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Educación

¿Alguien sabe qué es la laicidad?

El valor vareliano de laicidad se erige como bandera fundamental de la democracia en Uruguay. Su aceptación total no impide, sin embargo, que el significante viva en disputa.

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El Consejo de Educación Secundaria (CES) prohibió el uso de tapabocas con el lema #EducarnoLUCrar, que eran vendidos por la Federación Nacional de Profesores de Secundaria (Fenapes), porque lo entendieron como violación al principio de laicidad.

La senadora por el Partido Nacional Graciela Bianchi, exdirectora del liceo Bauzá, defendió esta decisión y declaró: “Los centros educativos no serán más lugares de reclutamiento cultural, sino espacios de educación».

Desde Fenapes se manifestaron en contra de la prohibición del CES, que calificaron de “represiva”. Suspendieron el uso de tapabocas y evalúan presentar una denuncia ante la Institución Nacional de Derechos Humanos (Inddhh). Además, organizaron un paro para los primeros días de julio; la fecha variará de acuerdo al avance del proyecto de Ley de Urgente Consideración (LUC) en el Parlamento.

A raíz de este episodio se generó un choque de derechos garantizados en la legislación vigente: libertad de expresión, laicidad. El debate enfrentó el proselitismo con la censura. Las distintas voces referentes que opinaron sobre el tema dejan claro que esto se resuelve en el campo de la interpretación.

 

¿Qué decimos cuando decimos laicidad?

Laicidad, una bandera vareliana que casi todas las personas parecemos estar de acuerdo en levantar, salvo quienes militan para que el Estado deje de ser secular (sí, existen). Laicidad, una suerte de valor fundamental de la democracia uruguaya que aparece como absoluto, indiscutible e inviolable; un concepto, sin embargo, cuya significación vive en disputa.

“Los uruguayos, principalmente, tenemos una idea de laicidad muy arraigada, que conforma tan fuertemente el relato acerca de lo que somos que la hemos naturalizado”, afirmó la doctora en Filosofía Andrea Díaz Genis en el artículo ‘¿Qué le cabe a la laicidad?’, publicado en la diaria. “Por eso nos parece que nuestra forma de vivenciar y entender la laicidad es la única, cuando hay múltiples formas y diferentes expresiones, según los países, regiones, momentos históricos y contextos”.

Antes de sumergirnos en cualquier discusión, es necesario, entonces, tener una base común: definir de qué hablamos cuando hablamos de laicidad.

En el Diccionario de la Real Academia Española, “laicidad” es un ‘principio que establece la separación entre la sociedad civil y la sociedad religiosa’ y también ‘condición de laico’. Veamos entonces “laico” en el DRAE: ‘Que no tiene órdenes clericales’ o ‘independiente de cualquier organización o confesión religiosa’. Está claro que el término está asociado a la relación entre el Estado y las religiones.

El artículo 5 de la Constitución nacional establece que “todos los cultos religiosos son libres en Uruguay. El Estado no sostiene religión alguna”. Hay una discusión abierta entre quienes interpretan esto de forma negativa, es decir, el Estado debe ser neutral frente a las religiones, y quienes aseguran que el Estado tiene que incentivar de alguna forma todas las religiones.

Esta diferencia la explicó en 2016 el diputado Ope Pasquet, argumentando en contra de la postura positiva: “Ese concepto de la laicidad positiva no es de recibo en nuestro derecho constitucional; está reñido con el texto clarísimo del artículo 5°. La Carta dice que el Estado no sostiene religión alguna, no que sostiene a todas por igual”.

Queda claro, al ver las discusiones que se han dado en Uruguay, sobre todo en materia de educación, que la laicidad no se esgrime solo en relación a las religiones, sino que se extiende su influencia hacia cualquier postura de pensamiento. Se equipara laicidad con libertad y antidogmatismo.

 

Si todo es proselitismo…

Díaz Genis aseguró en el artículo ya citado: “No hay educación que no sea política, si por político se entiende la toma de posición frente a los hechos o asuntos que le competen a un ciudadano, algo que no puede confundirse con adoctrinamiento ni con proselitismo o propaganda”.

Proselitismo, un concepto que ha resonado estos días como antónimo de laicidad. El relator especial para la libertad de expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), Edison Lanza, dijo que Uruguay “bordea la censura” con la acción del CES porque prohibir a docentes y estudiantes adolescentes expresarse sobre temas de interés público “es impedir el derecho de expresar demandas e ideas”.

Gerardo Sotelo le contestó a Lanza: “El artículo 58 de la Constitución prohíbe el proselitismo ‘de cualquier especie’ en la función pública. Buscar prosélitos contra un proyecto de ley, indubitablemente, es una de ellas. El artículo 58 busca garantizar la neutralidad del espacio público, sin la cual no hay libertad de expresión posible”. Neutralidad, la concepción negativa de laicidad de la que habló Pasquet.

¿Qué es, entonces, proselitismo? ¿Es antónimo de laicidad? Según el DRAE, es ‘celo de ganar prosélitos’. Prosélito es, a su vez, una ‘persona incorporada a una religión’ o un ‘partidario que se gana para una facción, parcialidad o doctrina’. Esta definición excede el ámbito religioso.

Gustavo Gómez, director de Observacom, aseguró en Twitter que si entendemos de forma absoluta el proselitismo, entonces ir a un centro educativo con el adhesivo de un cuadro de fútbol en el termo también debería estar terminantemente prohibido. Y Lanza arguyó que el artículo 29 prohíbe la censura previa.

Así que cualquier persona que intente entender este tema puede llegar a la conclusión de que se trata, básicamente, de una disputa de conceptos y de la contraposición de derechos consagrados (o sea, una disputa de conceptos).

Si se entiende laicidad como neutralidad estatal sobre cualquier tema, habría que preguntarse cuáles son los parámetros para juzgarla. ¿En qué ámbitos, sobre qué temas?

Si se entiende proselitismo como celo de ganar partidarios, habría que preguntarse dónde está el límite entre opinar libremente y estar de alguna forma militando para ganar adhesiones a una idea.

Pensando específicamente en la educación: ¿es posible ser neutrales frente a la realidad y a la vez fomentar el pensamiento crítico? ¿Cómo se entienden las infancias y adolescencias? ¿Se abordan como seres pensantes capaces de contrastar o como personas que pueden ser manipuladas y adoctrinadas sin dificultad?

Los conceptos están planteados. La invitación es a reflexionar y contrastar antes de tomar postura, antes de decidir qué relato va a prosperar, qué antecedente nos quedará. Hay otra invitación que queremos extender, una que parte de la autorreflexión: demos espacio a las infancias y adolescencias a expresarse, no subestimemos su capacidad reflexiva, no les demos digerido lo que creemos que tienen que pensar o decir, fomentemos el intercambio respetuoso de ideas y percepciones para seguir sosteniendo los espacios de forma democrática.

 

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