Cuando se observa exponer a Marcos Peña, Federico Pinedo, Mario Quintana o algún otro integrante del “Gotha” argentino que compone el gabinete y entorno de Mauricio Macri, se recuerdan los rostros impasibles de los CEO del imaginario banco de inversión que muestra la película Margin Call (EEUU, 2011, filme sobre la Crisis 2007-2010 producido y protagonizado por grandes actores demócratas que resignaron sus salarios), que en una jornada letal dan la orden de liquidar todos los activos en perjuicio de sus clientes (entre los que hay, obviamente, parientes y viejos amigos) para luego despedir a 98% de los empleados que hicieron la tarea. Es memorable la penúltima escena en la cual, en el lujoso y exclusivo comedor de los CEO un impasible Jeremy Irons le explica, mientras sigue comiendo, al renunciante Kevin Spacey que “siempre será así”, que esa crisis terminal no es diferente a las del pasado (y le enumera las principales a lo largo de dos siglos) y que las ganancias y las pérdidas (materiales y humanas) son simplemente parte del ciclo económico. Toda una lección de marxismo brindada por un ejecutivo de Wall Street que acaba de hundir a sus clientes y empleados, y se prepara con absoluta frialdad a planear la jornada siguiente, sabiendo que él volverá a beneficiarse. Así lució el gabinete de Macri en plena crisis y tras el acuerdo con el FMI, con la tranquilidad de quien tiene mucho dinero y lo tiene fuera del país, como lo han confesado tres ministros claves: Finanzas, Hacienda y Energía. La feroz crisis cambiaria de mayo (en una semana el peso perdió el 17% de su valor y se vendieron US$ 5.000 millones de reservas), provocada por el desbalance fiscal que agudizó Macri al eliminar las “retenciones”, determinó que el gobierno subiera la tasa de referencia del Banco Central de la República Argentina (BCRA) a 40% (lo cual en teoría vuelve imposible todo negocio lícito), pese a lo cual la turbulencia no cedió. Entonces Macri resolvió violar todos sus juramentos (y los de su ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, disponibles en YouTube) en el sentido de que no se volvería al FMI, a pesar de la terrible historia argentina con el organismo (principal sostén de la dictadura 1976-1983), de períodos nefastos posteriores como el menemismo y del odio que a todo nivel profesa la población argentina al organismo multilateral, anunciando el 8 de mayo que negociaría una línea de crédito, lo cual en las condiciones que se vivía significaba un acuerdo stand-by. La generalizada animadversión de los argentinos al FMI sorprende si lo comparamos con el sentir medio de los uruguayos, que no recuerdan, entre muchos otros episodios destacables y el mismo apoyo a nuestra dictadura 1973-1984, o cómo “la mafia chilena del FMI” (ver libro Con los días contados, de Claudio Paolillo) exigió a Jorge Batlle que ordenara el default en 2002 ni la respuesta que este les dio. Argentina y el FMI: una historia de rencor Un informe de la BBC, que cita al conocido historiador argentino Mario Rapoport (autor entre otros libros, de Historia económica, política y social de la Argentina 1880 – 2000), señala que “Argentina es un país con gran conciencia histórica. Por cómo es su clase media y por una sucesión de eventos traumática, es raro conocer a un argentino sin una opinión formada y vehemente sobre lo que ocurrió en el pasado, y por eso el FMI, que ha sido protagonista de los peores episodios de la historia económica argentina, es un concepto de conocimiento popular”. En 2006, como ocurrió por esos años en Brasil y Uruguay, el gobierno de Néstor Kirchner canceló su deuda con el FMI y desde entonces se mantuvo la independencia del organismo multilateral, hasta el 8 de mayo de 2018. En 1958, tres años después del derrocamiento del general Juan Domingo Perón (que se opuso al ingreso de Argentina al organismo), el gobierno de Arturo Frondizi, aconsejado por Raúl Prebisch, suscribió un acuerdo altamente recesivo con el FMI. El resultado: “Una brusca devaluación, una fuerte caída del Producto Interno Bruto y una crisis política que terminó con el golpe de Estado en 1962”, recuerda el historiador Rapoport. El presidente radical Arturo Illia (1963-1970) se negó a acordar con el fondo y fue depuesto por el Gral. Juan Carlos Onganía, una de cuyas primeras decisiones fue suscribir un acuerdo stand-by. La relación con el FMI se prolongó en el gobierno de Lanusse, pero se enfrió en el tercer gobierno de Perón (1974-1974). Su viuda, María Estela Martínez, Isabel, fue derrocada el 24 de marzo de 1975 por la Junta Militar encabezada por el Tte. Gral. Jorge Rafael Videla, cuyo “primer ministro” José Alfredo Martínez de Hoz, perteneciente a la oligarquía agropecuaria, restableció de inmediato las relaciones con el FMI, mientras en las calles se desarrollaba la “guerra sucia”, que costó 30.000 muertos, entre ellos numerosos e inolvidables compatriotas. Se trata de “otro episodio con protagonismo del FMI incrustado en la memoria de los argentinos”, según Rapoport. El gobierno de Raúl Ricardo Alfonsín (1983-1989) se negó a firmar con el FMI e intentó una auditoría económica de las Juntas Militares, pero fue derrocado por un “golpe económico” que provocó hiperinflación, tras el cual ganó las elecciones Carlos Menem, que introdujo las “relaciones carnales” y fue elogiado por el entonces director gerente Michel Camdessus como “el mejor presidente argentino de los últimos 50 años”. Menem y su ministro Domingo Cavallo legaron en 2000 una bomba de atraso cambiario, alto endeudamiento y apertura extrema de la economía a su sucesor Fernando de la Rúa (los procesos en Argentina y Uruguay siempre tienen grandes similitudes), y así llegamos a la explosión de la Crisis de 2001. De la Rúa “quiso rescatar un programa de ajuste y los fondos de rescate (40.000 millones) no sirvieron para nada, porque se fueron de inmediato. No se paró la crisis, sino que se profundizó”, afirma el historiador. “El resultado: se dispararon la inflación, la pobreza y la protesta social, que en diciembre de 2001 fue reprimida con un saldo de 39 muertos. En la mente del argentino, cuando se habla de FMI, hay una suerte de sello que garantiza un final catastrófico”, señala BBC Mundo. Rapoport relata la historia reciente del FMI, tras la Gran Recesión 2007-2010, durante la cual impuso la “austeridad”: «Mira lo que pasó en Grecia recientemente. Intervino el FMI, pagaron las deudas, impusieron la austeridad y el país se hundió en el desempleo y la pobreza”, afirma Rapoport. Y concluye: “Para muchos, sobre todo en una oposición que está desarticulada y necesita un discurso de unidad, el anuncio de Macri este martes es la antesala de una nueva crisis. Algunos opositores compartían un video en el que Fernando De La Rúa, el último presidente que acudió al FMI, decía que ‘2001 será un gran año para todos’. No lo fue”. El acuerdo tan deseado El 7 de junio el ministro Nicolás Dujovne pudo anunciar, tras cuatro semanas de negociaciones, que Argentina había llegado a un acuerdo stand-by con el FMI de una duración de 36 meses, por un monto total de US$ 50.000 millones (8% de un PIB a paridad oficial -no PPP- de US$ 623.000 millones), comprometiéndose a cambio a alcanzar el equilibrio fiscal en 2020. A los US$ 50.000 millones del FMI se sumarán US$ 6.500 millones más, aportados por el Banco Mundial y la CAF. Fiel a un estilo que puede depararle grandes disgustos, el presidente Macri brindó con champán ante la prensa acreditada en la Casa Rosada, comentando la buena nueva en el Día del Periodista. La suscripción del acuerdo, posterior a la reunión del G7, se realizará el 20 de junio (allí conoceremos la “letra chica”) y supondrá la inmediata libre disponibilidad de US$ 15.000 millones. El acuerdo obligará a realizar un duro ajuste fiscal, ya que las nuevas metas fiscales son muy estrictas. Fueron anunciadas en conferencia de prensa el jueves 7 por la noche por el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, y el presidente del BCRA, Federico Sturzenegger. Dujovne afirmó: “El FMI nos puede ayudar, pero la solución a nuestros problemas depende de los argentinos. Vamos a crecer un poco menos y vamos a tener un poco más de inflación que la que pensábamos”. El déficit fiscal de Argentina se sitúa actualmente en 5,5% del PIB (alcanzó a estar en 9%), contra 4,2% y 3,83% del PIB en 2016 y 2017, respectivamente. La meta fiscal para 2019 pasa de 2,2% del PIB a 1,3%; la de 1,3% para 2020 baja a cero, y en 2021 deberá haber superávit primario, es decir, antes del pago de intereses. Para el período 2018-2021, esto implica una disminución del déficit de 3,1% del PIB, unos US$ 19.300 millones. Las metas de inflación son: 17% para 2019, 13% para 2020 y 9% para 2021. El plan implicaría también aumentar la autonomía del BCRA y mantener el tipo de cambio flotante.El acuerdo ha sido señalado como “devaluacionista” por cuanto insiste en una “flotación limpia” del peso argentino tendiente a evitar la fuga de capitales que ha sido estimada en US$ 28.500 millones en los 12 meses cerrados a mayo y terminar con la llamada “hemorragia turística”. Al parecer, el FMI no quiere quedar otra vez asociado a situaciones como la Ley de Convertibilidad o de rigidez predeterminada del tipo de cambio, aunque sea para aplacar la inflación, tesis defendida por el poderoso presidente del BCRA, Federico Sturzenegger.“Va a ser un gran acuerdo para los argentinos”, dijo el presidente Macri, que tiene que comprender que esto termina con todo gradualismo, sin perjuicio de varias cláusulas de salvaguardas sociales políticamente correctas anunciadas por Christine Lagarde. Se anunciaron recortes particularmente en los giros a las provincias y en los salarios de los empleados públicos. El acuerdo recibió el apoyo del gobierno de Estados Unidos por boca del secretario del Tesoro, el ex Goldman Sachs Steven Mnuchin, quien declaró que “el apoyo del Fondo servirá para favorecer el crecimiento de Argentina”. Conclusiones preliminares El acuerdo stand-by con el FMI supone un alivio para las cuentas fiscales argentinas a cambio de un durísimo ajuste fiscal que será pagado por una sufrida y muy combativa población, lo cual supone perspectivas de graves problemas sociales y políticos. Por lo pronto, ya se definió por parte del Consejo Directivo de la CGT el primer paro general “contra el ajustazo” para el próximo 25 de junio. Será difícil que haya acuerdo parlamentario entre el gobierno y las tres ramas de la oposición peronista, que obviamente buscará sacar rédito de las dificultades gubernamentales con vistas a las elecciones de 2019, en las que Macri aspira declaradamente a la reelección. En setiembre se discutirá y votará el presupuesto para el año 2019, en el que figurarán las partidas que serán recortadas y se verá cuáles son los sectores perjudicados por el acuerdo. Para Uruguay, todo lo malo que ocurra en su cuarto socio comercial (con un desempeño mucho mayor en los servicios, particularmente en el turismo) son malas noticias. El analista rosarino Salvador di Stéfano, invitado por la Unión de Exportadores del Uruguay a exponer en El Día de la Exportación, “pronosticó tres años de crisis en su país e inflación en 37% para 2018”, según El Observador, y señaló que “Uruguay tendrá en Argentina un socio complicado durante los próximos tres años, y del cual no podrá esperar demasiado empuje para su actividad económica, incluido el turismo”.
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