De acuerdo con los expertos, este fármaco no parece tener efectos secundarios o problemas de distribución, pues no necesita de una cadena de frío para su almacenamiento o transporte.
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Los desarrolladores de la vacuna declararon que, si esta tiene éxito, no tendrá altos costos.
El desarrollo del fármaco partió de la experiencia que tienen en los estudios de vacunas contra el VIH, el Ébola y la influenza pandémica, las cuales se venían realizando antes de que el brote de coronavirus se esparciera por el mundo.
Esta nueva vacuna se detalla en un artículo publicado el 5 de enero en la revista ACS Central Science donde se explica la tecnología de nanopartículas que utiliza. Dichas nanopartículas son salpicadas de la mismas proteínas que componen los distintivos picos superficiales del virus, los picos facilitan la infección al fusionarse con la célula huésped y crear un pasaje para que el genoma viral entre y secuestre la maquinaria de la célula para crear más virus.
Lo que pretende esta vacuna es usar estos picos a manera de antígenos, haciendo que su presencia en el cuerpo desencadene una respuesta inmune que combata la infección.
La ventaja de las vacunas de nanopartículas consiste en equilibrar la efectividad de las vacunas de base viral con la seguridad y la facilidad de las vacunas de subunidades. Aunque las vacunas que utilizan el virus para administrar el antígeno pueden ser más eficaces que las que solo contienen partes aisladas del virus, estas tardan más en producirse, requieren refrigeración y sueles causar efectos secundarios.
Las vacunas aprobadas a la fecha por la FDA, como la Pfizer y Moderna, que utilizan tecnología ARNm de ácido nucleico, son más rápidas de producir que las vacunas de nanopartículas pero son mucho más caras de fabricar y requieren más de una dosis para garantizar su efectividad.
Los primeros resultados de las pruebas en ratones indican que la inoculación de nanopartículas de Stanford puede otorgar inmunidad después de una sola dosis, refirió el bioquímico Peter Kim, del laboratorio de Stanford.
El equipo señaló que tienen la esperanza de lograr un producto para almacenar a temperatura ambiente e incluso distribuir en forma de polvo y así facilitar las entregas en todo el mundo.