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Editorial coronavirus |

Ante la pandemia del coronavirus

China demuestra su fortaleza

Por Alberto Grille

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Caras y Caretas Diario

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China y toda la humanidad, que la tiene como una de sus dos principales locomotoras económicas, afrontan un gravísimo problema.

Precisamente, la gran superpotencia emergente (que como dice Enrique Iglesias está protagonizando un «cambio de época» similar al de comienzos del siglo XX, cuando el Imperio Británico dejó paso a Estados Unidos), asombra al mundo con la sinceridad, fortaleza, equilibrio, método y rigor que viene demostrando en el combate del coronavirus.

La referida enfermedad fue detectada por primera vez en diciembre de 2019, y rápidamente denunciada universalmente por el presidente Xi Jinping como un «demonio».

El coronavirus puede provocar una enfermedad respiratoria aguda y neumonía grave en humanos y animales. Actualmente no hay ningún tratamiento específico aprobado oficialmente, pero se pueden utilizar los antivirales existentes. El 30 de enero de 2020 el Comité de Emergencias del Reglamento Sanitario ‎Internacional (2005) de la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró una emergencia de salud internacional.

El virus que se inició en Wuhan, en Hubei, provincia conocida por ser uno de los grandes polos industriales y poderoso  centro industrial y de transporte impulsado por el auge automotor en China, aún no ha sido controlado y se ha expandido a otras regiones de China y a lugares muy lejos de su epicentro.

Comparando con la epidemia del SARS (Severe Accurate Respiratory System) en 2003, esta epidemia es más severa porque, entre otras razones, China tiene una mucho mayor incidencia en la economía mundial .

“En la locomotora de la economía internacional -dice María Supervielle del portal Uruguay-China- está unos cuantos vagones más adelante y por lo tanto marcando ritmo. Entonces, el coronavirus es un problema que nos concierne a todos. Tambalean los vagones principales y tambaleamos todos».

La importancia de China en el mundo actual

Efectivamente, es como afirma María Supervielle. El «Imperio del Centro» (como siempre se llamó la actual República Popular China a sí misma) fue por siglos el mayor centro económico, social y cultural del mundo, sin alardes ni estridencias. Como dice Henry Kissinger en su libro sobre China, «Vivió por sí y para sí, porque (…) China es singular. No existe otro país que pueda reivindicar una civilización tan continuada en el tiempo, ni un vínculo tan estrecho con su pasado y con los principios clásicos de la estrategia y la habilidad política (mientras) otras naciones, entre las que se encuentra Estados Unidos, han reivindicado la pertinencia universal de sus valores e instituciones», lo que luego llamará «sentido misional». El exasesor de Seguridad Nacional y exsecretario de Estado republicano Henry Kissinger, que logró la hazaña diplomática de forjar una alianza tácita entre China y EEUU en 1972, expresa también que «los chinos han sido siempre hábiles practicantes de la realpolitik estudiosos de una doctrina estratégica claramente distinta de la estrategia y la diplomacia predominantes en Occidente».

Pero hubo cambios radicales en los últimos años.

Todo indica que finalizando la larga etapa del «crecimiento hacia adentro» (aún cuando China pasó a formar desde 1972 con Estados Unidos una alianza que a partir de la Gran Recesión, en 2009, pasó a ser el sostén y garante de la estabilidad  económica, política y militar del mundo), ha pasado a procurar incrementar su predominio mundial, seguramente estimulada por el retiro de Estados Unidos del juego geoestratégico de dominio global debido a las políticas del presidente Donald Trump.

Con una superficie de 9.596.960 km2, una población estimada de 1.394 millones de personas y un Producto Interno Bruto (PIB) estimado de US$ 25,5 billones, China es la segunda potencia política y la tercera militar del mundo. En 2018, el gasto militar de China (US$ 250.000 millones) sumado al de Estados Unidos (US$ 649.000 millones), representó el 50% del gasto militar total mundial.

Especial relevancia adquirió el megaproyecto que llamamos genéricamente Nueva Ruta de la Seda, y cuyo nombre oficial es la Iniciativa de la Franja y la Ruta, o Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda, o Belt and Road Initiative, lanzada en 2013 por el presidente de China, secretario general del Partido Comunista y titular del Comité Militar Central, Xi Jinping, el mandatario con mayor poder desde el fundador Mao Zedong, aunque Deng Xiao Ping, desde las sombras, haya trazado las vigas maestras de China como primer potencia global en la era de la globalización asimétrica capitalista.

Ahora bien, su PIB se estima en US$ 25,5 billones, creció «apenas» un 6,1% en 2019 y crecerá «apenas» 6,0% en 2020 según el último informe del Fondo Monetario Internacional (gracias a la batería de estímulos dispuesta por Xi Jinping y su primer ministro, que no se preocupan por la «austeridad» que vuelven a preconizar el FMI y el Banco Mundial), pero algunos pronósticos alarmistas afirmaron que entre la «guerra comercial» con EEUU -que no ha terminado- y la epidemia del coronavirus, que ha tenido grandes efectos sobre la producción, podría caer a 5% este año, lo cual constituiría una desgracia global.

En lo que nos atañe directamente, China Popular es el primer socio comercial y en inversiones de América Latina, y de Uruguay en particular.

¿Cuál fue la respuesta de China Popular?

El gobierno chino, con el presidente Xi Jinping a la cabeza (quien afirmó por cadena estatal que «este virus es un demonio y no podemos permitir que el demonio se esconda), se pusieron inmediatamente en lucha contra la epidemia, dispuso la cuarentena para más de 50 millones de personas, de las cuales 11 millones pertenecen a Wuhan.

Movilizó a todos los recursos sanitarios del país y a las Fuerzas Armadas (el Ejército de Liberación Popular) para adoptar las medidas del caso y construir las instalaciones sanitarias necesarias.

Ha tomado fama mundial la construcción del Hospital Huoshenshan de la ciudad china de Wuhan, que insumió solamente diez días, situado en una zona rural a 25 km de la ciudad; tiene una superficie de 34.000 m2, y en el que pueden atenderse 1.000 pacientes. Allí trabajarán 1.400 miembros del personal médico de las Fuerzas Armadas que también lucharon contra las epidemias del SARS y el ébola, según aprobó el presidente chino Xi Jinping, también presidente de la Comisión Militar Central.

El hospital se ha convertido en paradigma del «milagro chino» y del formidable esfuerzo en la lucha contra la enfermedad.

Además del hospital Huoshenshan, también se construye un segundo centro de salud llamado Leishenshan con capacidad para 1.500 personas, en un intento de aliviar el colapso que sufren los médicos de la ciudad.

El primer mandatario recibió personalmente al director de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom, en Beijing, dando la bienvenida a la colaboración solicitada a dicha institución.

Xi Jinping aseguró que China «reforzará la cooperación internacional» en la lucha contra el virus que se extendió por más de diez países asiáticos y llegó a América del Norte y Europa.

Al 11 de febrero, el gobierno chino informó que el número de muertos en China asciende a 1.016 y se diagnosticaron 42.638 contagios en todo el país.

En 2003, el SARS mató a 774 personas en todo el mundo.

Las agencias informan que la casi totalidad de la población se encuentra con medidas de cuarentena total o parcial, y las clases han sido suspendidas sin fecha.

«La reincorporación al trabajo este lunes en el país se hará de manera gradual, según ha subrayado el gobierno chino, para evitar riesgos de propagación de la enfermedad. La semana pasada ya habían vuelto los funcionarios y los trabajadores de sectores considerados “imprescindibles”, como las fábricas de mascarillas y otros materiales sanitarios protectores, entre otros. Las autoridades han recomendado a las empresas que permitan, en la medida de lo posible, el teletrabajo».

Pero muchas cadenas de valor internacionales se han detenido, como lo demuestra la paralización de actividades de Nissan en Japón, debido a la falta de insumos chinos.

Numerosas aerolíneas occidentales han suspendido sus vuelos a China, medida que no tiene precedentes desde los atentados terroristas a las Torres Gemelas. Lo mismo ocurre con los cruceros.

Resulta muy fácil advertir que “será más complicado hacer funcionar el modelo chino en el sistema global”, como se ha afirmado en Moscú.

Por eso agrega María Supervielle, desde el Portal China-Uruguay en el texto denominado «¡Si para China, paramos todos!»: «Primero hay que señalar que los efectos económicos que tendrá esta crisis son directamente proporcionales a la duración de la misma. Es decir, que la crisis será muy grave si el control se demora mucho. Y estamos aún en el medio de la tormenta como para poder evaluar y cuantificar los impactos reales que tendrá. Lo que es seguro es que estos impactos ya son globales, estemos lejos o no del lugar donde se originó del virus.

A pesar de que estamos ante una amenaza internacional, históricamente es sabido que cuando las crisis son de corta duración, los mercados y la economía en general se recuperan más rápido.

Entonces lo que está en juego aquí, entre otras variables, es la eficacia del sistema chino para controlarla, pero también y sin lugar a dudas la cooperación internacional para poder evitar que se llegue a un mayor desastre. Desde China llegan noticias de los máximos esfuerzos orientados en este sentido: la construcción de hospitales en pocos días, el envío de miles de médicos y de los profesionales más calificados al epicentro para intentar detener la propagación, ciudades clausuradas y fábricas cerradas con licencias forzadas.
China está, sin dudas y con conocimiento de causa, demostrando su profesionalismo, su agilidad y su voluntad para afrontar esta crisis desplegando su mayores y mejores recursos. Pero ¿será suficiente?
El coronavirus ya dejó de ser un tema chino. China está hoy, “por suerte”, y en este caso lo pongo muy entre comillas, expuesta al mundo. La globalización ha permeado sus fronteras, su gente, sus costumbres y su cultura.

No obstante, hay que remitirse a las lecturas que hemos hecho de la historia de la República Popular China para recordar que estas adversidades han sido enfrentadas muchas veces en su larga historia con valentía, generosidad y dignidad por el pueblo, el Partido Comunista, el Ejército Popular y el gobierno.

En la historia reciente, hace poco más de veinte años, China mereció por parte de Naciones Unidas el premio Sasakawa a la prevención de los desastres naturales.

El mismo fue concedido a raíz de las amplísimas acciones de tratamiento de la desastrosa crisis provocada por las inundaciones que provocaron los desbordes del río Yangtsé y otros ríos menores como el Nenjiang y el Songhua. Las mismas pusieron en peligro grandes ciudades y pequeños pueblos, la inmensa represa del Yangtsé, un centenar de diques y millones de vidas humanas. Sin embargo, a diferencia de las inundaciones de 1952, 45 años antes, esta vez no hubo hambre, ni epidemias ni pánico. Mucho había cambiado, pero no había cambiado la capacidad de sacrifico del pueblo chino, su valentía, su solidaridad y su sentido de responsabilidad. Curiosamente, una de las ciudades que se defendió con más heroicidad y tenacidad de las mencionadas inundaciones del Yangtsé del año 1998 fue Wuham, la ciudad que enfrenta al demoníaco Virus.

Un desafío para América Latina y para Uruguay

Agrega el mensaje del portal: «Los efectos inmediatos en China son ya de público conocimiento: un descenso en la actividad económica general causada por una desaceleración en el consumo de los hogares y también por una baja en el turismo en una época de intensa actividad por las vacaciones del año nuevo chino. Por otro lado, una caída en las bolsas generada por estos efectos, entre otros muchos más.

Y a nivel internacional: todos los rincones del planeta se ven afectados por la globalización y la interdependencia económica que existe hoy. Demanda, oferta, commodities, petróleo, decisiones a la hora de invertir, en fin, todos los indicadores se están viendo afectados por la gran incertidumbre generalizada generada por esta situación. ¡Sin duda nadie gana!

Entonces, propongo tomar conciencia de que este virus, que parece tan remoto, tocará de alguna manera u otra nuestra puerta en cualquier momento, si no lo ha hecho ya.

Ahora bien, ¿cómo nos plantemos acá en Sudamérica? Concretamente en Uruguay y Argentina cuyo principal socio comercial es China.

Este nuevo escenario desafía a nuestros nuevos gobiernos a repensar y quizás también redireccionar las estrategias transformando la crisis en nuevas oportunidades.
¡Lindo desafío que se suma para 2020!

Por lo pronto, además de los esfuerzos señalados, China ha respondido iluminando sus principales edificios con mensajes de aliento para Wuhan.

Los edificios más famosos de las principales ciudades chinas se han iluminado con mensajes de apoyo a Wuhan, los que responden: ‘¡Wuhan, sé fuerte! o ‘¡China, sé fuerte!’. Estos mensajes constituyen un espectáculo de luces que ha sustituido al tradicional Festival de los Faroles, la fiesta con la que se pone fin a las celebraciones del Año Nuevo Chino.

China Popular resiste, lo hace con eficiencia, con energía, con la fuerza y la dignidad con la que ha enfrentado otras adversidades a lo largo de su larguísima historia. Sin duda, tendrá al mundo entero a su lado.

La ciudad en donde las nubes son blancas y las grullas amarillas

Wuham es una inmensa ciudad a orillas del río Yantsé. Viven en ella 11.000.000 de habitantes y es considerada el centro político, económico, financiero, cultural y educativo de China central. Esta ciudad que tiene 3.500 años ha sido varias veces capital de  China.
Mao Zedong la describía como la ciudad “en donde las nubes son blancas y las grullas amarillas”. Es la capital de la provincia de Hubei, una provincia del tamaño de Uruguay en la que habitan 50.000.000 y una de las 22 provincias de la República Popular China.

La provincia queda en el centro de China y al norte del lago Dongtier. En ella, cerca de la capital, se ubica la represa y usina hidroeléctrica más grande del mundo, a la que se denominó de “las tres gargantas”.

Es conocida como la tierra del arroz y el pescado, productos que son la base de su economía junto al algodón y el trigo.

Las industrias metalúrgicas y automovilísticas, maquinarias y textiles también son fundamentales en su economía, así como la extracción de minerales como el hierro, el cobre, el oro, el manganeso, el fósforo y el bórax.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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