El miércoles por novena vez desde que es ministro del Interior, Eduardo Bonomi fue interpelado. La tarea inquisitoria corrió por cuenta del senador Pedro Bordaberry. Si en instancias anteriores, Bonomi y su grupo de asesores llegaron al Palacio Legislativo impertérritos pero mansos, esta vez lo hicieron irónicos y dispuestos a atacar. Bordaberry, en cambio, fiel a su estilo, pegó duro desde el vamos, asegurando que el Frente Amplio asumió el gobierno sin estar preparado en los temas de seguridad, se quejó de que Bonomi con su reforma haya dejado de lado 200 años de experiencia en materia de seguridad y argumentó en la necesidad urgente de un cambio en la cartera. Lo que fue La oratoria del ministro comenzó confundiendo: “Esta interpelación de hoy es una despedida. Y elegí este lugar para decirlo por primera vez. Me parecía de orden hacerlo y no anunciarlo antes en los medios de comunicación. Y confieso que he meditado mucho estas palabras, en particular en los últimos meses, porque así siento esta instancia de hoy. Y entiendo el contexto de esta convocatoria en esa necesidad humana de decir ‘hasta acá llego’. Y aunque no me gusta ni comulgo con el clima generado en torno a esta instancia de hoy […] hago el esfuerzo por comprender la motivación final de la misma. La democracia necesita intercambio fundamentado de ideas, pero algunos se han abrazado al malhumor y escriben el réquiem del debate con sus actitudes y estilos. Y si de algo sabe el senador interpelante, es sobre réquiem. Yo diría que sabe y mucho. Y más, es protagonista activo de varios. Ser protagonista en forma simultánea del réquiem del sector político y del debate tolerante en el Uruguay es un doble legado que no muchos pueden mostrar. Haber logrado, con su actitud y forma de hacer política, ubicar a su partido en la mínima expresión electoral de toda la historia es, sin dudas, una expresión inequívoca de una desarrollada capacidad de ser protagonista de una secuencia exitosa de réquiem en diversas áreas. Esta interpelación de hoy es una despedida, y así lo asumo. Es algo que prefigura el inicio de un fin de un ciclo. Por eso siento que hoy, 18 de abril, se comienza a cerrar un ciclo en el que observo posible que se pueda dejar la confrontación, la discusión agresiva, la descalificación personal por encima de los argumentos, el grito y el enojo. Al menos, eso espero por el bien del país y de los uruguayos que necesitan que el debate sobre la seguridad tenga la tranquilidad de espíritu necesaria para llevarlo adelante, que aleje la mentira, el engaño, las medias verdades y el grito tribunero para dar paso a la sensatez, la tolerancia, el respeto y el tono responsable que los uruguayos queremos. De todas maneras, reitero que esta interpelación de hoy es una despedida. Y así la entiendo. De alguna forma se acerca el fin de una etapa, larga y trabajosa, con algún éxito y muchas derrotas, con aciertos y muchos errores, pero el tiempo es justiciero y pone cada cosa en su lugar. Las peores despedidas son esas que no se dijeron por eso, esta despedida es diferente. Esta es pública y en el Parlamento. Despedida que se vincula a la necesidad de protagonismo para decir ‘existo, aquí estoy’, a pesar de que ya tiene escrita la letra del réquiem hace un tiempo. Por eso he dicho que esta interpelación de hoy es una despedida. Es la despedida de quien anunció que se retira de la política pública, tal vez porque advierte que el rencor, la mentira reiterada, la información tergiversada y la demolición no son los elementos necesarios para construir un país mejor. Es la despedida pública de quien está dispuesto a incinerarse en una hoguera de mentiras”. A esa altura ya todos sabían de qué se trataba y por las redes comenzó a circular el hashtag #DespedidaDePedro. Lo que vendrá Con los roles delimitados, la Cámara de Senadores se dividió en dos grupos tan homogéneos como distantes: por un lado, quienes defendían la gestión; por el otro, quienes la atacaban. De las dos cosas hubo a troche y moche. Doce horas, para ser más exactos. ¿Propuestas? Unas pocas del senador Larrañaga, resumibles en más represión. El final fue el esperado: la bancada oficialista defendió la gestión en general y al ministro Bonomi en particular; la oposición pidió censura, a pesar de saber que no cuenta con los votos para lograrla. La declaratoria firmada por los opositores, con excepción del senador Pablo Mieres, consta de seis puntos: “Que el país atraviesa una crisis de inseguridad pública, responsabilidad del fracaso absoluto de la gestión del ministro del Interior y del presidente de la República, que la ha ratificado; que están en juego las libertades individuales que son violadas por el clima de violencia desatado por el delito y que el ministro del Interior ha sido incapaz de controlar; que el fracaso de la gestión en el Ministerio del Interior creó un clima de impunidad que alienta al delito y la violencia; que la oposición concurrió durante el año 2016 a las reuniones en la Torre Ejecutiva convocadas por el presidente de la República, ámbito en el que propusimos decenas de iniciativas y se nos prometió un cambio de rumbo en las políticas de seguridad, y desde allí a aquí no sólo no cambió el rumbo, empeoró; las respuestas de Eduardo Bonomi han sido insatisfactorias, son graves y negadoras de la penosa realidad de inseguridad que se vive; por tanto, su continuidad en el cargo lo único que garantiza es la continuidad de políticas que son un rotundo fracaso; ante las insatisfactorias respuestas del ministro del Interior, solicitamos la censura de las fracasadas políticas de seguridad pública y del ministro del Interior, de acuerdo a lo dispuesto en el artículo 147 de la Constitución de la República”. El martes 24 a las 9.30 será la sesión para tratar la solicitud de censura. La Constitución dice que cuando se presentan mociones en tal sentido, la cámara en la que se formule debe ser convocada en un plazo no inferior a las 48 horas. La moción deberá ser aprobada por mayoría simple en el Senado y todos saben que la oposición no cuenta con los votos. Sin embargo, miembros de la oposición aseguran que tienen posibilidades de crear una fisura en la bancada oficialista. Difícil que el chancho chifle.
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