El pasado miércoles la Cámara de Diputados aprobó la Ley Integral de violencia hacia las mujeres con 63 votos procedentes de todos los partidos. El debate duró más de seis horas y estuvo marcado por la crítica de legisladores y legisladoras derechistas hacia el proyecto, quienes se muestran contrarios a la perspectiva de género y consideran que la Ley discrimina a los hombres, entre otras cuestiones. Las diputadas frenteamplistas que intervinieron para defender el texto aseguraron la Ley es un simple instrumento susceptible de mejoras, un primer paso para atacar con un enfoque integral un sistema de dominación tan amplio y multidimensional como es el patriarcado. «Cuando se votó lo de femicidio le pusimos nombre a lo que les ocurre a las mujeres ya muertas, ahora este proyecto le pone nombre a todas las formas de violencia cuando están vivas», señaló la diputada frenteamplista Romina Napitoli. La Ley incorpora una concepción sistémica del enfoque de género, asumiendo que la violencia contra las mujeres es producto de la cultura patriarcal hegemónica. Por tanto, habilita toda una serie de fórmulas preventivas entre las que se tipifican 21 formas de violencia de género entre las que se encuentran el acoso callejero, la violencia obstétrica o la violencia mediática. El texto también tipifica el abuso sexual como delito en sí mismo y no como parte del “atentado violento al pudor”, como se definía hasta ahora. La Ley también facilita el acceso de las mujeres a la justicia, agilizando las instancias burocráticas de denuncia e incorpora fórmulas de prevención para evitar la revictimización de las mujeres denunciantes.
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