Por Sofía Pinto Román
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Una figura baja de un auto negro en la rampa del Palacio Legislativo, con los brazos elevados, saludando a la gente que espera detrás de las vallas. Desde Libertador y Yaguarón no se distinguen sus rasgos. Algunas personas comienzan a aplaudir y gracias al efecto contagio en unos segundos todo es gritos y vitoreo: “¡Presidente, presidente!”. Todo parecía indicar que era Luis Lacalle Pou. “Es Bolsonaro”, anuncia un camarógrafo que logró descubrir quién era gracias al zoom de su lente.
—Era Bolsonaro —replica una de las jóvenes del Partido Nacional que forma parte del cordón de seguridad.
—¡Uh! La cagamos —le responde otra.
—Igual estuvimos bien, un gesto cívico —dice uno que las escuchó de costado.
Tienen puestas camisetas blancas con letras azules, la paleta predominante de la jornada desde el cielo hasta la vestimenta. En sus pechos se lee la frase Asunción Presidencial y el hashtag #1M. Están trasnochados, como casi todos sus compañeros. La noche del sábado la pasaron de fiesta en el Prado y luego organizando los detalles de la caravana que llevará a Luis Lacalle Pou y Beatriz Argimón desde el Palacio Legislativo hasta la plaza Independencia.
Bolsonaro baja las escaleras del Legislativo, se acerca a Libertador y Avenida de las Leyes —sigue con los brazos en alto— y lo recibe un grupo de personas al grito de “¡Viva Bolsonaro!”. Se escucha a alguien comentar: “Es el mejor presidente de Latinoamérica”.
Un periodista se acerca a la vereda y le pide a una mujer con la bandera del PN que le compre agua en el quiosco. Él no puede saltar la valla porque no lo dejan volver a la calle. Llegar hasta Libertador, incluso con la acreditación, requirió para casi todos conversar-debatir-discutir con oficiales de Policía, saltar vallas o colarse. No hay referente de comunicación presidencial presente ni forma de contacto. Los periodistas estamos al rayo del sol esperando enterarnos de algo. La Asamblea General se realiza a puertas cerradas, solo con prensa oficial y sin pantallas en la calle para que la gente se entere de qué sucede.
El helicóptero policial corta el murmullo a cada rato. Parece instintivo el gesto de mirar hacia arriba cada vez que se acerca. Hay tiradores en varios edificios sobre Libertador vestidos con uniforme militar. Dos esperan en el techo del colegio Sagrada Familia, sobre la esquina de Nicaragua. En la vereda de enfrente, integrantes de Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos bajan desde su oficina los carteles con los rostros y los nombres de quienes siguen ausentes. Una señora mayor, ya agitada, quiere subir a buscar más y le piden que se quede tranquila.
Colocan los carteles sobre las vallas para que se vean cuando pase la caravana. No tienen planificada ninguna acción concreta para ese momento. Quieren estar, en silencio, recordando su lucha, para que el presidente los vea.
“¡Ahora volvemos a las 8 horas!, ¡Van a tener que empezar a laburar!”, grita una mujer que lleva puesta una remera de la lista sartorista 880. “¡Viva la patriaaaaa, viva la patriaaaaaaaaaa!”. Una mujer joven a su lado se tapa la cara. La oficial de Policía de esa esquina intenta contener la risa, pero se le escapa. La mujer ve que viene otra vez el helicóptero, levanta los brazos al cielo y chilla “¡Tirame una cerveza! Una cervecita, una cervecita para acá”.
Hay banderas del Partido Nacional, banderas artiguistas, banderas de Cabildo Abierto. Una señora sostiene un cartel blanco que dice en mayúsculas azules “Rivera”. Aparecen de a poco telas que rezan “Se acabó el recreo”.
El mediodía va de charlas, gritos patrióticos espontáneos y selfies. En un momento de silencio alguien grita “¡Va a jurar Luis!”. Aparecen decenas de celulares y la gente se apila para mirar. Fuera de las pantallas hay silencio y espera.
El mediodía va de charlas, gritos patrióticos espontáneos y selfies. En un momento de silencio alguien grita “¡Va a jurar Luis!”. Aparecen decenas de celulares y la gente se apila para mirar. Fuera de las pantallas hay silencio y espera.
Allá arriba, después de las largas escaleras y detrás de las inmensas puertas está sucediendo la Asamblea General. José Mujica, presidente del Senado, le toma juramento a Lacalle Pou frente a representantes, senadores, líderes internacionales, familiares y autoridades militares y religiosas.
—Yo, Luis Lacalle Pou, me comprometo por mi honora desempeñar lealmente el cargo que se me ha confiado y a guardar y defender la Constitución de la República —juró.
—Con la declaración que usted acaba de hacer ante esta Asamblea General y ante nuestro pueblo queda usted embestido en calidad de presidente de la República —oficializó Mujica.
Abajo, en la calle, el aplauso comienza tímido y crece cuando se esparce la confirmación de que Lacalle Pou es, oficialmente, presidente de Uruguay.
Entre las sonrisas dibujadas en los rostros y los aplausos una mujer empieza a gritarle a un celular.
—¡Viejo sucio! Ahora tenemos un gran presidente y una señora vicepresidente con los cojones bien puestos, no como esta otra que giede a chancho. ¡Bien, Beatriz, te amo, te adoro, sos una genia! Y vos, vieja cascaruda te doy una patada y te entierro en la chacra esa.
“Somos inquilinos del poder” dice Lacalle Pou, que da ahora su discurso en tono bajo y sereno. Asegura que su Gobierno “tiene un compromiso de manejarse de manera austera” porque la situación fiscal del país lo necesita. Dice que los principales problemas son la educación, la seguridad y la exclusión social. “¡Viva la patria!” expresa animoso para terminar.
Del otro lado de la vereda la señora que quería una cerveza escucha la frase insignia de Cabildo Abierto y la empieza a corear. Se le suman más personas durante algunos minutos. Luego, otra vez el silencio.
En la plaza de Libertador y Ramón Escobar descansan algunos de los caballos que acompañarán la caminata. Los están vendando a la sombra. Entre dos árboles alguien colgó un pasacalle que dice “Los trajeron a la asunción, no los lleven al matadero”.
En la pared del costado de ese espacio verde taparon una pintada en apoyo a Laura Raffo con la que habían tapado una pintada en apoyo a Álvaro Villar y pusieron “Fuera fascistas de Uruguay” en alusión a los líderes internacionales que asistieron a la asunción: Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, el rey Felipe VI de España, Sebastián Piñera, presidente de Chile. La presidenta de facto de Bolivia, Jeanine Áñez, canceló su viaje luego de la publicación internacional en la que se afirma que no hubo fraude en las elecciones nacionales del año pasado.
Llegan varios vehículos a la rampa del Palacio Legislativo. Salen los dirigentes y se trasladan a la plaza Independencia seguidos de una ambulancia de la Asociación Española. Aparece, entonces, el Ford V8 de 1937, matrícula SBI 7202, en el que el 42º presidente de la República llegará a la ceremonia de traspaso de mando, al igual que su padre 30 años atrás.
El auto aparece por Libertador luego de rodear el Palacio Legislativo. La seguridad que acompañará al presidente durante todo el trayecto consiste en algunos blandengues a caballo, algunos pares de guardias de seguridad de traje negro y el cordón humano de la juventud del partido. El recorrido tiene estipulada una duración de más de una hora.
El chofer de la cachila acelera más de lo previsto y en un minuto estamos todos corriendo. El cordón humano se desarma, varios periodistas quedamos al lado de los autos, nos empujan los guardias de seguridad, nos chocamos entre nosotros, los caballos corren, Lacalle Pou va saludando sonriente, la gente grita. De repente, el freno brusco. La camioneta blanca en la que van Lorena Ponce de León, esposa de Lacalle Pou, con sus tres hijos y el esposo de Beatriz Argimón también frena de golpe. Casi le pisan la pata a un caballo, los que vamos corriendo paramos a respirar unos segundos. Son casi las 16 horas, el asfalto está hirviendo y no tenemos más agua para aguantar la maratón con tal calor.
Lacalle Pou mira solemne a Madres y Familiares cuando pasa por la esquina, pero no le contesta a la periodista que le grita: “¿Tiene algo para decirles?, ¿tiene algo para decirles?”. Alguien desde la otra vereda le tira agua a la cachila y Lacalle Pou sigue sonriendo con la mano en el pecho, que a veces junta con la otra delante de su pecho como en la señal de oración.
En los balcones de los edificios de Libertador y en los de 18 de julio aparece gente a agitar banderas del Partido Nacional. En muchos otros flamean banderas del Frente Amplio.
La corrida hace que entre gritos, vitoreos, pedidos de fotos, empujones y videos imposibles de estabilizar estemos en la plaza Independencia en menos de 20 minutos. Toda la ceremonia viene una hora adelantada.
En el último tramo por la avenida 18 de Julio el horizonte son las pantallas gigantes que muestran al presidente saliente, Tabaré Vázquez, sonriente sobre el escenario que se armó sobre el monumento a Artigas. Los familiares, figuras políticas de relevancia e invitados especiales están sentados en la zona exclusiva que se les reservó y varios periodistas ya esperan en las gradas de los costados, al sol.
El auto frena por la calle del costado de la plaza, la del Teatro Solís. Lacalle Pou toma agua de una botella de medio litro de Salus, con parsimonia, y baja con tranquilidad entre militantes y periodistas. Los guardias de seguridad lo acompañan hasta el escenario. Minutos después, sin custodia, baja la familia de la camioneta blanca. “Loli, adoptame”, grita un joven del PN. “Vamos la familia”, le dice otro a los hijos.
Comienza la ceremonia de traspaso de mando. La escribana hace los oficios. Vázquez y Lacalle Pou firman, se señalan mutuamente en señal de reconocimiento y la plaza se llena de aplausos. Vázquez se saca la banda y se la coloca a su sucesor para luego aplaudirlo también. Una escena democrática que generará grandes elogios de medios internacionales.
La prensa espera detrás de las vallas mientras firman todos los ministros para asumir sus cargos. Se retiran Lacalle Pou y Ernesto Talvi, ya canciller, y mientras un cuerpo del Sodre baila, todas las personas que se quedaron en la plaza se dedican a hacer sociales. De cuando en cuando un “Chau, Bonomi” cae desde el último piso de uno de los edificios que bordean la plaza. Algunas figuras políticas dan entrevistas, otras se ríen, unas pocas miran a los bailarines. En la pantalla gigante se ve a la dupla Lacalle Pou-Ponce de León saludando a todos los líderes internacionales. Fuera de la pantalla hay charlas, saludos y espera. Por suerte ya bajó el sol.