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Aparecieron los elefantes rosados

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La neblina y la niebla son fenómenos meteorológicos que reducen la visibilidad horizontal a una distancia de un kilómetro o más. Es una especie de nube que se pega a la superficie de la tierra. En función de la cantidad de gotas de agua que posee y de su tamaño, varía la visibilidad. Por eso, muchas veces no vemos el Palacio Salvo o el cerro de Montevideo.

Bien, quiero anunciarles que se fue al diablo la neblina que ocupó toda la superficie uruguaya durante mas de un año. Ojo: se está yendo lentamente. No se fue del todo. La neblina era la puta pandemia. En el mundo, según Google, hay mas de 6.000 millones de artículos sobre el tema. Un artículo por habitante en la Tierra. El fenómeno ocupó durante muchísimos meses nuestras vidas, nuestras conversaciones, la tapa de los diarios, los portales de noticias, los noticieros y programas de televisión, los chats de WhatsApp. Todo. Nada asomaba la cabeza en esa nube que todo tapó. La sociedad uruguaya -agobiada, asustada, conmovida, con más o menos pesos en su bolsillo- un día y otro también comentaba lo que se iba sabiendo de los efectos dramáticos de la pandemia. Un lunes era la cantidad de contagiados, un martes “fijate quién murió”, otro día eran las medidas para contener la pandemia, un viernes era el debate sobre si había que cerrar todo y esperar a que llegara la vacuna. Todo fue así. En los últimos meses la conversación dominante fue: “¿Te vacunaste?” En paralelo caían los números de contagios y de muertos. Se llegó a 70 fallecidos por día; hoy hay veces que es cero.

En ese marco de agobio, angustia, miedo y desazón, ¿qué había también importante? Nada, nada de nada. La pandemia fue el verdadero blindaje del gobierno.

Los elefantes rosados

Pero ahora es diferente. Durante 15 meses podían pasar elefantes rosados por encima de nuestras cabezas y a nosotros ni nos tocaban. La cuestión era la pandemia. Así pasearon, elegantes y alegres, los elefantes rosados.

En términos comunicacionales, la pandemia ocultó errores, desprolijidades, irregularidades y acciones con indicios delictuales del gobierno que preside el doctor Luis A. Lacalle Pou. Asumo que los altos índices que popularidad que mostró Lacalle tienen directa relación con la neblina antes descrita y la ciudadanía confió -como ocurre en otras circunstancias de crisis en las sociedades- en el que tiene la autoridad. Pero la neblina se está yendo. El semanario Búsqueda enumeró cuatro situaciones -que tuvieron a esa publicación como eje- que desembocaron en desplazamientos o renuncias de jerarcas. El último fue el ministro de Turismo, Germán Cardoso. La cuenta AlfTuitea en Twitter hizo una lista de 50 desprolijidades del gobierno en 500 días de gestión. Cincuenta episodios con mayor o menor gravedad que la neblina no dejó ver. Ahora es diferente. Al grave episodio de Katoen Natie, se suma lo de Cardoso, el dislate de los combustibles y la fuga de un preso, episodio que deja claro que la improvisación es la mejor herramienta que sabe usar el ministro.

Ahora es diferente. La niebla comienza a retirarse y el cerro de Montevideo se ve claro. Los elefantes rosados pasan volando, atravesando los cielos de la patria y ahora se ven.

Es la explicación de por qué las mediciones de simpatía hacia el gobierno están cayendo. Y se va a pronunciar ese descenso. No por capricho de este columnista, sino porque no tienen cohesión; se pelean entre ellos: batllistas con la 15, blancos celosos de Robert Silva y cabildantes zigzagueando y usando locales estatales para sus actividades partidarias. Mas todavía: se ve que a algunos les gusta más la guita que el arroz con leche. La niebla se comenzó a ir y muestra lo peor de la coalición de gobierno: se unieron solo para ganar; ni idea de programa coherente o de gobernar con una linea de acción clara. (Un datito para terminar: changaron con que la educación es un desastre. Vinieron a cambiar. Fenómeno. Pues bien, recién en 2023 tendrán un plan).

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