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Bertha

Por Celsa Puente.

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Mi último recuerdo presencial tiene un escenario y una fecha especial. La esquina es la de 18 de Julio y Río Negro, un sitio emblemático para el encuentro de mujeres que cada 8 de marzo marchamos reclamando nuestros derechos, la fuerza feminista que se expresa en un rio violeta para pedir igualdad. Allí, entre la muchedumbre de mujeres y varones, entre carteles y consignas, apareció con su paso sencillo de mujer de a pie, silenciosa y discreta nuestra Bertha Sanseverino para hacer lo que mejor supo hacer en su vida: luchar por los derechos, unirse al reclamo del pueblo para lograr una sociedad más justa, más igualitaria. Lo bueno es que lo suyo no se resume en algunas consignas. Supo expresar con trabajo activo los ideales, destacándose siempre en la labor social. Integró el Frente Amplio desde su creación, soportó los estragos que el golpe de Estado desató desde el año 1973 y a causa de su activa militancia, luego de la detención de su esposo Nelson Latorre, tuvo que exiliarse en Francia junto a su hija. Pero el dolor no la invalidó y allí participó junto a Amnistía Internacional y a la Ligue des Droits de l´Homme, Frères Hommes y muchas otras organizaciones, en la lucha desde el exterior por la libertad de los presos políticos de la dictadura uruguaya y la restauración de la democracia. En el año 1981 logró el reencuentro con su compañero, quien una vez liberado de la prisión, también se exilió en Francia, hasta que regresaron en 1985 con el advenimiento de la democracia. Hace unos días nada más, la vimos posar frente al Memorial de los presos políticos del Penal de Libertad junto al nombre de su esposo. Emocionada pero firme, como siempre, encarando la vida con entereza. Fue fundadora del Frente Amplio y más tarde, sobre el año 1994, cuando Danilo Astori definió la conformación de Asamblea Uruguay, ella se integró como fundadora. La fuerza con la que sostuvo los principios del Frente Amplio la hicieron cercana a todos, más allá de los sectores. Entrañablemente querible, compañera y luchadora, siempre estuvo dispuesta para escuchar a la gente, sus necesidades, sus problemas. Esa sensibilidad especial le permitió desempeñarse con solvencia durante diez años –entre 1995 y 2004- como Edila de la Junta departamental de Montevideo donde se destacó como Ppresidente de la Comisión de Derechos Humanos y Politicas Sociales. Su vocación por las causas justas, su atención a los más desfavorecidos, fueron sin lugar a dudas condiciones que pesaron cuando al asumir la primera presidencia en el año 2005, Tabaré Vázquez la designó coordinadora de uno de los planes más importantes que el gobierno asumía y que establecería un diferencial clave con los gobiernos anteriores: el Panes, Plan Nacional de Atención a la Emergencia Social en el marco de la creación del Ministerio de Desarrollo Social. Fue nombrada luego directora nacional de Asistencia Crítica e Inclusión Social (Dinacis) del mismo Ministerio, cargo al que renunció en febrero de 2010 para asumir su banca como diputada, lugar en el que se venía desempeñando hasta que dio el suspiro final el lunes 18 de junio. Fue expeditiva y clara en su forma de actuar al proceder al rescate de miles de uruguayos invisibilizados, sumergidos en condiciones de pobreza extrema y marginalidad. Durante los últimos años, integró la Comisión Especial de Asesoramiento legislativo sobre el derecho a la alimentación para hacer de este derecho un asunto prioritario en la agenda política. Hablar de Bertha es hablar de ejemplo, de mujer trabajadora y comprometida, sensible y dedicada con silencioso esfuerzo. En eso destinó su vida y con esa actitud nos marcó a todos los que tuvimos la suerte de conocerla. Fue una mujer inspiradora, comprometida con la causa de las mujeres para lograr la ansiada igualdad, perseverante en el sostén de la lucha en la vida cotidiana, de compromiso inquebrantable, de superación y de constante trabajo. Hay unos famosos versos de Bertold Brecht que reconocen a las personas que luchan toda la vida, nominándolos como los imprescindibles. Sin duda, Bertha fue una de ellas, un ser de luz dotado de una gran calidez, dueña de la palabra justa y de la acción adecuada para defender las causas sociales, siempre a favor de los más débiles. En tiempos de vedettismo político, de fuerzas mediáticas, de embrollos y posverdades, Bertha no necesitó más que su capacidad de trabajo, su prudencia y sensatez, su constancia y firmeza de principios para trabajar cada día y darse a conocer y reconocer por todos, exenta de personalismos y luces propias, habitando la trinchera que le tocó defender. Necesitamos contar con su ejemplo y reflotar esta forma de hacer política, conversando con la gente, mezclada con todos, conociendo las realidades de primera mano, sensibilizada para contar con ese caudal de conocimiento real a la hora de tomar decisiones o poner en marcha procesos, dignificando la postura de izquierda. La vamos a extrañar mucho pero vivirá en los actos de justicia que cada día emprendamos. ¡Hasta siempre, querida compañera!  

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