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Política

Carancheando

Por Enrique Ortega Salinas.

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Caras y Caretas Diario

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«Nosotros no entendemos la política desde el odio y desde el miedo, no la entendemos desde el agravio y el insulto».

Luis Lacalle Pou, durante la campaña electoral de 2019.

 

Esta frase ha sido una de las tantas mentiras electorales del actual presidente. En menos de 15 meses ha dejado claros varios puntos, de los cuales destacamos:

-Que mintió al prometer que se haría cargo.

-Que ha usado el poder para beneficiar a sus amigos personales y devolver favores políticos.

-Que ha usado el dinero ajeno para lujos también personales que si bien la ley no prohíbe, el más mínimo sentido ético sí.

-Que mintió al prometer no subir las tarifas.

-Que mintió al prometer no subir los impuestos.

-Que mintió al prometer que nos daría “los mejores cinco años” de nuestras vidas.

-Que mintió al prometer que la sede del Mides estaría en Casavalle.

Ya es indiscutible que no se hace cargo de nada (la culpa es siempre del covid, del Frente Amplio y de Maduro), que saca dinero del Estado para que le atiendan como un emperador en la casa presidencial, con peluqueras, maquilladoras y niñeras, sin olvidar extraer 47.000 pesos mensuales para atender a la mascota presidencial y hasta haciendo que los uruguayos le paguen los gastos de comida de su familia.

En cuanto a los favores, ya hemos escrito sobre las escandalosas adjudicaciones a las “fundaciones” A Ganar y Uruguay Adelante. En agosto de 2020, el MI, mediante una licitación que quedó convenientemente trunca, decidió comprar en forma directa 55 vehículos todoterreno a la empresa Ayax SA, dirigida por un amigo de Luis Lacalle Pou.

 

Caranchos

Las descalificaciones y presiones contra quienes piensan diferente se han realizado de múltiples maneras, tanto por intermedio de personas de bajísimo nivel (caso de los senadores Nicolás Da Silva y Graciela Bianchi), como de la “prensa amiga” y del propio presidente, quien ha tildado de caranchos a los voceros de la oposición, de la ciencia y la cultura.

El punto es que muchos intentan que asuma su cuota parte de responsabilidad por no atreverse a tomar medidas que, si bien no hubieran podido evitar todas las muertes, por lo menos hubieran evitado que llegáramos al primer lugar en el mundo en muertes por cada millón de habitantes.

Ahora, si caranchear es aprovechar una tragedia y arrojar los muertos en la cara a los gobernantes, le recordamos al presidente que eso, exactamente eso, fue lo que hicieron ellos cuando fueron oposición durante 15 años. Si para muestra basta un botón, recordemos el tuit que Álvaro Delgado, hoy secretario de la Presidencia, publicó el 3 de agosto de 2011: “Quién se hace cargo de los muertos por la delincuencia. ¡Por favor! Asuman su responsabilidad y garanticen la seguridad de la gente”.

El hecho es que después de pasar sembrando dudas y bombardear con mentiras y calumnias un día sí y otro también durante los tres períodos de gobierno del Frente Amplio, hoy no aguantan nada y lloran por cualquier cosa en vez de dedicarse a hacer las cosas bien. Hicieron un escándalo por una nota de Deutsche Welle sobre la libertad de prensa en Uruguay, llegando al extremo de una declaración parlamentaria que muchos agradecemos, ya que, si la hubieran dejado pasar, la mayoría de los uruguayos no se hubieran enterado del informe.

En tanto, la prensa amiga colabora. La mayoría de los panelistas de Polémica en el bar son de derecha, los cuales, además, acaparan el 90% del tiempo en el uso de la palabra. Así no vale, querido Piñe.

También colabora alguna empresa encuestadora; pero ahora que sabemos que la directora de Cifra, Mariana Pomiés, se asoció con la excandidata a intendente de Montevideo Laura Raffo para la creación del Centro de Estudios Metropolitano Andrés Abt, todo cierra.

Más claro lo explicaba Jorge Cafrune con sus Coplas del Payador Perseguido.

“Y si me siento alabar

Me voy yendo despacito,

Pero aquel que es compadrito

Paga pa’ hacerse nombrar”.

El gobierno ha largado a todos sus mastines con un objetivo claro: destrozar a los gremios y a Carolina Cosse. Hay que encontrar algo, cualquier cosa, en Gas Sayago, en el Mides, en el Antel Arena o donde cuadre. La consigna es destruir la imagen de los representantes de los trabajadores para que a los trabajadores no se les ocurra votar a otros que no sean sus amos, como ya lo hicieron. Que el humilde vote al poderoso y jamás a un compañero. Lo cierto es que hasta ahora les ha funcionado la estrategia y aquellos que en su arrogancia creen “que es extravagancia que su peón viva mejor”, aunque gracias al peón es que ellos tienen estancia, hoy están en el poder.

Antes nos decían focas; ahora nos dicen caranchos. Mil gracias por el elogio. El carancho no tiene la mejor prensa; pero Wikipedia desmiente que sea un ave básicamente carroñera, a la vez que mi amigo Daniel Nacielle me ha ilustrado: “El carancho controla plagas, por ejemplo, de ratas; por eso las ratas le temen”.

 

Más allá de las fronteras del ridículo

Al hallazgo del café vencido, ahora se suman otras perlas aportadas por lo que ellos denominan “auditorías imparciales e independientes”.

Antes de pasar a la cereza sobre la torta, recordemos que una de las empresas contratadas por el gobierno para devolver apoyos durante la campaña electoral, fue Ecovis, del contador Marcelo Caiafa, auditora del Antel Arena. En setiembre, el Directorio de Antel resolvió adjudicar la auditoría a este reconocido militante nacionalista. La cifra cobrada por esta misión (hallar algo con qué mellar la imagen de Carolina Cosse) será $ 1.708.000. Tan imparcial e independiente es Marcelo Caiafa que el 26 de marzo publicó un tuit que decía: “Excelente como viene actuando el gobierno, esta crisis sirvió para desnudar lo que dejaron 15 años de mayorías parlamentarias y autoritarismo. ¡Un equipo que se hace cargo! Orgulloso de ser blanco”.

Quedando claro que nada serio y objetivo podemos esperar de la empresa de un blanco contratado por blancos para frenar la candidatura presidencial de Carolina Cosse, mellando la excelente imagen que tiene ante la opinión pública, pasemos a la designada para auditar Gas Sayago. Pese a que prefiero esperar las actuaciones del Poder Judicial, lo que denunció Raúl Sendic sobre la empresa auditora PwC no tiene desperdicio. Un equipo “serio” de “profesionales” que cobran al Estado U$S 300.000 por una auditoría que denuncia que dentro de los gastos de Gas Sayago figuraban U$S 110 por clases de piano, lo cual, obviamente, escandalizó a todo el país, de izquierda a derecha. El diario El País, con indisimulado entusiasmo tituló: “Auditoría de Gas Sayago develó gastos en viajes, maestrías, frutos secos y clases de piano”.

La verdad es que el equipo que el director de UTE Felipe Algorta califica como “serio” ni siquiera se tomó la molestia de averiguar bien y confundió una membresía de clases de piano con una membresía de Pianc, una organización internacional especializada en monitorear el manejo de buques e instalaciones portuarias. Algorta defiende el trabajo de la consultora afirmando que “es evidente que un gasto de 110 dólares en realidad no es el foco de este asunto”. De acuerdo; pero entonces, ¿por qué lo tiraron a la prensa como uno de los grandes hallazgos? ¿Ahora intentan minimizar lo que antes magnificaron?

No discutiré si hubo errores de cálculo sobre la viabilidad del proyecto; pero que nadie me discuta la falta de seriedad de estas auditorías encargadas por blancos, manejadas por blancos, pagadas por blancos y orientadas a satisfacer los objetivos políticos de los blancos.

Por otra parte, quienes rodean al presidente continúan haciendo lo que mejor saben hacer  los herreristas. La senadora Carmen Asiaín (que ocupó la banca cuando Luis Lacalle asumió la presidencia), de acuerdo a lo informado por Búsqueda, tiene bonos de empresas que compiten o hacen negocios con Ancap. Esto no sería nada demasiado escandaloso si no fuera por el detalle de que su esposo es el secretario general de la empresa estatal. “La cartera de inversiones que maneja la senadora abarca principalmente empresas del sector combustibles y del cemento, dos de las áreas centrales en los negocios de Ancap”, señala el semanario.

También la militancia multicolor, desde puestos relevantes de la sociedad, hace sus aportes a esta cadena de bochornos. Diego Borsani, presidente del Rotary Club de Paysandú y la Agencia de Desarrollo del departamento, tras enterarse de la multa que pagaría el Partido Nacional por violar el protocolo sanitario durante el velatorio de Jorge Larrañaga, escribió en Facebook: «A estos comunistas les sirve cualquier cosa para agarrarse, y la marcha de las tortas el 8 de marzo tampoco, dijeron nada, todo lo que es izquierda no dicen nada, pero la derecha hace algo y ya saltan y los 800 millones que se robó Sendic”.

La enmienda fue peor que el soneto. Al disculparse, por intermedio de El Telégrafo, negó ser homofóbico y afirmó ser apolítico.

¿Por qué los homofóbicos y derechistas niegan serlo? Vamos. Solo quien desprecia a las personas gays las denomina como él lo hace. Además, si es apolítico, no entiendo por qué se siente afectado y dice: “Usé mi Facebook personal en una conversación en la que se decía que nos iban a cobrar una multa por el entierro de Larrañaga”. Ese “nos” lo dice todo.

Llama la atención que una institución de enorme prestigio internacional como el Rotary tenga a semejante sujeto de presidente en Paysandú.

Pero por si todo esto fuera poco, la senadora Graciela Bianchi le recordó a los uruguayos que sobre ellos pende una espada de Damocles, ya que puede llegar a ocupar la presidencia. Soy agnóstico; pero invito a todos los caranchos amigos a realizar una cadena de oración por la salud de Luis y Beatriz y que el Altísimo nos encuentre confesados en caso de que tal amenaza se convierta en realidad, porque, créanme, que un Jair Bolsonaro nos parecerá un Mahatma Gandhi al lado de lo que sería nuestra Elisa Carrió.

En fin, seguiremos carancheando, o sea, cumpliendo nuestra función de controlar las plagas.

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