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China, Unión Europea, Nafta

America First o la guerra infinita

Por Daniel Barrios.

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Caras y Caretas Diario

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Beijing o Vancouver, no importa el lugar. G7 o Nafta, Organización Mundial del Comercio o Unión Europea,  dan lo mismo. Aliados o rivales, todos por igual. Acero, aluminio, lavarropas o automóviles, tecnología o bienes terminados,sin distinción.   America First, Estados Unidos Primero, fue la consigna-promesa electoral que lo llevó a la Casa Blanca, y America First sigue siendo el santo y seña de la guerra comercial,  la gran cruzada del tercer milenio que el papa “Donald I” ha emprendido contra los modernos “sarracenos” del libre comercio y el multilateralismo,  para la reconquista de la Tierra Santa, la Jerusalén proteccionista y hegemónica.   Los primeros días de este mes fueron la más depurada demostración de como el “Commander in Chief” de la principal potencia mundial desplegaba  su ejército  en  los 3 principales frentes de batalla de esta guerra sin fronteras: el de Europa; el de Canadá y México (con los que quiere reformar o romper el Nafta) y el del gigante asiático.   El frente europeo   El 1 de junio,  vencido el plazo acordado en marzo y constatando que las conversaciones con los socios europeos no había logrado “avances suficientes”, el secretario de Comercio, Wilbur Ross – argumentando razones de “seguridad nacional”-, anunció que a partir de esa fecha el acero y el aluminio de la Unión Europea, México y Canadá, debían pagar un arancel del 25% y 10% respectivamente y quedaban sin efectos las exenciones hasta ahora otorgadas a esos socios comerciales (que sí se mantienen para Corea del Sur, Australia, Brasil y Argentina). “Es puro y simple proteccionismo. Estados Unidos no nos deja otra opción que proceder a presentar el caso ante la Organización Mundial de Comercio (OMC) e imponer más aranceles a una serie de importaciones de EE UU”, respondió una hora después el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, en un comunicado. Estados Unidos, el país más rico y consumista del mundo, importa de otros países mucho más de lo que exporta y su déficit comercial, el más alto del mundo, obsesiona a Trump  desde que comenzó su carrera a la presidencia  y mucho más ahora en vista de las elecciones legislativas de medio término del próximo mes de noviembre. Según cifras del año pasado,  el déficit comercial de EEUU con el resto del mundo ascendía a   556.000 millones de dólares, de los cuales el grueso con China (375.000 millones), seguida por la Unión Europea  (151.000),  principal socio comercial como bloque de EEUU. “Hoy es un mal día para el comercio mundial. Hemos hecho todo lo posible para evitar este resultado”, lamentó la comisaria de Comercio, Cecilia Malmström, “En estas conversaciones, Estados Unidos ha tratado de usar la amenaza de restricciones comerciales para obtener concesiones de la UE. Nosotros no negociamos así”, advirtió a su colega   norteamericano.   El frente global Un día después del anuncio, el ministro del Tesoro, Steven Mnuchin, llegaba a Vancouver para asistir a la  cumbre de los ministros de Finanzas y gobernadores de los Bancos Centrales del G7 (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y el Reino Unido) Distintos escenarios, distintos actores, mismo libreto, idéntica condena a las medidas arancelarias que “socavarán el libre comercio y debilitarán la confianza en la economía global”. Tras las conclusiones de la cumbre de tres días entre los responsables de las economías más importantes del mundo, el anfitrión canadiense, Bill Morneau, dijo  que los otros seis miembros del grupo instaron al secretario del Tesoro estadounidense para que entregara a Trump su mensaje de “preocupación y decepción” por las acciones comerciales de Estados Unidos. El G7 fue «tenso y difícil», dijo el ministro francés de Economía, Bruno Le Maire, asegurando que en realidad fue un «G6 + 1», en el que Estados Unidos iba «solo contra todos, con el riesgo de desestabilización económica del planeta». “Lamentamos que nuestro trabajo conjunto como G7 haya sido puesto en riesgo por las decisiones tomadas por el gobierno estadounidense en comercio y aranceles”, agregó. La reunión del G7 terminó sin declaración común, y  los representantes del “G6” advirtieron a EEUU que “le quedan pocos días para evitar provocar una guerra comercial con sus aliados y que le corresponde a Washington tomar medidas para reducir las tensiones” y evitar divisiones profundas en la cumbre de presidentes que tendrá lugar este fin de semana en Quebec.   El frente chino Y finalmente llegó el turno de China, donde Estados Unidos libra la madre de todas las batallas de esta guerra infinita. El mismo día que Mnuchin intentaba aplacar la ira de sus 6 aliados históricos y nuevos rivales (“Creo que se ha comentado por ahí que (este fue) el G6 más uno. No lo fue. Nosotros creemos en el G7, es un grupo importante”) aterrizaba en Beijing, el  secretario de Comercio Ross. Acompañado por más de 50 altos funcionarios del ministerio del Tesoro y el departamento de Agricultura, la misión de Ross tenía  por objetivo dar seguimiento a las reuniones que ambas partes habían mantenido el mes pasado en Washington y buscar un compromiso de China a comprar más productos agrícolas, del sector energético y de otra índole de Estados Unidos y reducir 200.000 millones de dólares el déficit comercial La “tregua armada” firmada  en mayo comenzó a derrumbarse la semana previa a la llegada de Ross cuando la Casa Blanca dijo que cumpliría con su amenaza de aplicar aranceles por un valor de 50 mil millones de dólares en importaciones chinas, además de restricciones sobre las inversiones chinas en alta tecnología, el punto central de conflicto. Contrario sensu, para demostrar su voluntad de avanzar en los acuerdos, dos días antes del inicio de las reuniones bilaterales, el gobierno chino  había anunciado su decisión de recortar significativamente las tarifas a la importación de casi 1.500 productos en su mayoría agrícolas provenientes de Estados Unidos. A pesar del gesto chino, fiel a su estilo de negociar desde posiciones de fuerza, Trump redobló sus amenazas. “Cuando tienes un déficit  de casi 800 mil millones de dólares al año por comercio, ¡no puedes perder una guerra comercial!. Estados Unidos ha sido estafado por otros países durante años en el comercio ¡es hora de ponerse listos!”, escribió en su cuenta de Twitter una hora antes del encuentro entre su enviado especial y su anfitrión Liu He, viceministro, miembro del Buró Político del Partido Comunista y economista graduado en Harvard. Mal comienzo, pobre final. Ni siquiera un comunicado firmado por ambos países. Solamente una declaración, emitida por la parte china, publicada por la agencia oficial de noticias Xinhua tras el cierre de los dos días de negociaciones, y que no menciona ningún nuevo acuerdo específico. “Para implementar el consenso alcanzado en Washington, los dos lados han tenido una buena comunicación en diversas áreas, como agricultura y energía, y han realizado un progreso positivo y concreto”, señala el documento, que agrega, no obstante, que “los detalles todavía no han sido confirmados por ambas partes”. Los “detalles” (donde se esconde el diablo) a que hace referencia el comunicado fueron explicitados al final: “Si Estados Unidos presenta sanciones comerciales, entre ellas un alza de aranceles, todos los logros económicos y comerciales negociados por ambas partes serán nulos”. El Global Times, el diario  del Partido Comunista para los temas internacionales, fue aun más categórico. “China ha demostrado que no quiere una guerra comercial y, al mismo tiempo, reveló que tampoco le teme a una (…) El gobierno chino tomará las medidas necesarias para enfrentar la salida de Estados Unidos de cualquier acuerdo”, editorializó. A buen Trump pocas palabras.  

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