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Caída sin pompa de Lacalle Pou

Andrés Coplemayer.

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Las fuertes movidas políticas de este enero caliente son consecuencia del proceso de reconfiguración ideológica y partidaria iniciado cuando el Frente Amplio llegó por primera vez al poder.

Seregni fue casi el único dirigente político en anticipar que la reforma constitucional de 1996 y el balotaje llevarían al FA al gobierno nacional, inaugurando un nuevo bipartidismo. Los cerebros de la reforma, diseñada para perpetuar la alianza histórica de los partidos tradicionales en el poder, creyeron que el triunfo del FA en 2004 fue casual. Fieles a su autismo omnipotente, lo interpretaron como un fruto mocho de la historia, injertado por la crisis de 2002. En su paraplejia ideológica, murmuraban que la izquierda revoltosa sólo duraría un período en el poder. Se los tragó la historia. El año 2016 augura consolidar dos bloques políticos e ideológicos con múltiples partidos, en donde la cuestión será optar entre propuestas de izquierda o de derecha. La lucha de clases, y elegir entre socialismo o liberalismo, ya no se podrán disfrazar con el maniqueo eslogan de «continuidad versus cambio».

El crecimiento de Lacalle Pou duró poco. Lo frenó Tabaré Vázquez en plena campaña electoral, al bautizarlo “pompa de jabón”. Uruguay perdona casi todo a los políticos, menos la corrupción y el ridículo. Y si el apodo prendió en la gente, es porque olieron humo. Lacalle Pou detuvo el crecimiento del Partido Nacional logrado por Larrañaga y votó casi igual que su padre en la última elección. Sin embargo, fue líder de la oposición, hasta que sus pares de la derecha le recordaron que el traje le queda grande. En plena soledad existencial, una vez más, «Junior» cambió de monta. Dejó de lado el «sanateo» de estadista probo, inútilmente sobreactuado para lograr que Tabaré lo recibiera, mimara y legitimara como jefe de la oposición. Los disparates sobre usar las reservas en la actual coyuntura económica y pedir reciclar militares en empresas constructoras viales desbordaron el vaso de la ubicuidad. Sus ideas inconsistentes peregrinan en el olvido de una sola golondrina que no hizo verano. Ni siquiera fueron audaces. Carecieron de la reserva moral y la sensibilidad social de Tortorelli, que en los 40 propuso colocar canillas con leche en todas las esquinas. Porque para proponer “locuras” también se necesitan vocación y actitud. De lo contrario, nadie te cree. Desesperado ante la crecida de Novick, «Junior» rompió el silencio sobre su contrincante y ventiló públicamente detalles de una supuesta conversación privada con el empresario. En esa juntada, confesada a contrapelo y tarde, Lacalle Pou habría impulsado a Novick como presidenciable. El líder de la concertación le pagó con la misma moneda, y respondió con un profundo y prolongado silencio. No quiere ni necesita su padrinazgo para pujar por la presidencia. En el proyecto “Cambiemos” versión charrúa ya son varios los que compiten por acaudillar la derecha. El FA ha dejado de pestañear. Advierte el peligro de perder todas las conquistas sociales alcanzadas si en 2019 ganan los «neoconcertados», con el apoyo incondicional e interesado de los dueños de las mayores empresas multimedia de la comunicación. «Junior» igual siguió buscándole la vuelta a su suerte y se arrimó a Verónica Alonso. Senadora aliancista que, con su legión evangelista, es la única legisladora de la oposición que tiene una actitud constructiva. Cuando valora la iniciativa, apoya al gobierno y acuerda en temas que son políticas de Estado. Sabe escuchar el reclamo popular sobre qué espera el ciudadano de la oposición. Alonso es la única que tiene línea directa con Tabaré, y también la única voz, fuera del Herrerismo, que reconoce a «Junior» como líder de la oposición por mandato de urna. Pero este coqueteo resultó otro tiro por la culata, que averió aun más la ya maltrecha tabla de surf de Lacalle Pou. Incomodó a Verónica, desnudó su inseguridad al clamar que lo ratifiquen como uno, e hizo enojar a Larrañaga y todo su grupo. Gandini, sin olvido ni perdón, recordando a Wilson, le espetó: “Jefe hay uno solo y sigue marcando el camino. En este y todos los días tus militantes decimos PRESENTE”. Pero el certificado de inexistencia total como líder se lo volvió a dar Tabaré, con esos gestos minimalistas propios de su astucia política, que sepultan cualquier pretensión de trascender. De un plumazo, se jopeó a las autoridades y líderes partidarios de derecha, muy ocupados en incendiar las praderas de todos, y convocó sólo a los ex presidentes para definir la búsqueda de petróleo como política de Estado. No fue en nombre del hijo ni del Espíritu Santo. El presidente citó directo a papá Lacalle y dejó a «Junior» en casa, sin bandera, agarrado del mástil. Como nadie le dio vela en el entierro, un día antes de la reunión de Tabaré con los ex presidentes, «Junior» propuso públicamente crear un fondo de inversión con la renta del petróleo que todavía no existe, repitiendo como un loro una herramienta que ya previó Ancap por decreto. Como en política lo que natura y la vida no dan, las herencias no prestan, lo mejor que le puede pasar al Partido Nacional y a Lacalle Pou es que éste abandone su pretensión presidencial antes de que la gente se olvide de él o de que hunda a su partido. Nada le funcionó. La gente no confió en la positiva, detesta el cuanto peor mejor y no le ve paño para jugar de estadista ilustrado. No fue valiente y perdió su chance. Se la creyó y no lideró una oposición madura y responsable, promotora de políticas de Estado, que es lo que la gente esperaba. Ahora es tarde y hay otros que empujan.

Mientras «Junior» decide qué hacer, el FA deberá dirimir sus entuertos en las elecciones de mayo y empezar a trabajar para la gran batalla política que se viene, y para garantizar gobernabilidad. Los comicios de 2019 serán transparentes y desencriptados, ya que no se negará más la histórica lucha de clases y el elector tendrá opciones claras para votar.

En apenas 45 años, la artiguista “colcha de retazos” lleva once de gobierno nacional y aun más de gobiernos departamentales. Este nuevo aniversario del FA coincide con el festejo de los 100 años del nacimiento de Liber Seregni. El General, presente una vez más, nos recordará, nuevamente, que primero están siempre el país y su gente, luego la fuerza política, después el movimiento o el sector, y allá, muy lejos, la suerte personal. Justo en aquella esquina donde cayó el avión. El tiempo no para y el futuro no espera. De nosotros depende seguir navegando. Por suerte.

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