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Sociedad

Adriana Brodsky: “A la vida le debo cosas que no imaginé ni escribiendo un cuento de hadas”

La Bebota de No toca botón recuerda sus años dorados en la televisión argentina y sus entrañables anécdotas con el eterno Alberto Olmedo. A sus 65 años, habla de su resiliencia a pesar de una dura infancia y confiesa que hoy está enfocada en encontrar su mejor versión.

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Textos Daniel Alejandro

La conocí personalmente en el verano de 1998 en Punta del Este. Su belleza impactante -casi como si viniera de otro planeta- atraía hasta las miradas más prohibidas, pero debo confesar que más allá de lo aparente, me llamó mucho la atención la paz que transmitían sus ojos. Pasaron más de 20 años desde aquel entonces y la vida nos volvió a encontrar; esta vez en la virtualidad que la pandemia nos dejó. Y aunque no tuve la dicha de estar frente a frente con ella, pude percibir la misma sensación de aquellos tiempos: hablar con Adriana Brodsky es hablar con una de esas pocas personas “tocadas con la varita”. La vida le ha propuesto duros desafíos, pero con lucha, pasión y amor siempre ha podido salir adelante. Tal vez es que Dios les da sus peores batallas a sus mejores guerreros. O al menos eso dicen.

 

Si solo dependiera de ti, ¿qué elegirías? ¿El futuro que siempre es incierto o el pasado en tu mejor época?

La verdad es que lo ideal es el presente, que es en lo que trabajamos y donde ponemos todas las energías y los sentidos. Está bueno nunca olvidar de dónde uno viene, recordar las raíces y cómo se superó la vida hasta el presente. Y en base a todo eso sí lograr un futuro mejor. Pero pienso que el futuro tiene más que ver con el presente que con el mañana.

 

Me quedo con esto del presente. ¿En qué estás enfocada hoy en día?

Estoy muy enfocada en escuchar a toda la gente que me llama y me cuenta sus pesares, especialmente ahora en pandemia. Escucho mucho y me hago carne de todo el sufrimiento que están padeciendo y a la vez creo que nos necesitamos mutuamente: yo los escucho a ellos y ellos a mí. Por otro lado, tengo algunos proyectos laborales después de estar casi un año sin trabajar. Por suerte tengo una familia que me ayuda, porque fue un momento muy duro en el que solo hice unos pocos trabajos que tenían que ver con desfiles y redes sociales.

 

¿Qué te dejó la pandemia de positivo?

De positivo, nada.

 

¿Ni siquiera enseñanzas de que la vida es muy corta y hay que disfrutarla?

No, porque hay cosas que las aprendí hace mucho tiempo y de hecho no me tuvo que pasar la pandemia por arriba para darme cuenta de los verdaderos afectos y valorar pequeñas cosas del día a día como cocinar para la familia, tomar un mate en la mañana o dar las gracias por tener una ducha de agua caliente. Cuando era chica padecí muchas cosas, entonces vengo valorando la vida desde hace varios años. Esta pandemia me da bronca, rabia y tristeza, porque soy consciente lo que pasa en todas partes. Sin dudas, no me deja nada bueno.

 

¿De amores cómo andamos?

Hace muchos años no tengo un amor.

 

¿Cómo puede ser que una mujer tan sensible y abrazada al amor pueda vivir sin eso?

Creo que deberíamos dividir lo que es el amor de la cintura para abajo y de la cintura para arriba. El amor que yo siento por la vida es inconmensurable, no tiene límites. Agradecer todos los días tiene que ver con el amor, escuchar un amigo tiene que ver con el amor. Ahora, en lo sexual, que tiene que ver con la pareja, también hay ciclos, al menos en mí. No quiero generalizar porque todos somos diferentes. Pero tengo 65 años y no es lo mismo que cuando tenía 25. Las prioridades son otras. Hoy, puedo prescindir de un hombre y soy muy elitista a la hora de elegirlo porque hago foco en lo humano y no en lo físico, como solía hacer antes. Entonces, se hace difícil porque le pongo mucho filtro. Además, te cuento que estoy muy bien sola, me llevo excelente con la soledad.

 

Es muy personal, pero no debe haber cosa más linda que llegar a tu casa y tener quien te abrace o simplemente te pregunte “¿cómo te fue hoy?”.

Yo estoy llena de todas esas cosas. Ya sé que te referís al amor de pareja, pero al margen de eso creo que no conviviría con nadie. Es decir, por más que estuviera en pareja, no volvería a convivir. Yo entro a mi casa y no quiero que me abrace nadie, tampoco quiero dormir con nadie porque no soporto ni un peluche en mi cama. Soy bastante “diferente”. Es mi forma, ni mejor ni peor que otra.

 

¿Siempre fuiste así o te hiciste con el tiempo?

No, las cosas van cambiando. ¡Gracias a Dios! Me moriría de tristeza si a esta edad estuviera pensando o haciendo las mismas cosas que cuando tenía 25 años. Me encanta estar evolucionando y en mis prioridades no está más tener una pareja, tengo otras que tienen que ver con el ser humano, tratar de mejorarme y ser independiente a nivel laboral. Eso de marcar tarjeta lo hice muchos años y ya no existe para mí. Hay mucho cambio en mi vida.

 

Siempre digo que el corazón de una persona es como un baúl donde están los buenos recuerdos y los otros. ¿Cuánto ocupa el personaje la Bebota en tu corazón?

Ocupa muchísimo porque es una constante en mi vida desde que murió el bendito Olmedo. No pasa un solo día de mi vida en que no me pregunten por el Negro en la calle. Por más que quiera olvidarme, la gente gracias a Dios me lo hace recordar todo el tiempo. Esa Bebota que todavía existe en mí, esa especie de niña que siempre está latente. En el fondo yo era un poco así.

 

¿Alguna vez ese personaje tan querido, con todo lo que representa, significó una mochila?

No, jamás. Si hay algo que tengo que agradecer eternamente hasta que me muera, es la vida que Dios me dio. Ni siquiera en un sueño podría haber imaginado que trabajaría en este medio, que tendría hijos tan copados, que sería embajadora. Son muchas cosas que me pasaron y todas sorpresivas. Toda mi vida fue así, con una vorágine increíble que me obligó a adaptarme a lo que sea. Me encantan los desafíos lógicos, no las locuras, pero sí esos desafíos que enriquecen. A la vida le debo cosas que no imaginé ni escribiendo un cuento de hadas.

 

Soñemos despiertos e imaginemos que en vez de estar charlando conmigo, estás con el Negro compartiendo un café. ¿Qué le dirías?

Si había algo que tenía el Negro, entre las tantas cosas que nada tenían que ver con lo normal porque era un ser elevado, era su particular mirada. Tenía una mirada de entendimiento y comprensión. Así que, ¿sabés qué? Si lo tuviera en frente, le daría un abrazo y sabría que mi corazón hablaría al estar pegado al de él. Porque, además, vivo hablando con el Negro; rezo mucho y siento que hablo con él. Entonces hay cosas que no tienen nada que ver con las palabras, tienen que ver con la energía y los sentimientos.

 

¿Qué te pasa cada 5 de marzo, cuando hace fecha de su fallecimiento?

Me deja un trago amargo como a todos, porque no soy la excepción de nada. Pero también hay algo que es así y no lo podemos revertir. Él ya no está físicamente, pero está espiritualmente y eso lo sabemos todos. En cada lugar al que voy me lo recuerdan y sucede con todas las generaciones. Hablar de esto con gente de 30 años es alucinante y raro a la vez. O sea que él está, definitivamente.

 

¿Crees que en el año 2021 podría existir un programa de las mismas características que No toca botón?

Por supuesto que no y es maravilloso que no se pueda hacer. Pero si el Negro estuviera vivo, le daría una vuelta de tuerca a todo. Él era muy respetuoso con las mujeres; más allá de lo zarpado que la gente podía llegar a ver, tenía un gran respeto por sus compañeras y las mujeres en general. Habría sido un ganador como siempre.

 

Háblame de tus padres.

Mis padres no viven. Mamá murió hace más de 10 años y mi papá cuando yo tenía 17 años. Solo lo vi tres veces en mi vida porque ellos se separaron cuando era muy chiquita. Así que fue una gran ausencia de mi padre, y en parte también de mi madre porque trabajaba todo el día para mantener a dos chicos.

 

¿Qué marca te dejó en la vida esa ausencia?

Creo que uno en la vida tiene que ir para adelante y tratar de revertir las cosas dolorosas para que no vuelvan a pasar en la medida que se pueda. La mejor excusa es pensar “como te pasó esto y esto cuando eras chico, sos así de grande”. Yo revertí todo, podría haber sido la peor y me transformé en una mujer muy respetuosa con el ser humano, he criado y educado a mis hijos con todo el amor, les enseñé el valor del trabajo, las cosas buenas y malas. Desde muy pequeños tuve una comunicación constante con ellos. A los cinco años ya les hablaba de sexo, droga, sida y abuso sexual. Fui una mamá rara porque hace 25 años no se hablaban esos temas con un chico. Cuando les contaba a mis amigas, me decían que estaba loca. Significa ver la vida como realmente es; ver la parte del vaso que tiene agua, no donde alucinás que la tiene.

 

¿Sos amiga de alguna de las chicas Olmedo?

No, no soy amiga de ninguna, pero te puedo asegurar que fuimos muy compañeras y nos hemos respetado muchísimo.

 

¿Cómo te llevabas con Javier Portales?

¡Él se creía que era mi papá en serio! Un loquillo total. Un ser de otro mundo, maravilloso. Al igual que toda la gente que estaba con el Negro, más allá de sus temas personales. Había un ambiente de mucha calidez y respeto. Hugo Sofovich también era un director fuera de lo normal, superdivertido y muy compañero. Ir a trabajar con el Negro era una fiesta y él era la columna vertebral de todo. No necesitaba decir “estudiá la letra” o “llegá temprano”, él daba el ejemplo y lo menos que podíamos hacer nosotros era cumplir con las responsabilidades.

 

¿Es verdad o mito que el Negro Olmedo no se basaba en el guion?

Es verdad. Por ahí tenía una idea que Hugo le explicaba que tenía que decir, pero la mayoría de las cosas le salía del alma porque improvisaba increíblemente. Muchas veces me perdía y pensaba: “¿Y ahora cómo salgo de esto?”. Pero él, por lo bajo, sin que nadie se diera cuenta, me tiraba la letra para que volviera a mi texto. Fijate la grandeza de ese ser tan iluminado.

 

¿Lo viste llorar alguna vez?

Sí, una vez sola vi que se le cayeran las lágrimas. Un día me sentía mal porque había tenido una discusión importante y él se daba cuenta de todo porque tenía ojos en la nuca. Vino hacia mí, me agarró de los hombros y me empezó a decir palabras divinas: “Adriana, acá sos una estrella, tenés una fama increíble”, me llenó de halagos. Entonces me miró, se le empezaron a caer algunas lágrimas y me dijo: “En cambio yo en estos momentos me pegaría un tiro en la sien”. Eso me dejó tan helada. Me perturbó tanto que ni siquiera me dio tiempo de preguntarle qué le pasaba porque se fue. Esa fue la única vez que lo vi realmente mal y nunca supe por qué.

 

En el fondo de tu corazón, ¿estuviste enamorada de él como hombre?

No, te puedo asegurar que no. En este medio todo se sabe y nadie puede guardar un secreto. Mi enamoramiento, si querés usar esa palabra, iba por otro lado, por lo gran persona que era y la gran admiración que le tenía.

 

Vuelves a nacer. ¿Elegirías ser la misma Adriana Brodsky incluyendo a la Bebota?

Elegiría ser Adriana Brodsky, me encantaría ser la Bebota, pero si volviera a nacer, cambiaría un montón de cosas de mi vida porque de algunas me arrepiento. Admiro a la gente que no se arrepiente de nada.

 

Biografía
Nació un 22 de diciembre de 1955 en Buenos Aires. Apodada la Bebota, se consagró como actriz junto a Jorge Porcel y especialmente como la Nena del Manosanta de Alberto Olmedo. Calabromas, Operación Ja-Ja, Pelito, No toca botón y Las gatitas y ratones de Porcel fueron algunos de los éxitos televisivos en los que participó en la década del 80.

 

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