En julio de 2017, el juez Sergio Moro dictó una sentencia contra el exmandatario Luiz Inácio Lula da Silva, condenándolo a nueve años y medio de prisión. Moro encontró que Lula era culpable de corrupción pasiva y lavado de dinero. Lo insólito de aquel momento es que el juez dijo no tener pruebas, “pero sí convicción” de que el hombre merecía prisión por haber recibido un apartamento dúplex (que luego, reformas mediante, fue tríplex) en el edificio Solaris del balneario de Guarujá, ubicado en el litoral de San Pablo. El regalo habría provenido de la constructora OAS, como parte de una coima por obtener contratos con Petrobras. Tanto Lula como la empresa siempre negaron la acusación, pero Moro es un hombre de convicciones firmes, así que marche preso. El TRF4 Los primeros días de este año, Caras y Caretas publicó una nota titulada ‘Una censura disfrazada de condena’. Allí se daba cuenta de que era difícil que Lula saliera airoso porque el lugar a donde había ido a parar la apelación, la 8ª Sala del Tribunal Regional Federal de la 4ª Región de Porto Alegre, compuesto por los jueces João Pedro Gebran Neto (relator), Leandro Paulsen y Víctor Luiz dos Santos Laus, se caracterizaba por su dureza, demostrada en que por el caso Lava Jato, las condenas de Moro sumaban 398 años, pero ascendían a 487 años cuando las tomaba este tribunal. También decíamos que “Gebran, Paulsen y Laus son lentos y sus sentencias suelen demorar una media de 410 días (un año, un mes y 15 días). Sin embargo, todo Brasil asegura que en este caso la demora no existirá. La razón es obvia: de esta sentencia depende que Lula pueda ser candidato en las presidenciales de octubre de 2018. Y las malas lenguas aseguran que al poder eso no le sirve. Es que los resultados de las distintas encuestas marcan que el exmetalúrgico devenido en expresidente es quien corre con más chance de ganar las elecciones. La encuesta más pesimista le da 34% de votos en la primera vuelta y poco más de 50% en la segunda, independientemente del contrincante que tenga”. Que Moro admitiera que no tenía pruebas, es una cosa. Que el TRF4 no tome en cuenta que las “pruebas” marcan que Lula visitó el apartamento de Guarujá en 2014, cuando ya no era presidente, es otra. Porque en la apelación el acusado se juega todo, y si las pocas pruebas que tienen los jueces deslindan a una persona del crimen (el argumento de la defensa es que no se puede decir que el apartamento estaba asociado al cargo que ocupaba Lula porque él ya no era presidente) y no las tienen en cuenta, es grave. Y más grave aun es cuando el propio Gebran Neto dice que “no juzgamos al hombre, juzgamos los hechos”. Paulsen, por su parte, afirmó que “hay elementos de sobra que demuestran que Lula incurrió en los crímenes que se le imputan de manera libre y consciente, los ayudó a viabilizar y a perpetuar”. También aseguró que Lula tuvo grandes ganancias políticas en el esquema de corrupción estatal y no sólo la ventaja personal del tríplex. Posibilidades para Lula La votación del TRF4 fue unánime y eso es muy importante a la hora de las posibilidades que tiene Lula de ser candidato, porque el margen de maniobra se acorta. Conocida la condena, medios brasileños consultaron a juristas que, más allá de alguna duda inicial, concordaban en que el camino que debe recorrer la defensa de Lula es presentar un recurso al Supremo Tribunal de Justicia (STJ) y un recurso extraordinario al Supremo Tribunal Federal (STF). Otro de los problemas que generó la sentencia desfavorable, es que el Partido de los Trabajadores se queda sin candidato. A pesar de que el exmandatario dijera que se presentará igual, lo cierto es que todo es incierto. De hecho, algunos aliados del PT ya comenzaron a expresar su descontento y están viendo si pueden formar un movimiento independiente. Mientras tanto, ante el riesgo de quedar aislados, el PT apuesta rápidamente a su estrategia: nombrar a Lula candidato y ver qué pasa.
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