Se pueden hacer muchas e interesantes conexiones entre los tipos de idolatría que encarnan los mejores y más publicitados jugadores de fútbol, con una serie de valores funcionales al sistema capitalista contemporáneo. Es un tema tan enorme como apasionante, y de alto interés masivo, que invita a ser profundizado para compartirlo en diversas ocasiones en que esos temas puedan ser abordados: sobremesas familiares, reuniones con amigos, instancias de ocio laboral, plácidas tardes playeras o en el momento de hacer comentarios a programas deportivos. Hay, por lo menos, dos grandes rubros de aproximación al tema: los perfiles humanos cultivados para atraer público hacia diversos ídolos, y también conocer cuáles son los valores exaltados y cuáles los criticados en los jugadores. Es importante comprender por qué esos perfiles y esos valores, y no otros, son ejemplos de determinada época. Nichos de mercado En el mundo capitalista en que nosotros y el fútbol estamos inmersos desde mediados del siglo XX, la sociedad de consumo y del espectáculo viene acelerando de manera exponencial su hegemonía. En ese universo funcional, los perfiles humanos de los ídolos, construidos mediáticamente con una base más o menos real en características de personalidad, hechos y dichos de los protagonistas y sobre ellos, abarcan un espectro de caracteres como para captar espectadores para las tandas publicitarias, la publicidad estática en los estadios y los anuncios sobreimpresos en las pantallas, particularmente odiosos y de difícil valoración, ya que un grupo no menor de espectadores jamás comprará o recomendará un producto que impide ver de manera completa los partidos de fútbol. Los ídolos, junto a los torneos y otras competitividades convenientemente azuzadas, son los atractores principales de espectadores, a través de los tres tipos de publicidad que acabamos de detallar. Pero no todo tipo de personalidad atrae a los mismos espectadores. Se abre entonces un amplio menú de personalidades que pueda atraer a distintos espectadores, sea para simplemente verlos en acción, para ser sus fans, o bien esperar que pierdan para liberar nuestro veneno contra ellos. El extremo de estas situaciones acontece, por ejemplo, cuando se publicita un partido Portugal-Argentina o un Real Madrid-Barcelona con el eslogan ‘Cristiano contra Messi’. Enorme error por hipérbole que, amparado en el creciente porcentaje de neófitos que enriquece al consumo/espectáculo, puede terminar diciendo, de un partido en que jugaron 27 o 28 jugadores, que Messi le ganó a Cristiano, o viceversa. Es parte de la multisimplificación del deporte para sus crecientes neófitos consumidores, simplificación al servicio de la oferta espectacular cotidiana. Uno de los múltiples horrores del mundo actual, aplicado al fútbol. ¿Cuál es el perfil de personalidad que se vende en cada uno de los futbolistas más famosos? Empecemos analizando a los dos mencionados líneas arriba. Los dos grandes Messi. Hay una evidente estrategia de los medios -en el caso del argentino que juega en el Barcelona- de fortalecer su perfil de gran jugador con base en estadísticas de récords paulatinamente superados, ya que su técnica nunca vista antes y la continuidad también única de su nivel de desempeño serían imposibles de apreciar para más de 90 por ciento de sus espectadores. Al soporte estadístico -que viste al fútbol contemporáneo de modernidad, con tecnología aplicada e instantaneidad periodística- debe sumarse una caracteriología particular que sea atractiva para la creciente mayoría de espectadores neófitos. Entonces, Messi será un chico humilde, pero no marginal, enormemente dotado para el fútbol e íntegramente profesional. Dedicado al deporte y a su familia, ajeno a una farándula progresivamente integrada por futbolistas y relativamente inexpresivo, pero con un fuego indudable e inclaudicable en su juego, sin rasgos lindos en su cara, sin lucir torso, abdominales ni piernas. El espectador medio irá a ver a alguien que hace muchos goles, bate marcas y caracolea con la pelota a gran velocidad entre las exclamaciones de aficionados y periodistas. Cristiano Ronaldo. Casi la antítesis de Messi, si no fuera por su común (y competitiva) carrera de obstáculos con los récords; también chico humilde, pero no marginal, de una pequeña isla excolonia portuguesa. Pero, un poco a la Michael Jackson, se cambió visualmente mediante un enorme trabajo odontológico, de peluquería y cuidados faciales y personal trainers. Y no sólo para mejorar deportivamente, sino por hedonismo y vocación de modelo publicitario. Alto, elegante, exhibicionista, evidencia una constante preocupación por las cámaras, exhibe torso tostado y abdominales como si fuera un desborde de festejo. Es difícil verlo fiel a su origen de chico futbolista, que a veces, muy agradablemente, se le escapa del personaje. Lo familiar y el mundo privado de Cristiano se ve desplazado por miles de groupies, flirts, parejas de conveniencia publicitaria y de estatus, coqueteo con el mundo gay y una fuerte inmersión en la farándula más cara y ostentatoria. Otros perfiles alternativos Como queda claro al analizar los perfiles de Messi y de Cristiano, quien ama al personaje del argentino odiará al del portugués, y casi viceversa, aunque sea difícil odiar a Messi por su bajo perfil, familiero y capitalista responsable, casi con ética protestante weberiana, aunque no exento de polémicas judiciales relativas a evasiones fiscales. Ambos futbolistas contribuyen al menú de anzuelos del consumo/espectáculo, y se llevan bien, sin tragarse sus personajes en la relación mutua, pero tampoco osando contradecir públicamente sus perfiles, que les dan tanta riqueza. Exhiben una competencia correcta y civilizadamente cordial que está diciendo, sin ocultarlo, algo así como ‘sigamos lucrando con nuestros perfiles virtuales, aunque nos caricaturicen, y no matemos a la gallina de los huevos de oro’. Observemos que el menú de héroes/ídolos futboleros, empezando por los dos más publicitados, y más allá de la variedad que aportan Neymar y una larga lista de jugadores de elite, incluidos los uruguayos Suárez y Cavani, consagra y bendice vías alternativas de riqueza y modos alternativos de ser compatibles con ellas. En este menú de perfiles hay también un menú de valores muy diversos, pero todos ellos compatibles con éxitos en el sistema. Es interesante analizar el de la gran figura brasileña que forma parte del equipo PSG. Neymar. Otro perfil para el menú y de alguna manera el tercero en discordia entre los dos grandes e imbatibles Messi y Cristiano. Garoto de suburbio playero, brasileño de mimbre con su ludismo superdotado y desafiante, si bien es anatómicamente frágil, se muestra capaz de amortiguar golpes de cualquier abusador acomplejado que tome excesivamente su desafiante ludismo como burla ridiculizante. Neymar está, física y técnicamente, entre los más dotados de la historia del fútbol, con un virtuosismo creativo y útil sin par. Nadie jugó más y mejor al fútbol técnicamente hasta hoy. Si le pegan, esquivará lo peor con su vista y reflejos impares, y que se preparen para el caño o la jopeada. Es duro, atrevido y no se achica jamás. Puede ponerse el equipo en sus hombros, como lo demostró en el legendario final de Barcelona contra PSG. Hipermoderno, architatuado, cambia su look casi diariamente y se mueve con habilidad en las redes sociales y la farándula. Mujeriego casi por deporte o narcisismo, ídolo lumpen de la sociedad de superconsumo, al estilo Cristiano, pero más lumpen. Los ídolos uruguayos Luis Suárez, el gran ídolo uruguayo y figura del fútbol español y mundial, es todo corazón. Todo su empeño, voluntad y condiciones están al servicio de sus objetivos. Querer es poder; su historia de vida es un buen ejemplo excepcional de esta falsedad gritante. Siempre venció obstáculos y contra los pronósticos. No es muy farandulero, y sí muy de los suyos, muy uruguayo del interior, muy de no encandilarse con las luces de la ciudad y permanecer fiel al mate y a las chanzas amistosas de siempre. Cultivador de la modestia, como todo uruguayo tímido, y sobre todo para la galería. Chiquilín obsesionado con ‘ganar’ y obseso con su contribución a ello, se pasa de la raya para hacerlo; es un manual vivo de trucos deportivos al límite del reglamento, jamás da una discusión por perdida y mantiene inalterablemente cara de víctima injusticiada. Aprendió a la perfección el lenguaje mediático futbolero. Nos queda poco espacio para desarrollar otros perfiles, pero démosle un mínimo a Cavani, otro perfil acusadamente diverso. Tan bajo perfil como Messi, salvo para gritar los goles, en los que parece hacer catarsis de su retracción social. También de Salto, como Suárez, de su misma edad, muy parecida funcionalidad en la cancha, despliega un sacrificio físico enorme, con un recorrido à la Di Stefano. Se dijo de él que era un ‘atleta de Cristo’, un tipo de adherente virtuoso a secta protestante evangélica que predica ese ideal ,pero que no lo practica en sus altas jerarquías; pero su nivel de entrenamiento, su entrega en la cancha y su catarsis del gol lo hacen diferente a los demás perfiles. Tan poco atractivo socialmente, y menos aun mediáticamente, que Messi, es muy valorado en el PSG y lo era en el Napoli, sin cautivar hasta ahora al hincha uruguayo, que tiene otros modelos históricos de ídolo, con los que ni Forlán ni Cavani encajan bien. Ya seguiremos, pero da para hacer boca, ¿no?
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