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El cincuentón quilombo interno

Por Leandro Grille.

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Oponer la suerte de la jubilación de los cincuentones al destino de los niños es una estrategia violenta. La ilación que infiere de un acto de reparación a trabajadores estafados, un perjuicio a los más débiles entre los débiles, fue pergeñada por expertos en culpabilizar a las víctimas y proteger a los victimarios. ¿De dónde salió esta feliz coincidencia entre el Ministerio de Economía, la OPP, las AFAP, JP Morgan, los blancos, los colorados, el semanario Búsqueda y el diario El País? ¿A quién le quieren vender que están todos compungidos con el efecto sobre el índice Gini? Lo primero que debe hacer el gobierno con el problema de los cincuentones es ofrecer una solución legal que les permita cobrar la misma jubilación que cobrarían por BPS. El motivo es muy simple: son decenas de miles de trabajadores que fueron obligados por el Estado a adherirse a un régimen previsional que los terminó estafando. No es verdad que estemos hablando de millonarios o de personas de altísimos ingresos que cobrarían sumas astronómicas de jubilación. Estamos hablando de trabajadores de sectores medios que están luchando porque se les reconozcan sus aportes reales y se les pague la jubilación que les corresponde. La oposición debería votar el proyecto de ley también. Quizá debería hacerlo en respetuoso silencio porque este drama lo provocaron ellos. Lo segundo que debe hacer el gobierno es reformar la seguridad social, restablecer el sistema de solidaridad intergeneracional para todos y suprimir las AFAP. Debe hacerlo ahora que toda la sociedad sabe que son una estafa. Ninguna operación de prensa ni las lenguas viperinas de los operadores del poder pueden desmontar en el corto plazo esa convicción general para la que abundan pruebas. Y hay que hacerlo cuanto antes, porque el problema que se produjo con los cincuentones va a pasar más adelante con los cuarentones y hasta con los treintañeros. Lo que está ocurriendo no es una consecuencia coyuntural de errores de implementación; es una bomba que sembraron con retardo para que el negociado de la reforma de la seguridad social pasara sin tanta resistencia. La intención fue joder a los más jóvenes, a los que estaban lo suficientemente lejos de la jubilación para que no les importara. Total, cuando uno tiene treinta y pocos años no está pensando en cuánto le van a joder la vejez los gobiernos neoliberales. La rebelión de Danilo Astori contra el proyecto del Poder Ejecutivo sobre los cincuentones por los costos acumulados a 50 años es insólita y extemporánea. El ministro es una figura principal de un gobierno que debatió el problema durante meses y alcanzó una propuesta acordada por el gabinete en pleno, incluyéndolo. Astori firmó el proyecto de ley. Eso no puede soslayarse ¿Cómo es posible que luego de que el proyecto llega al Parlamento con su firma y la del resto de los ministros, los legisladores de su sector se nieguen a votarlo por orden suya? ¿Qué es lo que quieren hacer con el Frente Amplio? ¿Cómo es posible gobernar así? Un capítulo aparte lo merece la OPP. ¿Para quién trabaja la OPP? ¿Para el MEF? ¿Para la Academia? ¿Para los diarios? Hasta donde sabíamos, era una dependencia de la Presidencia de la República cuyo cometido era asesorar al Poder Ejecutivo, que en Uruguay es ejercido por el presidente de la República actuando en Consejo de Ministros. Pero en los últimos meses produjo un simulador contra la idea de la renta básica y ahora otro informe para demostrar que el proyecto de ley que mandó el propio presidente de la República al Parlamento es regresivo en términos de distribución de ingreso. A esta altura la OPP parece un censor intelectual, un oráculo de Delfos. No sabemos si la dirige Catón el viejo o un comisario del equipo económico. Es inexplicable cómo el presidente no descabeza esa oficina. Porque una cosa es aguantar que un sector del gobierno encabezado por el ministro de Economía se oponga a un proyecto que el propio ministro firmó -al fin y al cabo no dejan de ser sectores políticos con votos propios y representación en el Parlamento-, pero otra muy distinta es que una oficina de la Presidencia produzca un informe para bombear una propuesta del presidente. Más allá de que todo suena como un subterfugio, es muy atendible esta creciente preocupación por la desigualdad y la pobreza, sobre todo de los niños. Aunque es una lástima que se esgriman  ese tipo de argumentos cuando en realidad lo que preocupa más es que las calificadoras nos quiten el grado inversor y la protección del sistema de las AFAP. Los más pobres, y entre ellos los niños, siempre deben ser la prioridad de los gobiernos de izquierda. Y también es muy compartible la preocupación sobre la desigualdad. Pero hay formas mucho más adecuadas de combatir la pobreza infantil y redistribuir que negándonos a reparar una injusticia evidente que se ha cometido con decenas de miles de trabajadores de sectores medios. Lo que corresponde es evaluar medidas que afecten intereses más poderosos, de sectores económicos mucho más fuertes, y no las jubilaciones de una generación que fue perjudicada por obra y gracia de una medida de gobierno de cumplimiento obligatorio. ¿Por qué no gravar la herencia? ¿Por qué no apretar las clavijas sobre los sectores que se la llevan a paraísos fiscales? ¿Por qué no enfocarse en la renta empresarial? ¿Por qué emperrarse en una simulación de costos exagerada, pensada sobre el peor escenario y acumulada a 50 años? ¿Cuánto da el déficit de la caja militar si se lo multiplica por 50 años? Porque si el costo acumulado de la solución de los cincuentones, en el peor de los cálculos, es de 3.500 millones de dólares distribuidos en casi medio siglo, con 10 o 15 años de gracia para el Estado, que se bancarían con plata que transfieren las AFAP, el déficit de la caja militar acumulado en el mismo plazo es de más de 20.000 millones de dólares. Es evidente que el gobierno tiene que buscar un acuerdo que contemple a todos los sectores. También las preocupaciones del Ministerio de Economía. Pero debe ser un acuerdo negociado sobre la base de reparar el daño causado con la introducción de las AFAP y preservar la palabra del presidente, que se comprometió a una solución legislativa. Y es fundamental, cada día lo es más, que el Frente Amplio discuta estas cosas de un modo menos ruinoso para su futuro político. Porque los que están del otro lado, esperando la oportunidad para dar el zarpazo restaurador, el día que lo logren se van a llevar puestos a los cincuentones, los cuarentones, los treintañeros, los niños pobres, al señor Gini y a todos y cada uno de los avances que se han logrado. Lo único que van a dejar en pie es el investment grade, porque lo reparten sus amigos. El resto va a a terminar pidiendo agua por señas.

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