso de poncho. Más porque había una situación de disgusto general que por lo que decía. Tampoco quisiera tener que verme enfrentado a un plebiscito y ganarlo dejando a medio país frustrado. Yo creo que no se pierde nada con tener una mayor proximidad, sobre todo, si tenemos masivamente los medios en contra. Daría para mucho, pero las democracias cada vez en mayor medida son manejadas por los medios. Y estos manejan la “posverdad” cada vez con mayor entusiasmo. La información que recibimos es de sucesos, no de procesos, y eso vuelve imprevisibles los vaivenes que puede tener la opinión pública. Es demasiado complejo, pero hay una trenza que anuda la opinión de la gente con la opinión de los medios. Y más que nunca vivimos tiempos en que una mentira repetida se transforma en verdad. Danton decía algo así: “Si todo el mundo se equivoca, todo el mundo tiene razón”.
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