El 7 de octubre de octubre de 2018 será recordado como un día triste en la historia política latinoamericana. Es que ese día, el 46,05% de un pueblo le dijo sí al fascismo. Y no es que una la tenga clara y los demás estén ciegos a toda luz. Es que las cosas no son tan simples y que son muchas las variables que coincidieron para que millones de brasileños hayan optado por el candidato ultraderechista Jair Bolsonaro, al igual que, aunque un tanto escasas, están presentes las posibilidades de revertir esa situación.
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Es lo que hay
Luego de la primera impresión –y vaya que hubo impresión- se hace indispensable intentar un análisis desapasionado. Algo difícil, sin dudas, pero los números son estos: de 117 millones de votos válidos, 49,2 millones (46%) fueron para Bolsonaro y 31,3 millones (29,2%) para Fernando Haddad.
Bolsonaro ganó en 16 estados y en el DF; Haddad venció en nueve, pero si se analiza por ciudades la diferencia se acorta: el ultraderechista vio la victoria en 2.853, mientras que el candidato del PT obtuvo apoyo en 2.613 ciudades. Ciro Gomes, el candidato del Partido Democrático Laborista (PDT, por su sigla en portugués), ganó en el estado de Ceará y en su capital, Fortaleza.
Esas cifras dicen que hay 36,5 millones de personas que no votaron a estos dos candidatos y que son quienes decidirán quién gana la elección. Un poco más en realidad, porque habría que sumar los 7 millones de votos anulados. Y ni qué hablar si se suman las casi 30 millones de abstenciones. Son 73,5 millones de votantes que esperan una señal para ponerse en marcha y es ahí donde radica la fortaleza de Haddad.
Si se pretende continuar esta línea de razonamiento, se debe tener en cuenta que se presentaron diez candidatos y que quienes tuvieron votos para llegar a la definición son un ultraderechista y uno considerado izquierdista. Es fácil suponer que ambos candidatos se tirarán al centro en su discurso, porque, más allá de partidos menores que se ubican en los extremos, el centro es el gran derrotado en esta instancia.
Bolsonaro vs Haddad
Con los números sobre la mesa, la pregunta es: ¿quién tiene más posibilidades de captar esos votos? Haddad es la respuesta. ¿Por qué? Veamos: en todos estos años, Bolsonaro ha hablado demasiado, dejando en evidencia que era cierto aquello que estampó en documentos el coronel Carlos Pellegrino, su superior en el Ejército: “Bolsonaro fue siempre repelido por sus camaradas, por su trato agresivo y sus argumentos faltantes de toda lógica, racionalidad y equilibrio”. Algo que en la vida civil lo confirmó. En estas últimas horas, sus frases están repetidas hasta el hartazgo -y el asco -, Sólo voy a recordar que se destaca por su misoginia, racismo, homofobia, xenofobia, todo eso adentro de un discurso con apología de la dictadura, que no escatima en halagos hacia los torturadores y desprecio hacia las víctimas. En otras palabras: es un político que se hizo fama insultando y/o asustando a buena parte de la ciudadanía. ¿Su orgullo? Considerarse un candidato antisistema. ¿Su debilidad? Serlo. ¿Su fortaleza? El miedo que tiene la gente a ser víctima de violencia es la que lo lleva votar a un hombre violento. Él lo sabe y explota.
Pero el tema de la seguridad va más allá del robo a mano armada y el homicidio. Con eso no alcanza para que un pueblo se sienta a salvo. En esa suerte de demencia fascistoide contagiosa, Bolsonaro se impuso con el ceño fruncido y prometiendo sacar los militares a la calle para terminar con la delincuencia, poner fin a la ideología de género, privatizar empresas públicas e implementar la reforma de la seguridad social, entre otras cosas. Pero las dos últimas propuestas mencionadas, pusieron contento a Wall Street, que se tradujo en acciones de las empresas brasileñas al alza, según informara Infobae el 9 de octubre.
Hete aquí que para el día siguiente, el miércoles 10, el bueno de Jair no tuvo otra que cambiar su discurso porque, seguramente, alguien le susurró que buena parte de los 37 millones que optaron por la abstención y el voto nulo, no era porque tuvieran nada contra él, sino que su enojo era con el PT, pero una cosa es estar empacado y otra bien distinta es estar asustado, “E você, Jair, assusta, garoto”, debe haber dicho algún asesor por ahí, haciéndolo recular rápidamente. Y ahora resulta que no va a privatizar ni la exploración de Petrobras ni la generadora de energía Eletrobras y la reforma de la seguridad social impulsada por Michel Temer tampoco será, ya que prefiere una modificación más blanda. Ante esta voltereta en el aire, los mercados, tan prestos a subir el pulgar, lo bajaron de un saque.
Por supuesto que Haddad tampoco las tiene todas consigo. Para empezar, el PT no votó mal sólo por las noticias falsas (fake news) ni por tener problemas en poner el aparato represivo en la calle ni al Ejército. Sin ir más lejos, Lula, en el año 2010 lo hizo, dando orden al Ejército para colaborar con la Policía Militar en la invasión a varias favelas de Río de Janeiro. Esos recuerdos que dejaron varios muertos, unidos a la corrupción -sería necio negar que la hubo- son los que ahuyentaron a buena parte de los votantes petistas. Esos votos no fueron a las filas de Bolsonaro, sino que son la mayoría de las abstenciones (la multa por no votar equivale a un dólar) y de los nulos. Haddad no puede distraerse un momento, porque cada mirada hacia el costado puede implicar la pérdida de votos y, tal como están las cosas, eso es un lujo que le está vedado.
Desde el 7 de octubre a la noche, Haddad debe soportar una de cal y otra de arena. Ejemplos claros son los siguientes: el centro derechista Joao Doria, del PSDB, es el alcalde de San Pablo, cargo al que accedió en 2012 ganando a Haddad por un margen bastante amplio. Doria ya expresó su apoyo a Bolsonaro, lo que le valió el rezongo de Gerardo Alckim, presidente del PSDB y candidato perdedor, porque no se había consultado al Partido qué rumbo elegiría. Conclusión: esa fuerza política optó por dejar en libertad de acción sus militantes.
Pero Haddad tuvo un apoyo importantísimo que le llegó apenas conocido el resultado del 7 de octubre: “Él no, sin dudas”, dijo Ciro Gomes, el candidato del PDT, aliado del PT en las difíciles y con una cantidad de votantes para nada despreciable.
Los otros cambios forman parte de la estrategia de campaña: en los nuevos afiches Lula desaparece de escena, priman los colores verdes y amarillos, dejando el rojo para una pequeña porción de la ilustración.
En lo que a programa se refiere, no se han anunciado modificaciones sustantivas porque ese no es el problema del PT con la ciudadanía, inclusive es un escollo menor para con los posibles aliados políticos. Está bueno que así sea porque ante todo demuestra seriedad y coherencia, dos virtudes de las que Bolsonaro carece. Lo que es resistido en Haddad es el cordón umbilical que le une a Lula y eso es lo que Fernando muestra que está cortando.