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Coronavirus |

Cómo reforzar el sistema inmunológico y frenar el covid-19 desde la alimentación

La mejor forma de mantener un sistema inmunológico en su mayor capacidad es comenzar a tener un comportamiento de vida saludable, donde la alimentación sea variada y en cantidades ajustadas a la condición individual.

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El Covid-19 es el tema que ocupa la atención de absolutamente todo el mundo, generando una consciencia colectiva unificada y con objetivo común, evitar el contacto con este virus altamente potente -por su rápida acción, propagación y capacidad de adaptación/mutación para mantenerse vivo.

Sin embargo, cabe la importancia de replantearnos algo, que no tiene que ver con el virus, sino con nosotros mismos.

Si miramos la violencia de acción de este microorganismo, el SARS-COV2, observamos que este tiene mayor fuerza que nosotros mismos. ¿Cómo puede ser posible esto? Hay algo que es innegable; estamos expuestos a este virus, debido a nuestra incapacidad de adaptación (defensas) frente a la agresión.

Respuesta inmunitaria

¿Por qué razón las estadísticas describen que los niños y jóvenes pueden adquirir el Covid-19 y atravesar su expresión manifestando la enfermedad de manera leve a moderada en relación a su gravedad? Porque su capacidad de adaptación/reparación es eficaz y veloz, gracias a que su sistema inmunológico trabaja sin mayores inconvenientes. Sin embargo, no sucede lo mismo en el caso de los adultos y mayores, siendo estos últimos, los más vulnerables en este momento.

Este virus nos muestra cuán vulnerables somos frente a un agente que ni siquiera vemos con nuestros ojos naturales. Además de los grandes y rápidos aprendizajes que estamos teniendo como raza (humana), gracias a esta situación, hemos de mirar nuestras conductas en relación al valor que le hemos dado a nuestra única herramienta de trabajo, nuestro cuerpo.

Lo hemos agredido, sometiéndolo a la violencia de trabajar excesivamente sin otorgarle diariamente la capacidad de reparación. Lo hemos nutrido con alimentos inadecuados a su requerimiento. Lo hemos sometido a preocupación extrema (distrés). Por mencionar algunos de los tipos de violencia que nos hemos autoimpuesto, lo cual fue, paulatinamente, debilitando nuestras defensas (sistema inmunológico).

¿Somos conscientes de que nuestras defensas dependen de los nutrientes que ya hemos incorporado? Es decir, los alimentos que ya he consumido, determina la fuerza de defensa, frente a la agresión, que posea.

Los estudios epidemiológicos muestran que el sistema inmune se sustenta en base a la alimentación que consuma. ¿Somos conscientes de cuán importante es la alimentación en estos momentos?

¿Cómo lograr buenas defensas?

En estos momentos, resulta favorable incorporar nutrientes como las vitaminas A, B, C, D, E, ácidos grasos omega-3, selenio, zinc y polifenoles.

Normalmente el sistema inmunológico tiene la función de reconocimiento de lo propio y de rechazo de lo que considera “no propio”. Este mecanismo está mediado por sustancias constituidas principalmente por proteínas combinadas con otros nutrientes, los cuales generan el estado de ataque y defensa frente al agresor (virus, bacterias, hongos o células que el cuerpo no las detecta como suyas).

Este mecanismo está influenciado por las vitaminas, por lo cual, el propio proceso de defensas provoca su disminución. Si la persona tiene tendencia a sufrir infecciones reiteradas, seguramente se encuentra en estado de mayor vulnerabilidad (bajas defensas) frente al SARS-COV2.

En todos los casos es importante priorizar el consumo de las mencionadas vitaminas, presentes en alimentos naturales. Una vez que se han incorporado dichos alimentos, los estudios clínicos han mostrado que el consumo de suplementos vitamínicos arroja resultados favorables en la acción antiinflamatoria, antioxidante y hasta antibiótica, especialmente en relación a los órganos que más afecta este virus, las vías respiratorias.

¿Dónde se encuentran naturalmente estos poderosos nutrientes protectores?

Vitamina A: zapallo, zanahoria, boniato, durazno, mango, tomate, morrón, ananá, maracuyá.

Complejo B (vitamina): yema de huevo, cereales, semillas de girasol, nueces, almendras, castañas, espinacas, brócoli, germen de trigo.

Vitamina C: cebolla, morrón, frutas cítricas, tomate. Esta vitamina está presente en todas las frutas y verduras que se consuman crudas.

Vitamina D: la exposición al sol de algunas partes del cuerpo (por ejemplo, las piernas) en horarios adecuados, permite la activación de dicha vitamina. Se encuentra en cantidades pequeñas en pescados grasos. Se ha fortificado algunos alimentos de consumo frecuente con este micronutriente, a fin de revertir las frecuentes carencias de la población.

Vitamina E: semillas de girasol, de zapallo, sésamo (y todas las oleaginosas), frutos secos, palta y aceites.

Polifenoles: té verde, equinácea, uña de gato, uvas, nueces, cacao, entre otros.

Omega-3: Krill, pescados grasos, frutos secos, palta y sésamo, girasol, entre otras semillas.

Agua: evite otro tipo de líquidos que nada bueno aportan a su cuerpo.

Es de suma importancia que valore el rol de su nutrición y comience a tomar consciencia de que lo que hace hoy, determina su mañana.

Estar en buenas condiciones de salud, preparado para enfrentar cualquier situación que resulte desfavorable al organismo, depende únicamente de usted mismo.

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