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Sociedad coronavirus | pandemia |

El futuro llegó hace rato: Coronavirus, tecnología y teletrabajo

La Revolución Tecnológica empezó en 1600 con los primeros cambios en la forma de producción agrícola en Alemania, el antecedente de la primera Revolución Industrial. Desde entonces, y con un ritmo vertiginoso a partir de 1990, naturaleza y tecnología caminan hacia una convergencia casi total. La pandemia del coronavirus está acelerando ese proceso.

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Por Sofía Pinto Román

 

El domingo a las 17, la hora pactada, ingresé el código que me habían enviado por WhatsApp en la plataforma de videollamadas y esperé. La clave secreta funcionó y en pocos segundos mi cara apareció en una pantalla llena. Ahí estaban mi padre y mi hermano, mi prima con la pareja, mi tío, mi madre, las tías de la cumpleañera; cada quien en un cuadro diferente de la pantalla.

Esperamos a que se conectara alguien que andaba con problemas para “llegar”. Todo el mundo hablaba al mismo tiempo. Como en una sola pantalla del celular no entraban todas las cámaras, no se sabía bien de dónde venía la voz. De repente no faltaba nadie, se prendieron las velitas y empezamos a cantar, todos a destiempo, el “feliz cumpleaños”. La pequeña cumpleañera sonreía mirando a la cámara. Cuando finalizó el coro ─dejamos mucho que desear las dos veces que cantamos─, ella se acercó al celular de la madre y agradeció a cada persona por haber estado en su cumpleaños.

Ese será su recuerdo de la torta de su cumpleaños número 5. Un recuerdo ─contra lo que supuse antes de hacer la videollamada─ feliz. Porque la normalidad se construye y es probable que no vuelva a ser la misma.

La tecnología es parte de la cotidianidad de gran parte de la humanidad desde hace años. La llamada Revolución Tecnológica tuvo un crecimiento exponencial desde la llegada de internet y de diversos aparatos electrónicos que evolucionaron al punto de poder controlar todo lo que sucede en tu casa desde el celular y sin estar ahí. La relación con el espacio trascendió lo físico, la exigencia biológica de “estar” para ver y oír quedó obsoleta.

Ahora, con la pandemia del coronavirus monopolizando los discursos y las naciones desde hace más de un mes, la tecnología cobró todavía más importancia en el día a día. “La biología —y no la tecnología— está acelerando la digitalización del mundo”, dice el escritor y crítico cultural Jorge Carrión en su columna de opinión en The New York Times.

Se generarán grandes cambios en el campo de la ciencia por la cantidad de conocimiento que se está generando en poco tiempo, afirman expertos. Carrión pone como ejemplos la biotecnología, la informática, la robótica, la estadística, la ingeniería de sistemas o la ingeniería de datos.

Las grandes plataformas de internet se están viendo beneficiadas con la enorme migración de fuerza de trabajo al mundo digital. Mientras miles de empresas se ven afectadas por la recesión; Amazon contrata de un día para el otro a 100.000 personas para cumplir con la demanda de compras por la plataforma e informa que va a aumentar los sueldos 2 dólares por hora.

El servicio de videollamadas y mensajería de Facebook “explotó”, en palabras de su director ejecutivo, Mark Zuckerberg, de acuerdo a información publicada por periodistas especializados en tecnología de The New York Times. El tráfico mundial en internet aumentó, según un informe de la empresa de tecnología Akamai, un 56% en la primera quincena de marzo.

Se plantea una direccionalidad del beneficio hacia las empresas que ya existen completamente online. Ya no es “el futuro está en internet”, ahora es el presente. Frente a la imposición de alejamiento entre seres humanos las máquinas prevalecen, inmunes a este virus hipercontagioso ─aunque ya les llegarán los propios─.

Si se cruzan datos, se puede ver que los países que mejor contuvieron la pandemia ─Corea del Sur, Singapur, Taiwán─ utilizan aplicaciones de identificación y seguimiento de ciudadanos. China comenzó a mejorar su sistema de reconocimiento facial porque con las mascarillas el que tienen en funcionamiento presentó problemas. Las herramientas de biocontrol serán más y mejores cuando acabe la pandemia.

La robotización de la vida está en manos del Estado y en manos del mercado. La tecnología al servicio del control, de la vigilancia o de la burocracia va expandiendo su capacidad, desdibujando los límites de la intimidad y el espacio público.

El mercado, por su parte, con el uso de máquinas, disminuye los costos de producción y de mantenimiento, abarata costos y reduce tiempo. En 2019 se proyectó la pérdida de la mitad de los puestos de trabajo por el aumento de robots funcionales a esas tareas. En Estados Unidos se estima que cada robot, en promedio, suplanta a 3,3 trabajadores, según un estudio del Instituto de Tecnología de Massachussets.

Las empresas que reporten beneficios por la implementación del teletrabajo mantendrán el nuevo mecanismo cuando pase la emergencia sanitaria o notarán que parte de las tareas se pueden robotizar a bajo costo.

El mundo se dirige, afirma Carrión en el artículo antes citado, hacia lo que la teoría de inteligencia artificial denomina “éxtasis computacional”, un momento en el que “la inteligencia algorítmica trascenderá la humanidad”. El Covid-19 está empujando al mundo en esa dirección.

Para Uruguay el desafío parece ser mayor. El país tenía, antes de la emergencia sanitaria, cifras de teletrabajo bajas comparadas con lo que sucede hace años a nivel mundial. De acuerdo a un informe de la Ursec de 2017, el último en el que aparecen datos del aporte de las TIC a la economía, en Uruguay la participación de las telecomunicaciones en el PIB es de 1,4%. El promedio de la región es 2,8% frente al 4,2% en los países desarrollados.

Ya en 2009, Gustavo Espinosa, representante por Canelones del Partido Colorado, presentó un proyecto de ley para crear un Comité Nacional para el Teletrabajo en la órbita de Presidencia. En la exposición de motivos, Espinosa alegó que el teletrabajo ya era una realidad en el mundo y en algunas empresas privadas. El Estado, argumentó, no se podía quedar atrás, por eso le parecía esencial incorporar el uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) al mundo del trabajo en Uruguay. El proyecto no se aprobó.

En 2019 el entonces subsecretario del Ministerio de Trabajo, Nelson Loustaunau, afirmó, en un evento sobre la temática, que en Uruguay “tenemos que cambiar el chip y dejarnos de hablar del trabajo de futuro, es el trabajo del hoy, es el trabajo que ya tenemos presente y que cada vez se instala más”.

La automatización del trabajo significó en Uruguay la pérdida de 3.800 puestos de trabajo entre 2016 y 2019. La Federación Uruguaya de Empleados de Comercio y Servicios, frente a esta realidad, decidió apostar a la reconversión laboral.

Ahora, con la pandemia, habrá cambios en todos los niveles: en el funcionamiento del Estado, en las formas de trabajo, en la automatización de los empleos y en el relacionamiento individual con la tecnología.

 

Micropolítica

Es sabido que grandes empresas tecnológicas se están viendo beneficiadas con esta nueva coyuntura. Pero, en el camino, las personas vamos creando nuevas costumbres, incluso sin darnos cuenta.

La normalidad con la que se dio el festejo de cumpleaños familiar al que asistí por videollamada ─más que nada para las niñas, acostumbradas a hablar con sus primas por celular─ muestra un cambio de paradigma. Estamos generando recuerdos asociados a la tecnología, estamos creando nuevas rutinas dependientes de aparatos.

¿Cómo nos relacionábamos antes con la tecnología?, ¿cómo lo estamos haciendo ahora?, ¿qué cambios nos quedarán cuando acabe la crisis sanitaria y enfrentemos de forma directa la económica, que ya golpeó a los sectores más vulnerables de la sociedad? Son algunas de las preguntas que se están formulando desde el campo de la filosofía de la ciencia.

El ámbito formal requiere mayor uso tecnológico con reuniones por videollamada, plataformas digitales de organización del trabajo, contacto constante por servicios de mensajería con personas que antes teníamos sentadas a nuestro lado. El estudio se mudó a las plataformas digitales, estudiantes en edad escolar reciben por Drive tareas para realizar en sus casas. Las relaciones interpersonales están más mediadas que nunca.

Además, el encierro limita las actividades en un momento en el que el tiempo de ocio se extiende. Eso supone, en muchos casos, una exposición todavía mayor a la que tenemos habitualmente a los aparatos electrónicos (Netflix es uno de los servicios que mayor aumento de demanda ha tenido).

La coyuntura de la pandemia ha demostrado que no todas, pero sí muchas actividades se pueden digitalizar. No es lo mismo recorrer un museo en persona que por la computadora, pero ambas son posibles, y se están generando nuevas sensibilidades que disfrutan de esa experiencia que se normaliza.

Personas estudiosas de la tecnología, de la sociología y de la filosofía de la ciencia aseguran que el mundo no volverá a una “normalidad” porque quedó caduca. Nacerá, entonces, una nueva: más tecnologizada, más mediada y más controlada.

Seremos, en un tiempo, los cyborg ─mezcla de humano y máquina─ que la revolución tecnológica sembró hace cuatro siglos.

 

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