Es notable cómo la prensa hegemónica procura vestir al rey desnudo.
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También desnudándose, el editorialista del diario El País Martín Aguirre procura descalificar a quiénes hacen legítimamente sonar la otra campana y justifica con tonterías todas las macanas del gobierno.
El País y otros medios leales al gobierno están totalmente dedicados a demostrar que el presidente no metió la pata comprando casi dos millones de vacunas chinas a un intermediario fantasma.
Hoy resulta evidente que el grupo de cuarentones sin experiencia laboral que rodean a Lacalle Pou no parece asesorado por Nicolás Herrera y el Estudio Guyer y Regules, sino por el Pájaro Loco y Los Tres Chiflados.
Solamente la actitud ponderada, solidaria y fraterna del gobierno chino está logrando rescatar al presidente que ya estaba atragantado como chajá atorado con tripas.
Otarios con trampa y ranunes temerarios
Pocos días después de que Lacalle agradeció el aporte desinteresado de Nicolás Herrera, principal del estudio Guyer y Regules, Martín Aguirre confirmó que Guyer y Regules fue el estudio jurídico que encabezó la negociación de las vacunas.
Guyer y Regules es uno los estudios jurídicos más importantes, patrocinador de algunas de las más grandes empresas multinacionales y fue contratado recientemente para representar al Estado uruguayo en el juicio en que empresas panameñas lo demandan por Pluna.
La participación de los “expertos en derecho comercial” del mencionado estudio contribuyó a zanjar las diferencias en el gobierno sobre la exigencias de confidencialidad de Pfizer, sobre todo en lo referente a la inmunidad jurídica. La idea sugerida por los asesores y aceptada por las autoridades fue compensar los riesgos derivados de los renunciamientos del Estado con la obligatoriedad para aquel que se administre la vacuna de firmar un documento de consentimiento que suponga una declinación de derechos, como el de reclamar por daños contra el fabricante y otros responsables, lo que constituye, según juristas consultados, un renunciamiento de dudosa legalidad que pudiera ser motivo de acciones de amparo por tratarse de un problema “de salud pública”.
Nicolás Herrera es blanco, fue subsecretario de Economía en el gobierno de Lacalle Pou y responsable de la introducción de los banqueros José y Carlos Rhom, quienes se quedaron con el Banco Comercial, lo fundieron y fueron condenados por la estafa que casi lleva al Estado a la bancarrota. ¿Por qué no blanquear este asesoramiento que también parece ser confidencial? ¿Cuál fue el papel de Nicolás Hererra? ¿Con quién negoció? ¿Qué esconde su colaboración “pro bono” con un proveedor contratado por el Estado para otros servicios? ¿Qué otros contratos tiene con el Estado desde que ganó el Partido Nacional?
El cuento chino
Hace algunas semanas, Lacalle informó que había llegado a un acuerdo con una empresa china, de la cual tenía que reservar el nombre, a la que había comprado 1.750.000 vacunas.
Esto es historia muy reciente, pública e inobjetable. Hasta el editorialista de El País reconoce que hubo un intermediario y no hay motivo de confidencialidad para no revelar el nombre .
Unos días después, el representante del Instituto Butantan de Brasil, Dimas Covas, declaró a la prensa que no había tal acuerdo, sino un preacuerdo, una negociación inconclusa.
Esa misma tarde Lacalle esgrimió unos papeles del presunto acuerdo, que no mostró a nadie, en conferencia de prensa en la que estuvo vacilante y ofuscado con las incómodas preguntas de periodistas compinches, a los que el presidente tutea para hacerse el canchero.
En esos papeles, habría firmado esa empresa, que decía representar a Sinovac.
Al día siguiente Sinovac en China denunció en su página web que hay impostores que dicen representarla con documentación falsa.
A las pocas horas se revela que Lacalle viajaría a almorzar con Bolsonaro y volvería en la misma tarde.
Después se anunciaría que el traslado sería en el avión privado que le prestaría el empresario multimillonario brasileño propietario de las ojotas Havaianas, Alexandre Grendene, su gran amigo, importante contribuyente en las campañas de Bolsonaro, conocido en Uruguay por el volumen de sus apuestas en el ex-Conrad y sus fiestas multitudinarias en Punta del Este donde vive en sus dos mansiones de Beverly Hills.
Horas después de que se anunciara el viaje, el director de Butantan junto al gobernador de San Pablo dan otra conferencia de prensa. En la misma un periodista de El País le pregunta sobre la negociación de las vacunas uruguayas y él contesta que sabe que Uruguay está negociando con Sinovac en China.
Ulteriormente, el representante de Butantan, Dimas Covas, reconoce a una periodista que cree que la comunicación con la casa matriz fue consecuencia de que Butantan no podía entregar la cantidad de vacunas en los plazos que requería Uruguay, es decir, es posterior a la negociación inconclusa con ellos.
En medio de la confusión informativa, Lacalle dice que Sinovac “lo apoya” y El País que las vacunas se compraron a Sinovac porque el gobierno “se saltó” a Butantan.
Para dar credibilidad al enredo, el presidente de ASSE, Leonardo Cipriani, que se supone no tiene acceso al contrato confidencial, declaró que el contrato existe, está firmado y llegarán las vacunas chinas.
A pocos días de hacer el primer anuncio, que según los medios adictos había traído alegría, tranquilidad y confianza, la opinión pública y hasta esos mismos medios dudan de la telenovela de las vacunas y desconfían de las afirmaciones del presidente, que resultan poco creíbles y contradictorias.
La hipótesis más amable es que el gobierno negoció simultáneamente o alternativamente con Butantan, el intermediario y la casa matriz de Sinovac, orejeando para ver quién mordía el anzuelo primero.
La peor hipótesis es que si el gobierno había alcanzado un acuerdo de Estado a Estado el contrato que mostró Lacalle con una empresa intermediaria es los que podríamos llamar “un tercero simulado”, una entidad que cobró por nada y ahora nadie se atreve a reconocer el error o el horror.
Entre las dos hipótesis, justificadas por los términos confidenciales de un contrato que no se conoce, hay otras posibles, entre las que podemos mencionar que son unos “vivos” que son unos “nabos”, que son unos “turros”, que busquemos la cometa.
Tal vez nunca lo sepamos porque el secreto está cerrado con cuatro cerrojos, pero tenemos derecho a sospechar porque la confidencialidad no nos permite siquiera tener acceso a la verdad.
Lo que no tiene perdón, porque asquea, es que el tonto de Martín Aguirre nos retruque diciendo que hay que creer porque Guyer y Regules no va a ser tan boludo de comerse la pastilla.
Aguirre esgrime lo que se llama “un argumento de autoridad”, una falacia de improcedencia, un recurso de la filosofía que se apoya en la presunta autoridad de alguien que no la tiene para sostener una idea que puede o no ser verdadera.
Quiéralo o no el inefable Aguirre, el que firmó y negoció ese contrato se comió la pastilla por partida doble.
Los hechos parecen demostrar que el que quedó primero con la boca en el gancho fue el gobierno uruguayo, que hoy no solo necesita las vacunas, sino recuperar los 20 millones de dólares que -aunque lo disimulen- habría girado a la empresa intermediaria, que se llevó además consigo la credibilidad y el prestigio de un gobierno que tiene el futuro hipotecado.
Álvaro Delgado, que solo se acuerda de San Blas cuando truena, se fue el lunes hasta Carrasco a entrevistarse con el Embajador Wang Gang, quien lo recibió cordialmente, hablando en perfecto español y le prometió ayudar a salvar la grave situación entregando 200.000 vacunas en el mes de marzo.
Hace muchas semanas habíamos escrito en estas mismas páginas que el Ministro Daniel Salinas se “jugaba por Chinatown”. Unos días después fue desplazado de las negociaciones y sentado lejos de la mesa en la primera fila.
El 9 de diciembre intercambié estos mensajes con Salinas por WhatsApp:
“Ministro, pienso que lo prioritario es conseguir 300.000 vacunas, tal vez sea la única forma en que podemos parar esto, y si es posible, evitar que 80.000 personas viajen al interior en las fiestas. Es lo más pragmático y menos polémico que puedo sugerir”.
Salinas respondió: “Todo es de recibo. Estoy trabajando en la primera fuertemente. Igual lea las reacciones adversas en Reino Unido. Sobre lo segundo no puedo comentar nada por ahora. Las más seguras son las chinas como plataforma. Pero veremos. El tema es que respondamos mails. Reunirnos ya nos reunimos con todos”.
Yo le contesto: “Las reacciones anafilácticas eran previsibles en ARN. Las chinas con virus inactivados no tendrían estas reacciones y requieren otra logística. Vamos a ver si tenemos suerte”.
Salinas termina la conversación: “Por eso voy por Chinatown, somos un barrio de Shanghái”.
Como la trama está llena de misterios, habría que hacer algunas preguntas.
¿Hubo o no un intermediario? ¿El dinero se transfirió a Sinovac o a un tercero? ¿Los documentos firmados eran con una empresa intermediaria o con la casa matriz de Sinovac? ¿Aún se está negociando o ya se firmó el contrato que mostró Lacalle? ¿Por qué dijo el presidente que había firmado con una empresa si lo había hecho con la casa matriz? ¿Los papeles exhibidos eran un contrato o una carta de “apoyo”? ¿El gobierno compró a Sinovac o requirió su apoyo para que el intermediario “trucho” cumpla con el contrato “trucho”?
Chinito sabe
Hace unos días un empresario uruguayo muy relacionado con China me dijo haber recibido un ofrecimiento de una empresa china para la compra de hasta 10.000.000 de vacunas.
El correo electrónico mencionado está en mi poder para que lo vea quién lo desee. Es más, lo publicamos en ésta edición en Caras y Caretas para cumplir con la curiosidad de los lectores que quieren asistir en primera fila a esta comedia.
El mail establece tres pasos: la autorización del gobierno para importarlas, acordar las condiciones y las cláusulas de confidencialidad y pagar la mitad del precio estipulado que era más o menos 34 dólares por vacuna. Veinte días después de haber pagado el 50% del precio, se embarcarían a Uruguay las vacunas.
Todos saben que el presidente ganó por 30.000 votos. Eso le da legitimidad para gobernar, pero no credibilidad ni confianza. Para mucha gente no tiene credibilidad. Quienquiera que haya seguido su trayectoria pública sabe que ha mentido no una, sino varias veces. El argumento que sostiene Lacalle Pou de que hay que creerle porque él ha sido siempre transparente no lo cree ni Lorena.
Es cierto que hay fuerzas políticas y sectores que lo bancan para no quedar afuera del reparto o esperan el tiempo de abandonarlo para buscar opciones mejores. Cualquiera que reflexione un poco, en conocimiento de los antecedentes del herrerismo y del desastroso gobierno de su padre, aconsejaría al presidente la mayor cristalinidad, para evitar las sospechas naturales por el manejo discrecional de más de 100 millones de dólares. El empresario propietario del diario El País, Martín Aguirre, que es también blanco y factura millones en todos los gobiernos, no duda de nada de lo que dice el presidente y le parece irrelevante hacerse cualquier pregunta, pero la gente de mi edad, e incluso veinte años menor que yo, recuerda el gobierno de Lacalle Herrera, el ajuste fiscal, la motosierra, el asesinato de Berríos, la represión del Filtro, la huelga de la policía, la estafa de Focoex, el fraude del Banco de Seguros, el intento de privatizar las empresas públicas, el abandono que hizo el sanguinettismo de su coalición de gobierno para no quedar pegado con la corrupción de figuras principales del Partido Nacional, algunas de los cuales terminaron en la cárcel y otras se salvaron por milagro
En suma: la proverbial delicadeza de la cultura y la diplomacia china está salvando al presidente. El 9 de diciembre el único que se jugaba por la vacuna china en el gobierno era Salinas y por eso lo sacaron de la troya. El 9 de setiembre, cuando Lacalle Pou habló con el presidente de China, Xi Jinping, ni habló de las vacunas porque él estaba convencido de que estábamos “en el podio”. El 21 de diciembre, cuando escribió una carta a Xi Jinping, tampoco estaba interesado en las vacunas chinas. Si lo hubiera estado, no hubiera insinuado en la conferencia de prensa, tres días antes, el 18 de diciembre, que “la mejor y la más eficaz era la de Pfizer” por lo que era la más requerida y que elegiría la que había aprobado la FDA o la Unión Europea, que “eran las mejores”.
Ahora, con el agua al cuello, después de haber negociado con una empresa trucha y que 20 millones de dólares de sus fondos confidenciales habrían ido a parar a manos “extrañas”, va a vacunar con la que ni ahora ni nunca va a ser aprobada por la FDA( agencia de Estados Unidos que regula y controla los medicamentos).
El cuento belga
El cuento belga es el cuento del tío perfecto. No solo te estafan, sino que te hacen firmar un contrato con cláusulas de confidencialidad por las que ni siquiera podés decir que te cagaron.
Hace meses que sabemos que así como Salinas se la jugaba por la vacuna de Sinovac, asesorado por los organismos técnicos, Lacalle estaba “por la de Pfizer” porque era de Estados Unidos y la había aprobado la FDA. Parece increíble, pero en su corazoncito a Lacalle no le gustan los chinos cuando se trata de comprarles, pero se enamora cuando se trata de venderles carne, soja, lana o celulosa. En este caso se manejó con el prejuicio tonto de creer que las cosas yanquis son mejores que las chinas, criterio que usa para comprar los electrodomésticos, los autos, las tablas de surf, los championes o las vacunas. Me dice un amigo cabildante que si lo aprueba la FDA, Lacalle toma cianuro. Mientras estaba convencido que le iba ganando la batalla al virus, de las vacunas ni se acordó, puso un par de millones de dólares en el proyecto Covax y se durmió en los laureles. Pero cuando se vino la marea, convocó a una conferencia de prensa en la que se mostró tal cual es, sin vestiduras ni maquillaje. En esa tesitura bajó del estrado a Salinas, anunció que lo separaba de todas las negociaciones como si desconfiara de su inteligencia o de su honradez, dijo que se ponía la mochila al hombro y que además, como siempre, se hacía cargo.
En los días siguientes empezó a correr la ansiedad, el padre del presidente respondió a la crítica de los viejos herreristas de la 71 en un asado veraniego en la casa del dirigente herrerista Rodrigo Blás en Punta del Este diciendo que el gobierno de su hijo podría ser calificado con muy buena nota, pero que todavía restaba encontrar la solución a la compra de las vacunas.
De Covax, la formidable iniciativa de la Organización Mundial de la Salud, no se acordaba y además cambiaba de estrategia y abandonaba esa opción o la menospreciaba. Se ponía la mochila y se iba al norte a buscar la de Pfizer. Hoy que no sabe cuando llega la de Pfizer, se anuncia que la de AstraZeneca, por el mecanismo Covax, será la primera en llegar y se apura a autorizarla aunque no tenga al probación de la FDA.
Un día de enero en que los jerarcas de Pfizer no le atendieron el teléfono, un chico muy joven que le contestó un correo a Pfizer fue destituido como un traidor a la patria en el Ministerio de Salud Pública. Casualmente era una persona de confianza de Salinas.
Con los días se supo que fue una exigencia de Pfizer para comenzar a conversar. Una prueba de vida tan cruel como la oreja de un secuestrado. Las conversaciones las retomó un alto ejecutivo belga de BioTech que por un milagro o cosa del destino vino a pasar unos días de vacaciones en Uruguay y aquí le pasaron la gorra para ver “si nos colábamos entre los grandes”. Hoy se duda si era un empresario o un CEO, si era de BioTech o de otra empresa. Lo que se afirma es que era belga, condición ideal porque justamente las vacunas de Pfizer también se hacen en Bélgica.
Después se anunció que el gobierno había llegado a un acuerdo y que se habían firmado las cláusulas de confidencialidad que había exigido el proveedor de las vacunas. Estas cláusulas son secretas, pero por lo que se conoce de otros contratos se exigen inmunidades, garantías del Estado, obligaciones en la contratación de fletes y logística, confidencialidad del precio y la posibilidad de incumplir con las entregas por razones diversas, estableciendo la sede de los juicios eventuales en Estados Unidos. Conste que somos de los países más celosos en cumplir con la confidencialidad, aunque ni siquiera sabemos si tenemos contratos. Al menos, Pfizer podía haberse comprometido a una fecha de entregar las vacunas para creerle algo al Presidente.
Hay que agregar que Pfizer es menos confiable que Lacalle. Con mejores abogados ha perdido más de 70 juicios en Estados Unidos, pagando miles de millones de dólares a causa de condenas por incumplimientos, coimas y otras infracciones a la ley.
Ahora surgen reclamos en la Unión Europea porque no aceptan que las vacunas que no alcanzan para Europa sobren para exportar a Uruguay. En Europa se habla de un embargo y nuevamente surgen dudas sobre los acuerdos de Lacalle y la capacidad de Pfizer BioTech de cumplirlos.
Se supone que tenemos que creer que lo que hizo Lacalle está bien porque el secreto y la discrecionalidad del presidente parecen estar previstos en la Constitución y la ley. Si hubiera joda, es la joda perfecta, porque el presidente se ampara en la ley para firmar cualquier barbaridad en secreto y con la plata de todos los uruguayos. Cristalino era el gobierno del Frente Amplio, en el que nos enterábamos de dónde compraba los colchones el vicepresidente. Durante el gobierno del Frente Amplio se aprobó la Ley de Acceso a la Información Pública. En el gobierno de Lacalle Pou, todo es secreto, ni se puede saber en qué se gastan 120.000.000 de dólares de las vacunas ni se informa al Parlamento en que se gastan los casi 1.000 millones del Fondo Coronavirus. ¿Qué se oculta?
Tranqui, vacunas va a haber
Vacunas va a haber y probablemente pronto porque tengo entendido que somos el único país de Latinoamérica que no las ha conseguido. Las conseguiremos no por Lacalle Pou, sino pese a Lacalle Pou.
El proyecto Covax de la Organización Mundial de la Salud, al que adhirió Uruguay, anuncia que realizará las primeras entregas en marzo y Uruguay se apuró a decir que no quiere las chinas ni las rusas.
Hay millones de vacunas en el mundo, tenemos plata para comprarlas porque el gobierno anterior dejó en la caja reservas para comprar vacunas para todos los uruguayos por 100 años.
Tenemos, además, necesidad, voluntad para comprarlas y disposición a aceptarlas.
Tenemos intermediarios, transportistas y asesores amigos del gobierno, preferentemente blancos, deseosos de manotear cualquier restito de esos 120 millones de dólares que el Tribunal de Cuentas autorizó a gastar sin revelar, por ahora, el contenido de los contratos.
Con semejante mezcla, ansiedad, necesidad, impunidad, avaricia, dinero y poder, es imposible, a menos que sea muy inepto, que este gobierno no consiga vacunas para salvar un poco de su credibilidad herida y de su autoridad mal ganada.
Lo que pasa es que hay mucha ineptitud en la Torre Ejecutiva. Mucha ineptitud, mucha improvisación y demasiada soberbia.
Por eso y no por otra cosa, no tenemos aún vacunas y rezamos para que las primeras dosis lleguen en marzo para empezar a vacunar a quienes más lo necesitan.
Los que elogian por elogiar nos critican porque dicen que criticamos por criticar
Criticamos porque este gobierno hace todo mal. Sobre todo porque hace mal en tratar de sacar réditos políticos a costa del temor de la gente a la pandemia y a la ansiedad por recuperar la normalidad perdida. Cuando lleguen las vacunas tendremos que presenciar los homenajes al reyezuelo y las farándulas de la corte, pero esa fiesta es inevitable.
Lo cierto es que las primeras vacunas en llegar serán las de la OMS y las chinas y estas últimas gracias al gesto de lo que los herreristas todavía llaman “la China comunista”
Yo creo que volveremos a abrazar a las personas que queremos y a besar a nuestros nietos en un país mejor, más justo y menos desigual, pero no será fácil ni muy pronto, pero no tan tarde.
La rusa no es ningún cuento
Hace pocos días salió en la revista The Lancet un informe sobre la vacuna rusa Sputnik V, con la que ya se está vacunando en Argentina. Lacalle nunca quiso esta vacuna a la que podría haber accedido sin dificultad. El presidente del Casmu, Raúl Rodríguez, reservó 1.500.000 dosis y el gobierno ni las autorizó a importar ni se interesó. Alberto Fernández, presidente de Argentina, se ofreció a intervenir para ayudar a Uruguay; el embajador ruso también se entrevistó en la Torre Ejecutiva para informar sobre la vacuna e incluso propuso fabricarla en Uruguay. La vacuna, según lo publicado en The Lancet, en términos muy profanos es altamente eficaz, sin efectos adversos, bien tolerada en los adultos y adultos mayores, fácil de conservar, más económica y reutilizable. Obviamente nunca va a ser aprobada por la FDA porque ni siquiera va a ser presentada para su aprobación. Además tiene la ventaja de que los rusos ya no son comunistas. Los científicos que asesoran al Ministerio de Salud Pública la consideran muy aconsejable.
¿Por qué no tenemos ni hemos procurado comprar las vacunas rusas?
El adanismo
Estos días, una atenta lectora que pasaba sus días de pandemia leyendo a Javier Macías me escribe explicando lo que es el “adanismo”.
El término proviene de Adán, quien sería, según las escrituras, el primer ser humano sobre la tierra. Los “adanistas” creen que antes de ellos no existe obra ni pensamiento alguno.
Andan desnudos como el reyezuelo o se desnudan como Martín Aguirre para parecer Adán. Tiene una única idea, la de desmerecer todo lo hecho, desprestigiarlo en su conjunto, demoler y declararlo nulo, para así subrayar que lo bueno empieza ahora con ellos y solo con ellos. El adanismo es una modalidad de la vanidad.
Parece un retrato del que te dije.