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Brigadas obreras

Brigadas del Sunca, construyendo solidaridad

Desde hace algunos años, la brigada Agustín Pedroza, integrada por trabajadores de la construcción afiliados al Sunca, acude a reparar las grietas de Uruguay sin más remuneración que la aportada por la propia camaradería. En una época de ofensiva neoliberal, su acción se configura como un auténtico ejemplo de resistencia.

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Por Manuel González Ayestarán

  “La Dirección de la escuela Nº 59, Villa Ituzaingó de San José, solicita la colaboración de esta brigada para: la colocación de dos ventanas de aluminio en la cocina; la terminación de un galponcito que se está haciendo […] y pintar el comedor. Motiva el pedido no contar con padres para esta tarea y, consultando de forma individual estos trabajos, nos resulta imposible hacer frente a los gastos de la Comisión de Fomento”. Como este, son incontables los mails que llegan al buzón de la Brigada Solidaria Agustín Pedroza. Escuelas públicas, guarderías, familias en situación de hacinamiento e infravivienda, policlínicas barriales o asociaciones de mujeres víctimas de la violencia de género recurren a la solidaridad de los brigadistas del Sunca para afrontar el olvido que sufren por parte de una sociedad marcada por la acumulación desigual de la riqueza. Contraviniendo las tendencias individualistas que se vienen hegemonizando desde finales del pasado siglo, producto de la expansión progresiva a nivel global de la noche neoliberal, la Brigada Agustín Pedroza defiende cada semana con su actividad los valores de la solidaridad obrera tradicional que los mercados pretenden extirpar a la sociedad. “Para nosotros, como trabajadores, es importantísima la brigada, es una alegría poder ayudar a los demás”, declaró a Caras y Caretas el presidente del Sindicato Único Nacional de la Construcción y Anexos (Sunca), Faustino Rodríguez. “Hemos visto situaciones muy difíciles, familias muy carenciadas, y es verdad que para nosotros no es lo mismo trabajar en una obra donde tenemos todas las comodidades (y si no, tenemos derecho a reclamarlas), que trabajar en estos casos en los que tenemos que afrontar situaciones más complicadas, pero es muy lindo compartir con ellos el almuerzo que nos toca”, expresó. La brigada Agustín Pedroza (en homenaje al primer presidente del Sunca) se constituyó oficialmente el 18 de febrero de 2012, cuando acudieron a la escuela Nº 227, situada en Villa Prosperidad, para restaurar todos sus vidrios. Su razón de ser es trabajar aportando soluciones edilicias a sectores de la población que, debido a su situación de precariedad, no pueden afrontar los costos de las obras ni de las reparaciones de sus infraestructuras. Sin embargo, esta actividad desinteresada no es nueva para los obreros uruguayos. “Los brigadistas siempre existieron”, recordó Rodríguez. “Si vamos al 21 de abril de 1970, recuerdo que hubo un tornado en Fray Marcos, Florida, que arrasó prácticamente con todo el pueblo, dejando 11 muertos. Allí, a los pocos días ya estaban los trabajadores de la construcción de la época levantando de nuevo las infraestructuras afectadas”, añadió. Si bien la brigada no existía bajo el nombre que tiene hoy, el mismo sentimiento de solidaridad siempre impulsó a los trabajadores a la hora de aportar su fuerza de trabajo de forma desinteresada. “Para nosotros la solidaridad no se paga, sino que se retribuye. Cuando vamos a un lugar, muchas familias a las que asistimos se agregan después a la brigada porque entienden estas cuestiones”. Al momento de realizar esta entrevista, Faustino Rodríguez se encuentra dirigiendo una brigada que afirma haber tomado “como una cuestión bastante personal”. Hace algún tiempo recibió la petición de un hombre que vive junto a su mujer y su hijo en condiciones de infravivienda, sustentados por una pequeña pensión. “El hombre realiza pequeños trabajos, como cortar el pasto, en Malvín Norte, su hijo tiene menos de 30 años y padece el mal de Parkinson, y su señora también tiene muchas dificultades de salud”, explicó Rodríguez. “Actualmente estamos trabajando con él, le reparamos un par de piezas que tenía y ahora le vamos a hacer una pieza más. Me pasa que me quedo obsesionado con estos trabajos y hasta que no termino no me voy de ese lugar, te pasan esas cuestiones cuando trabajas así”, añadió.   Sobre la marcha La andadura de los brigadistas los ha llevado a desplazarse a lo largo y ancho de todo el país. Estuvieron en Dolores después del tornado de marzo de 2016. Ese mismo año, muchos emplearon días de sus propia licencia para asistir a la población de San Carlos, cuando una turbonada atravesó la ciudad. Casi un mes después, acudieron a Rocha siguiendo los caprichos de estos destructivos vientos. Su presencia se ha hecho efectiva también en el litoral norte del país, ayudando a los afectados por las inundaciones. Pero los brigadistas también han traspasado fronteras, habiendo llegado hasta Santiago de Cuba. “Allí pudimos devolver al pueblo cubano un granito de arena por toda la solidaridad que ha diseminado por el mundo a lo largo de su historia reciente”, señaló el entrevistado. Así, decenas de brigadistas acudieron ente 2013 y 2014 a la que antaño fue la primera capital de la isla antillana para aportar sus esfuerzos en la reconstrucción de lo devastado por la catástrofe climática que entonces afectó al lugar. La mayoría de integrantes de las brigadas son obreros en situación de desempleo afiliados al Sunca. De esta gremial sale el financiamiento que requieren los proyectos para locomoción, comida y herramientas. Pero muchas veces también se han integrado compañeros procedentes de otros sindicatos. A menudo logran obtener fondos para la compra de materiales a partir de instituciones como el Ministerio de Vivienda y Obras Públicas, o de ANEP en el caso de la reparación de centros educativos. “También colaboramos mucho con el Plan Juntos, con cientos  y cientos de brigadistas donando sus jornales entre 2012 y 2014 en este plan”, explicó Faustino Rodríguez. La principal dificultad que cita el presidente del Sunca en su actividad como brigadista es el arreglo de los materiales. “Nosotros, cuando vamos a un lugar, pretendemos trabajar, ponemos las ganas, intentamos que la gente beneficiaria ponga las ganas también y ahí va surgiendo el trabajo de la brigada”. El entrevistado explicó que para su traslado adoptan diferentes soluciones dependiendo de la situación. “A veces alquilamos algún vehículo, vamos en ómnibus o mismo en el caso de ANEP nos proporciona a veces un medio de transporte. Siempre que hemos pedido locomoción a alguna institución, cuando hay que trasladar a brigadas grandes, hemos obtenido respuesta”, señaló. Por otro lado, el Sunca acordó sistemas de colaboración con organismos como el Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (INAU) de forma que se colabore en el egreso de menores que puedan justificar su voluntariado como brigadistas realizando su primera experiencia laboral. “Tenemos unos cuantos gurises integrados de esta forma con notables resultados”, remarcó el dirigente del Sunca. Actualmente, estos jóvenes participan dos veces por semana y llevan a cabo cursos en el Fondo de Capacitación (Focap) de la construcción, de forma que las empresas puedan contar con ellos cuando necesiten peones.   Cuestión de Estado Faustino Rodríguez reconoce que “las brigadas siempre van a estar, pero nosotros sólo podemos hacer algunas cuestiones mínimas, es el Estado el que tiene que hacerse responsable de este tipo de situaciones, no puede haber liceos, escuelas, jardines destruidos sin mantenimiento. Hay escuelas que tiene más de 100 años en el país y que prácticamente no tiene mantenimiento. O jardines que no tenían ni una mesada y se la hemos proporcionado nosotros. Con la brigada vamos un poco más allá, nos exigimos nosotros y también le exigimos al Estado que ponga atención a todas estas cuestiones. No es lo mismo un colegio privado que una escuela pública, no son las mismas carencias las que tienen. Nuestros gurises merecen atención”. Muchas de las obras que realizan los brigadistas en el ámbito de la vivienda surgen por incendios que se producen en hogares precarios. “Nunca se incendia una casa en un edificio de Carrasco, Pocitos, o Punta Carretas, sino que son viviendas situadas fundamentalmente en asentamientos, donde se ubicó el pobrerío para poder vivir”, señaló Rodríguez. En este sentido, el entrevistado citó al secretario ejecutivo del Pit-Cnt, O Óscar Andrade, afirmando que “en este país la gente se muere de pobre”.  Así, explicó que “en estos lugares la gente arma un calentador con un ticholo para calentarse en el invierno, ahí hacen la comida y bueno, surgen accidentes, hay cortocircuitos por malas instalaciones eléctricas que se transforman en incendios. Por eso decimos que los que mueren así, mueren por ser pobres”. Una de las vivencias comunes de los brigadistas en estos entornos trabajar rodeados de niños, y es que es en los sectores más pobres de la sociedad uruguaya es en los que crecen y se [sub]desarrollan la mayor cantidad de niños y jóvenes del país. Sin embargo, contrariando la visión elitista y conservadora que culpa a los estratos pobres por tener “demasiados” hijos, Faustino Rodríguez ve en estas familias el aporte humano que necesita un país con tan baja natalidad como Uruguay. “Cuando uno entra a los asentamientos y ahí ve la cantidad de gurises que hay; a mí por lo menos me alegra, porque es el futuro nuestro. Lo que hace falta es que el Estado invierta debidamente en su contención, porque la vivienda es una parte, luego está la educación, la salud y las cosas fundamentales para seguir resolviendo en el país”. Actualmente las brigadas están trabajando en un asentamiento de Rivera, construyendo un merendero para los niños y una policlínica. “También hemos construido un cuartelillo de bomberos de Fraile Muerto, reparado otro en Young, en Río Negro, e hicimos prácticamente nueva la policlínica del barrio de los Reyes de ASSE. Una brigada está yendo también a Canelones para reparar dos salones liceales de gurises chiquitos. En estas cuestiones estamos avanzando, pero es el Estado el que tiene que poner atención en eso”, declaró. Faustino Rodríguez recuerda el que considera el mayor “período perdido” en la historia uruguaya, que fue entre los años 80 y los primeros 2000. “En esos años se apostó mucho al individualismo, se peleaba con otros por un puesto de trabajo y se perdió la idea de ser solidario con los demás”. Sin embargo, según él, el trabajador de la construcción marcó siempre la diferencia en ese sentido, y de alguna forma esta cualidad es la que inspira hoy a la Brigada Agustín Pedroza. “Nosotros aprendimos de haber estado mucho tiempo sin laburar. A veces, cuando volvemos a trabajar y no tenemos para comer, es común que se ofrezca a los compañeros participar en la olla o que se comparta el pedazo de pan o el trozo de mortadela”. Esta costumbre es adaptada por los brigadistas, quienes han visto muchas veces en la situación de tener que compartir su almuerzo con las mismas personas a las que estaban ayudando. “Muchas veces la gente a la que fuimos a asistir no tenía qué comer y nos hemos visto compartiendo con ellos una milanesa o un pan con chorizo”, señaló Rodríguez. “Nosotros rescatamos también el espíritu que inspiraba viejas costumbres como ‘la planchada de los domingos’, cuando se estaba construyendo un barrio y no se precisaba convocar a los vecinos, sino que acudían por sí solos a dar una mano”, concluyó.

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