El 9 de octubre, se cumplen 50 años del asesinato del Che Guevarra por las fuerzas del ejército boliviano. Fue arrestado, herido el 8 de octubre de 1967, y fusilado el otro día, por órdenes de la CIA, en la pared externa de una pequeña escuela rural, del pueblo de La Higuera, municipio de Valle Grande, Bolivia. Estuve allí en las celebraciones del 40 aniversario. No he podido entender cómo el Che se había entrado en esas montañas a 3, 4 mil metros de altura, despobladas, sin organización de masa para darle apoyo. Hoy, el lugar se ha detenido en el tiempo y la miseria en la región sigue igual. Incluso con un gobierno popular, podemos constatar que construir una sociedad igualitaria, justa, post-capitalista es una misión para décadas de acumulación de fuerzas del pueblo organizado. No basta con llegar al gobierno, como la izquierda se engañó. La imagen del Che y su legado también siempre fueron muy polémicos y manipulados por la izquierda y la derecha. A la izquierda, el estrago más grande fue la narración del francés Regis Debray, que difundió un libro equivocado, resumiendo las ideas del Che, a las acciones de heroísmo de un pequeño grupo de intemporados luchadores que adoptaron la táctica de la guerrilla para derrotar a los opresores. En ningún país sucedió eso, mucho menos en la victoria del pueblo cubano en 1959. El legado del Che es mucho más importante y por eso, pasados 50 años de su martirio, está presente en prácticamente todo el mundo y en todas las generaciones. El Che no fue un aventurero, guerrillero o héroe solitario. El Che vivió con coherencia, todos los días, las ideas que predicó, como declaró su hija en un documental. Pero además de la coherencia, su práctica de vida nos ha dejado muchos ejemplos. Defendió siempre la necesidad del estudio, para que la juventud, la militancia, todos, dominaran los conocimientos científicos, para poder resolver más rápido los problemas del pueblo y tener una vida más lúcida y digna para todos. Reiteraba a Martí, “¡Sólo el conocimiento libera verdaderamente a la gente!”. Defendió la vida sencilla y el espíritu de sacrificio entre los dirigentes. Ser el primero en la cola del trabajo y el último en la fila de los beneficios. Práctica que los dirigentes de partidos de izquierda abandonaron hace años. Defendió la solidaridad y el internacionalismo. “Es necesario indignarse contra cualquier injusticia, practicada contra cualquier persona, en cualquier parte del mundo. Si defendemos ese principio, entonces somos compañeros “, escribió a una guevarra uruguaya, que le preguntaba si eran parientes. Participó en la revolución cubana y ocupó todos los cargos posibles, comandante de las fuerzas armadas, ministro, presidente del Banco Central. Y aun así, optó por su vocación misionera y fue a actuar en el Congo, en África y luego en Bolivia. Ayudó a articular países y gobiernos populares en un frente antiimperialista, que resultó en la organización de la OSPAAL. En todas sus actividades y gestos, siempre fue un humanista. Y veía en el socialismo sólo un medio de las personas ser más justas, más iguales y más sabias. Defendió ideas polémicas en la construcción del socialismo cubano, buscando en la industrialización y en la independencia política la forma de resolver más rápido los problemas del pueblo. Sólo tenía 39 años cuando fue asesinado. Pero parece una vida de décadas. Por todo ello, es que la derecha, los capitalistas, le dedican tanto odio, porque saben que su legado seguirá influenciando a millones de jóvenes y trabajadores. Y un día sus ideas y prácticas serán hegemónicas. *Nota publicada en Cubadebate
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