Henry Kissinger y Zbigniew Brzezinski, una vez fracasado el “sueño trilateral” de ambos sobre un nuevo orden económico mundial sostenido sobre EEUU, Europa y Japón, diseñaron otro fundado sobre Estados Unidos y China, que se desarrolló avasalladoramente entre 1974 y 2016, fecha en que la elección de Donald Trump trastocó -por ahora- el escenario geoestratégico del mundo. Lester Thurow (1938-2016, Ph.D. por Harvard, exdecano de la Escuela de Gerencia del MIT) señaló en su texto más conocido que “las guerras del siglo XXI serían eminentemente comerciales”. La sangre sigue corriendo en abundancia, pero el intercambio comercial orienta la geoestrategia de las grandes potencias. En el reciente 48º Foro Económico Mundial de Davos, que tuvo lugar en Suiza entre el 23 y el 26 de enero, la mayor reunión empresarial a nivel mundial (a la que asistieron, bajo el lema “Creando un mundo compartido en un mundo fracturado”, entre otros, los presidentes Emmanuel Macron, Theresa May, Angela Merkel, Mauricio Macri, Michel Temer, Justin Trudeau y Donald Trump), el tema principal dejó de ser el cambio climático, y aun la desigualdad (a la que dedicó insólitamente su discurso Christine Lagarde, directora gerente nominal del FMI, que ratificó la cifra brindada por Oxfam de que 1% de la población concentra 82% de la riqueza mundial), para pasar a ser directamente el comercio. Es que en un mundo en el cual Donald Trump decidió retirar a Estados Unidos (EEUU) de las que fueron sus zonas de influencia en la mayor estructura repúblico-imperial de la historia, China Popular avanza sobre América Latina y el Pacífico (ya tomó buena parte de África) y busca el predominio comercial, financiero, ideológico (ahora es el adalid del libre comercio, a pesar de su dumping y su trato a los derechos humanos, laborales y de propiedad intelectual) y militar del mundo. De esa forma busca sustituir la pax britannica, creada por Gran Bretaña circa 1830 y continuada por Estados Unidos con su pax americana, a partir de 1945, es decir, un orden mundial que giraba en torno a las potencias angloparlantes, con epicentro en EEUU y Europa, lo cual es resistido. Una de las principales decisiones “de pasillo” adoptadas en Davos fue, precisamente, que once países (Australia, Brunéi, Canadá, Chile, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam) acordaron firmar el 8 de marzo, en Chile, el Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (Cpttp por su sigla en inglés), o TPP-11, que sustituye el TPP (Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica; en inglés: Trans-Pacific Partnership, TPP), impulsado por Barack Obama, y del que Donald Trump, con su “America First”, retiró a EEUU. El Grupo de los 11 decidió seguir adelante, hasta que Trump, o su aislacionismo, o ambos, ya no estén al mando. China, bajo el férreo mando “imperial” de Xi Jinping, impulsa su versión de un gran acuerdo de libre comercio que una las dos márgenes del Pacífico con la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, por sus siglas en inglés), que comprendería a China, India, Japón, Australia, Brunéi, Camboya, Corea del Sur, Filipinas, Indonesia, Japón, Laos, Malasia, Myanmar, Nueva Zelanda, Singapur, Tailandia y Vietnam, y sería el mayor espacio socioeconómico global. Por eso el tema predominante fue el comercio puro, tanto que el representante chino más importante no fue un funcionario, sino Jack Ma, fundador y CEO del gigante Alibaba Group. Su discurso fue uno de los centros de la reunión. Su manifestación principal fue: “Considero que la globalización no puede ser detenida. Nadie puede detener la globalización ni el comercio mundial. Si el comercio se detiene, el mundo se detiene. Mantener el comercio es la manera de disolver los peligros de una guerra, de evitar las causas de una guerra […] Google, Facebook, Amazon y Alibaba somos las empresas más poderosas de este siglo. Pero también tenemos la responsabilidad de mantener un buen corazón y hacer algo bueno para el mundo”, afirmó el empresario. Esta lucha de titanes que se exhibió en Davos impacta directamente en Uruguay porque nuestros principales productos compiten con los gigantes territoriales y tecnológicos Australia y Nueva Zelanda, integrantes del Commonwealth, que tienen acuerdos de libre comercio (TLC) con China Popular, son impulsores del TPP-11 y del RCEP y, obviamente, tienen costos de flete y otros vinculados muchísimo menores que los de nuestro país. Eso sin contar que la Argentina de Macri está pronta a sumarse al TPP-11 vía un acuerdo con el Chile de Piñera, integrante, además, de la Alianza del Pacífico. Mientras tanto, Brasil, sumido en sus crisis política y económica, sigue sin pesar en el concierto mundial ni regional. La gravedad del dilema uruguayo se ve mejor en los datos de exportación. El drama uruguayo en cifras Según el Informe Anual de Comercio Exterior 2017 del Instituto de Promoción y Exportaciones Uruguay XXI, “las exportaciones uruguayas de bienes, incluyendo las realizadas desde zonas francas, totalizaron US$ 9.058 millones en 2017, lo que implicó un incremento de 9,2% respecto a 2016. Este es el mayor crecimiento desde 2011 y finaliza así un período de tres años de estancamiento de las ventas externas uruguayas”, agregando que “en 2017 se duplicó la exportación de energía eléctrica, superando US$ 141 millones. Si se incluye este rubro en el total de exportaciones, estas totalizarían US$ 9.200 millones, logrando así un crecimiento de 10% en el año”. Las exportaciones alcanzaron US$ 8.301 millones en 2016, con una caída de 7,3% respecto a 2015. En ese año, las ventas uruguayas de bienes al resto del mundo totalizaron US$ 8.967 millones, lo que implicó una reducción de 11,6% con respecto a 2014. Si tomamos los dos años, por lo tanto, la caída agregada fue de 19,8%, equivalente a una quinta parte. Es interesante destacar que en 2017 las exportaciones de bienes alcanzan a US$ 9.058 millones sobre un Producto Interno Bruto (PIB) total estimado de US$ 58.373 millones, o sea que representan apenas 15,52%, lo que destaca la gravitación del consumo interno en nuestra actividad económica, aumentando la importancia empírica -y no solamente de justicia, factores valederos por sí mismos- de los salarios y las jubilaciones en el desempeño nacional. El informe agrega que “según las proyecciones elaboradas por Uruguay XXI, las exportaciones uruguayas de bienes crecerían en el orden de 1,5% en 2018. La mejora en las perspectivas económicas regionales son las que generarían un mayor impulso del comercio uruguayo. En tanto, desde la economía mundial, la demanda y los precios de los commodities crecerían moderadamente”. Estos son los temas que precisamente están sometidos a incertidumbre y discusión, y sobre los cuales vamos a extendernos. Antes de pasar a más datos que sustenten las principales consideraciones, señalemos que el informe afirma que “las importaciones de bienes -sin considerar petróleo y derivados- alcanzaron US$ 7.395 millones, lo que representó un incremento de 1,4% en 2017. Los principales productos importados fueron los vehículos, vestimenta y calzado, plásticos, teléfonos celulares y productos farmacéuticos”. Entrando en materia, el documento consigna que “las exportaciones de soja, madera, celulosa y carne fueron las de mayor incidencia positiva en el crecimiento de 2017, mientras que las ventas de concentrado de bebidas y trigo registraron reducciones que tuvieron las mayores incidencias negativas en el año”. Según el informe, la carne bovina fue el producto más exportado en 2017, con ventas por US$ 1.517 millones (17% del total); en las que China tuvo una participación de 40% sobre el monto exportado y 52% sobre el volumen. La Unión Europea fue el segundo mercado destino, con 25% de las ventas, seguido de Estados Unidos con 13%. Las ventas de celulosa fueron de US$ 1.327 millones (15% del total) en 2017, ubicándose como segundo producto de exportación, seguido por las exportaciones de soja, que alcanzaron US$ 1.189 millones (13% del total) en 2017, creciendo 36% respecto a 2016. Dice el Informe de Uruguay XXI: “La extraordinaria cosecha 2016/2017, con registros récord de producción y rendimiento, fue lo que permitió lograr este aumento en las ventas, que se explicó por el incremento en los volúmenes exportados de 40% respecto a 2016. Por su parte, el precio promedio de exportación anual registró una disminución de 2%”. El texto señala que China adquiere más de 80% del total de soja. En cuarto lugar, las exportaciones de productos lácteos totalizaron US$ 591 millones (7% del total), creciendo 4% respecto a 2016. “La variación se explicó por un importante aumento de los precios de estos productos que en promedio aumentaron 25%. Por su parte, los volúmenes exportados disminuyeron 17%”. Las exportaciones de concentrado de bebidas alcanzaron a US$ 495 millones, 5% del total. En sexto lugar en ventas se situó el arroz, con US$ 447 millones, 5% del total. “El arroz registró un incremento de 3,5% respecto a 2016, explicado principalmente, por un aumento en los precios promedio de exportación de 3%. Perú fue el principal destino, con una participación de 26%, seguido de Brasil con una participación de 19%”. En séptimo lugar, las exportaciones de madera y subproductos ascendieron a US$ 329 millones (4% del total), “lo que implicó un incremento de 43% respecto al año anterior. China es el principal destino con una participación de 40%”. Siguen en octavo lugar el cuero, con US$ 244 millones (3%); productos farmacéuticos con US$ 240 millones (3%); subproductos cárnicos con US$ 251 millones (3%); lana y tejidos con US$ 211 millones (2%); ganado en pie con US$ 221 millones (2%); autopartes con US$ 200 millones (2%), plásticos con 197 millones (2%); y malta con US$ 184 millones, equivalente a 2% de las exportaciones totales. Como se ve, y mucho más comparando exportaciones con importaciones, es creciente la conocida tendencia a la primarización de la economía uruguaya. Se nos dirá que deciden los mercados mundiales y que el interés empresarial debe apuntar a donde haya demanda. Esto es tan cierto como que no hemos visto ningún intento serio de aumentar la planificación de la industrialización de nuestras principales producciones, y muchos menos concertarlo con los países de la región o con aquellos que nos sean afines, obsesión que dominó a las elites intelectuales y políticas de nuestro país a lo largo de muchos años de nuestra historia, y de la que aún tenemos hoy valiosos exponentes. Pero que Uruguay no puede más seguir manejándose con “cautela” y “atento a la inversión extranjera”, como si fueran las únicas formas de actuar en política y en economía, lo vemos en los conocidos datos siguientes, que, a la luz de lo expuesto en la primera parte, develan los peligros que nos acechan. Nuestros destinos comerciales y cómo mejorarlos Según el Informe Anual de 2017, China fue el principal destino de exportación en 2017, con 28% del total, US$ 2.549 millones en ventas y un crecimiento de 38% respecto a 2016. La soja fue el principal producto exportado con una participación de 39% en el monto total de las ventas a dicha nación, seguido de la carne bovina y la celulosa con participaciones respectivas de 24% y 22%. Brasil fue el segundo destino individual de exportación, con US$ 1.207 millones y 13% del total, pero si se considera la Unión Europea en su conjunto, las exportaciones hacia este destino totalizaron en 2017 US$ 1.453 millones, con 16% del total. EEUU se situó como cuarto destino de las exportaciones uruguayas con US$ 532 millones (6%); el quinto lugar lo ocupó Argentina, donde se vendieron US$ 515 millones (6%); seguidos de México con US$ 327 millones y Turquía con US$ 263 millones. Así es nuestro mundo a fines de 2017, amigos. Es decir, antes del TPP-11, del RCEP, de las decisiones que tomen Argentina y Brasil y antes de las subas de tasas que dispondrá la nueva Reserva Federal del Sr. Trump desde febrero. Tientos y diferencias El muy detallado Informe Anual de Uruguay XXI concluye con un capítulo titulado “Exportaciones crecerán en 2018”, en el que se afirma: “Para 2018 se espera que las exportaciones continúen creciendo, aunque a un menor ritmo. Según las proyecciones elaboradas por Uruguay XXI, las exportaciones uruguayas de bienes crecerían en el orden de 1,5% en 2018. Este crecimiento se sustentará en precios de los commodities estables, una región que continuará creciendo -a tasas moderadas- y una demanda mundial débil”. Agrega que “si bien la economía China se desacelerará levemente en 2018, seguirá siendo el principal destino de las exportaciones uruguayas”, y formula consideraciones sobre las reformas que se están llevando a cabo en dicha nación; afirma que “Uruguay se beneficiará con un aumento de las ventas de alimentos con mayor valor agregado (por ejemplo carne bovina) en los años venideros” y que, “además, China ha mostrado interés en nuevas iniciativas multilaterales, como la ‘nueva Ruta de la Seda’, que ampliarán su integración comercial y financiera con el resto del mundo”. Estas apreciaciones son correctas, como también que China exige un cada vez mayor grado de compromiso. No en vano este año visitó nuestro país durante tres días el canciller chino Wang Yi, que no es hombre de perder su tiempo. China está buscando la supremacía global y su instrumento es el RCEP o bien un TLC, sobre el que hemos leído atinados comentarios del Instituto Cuesta Duarte del Pit-Cnt en el sentido de que debe negociarse renglón por renglón, teniendo en cuenta las desastrosas consecuencias que puede tener una masiva invasión comercial como la que se registró durante el primer gobierno de Julio María Sanguinetti, que devastó nuestras industrias textil y del calzado, por citar solamente dos. En tal sentido, invitamos a releer las también muy atinadas reflexiones del historiador Gerardo Caetano. Continúa el Informe Anual: “La economía de Brasil -segundo socio comercial de Uruguay- logró en 2017 finalmente salir de una profunda recesión. Se prevé que en 2018 crezca a tasas cercanas a 2% y para 2019 las expectativas son incluso mejores. Por su parte, Argentina también retomó el crecimiento en 2017 y se espera que en 2018 el nivel de actividad aumente 3%, levemente por encima del año anterior”. No podemos compartir estas auspiciosas predicciones de Uruguay XXI sobre los dos gobiernos vecinos. Agrega que “se estima que la economía de EEUU continúe creciendo, más allá de los riesgos que podría implicar una política más proteccionista de Trump. Europa continúa atravesando una de las etapas de mayor incertidumbre política de su historia […] En síntesis, las perspectivas económicas regionales son las que generarían un mayor impulso del comercio de Uruguay en 2018. En tanto, desde la economía mundial, aunque las señales son mixtas, la demanda crecería moderadamente. Los precios de los commodities también crecerían moderadamente, contribuyendo a un aumento de las exportaciones en la mayoría de los rubros exportables del país”. Sin perjuicio de la reconocida solvencia técnica de Uruguay XXI, consideramos que el gobierno de Uruguay tiene por delante, y en lo inmediato, muy relevantes decisiones en función del proceso geoestratégico y comercial que se expuso con absoluta nitidez en el Foro de Davos. Uruguay deberá pronunciarse sobre acuerdos con China y la Unión Europea (su segundo socio comercial) y posicionarse de forma de coordinar -lo que parece más difícil pero también más atinado- o competir, lo que parece imposible, con países como Australia, Nueva Zelanda, Argentina y los integrantes de la Alianza del Pacífico, que todo indica que terminarán integrando el TPP-11, con EEUU (lo más probable a mediano plazo) o sin él. Lo único que no puede hacerse es no hacer nada y dejar que decidan por nosotros “la cautela” o las “fuerzas del mercado”, que ya sabemos lo que son. Una consideración final: todos los países mencionados son capitalistas (incluso podríamos hacer comparaciones sobre su “salvajismo” en la materia) y funcionan como tales: no hay solidaridad ideológica “socialista” o “progresista” de ninguna clase. No nos hagamos trampas a nosotros mismos, es decir, a nuestros hijos.
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