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Cultura |

Con Stefan Lano, ciudadano del Mundo

El director de la Ossodre Stefan Lano conversó con Caras y Caretas horas antes de presentar Mozart & Da Ponte, la Nozze di Figaro (con la prestigiosa soprano mendocina Verónica Cangemi como solista invitada) y la interpretación de la Sinfonía número 41.

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Por Rosana Cheirasco

Stefan Lano nació en la ciudad de Boston (Massachusetts), se graduó en Harvard en Biología, “con beca completa,” aclara con orgullo, reside en Basilea y desde el año 2010 tiene la ciudadanía suiza.

En 1976, se inició en el género sinfónico como compositor y director, y en el Festival de Newport presentó su Sinfonía número 1.

Gracias a una beca Fulbright estudió en Alemania y es convocado par integrar la Ópera de Viena.

De ahí en adelante la lista es inagotable, no ha parado, dirigió mucho la Orquesta Sinfónica de Montreal, la Escuela Superior Reina Sofía (Madrid), la Orquesta Estatal de Viena, la Scala de Milán y El Liceo de Barcelona.

Guarda un recuerdo especialísimo por los años que dirigió la Orquesta Colón de Buenos Aires, al que no duda en recordar como un teatro con una mística especial y un sonido propio inolvidable.

 

Otra vez en casa

“Hay lugares a los que siempre se quiere volver”, dice Stefan Lano, quien ya había vivido en Montevideo; entre el 2012 y el 2015, también estuvo al frente de la Ossodre.

A mediados del año pasado se presentó a un llamado abierto internacional y luego de un largo proceso de selección con presentación de currículum y propuestas, según recuerda, fue seleccionado como director de la Orquesta Sinfónica. Cuando le preguntamos por qué se presentó al concurso no duda en afirmar: “Me gusta vivir en Montevideo, me gusta volver, me siento un poco en casa, tengo amigos, la gente de la orquesta toca bien y siempre quiere tocar mejor y mejor”.

 

Stefan Lano íntimo

Nos cuenta que está casado con Marico y que se conocieron en el festival de Salzburgo de 1984, y me muestra orgulloso una fotografía del apartamento que comparten en Basilea, típica construcción alpina suiza con mucha madera y rejas.

Desde los años de estudiante en Harvard hace 300 lagartijas por día e insiste en resaltar que es fundamental para conservar “una buena postura a la hora de sentarse al piano.”

También practicó karate que no solo lo ayudó a conservar un reloj de bolsillo en un asalto frustrado que sufrió en Barcelona, sino que le ha permitido mantenerse en forma desde su juventud.

Actualmente realiza largas caminatas por la rambla montevideana, acompañado de su pipa y su iPhone cargado con Wagner y Bach.

Confiesa que sigue fumando en pipa porque su médico dice que es bueno y toma mate en un lindo mate uruguayo que compró hace años en la calle Sarandí y lo acompaña siempre.

Adquirió el gusto por el bife de lomo a punto y el buen vino Tannat uruguayo. Confiesa que le gusta el tango y disfruta comer con amigos en un lugar apacible del casco viejo de la ciudad.

Resulta simpático escucharlo hablar y mezclar en un correcto español con acento inglés algún modismo uruguayo como “es lo que hay, valor.”

 

La música es la mejor medicina

Sostiene que la situación actual es un verdadero desafío, hacer espectáculos en tiempos de pandemia agudiza nuestra creatividad, y agrega: “Tener que cumplir con los protocolos sanitarios y menos aforo para la integración de la orquesta es todo un tema”. Si bien el menor número de componentes sirve para intensificar el trabajo, “tampoco hay que olvidarse de los muchísimos jóvenes que han estudiado años y hoy no encuentran empleo por el parón de la pandemia”.

Como dicen los chinos, en cada crisis hay oportunidades y hoy la música, sostiene Lano, es una verdadera medicina saludable para el alma. Nos cuenta por último que hay 75 programas para los próximos tiempos, que hay que adaptarlos a la realidad que nos toca vivir y agrega: “Tengo un verdadero plan mozartiano para la música que hoy nos invade y también Stravinsky, que se adapta a las maravillas a la realidad actual”.

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