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Coincidiendo con adversarios y discrepando con compañeros

Por Enrique Ortega Salinas.

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Caras y Caretas Diario

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Estoy yendo a terapia. Dice la psicóloga que no me preocupe, que en poco tiempo me habré recuperado totalmente. El hecho es que recientemente he tenido coincidencias notables con Julio María Sanguinetti, con el arzobispo Daniel Sturla y con el periodista de derecha Gerardo Sotelo.   Sanguinetti Pese a que en innumerables artículos arremetí contra sus ideas y acciones (como la defensa de los violadores de derechos humanos) no puedo ocultar dos coincidencias trascendentes con el dos veces presidente: ambos somos agnósticos y aficionados a la historia. Incluso él llegó al extremo de casarse con una profesora. Suscribo cuando dice que no puede comprenderse un Churchill sin un Hitler porque Winston Churchill era un perro rabioso que no hubo más remedio que llamar para enfrentar a otro perro rabioso, belicosos ambos, ávidos de sangre y adictos al sentimiento enfermizo de gloria que creían sólo la guerra podría proveerles. Volví a coincidir cuando señaló, en el programa El Gran Uruguayo, que no era justo hacer competir a un mito contra una persona viva, refiriéndose a Batlle y Mujica. En cuanto al programa, y pese a que Julio Frade me cae bien, discrepé cuando desde su catolicismo criticó a Batlle y Ordóñez por haber ordenado en el diario El Día que Dios se escribiera con minúscula. En realidad, tiene razón Sanguinetti: aunque no creamos en él, es un nombre propio, por lo que debe escribirse con mayúscula, como Alá. Agrego que aunque Diego Delgrossi también me cae bien (un genio de la imitación), probablemente dejaré de ver el programa por higiene mental, ya que es muy desagradable oír a Mercedes Vigil y sentir su aristocrático odio de clase. Por otra parte, lo mataron a Delgrossi con la edad de los panelistas. Imagino a Napoleón Bonaparte a su lado susurrándole: “Desde ese panel 40 siglos te contemplan”. Con Sanguinetti aplaudimos a José Batlle y Ordóñez por haber luchado (cuando no era sencillo hacerlo) para que el Estado se separara de la Iglesia, lo que se logró en 1918. Batlle logró que la mujer pudiera divorciarse por voluntad propia y contar con 40 días de descanso en el período de embarazo, la prohibición de trabajar a menores de 13 años, un día de descanso obligatorio por semana y jornadas laborales de ocho horas, indemnizaciones por accidentes de trabajo y por despido y pensiones a la vejez, entre otras acciones revolucionarias. Con Sanguinetti coincidimos en que los servicios públicos esenciales deben permanecer en manos del Estado, buscando el bienestar de la población por encima del afán de lucro, y apoyamos la famosa frase de Batlle: “Los ingleses nos están llevando la plata a lo bobo”, pensamiento que lo llevó a estatizar el Banco de la República Oriental del Uruguay, el Banco Hipotecario y los seguros, al crearse el Banco de Seguros del Estado en 1911. Sobre lo que considero negativo de los gobiernos de Sanguinetti ya hice correr ríos de tinta. Hoy quiero comentar que he constatado algunas coincidencias en una columna de El Correo de los Viernes sobre hechos de actualidad.

  1. Sobre el ataque con pintura a la iglesia del Cordón, expresó que el mismo no puede empañar una manifestación reveladora de un estado de opinión que crece y la noble causa que inspira la lucha por la igualdad.
  2. El machismo es “una cuestión cultural”, que “debe erradicarse desde la familia y en la educación formal”, de forma que “desde la infancia se vaya grabando la igualdad de derechos de los dos sexos”. La verdadera batalla es “superar definitivamente una ética común a las tres religiones monoteístas, que consagraron esa disparidad”.
  3. En el feminismo, “como toda causa en que el ingrediente emocional es fuerte”, hay excesos que desdibujan su valor, con situaciones que “suenan a ridículo”, como el lenguaje inclusivo “que destruye las posibilidades literarias del idioma” o los episodios de violencia. “El grupo que agredió a la iglesia del Cordón, y que incluso más tarde defendió su actitud, es un verdadero enemigo de la causa que proclama”.
  4. Con respecto al femicidio, “hay quienes niegan este concepto porque estamos ante un homicidio, ya regulado penalmente”.
  5. “Es un hecho que las mujeres porcentualmente ganan menos que los hombres porque se les hace pagar su maternidad como una suerte de pérdida de competitividad”.
  6. “No hay que desmayar ni dejarse arrastrar a excesos que debilitan la noble causa que nos inspira a todos quienes alentamos una efectiva igualdad de oportunidades”.

Así como suscribo lo escrito por nuestro adversario, aplaudo a los jóvenes que luego de la marcha del 8 de marzo concurrieron voluntariamente a la iglesia del Cordón para ayudar en la limpieza de la fachada. Una joven que participó de la marcha señaló que, si bien la iglesia es un símbolo de la opresión histórica contra las mujeres, no compartía el exceso de atentar contra un templo y por eso colaboraba con la limpieza. A esta joven, cuyo nombre desconozco, nadie tendrá que enseñarle absolutamente nada de lo que significa vivir en democracia. Ella, en sí, representa lo mejor de nuestra cultura republicana.   El obispo Si con alguien tengo discrepancias filosóficas es con Daniel Sturla, cardenal y arzobispo de Montevideo, pero esta vez dijo las mismas cosas que vengo gritando hace tiempo. Durante la celebración del Domingo de Ramos habló sobre la marihuana y la violencia de género. En realidad, yo prefiero hablar de violencia machista, pero no nos enfrasquemos aquí en una cuestión semántica. A esta la catalogó como una enfermedad social que hay que reparar. Sobre la venta de marihuana por parte del Estado, y aceptando que ya es ley, reclamó una campaña advirtiendo de los peligros de su consumo, tal como se hizo, y de manera muy efectiva, con el tabaco. En mi caso, en cada conferencia o entrevista fuera del país, señalo que estoy tan a favor de su legalización como en contra de su consumo. Legalizar sí, para que los adictos no deban acudir a una boca de pasta base para adquirirla; pero educar para evitar que semejante porquería sea consumida. Trabajo con estudiantes. Que nadie me trate de vender el verso de que es inofensiva. Conozco muy bien la diferencia en el rendimiento académico entre los estudiantes que consumen y los que no. Ni demonizarla ni santificarla.   Wilson Juan Raúl Ferreira acaba de integrarse al Frente Amplio. Exlegislador, exembajador del Partido Nacional e hijo del más formidable adversario político que tuvo la coalición desde su fundación en 1971, se dio cuenta de que el wilsonismo murió dentro del partido que acaba de abandonar y no tenía más sentido continuar en él, arrimando votos para el sector de los “blancos pillos”, así definidos por su padre. Más allá de la infame Ley de Caducidad, de Wilson recuerdo su inmenso carisma y discurso encendido; pero, sobre todo, una anécdota que plasmó para la eternidad su espíritu republicano. Había ruido de sables. Los militares, enquistados en el poder desde la época de Pacheco Areco, pedían el desafuero del legislador Enrique Erro para ser juzgado por supuesta vinculación con la subversión. El Parlamento ya se había negado en reiteradas ocasiones a obedecer a los belicosos; hacerlo nuevamente era asegurar el golpe a la democracia. Los votos de Carlos Julio Pereyra y Wilson Ferreira Aldunate eran decisivos para que se aprobara la entrega del izquierdista. Muchos temblaban de pavor ante la posibilidad de que Wilson se negara a ceder terreno. Esos muchos se acercaron al caudillo y trataron de convencerlo de la necesidad de entregar a un adversario para salvar las instituciones democráticas. Cuando le llegó el turno de hacer uso de la palabra, Wilson dijo una frase que me hace bullir la sangre cada vez que la recuerdo. – Yo… por salvar las instituciones democráticas… estoy dispuesto a entregar a un compañero… Quienes temían el alzamiento de los uniformados respiraron aliviados. Entonces Wilson completó la frase: – ¡Pero a un adversario, jamás!   Subrayado Corresponde hoy felicitar al equipo de Subrayado por la excelente nota (la mejor del año en un noticiero) realizada en la UTU de Lascano sobre Sahiana Rivero, una adolescente de 17 años que concurre a clases con su bebé. El hecho se dio a conocer dentro y fuera de fronteras cuando su profesor, José Luis Estol, tomó en brazos a Mateo para que su mamá pudiera tomar apuntes y otra alumna, Jimena, los fotografió y publicó la foto en las redes sociales, sin imaginar la repercusión internacional que tendría. Sahiana vive con su madre y un hermano de 13 años y participa en un programa para jóvenes que están fuera del sistema educativo. Tras dar a luz, su única posibilidad de continuar estudiando, radicó en poder llevar al niño con ella a clases, ya que no tenía con quién dejarlo. La UTU de Lascano proyecta acondicionar una sala especial para atender a los niños de alumnos que estén en la misma situación. ¡Qué bueno sería que, sin perjuicio de los planes estatales, que algún empresario decida apadrinar a esta joven para que continúe sus estudios! Aplaudo de pie a Sahiana, a Jimena, a José Luis y a nuestros colegas de Subrayado. Eso sí, a no olvidar que los planes para ayudar a chicas como Sahiana son considerados derroches por el Partido Nacional y sus Chicago boys, y que la destinataria de tal ayuda es, para ellos, una atorrante. No olvidemos que los mal llamados autoconvocados reclamaron dejar de tirar plata en estos planes y que la tiraran en ellos.   Gerardo Sotelo Escribió una nota en El País destacando la nobleza del ministro Enzo Benech por haber educado a su hijo Fabio (asesor de los autoconvocados) para pensar y actuar con independencia de criterio. También elogió a este movimiento por disponer en una de sus concentraciones que no se impidiera o perjudicara el paso de los vehículos en las rutas, es decir, reclamar sin afectar derechos de sus semejantes. Lo felicito por felicitarlos.   Lilián Lamentablemente, en el mismo mes me ha tocado discrepar por primera vez con una compañera. Lilián Abracinskas criticó a un medio por entrevistar al obispo Sturla y a este por opinar. Curiosamente, en la discusión planteada, yo estoy del lado de Lilián y en contra de lo que piensa el religioso, pero estaría dispuesto a dar la vida para que nadie le quite jamás la libertad de expresar sus opiniones, por más contrariedad que me causen. La paciencia es inherente a la democracia. Tendríamos que alegrarnos cuando coincidimos en algo con nuestros adversarios y no alarmarnos cuando discrepamos circunstancialmente con los nuestros. Como dice Alberto Cortez: ni poco ni demasiado, todo es cuestión de medida.  

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