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coronavirus | pandemia |

Adolfo Pérez Esquivel: «La revolución es cultural»

En espacio de ideas y conversatorio, dialogamos con el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel sobre los grandes desafíos que enfrenta la humanidad toda y, en especial, Latinoamérica, pensando el día después de la pandemia.

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Por Alfredo Percovich

A sus 89 años, sigue dando clases como titular de la cátedra de Cultura para la Paz y los Derechos Humanos, en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA). Sigue creyendo en que la revolución es cultural, que las crisis siempre las pagan los más pobres y que el sistema no descansa, es cruel y no cambiará «porque nació sin corazón». Cuestionó las operaciones mediáticas actuales, insistió en la necesidad de defender la alegría y los abrazos siempre y a pesar de todo. Habló de Fidel, Lula, Dilma, Cristina, Galeano, Viglietti, Belela Herrera y de Perico Pérez Aguirre. Les pidió especialmente a los trabajadores uruguayos que resistan los embates neoliberales y los intentos de estigmatización mediante campañas orquestadas. «Resistan, no permitan que les metan el ‘agrotóxico’ de la propaganda en sus mentes, resistan y hasta la victoria siempre».

***

Para muchas generaciones, Adolfo Pérez Esquivel representa un faro ético de profundas convicciones humanistas. Más allá o más acá del paso del tiempo, su palabra se ha constituido en una voz referencial para reflexionar sobre los problemas que afectan a la humanidad. Cuando él habla del hambre no lo hace desde la teoría, ya que la padeció de niño. Según lo cuenta, muchas veces se tuvo que ir a dormir «con la panza vacía». Enfrentó la feroz dictadura argentina, fue encarcelado, torturado y nunca dejó de denunciar -en todos los ámbitos posibles- las violaciones a los derechos humanos. Cuando recibió el Premio Nobel de la Paz (1980) por su trabajo en defensa de los derechos humanos, dijo que no lo recibía a título personal, sino en nombre de los pueblos de América Latina, «y de manera muy particular de mis hermanos los más pobres y pequeños, porque son ellos los más amados por Dios; en nombre de ellos, mis hermanos indígenas, los campesinos, los obreros, los jóvenes, los miles de religiosos y hombres de buena voluntad que, renunciando a sus privilegios, comparten la vida y camino de los pobres y luchan por construir una nueva sociedad». A sus 89 años, sigue hablando de los pobres, del hambre, de los excluidos, de los obreros y de seguir luchando para construir una sociedad nueva.

 

Por estas horas, usted participará del encuentro Pensar América Latina después de la pandemia, en el que disertarán Lula da Silva y Alberto Fernández. ¿Por dónde pasan las grandes claves para entender el presente y visualizar los posibles escenarios futuros del día después?

Yo creo que el día después de la pandemia es hoy porque tenemos que ver la realidad en perspectiva y tratar de comprender por qué se produjo todo esto. Ya hay medio millón de muertos en el mundo y ocho millones de infectados, es decir, esta pandemia no vino porque sí, esto tiene que ver con el ser humano y su afán económico, político, que fue devastando a la Madre Tierra. Hay estudios científicos que muestran evidencia de lo que está sucediendo por los desmontes, por la quema de la Amazonia, lo que están haciendo en África, en Asia, en toda América Latina, están destruyendo la biodiversidad y al destruir la biodiversidad, provocan -entre otras consecuencias terribles para el ser humano- estos virus. Se calcula que hablamos de unos 2.085 virus de los cuales 584 afectan la vida del ser humano, entre ellos el coronavirus. Es decir que esto no terminó aquí y hay que recuperar el equilibrio de la Madre Tierra con la necesidades del ser humano. Mientras no se plantee esa posibilidad, va a ser muy difícil imaginar un mañana saludable. Además los contagios son múltiples porque en todo este mundo con los viajes, la interrelación y la intercomunicación, se está afectando la vida. No se trata solo lo que afecta este enemigo invisible que es el coronavirus en materia sanitaria, sino también en relación a la economía, la cultura, la estabilidad emocional, la psicología, los vínculos intrafamiliares y, por supuesto, la comunicación. En la realidad actual se percibe con mucha nitidez la existencia de problemas de orden psicológico, especialmente está afectando a quienes viven en lugares pequeños, con poco espacio y en condiciones precarias. Ellos son lógicamente los más afectados, como siempre, son los más pobres, la gente que vive en las favelas, en los tugurios, en los asentamientos.

 

Cambia la denominación, pero se trata siempre de lugares donde se amontonan vidas rotas.

Exacto. Yo digo que la pobreza en cada país cambia de nombre, pero en todos lados tiene el mismo rostro, es esto que vemos por todas partes, la misma pobreza. En países como Estados Unidos, el país más rico, más fuerte del mundo, que tiene armas atómicas, en ese país, el ejército está contaminado con el coronavirus. Hay más de 45 millones de personas en Estados Unidos que quedaron desocupadas, entonces, ¿cómo vamos a recomponer la fuerza laboral de nuestros países que están con graves situaciones económicas por el alto índice de desempleo, con cierres de las pequeñas y medianas empresas, en realidades en las que los trabajadores son dependientes de esas empresas? Por tanto, habrá que hacerle frente a todo esto, habrá que hacer toda una reconversión, porque ya no se puede volver atrás.

 

Cambian las crisis, pero ¿los que las padecen en mayor medida son siempre los mismos, los pobres, los excluidos?

Absolutamente. Por eso es importante intercambiar ideas sobre todos estos temas que son centrales. Qué va a pasar el día después si no comenzamos a pensar hoy cómo vamos a enfrentar esto. Por eso vamos a conversar con Lula y con Alberto Fernández.

 

Usted entiende que hay que enfrentar la actual crisis como un desafío de construcción colectiva.

Así es, es claramente un desafío de construcción colectiva y de creatividad. Ayer conversando con unos amigos les conté una pequeña historia. Yo tenía un amigo extraordinario llamado Fidel Castro. Era un hombre con una capacidad intelectual humanística increíble. Tuvo que defender la soberanía de su pueblo como pudo. Yo estaba en Cuba y una madrugada, como a las 5 de la mañana, me fue a buscar al hotel en el que me hospedaba y me dijo: «¿Vamos a la zafra?». Yo me levanté, me puse lo que tenía ahí a mano, Fidel agarró el Jeep que manejaba y nos fuimos a la zafra. Cuando llegamos allá, cerca de las 6 de la mañana, nos recibió gente que estaba trabajando ahí y él los saludó uno por uno por su nombre, incluso conocía el nombre de todos los niños hijos de esos trabajadores, de las esposas de los trabajadores de la zafra. Y se puso a trabajar ahí, en el corte de la caña de azúcar. Al rato me dijo: «Ven que te voy a mostrar algo de lo que hacemos». Entramos en grandes galpones con maquinaria viejísima del año 20 y yo veía todo eso en funcionamiento y no lo podía creer. Y le digo: «Decime Fidel, ¿cómo diablos hicieron ustedes para poner esto del año 20, toda esta maquinaria, que es de museo, en funcionamiento?». Fidel me miró y me dijo: «Mira, nosotros le tenemos que estar agradecidos a Estados Unidos». «¡No jodas, Fidel! ¿Cómo a Estados Unidos?». «Sí, sí, porque si ellos no nos hubiesen bloqueado, nosotros no habríamos desarrollado la creatividad». Ese fue un mensaje tremendo. El desafío que tenemos también es el de la creatividad. Hay que pensar mucho, hay que lograr que los trabajadores se unan, que formen sus cooperativas. Hay un ejemplo muy grande que es el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra de Brasil. Yo los conozco desde que se iniciaron, desde siempre. Y hoy tienen cooperativas, escuela, estudios terciarios y tienen las fiestas, porque no hay que olvidarse de las fiestas, que la gente se reúna y comparta.

 

La cultura es la sonrisa.

Ustedes ahí tuvieron a un amigo mío extraordinario, Eduardo Galeano, que nos habló de los abrazos. Hoy necesitamos de los abrazos, de la comunicación, de la amistad, del amor. Hoy que todo esto está prohibido, entonces desarrollemos la creatividad sin perder la sonrisa a la vida. Si no trabajamos en esta dimensión, con esperanza, estamos perdidos. Por eso, lo que hoy sembrás es lo que vas a recoger. Como dijo Martin Luther King en su lucha con sus hermanos de color, que si el mundo se termina mañana, igualmente hoy habrá que plantar un manzano.

 

Además de Eduardo Galeano, ¿con qué otros uruguayos o uruguayas ha tenido vínculos de encuentro?

¡Con tantos! Con Mario [Benedetti], con Perico [Luis] Pérez Aguirre, entrañable compañero nuestro del Serpaj. Recordemos que la resistencia cultural fue importante en toda nuestra lucha contra la dictadura. Mario Benedetti hizo un poema inolvidable, se hicieron canciones que recorrieron el mundo. En Uruguay tengo una querida amiga, una mujer extraordinaria, Belela Herrera, una hermosura esa mujer, toda su solidaridad, su apoyo, una luchadora increíble. Creo que esto da mucha fuerza, mucha esperanza, contar siempre con tanta gente que no bajó los brazos en la lucha. Esos y muchos otros lazos me unen a Uruguay. ¡Viglietti también! Es decir, me unen muchísimos afectos a Uruguay.

 

Usted dijo que «el sistema no descansa, es cruel y no se va a mejorar, simplemente porque nació sin corazón». ¿Cómo cree que hay que construir esa resistencia social, cultural y política ante un sistema que nació sin corazón?

La vida nunca es estática, es una dinámica permanente de transformación social, cultural, política, espiritual, y hay cambios permanentes. En un momento pensaba que América Latina se transformaba y profundizaba sus democracias. Fue extraordinaria esa época. Tenía un amigo, Hugo Chávez, con quien estuvimos trabajando para la creación de Telesur. Fue un momento extraordinario de unidad, con el Mercosur, la Unasur y la Celac. Y luego, todo eso lo destruyeron. Llegó después el oscurantismo colonialista. Esta gente cree que haciendo esas cosas van a tener de aliado a Estados Unidos, pensaron que iban a lograr establecer lazos de amistad con Estados Unidos. Pero el imperio no tiene aliados ni tiene amigos: tiene sirvientes. Esa es la diferencia. Tiene sirvientes, gente sometida, esclavizada y nunca el amo hace negocios con el siervo. Ahora estamos viviendo un momento en el que tenemos que unirnos en América Latina, recuperar los espacios perdidos y ver nuestros errores para no volver a repetirlos.

 

¿Usted es de los que creen que hay un recrudecimiento de la virulencia discursiva y un embate dirigido hacia las ideas progresistas? En Uruguay, algunos investigadores, sociólogos y analistas sostienen que hay un intento de estigmatización de los trabajadores y las trabajadoras, del movimiento sindical, de las organizaciones sociales.

Yo he trabajado mucho sobre ese tema en términos generales. Todos y todas conocemos los monocultivos de soja, de pinos, de maíz. Los monocultivos usan muchos agrotóxicos y semillas transgénicas que generan dependencia. Las semillas transgénicas sirven para una cosecha, para una plantación, pero no sirven después porque son estériles, son semillas estériles, generan la cadena de dependencia. Los monocultivos destruyen también la biodiversidad, no hay pájaros, no hay ranas, no hay mosquitos, porque matan todo y el fin es económico. Pero hay un monocultivo mucho más peligroso que todos esos juntos, que es el monocultivo de las mentes y ante ese monocultivo de las mentes hay que estar atento para que no te metan los agrotóxicos de la propaganda. Y está claro que los medios masivos de comunicación y las grandes cadenas dominantes son las que generan esto.

Yo lo fui a visitar a la cárcel a Lula unas dos o tres veces. La última vez que estuve conversando con Lula, él estaba preso y mantuvimos una charla sobre estos temas junto con Ignacio Ramonet. Hablamos de todo esto. Lula estaba muy fastidiado de estar ahí y ver lo que se estaba haciendo con Brasil. Fue muy visible lo que hicieron mediante el lawfare, esa tremenda guerra judicial que le aplicaron a Lula y a Dilma Rousseff. Aquí en Argentina también se puso en marcha contra Cristina Kirchner algo similar, pero las cosas van cambiando.

 

¿Se articulan campañas judiciales con la complicidad de medios?

¡Por favor! Muchos jueces viajaban todos los meses a Estados Unidos y todos vimos de qué forma se digitó el lawfare a través de Sérgio Moro y algunos medios en Brasil. Y aquí en Argentina varios de los jueces todavía están lamentablemente. Entonces, lo que se necesita es reflexionar, tomar conciencia crítica y reconocer también cuáles fueron nuestras debilidades y nuestros errores. Faltó docencia política. Hay que hacer docencia, generar conciencia crítica y valores para discernir.

 

¿Cómo vislumbra el futuro para las grandes mayorías?

Los trabajadores no se tienen que desesperar, tienen que unirse y pensar en las alternativas. Yo he viajado mucho por el mundo y en uno de los últimos viajes que hice por Italia me llamó mucho la atención que estaban echando a los trabajadores, los estaban sustituyendo y ocupando sus puestos de trabajo por robots. Los robots no piden aumento de salario, no hacen huelga, no discuten las políticas sociales.

 

Pero el avance de la tecnología es inevitable.

Sí, toda la cuestión tecnológica está cambiando, así como fue la Revolución Industrial, hoy en la época digital están cambiando las formas de pensamiento y de vida. Pero tenemos que tener como eje fundamental en todo esto al ser humano. Si nos olvidamos del ser humano, del prójimo, nos olvidamos de nosotros mismos. Tenemos que recuperar otra vez el equilibrio, hemos perdido el equilibrio con la Madre Tierra. Es un desafío que tenemos que aprender. Yo digo que somos aprendices de la vida durante toda nuestra vida.

 

¿Qué cosas le duelen del mundo que le va a dejar a las próximas generaciones?

Muchas, pero una de las que más me duele es la pobreza, me duele mucho la pobreza, que la gente no tenga para poder vivir dignamente, nada más que eso, dignamente, no con muchas cosas o excesos, sino con las cosas básicas y que la gente le pueda sonreír a la vida. Para mí es muy importante y por eso sigo enseñando y, especialmente, aprendiendo de mis alumnos.

 

Más allá de lo curricular de la cátedra, ¿qué les enseña a las nuevas generaciones?

Que la gran revolución es cultural porque si no hay conciencia, volvés a repetir los mismos males. Y por lo tanto necesitás de las fuerzas culturales para que no te dominen con el monocultivo de las mentes. Esa es la resistencia. Esa es la pelea que estamos dando todos los días.

 

¿Y a los uruguayos y uruguayas qué les diría?

Simplemente les diría que tenemos que aprender a caminar juntos. El problema del otro y la otra es nuestro problema. Aprender a vivir solidariamente y no perder la esperanza. Así que les deseo mucha fuerza y mucha esperanza y, como decimos en América Latina, hasta la victoria siempre.

 

Datos
Pérez Esquivel nació en San Telmo, Buenos Aires (Argentina), fue cofundador del Servicio de Paz y Justicia, contribuyó a fundar la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos, colaboró en la constitución de organismos de derechos humanos de familiares de las víctimas de la represión, como Madres de Plaza de Mayo, Abuelas de Plaza de Mayo y Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas. Actualmente es presidente del Consejo Honorario del Servicio Paz y Justicia en América Latina, presidente ejecutivo del Servicio Paz y Justicia Argentina, de la Comisión Provincial por la Memoria de Buenos Aires, de la Liga Internacional por los Derechos y la Liberación de los Pueblos, de la Academia Internacional de Ciencias Ambientales, de la Fundación Universitat Internacional de la Pau de San Cugat del Vallés (Barcelona) y del Consejo Académico de la Universidad de Namur, Bélgica. También es miembro del Tribunal Permanente de los Pueblos, del Comité de Honor de la Coordinación internacional para el Decenio de la no-violencia y de la paz, del Jurado Internacional del Premio de Derechos Humanos de Nuremberg y del jurado del Premio de Fomento para la Paz “Felix Houphouet Boigny” de la Unesco. Ha recibido distinciones y doctorados Honoris Causa de Universidades de Argentina, Bolivia, Perú, Brasil, Estados Unidos, España y Japón.

 

 

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