Resulta que el costo de la fiesta con la cual Ancap festejó la inauguración de la planta desulfurizadora es un escándalo. Fue decisión de todo el directorio y no únicamente de Sendic, pero parece el único imputado. Un gerente fue al juzgado y se sacó las ganas. Compañero, hay que tener cuidado cuando se pisa gente; la vida tiene muchas vueltas y este señor encontró su momento. Cierto, fue una fiesta cara cuyo costo pudo ser menor, pero las pérdidas del ente petrolero fueron algo así como de 600 u 800 millones de dólares y el festejo superó los 300.000, cifra que no explica el déficit. Tiene otros componentes más técnicos y, a lo mejor, algo más políticos, pero que son de otro carácter. Y fueron responsabilidad de todo el directorio. Más allá de alguna votación dividida, nadie salió a rasgarse las vestiduras y enronquecer denunciando hasta que el propio gobierno asumió. La responsabilidad personal de Sendic es mayor porque era el presidente, pero el sayo debería caberles a todos. ¿O hubo alguno que no fue a la fiesta, no comió, no bebió y no aplaudió ? Lo del actual vicepresidente de la República es un linchamiento político por sobre todas las cosas. Ya lo dije: “Caballo que corre de punta…”. Lo que me calienta, desde que sucedió, como lo pueden demostrar varios artículos que en su momento publiqué en esta revista, es que todos hagan fila para pegarle por su período al frente y se olviden de que en períodos anteriores compramos un “caño” destinado a traer gas natural de Argentina. Nunca llegó al yacimiento de Vaca Muerta y tampoco a Montevideo. Nuestros entes deben ser los mejor administrados y todos somos responsables de ello, no es cuestión de cobrar como juez tuerto, que ve únicamente las faltas de uno de los rivales e ignora las del otro. En todo caso, escandalizar por la fiesta sirve para desviar la atención de otros escándalos y, sobre todo, para ocultar que nadie tiene propuestas verdaderamente profundas y distintas para salir de este truco pobre en el cual están el país, el Mercosur y el mundo. Sanabria y las mañas del tero La estafa de Francisco Sanabria, su fuga y el barrial en torno a Cambio Nelson también parece que los miramos con “ojo tuerto”. Cierto, el heredero y dueño del cambio que se fugó dejando el tendal cometió uno o varios delitos. Como tal, debe ser perseguido, apresado, juzgado y castigado. Pero ocuparse de esto olvidando el origen de la fortuna Sanabria es hacer las del tero. Ahora, no es cuestión de intentar parecer preocupados por esta estafa –que me figuro alcanzó a muchos de “la pesada” y por eso la fuga– y quedarse en ese punto sin mirar para atrás. El papá lo dejó en muy buena posición, al frente del cambio y de una multitud de empresas luego de una fulgurante carrera hacia el éxito. Empezó siendo un tambero modesto, 600 litros de leche cuota diarios remitidos a Conaprole, y murió siendo mucho más rico y poderoso. En Maldonado se murmuraba de ello, pero pocos lo denunciaban. Era demasiado poderoso y con infinitas relaciones, públicas y “no publicables”. Peláez, un periodista local, tuvo un encontrón duro por agitar el tema, pero el asunto del irresistible ascenso del clan Sanabria no encontró mucho eco. Por supuesto que a mí, como a todos, nos debe interesar el presente, la estafa de Francisquito, pero escarbamos el pasado o toda la podredumbre seguirá existiendo y operando. Resulta verdaderamente extraño todo el espacio que medios y políticos le dedican a los dimes y diretes de esta estafa y la indiferencia demostrada por averiguar cómo fue que un modesto tambero del 85 haya llegado a senador, prohombre del sanguinettismo y poseedor de una fortuna ramificada en multitud de empresas y poderosamente enraizada. Si no aparecen las raíces, el mal seguirá existiendo. Es de todos “En mi pago un asado no es de naides y es de todos”, cantaba don Atahualpa Yupanqui, y yo recordé sus versos viendo pasar la inmensa manifestación del 8 de marzo. Creo que la más grande de lo que va del siglo. Mi pregunta era y es la misma: ¿quién pretenderá apropiarse de esto? Por ahora todos se manejan con gran discreción y me alegra mucho que así sea. Porque fue de todas. De todos y de ninguna y de ninguno. Fue, primero y antes que nada, un grito de protesta contra la violencia de género y, en general, contra las concepciones patriarcales. La mujer es igual, y quiere, exige, necesita y merece ser tratada como tal. Físicamente, recuerdo que en los primeros pasos de la conquista del espacio el peso era relevante, lo que motivó estudios comparativos entre las capacidades del hombre y la mujer con un resultado un tanto decepcionante para los “machos de fierro”. Comparados “libra por libra”, como se hace en el boxeo, la mujer era tanto o más capaz de afrontar los desafíos mentales y nerviosos y más fuerte físicamente. Hace poco acaba de cumplir 80 años Valentina Tereskova, la primera mujer astronauta. ¿Fue un grito contra la violencia de género, que es una manifestación de esa mentalidad machista y posesiva? Sí, señor, lo fue y con todo derecho las mujeres se sienten la víctimas cuando lo es alguna de ellas. No creo que el delito de “feminicidio” cambie mucho las cosas porque el delincuente no piensa en el castigo, pero en este caso no importa si sobra, más vale prevenir que curar. La discriminación laboral existe en muchos lugares y se disfraza con argumentos que hacen al “carácter” o al “ejercicio de la autoridad”. Puras pamplinas: en la enseñanza y en la Justicia hay más mujeres que hombres, y podrán ser buenas o malas ejerciendo la autoridad, pero no por el sexo; hay tantos burros e indecisos en uno como en el otro sexo. Paremos por aquí, hay mucho para decir, pero lo principal es, creo yo, que el 8 de marzo mujeres y hombres acudieron masivamente porque en ambos casos lo que hay es un profundo malestar contra lo que se suele llamar “el estado de cosas”. Nuestra sociedad parece empantanada y sin rumbo, todos disconformes y necesitados de un rumbo estratégico. Millón y medio Un instituto argentino, similar a nuestra Encuesta Permanente de Hogares, acaba de dar a conocer las cifras del primer año de la presidencia de Macri. En un año, en el primer año, un millón y medio de argentinos cayó en situación de pobreza, llevando la cifra de quienes están en tal categoría a 13 millones de personas, sobre un total de 44 millones de habitantes y sin contar a los que están por debajo, no en la pobreza, sino en la miseria extrema. ¡Vaya logro! Dudo que el oficialismo se vanaglorie de la cifra. En un año arrojó a la pobreza a un millón y medio de compatriotas, cifra que debería apagar un poco nuestra tilinguería. Estamos locos de la vida porque “San Macri” levantó las restricciones sobre la compra de dólares, abrió puertas para blanquear capitales y achicó las detracciones a los rurales que lo aplauden. Hemos tenido una magnífica temporada turística, fundamentalmente por “el regreso de los argentinos”. Eso sí, esa deseada y turística invasión tiene que ver con una capa social: los que están en el medio de la tabla. La clase media acomodada, aquellos a quienes Jauretche bautizó los “medio pelo”. Los verdaderamente ricos, siguiendo la categorización que hacía ese gran observador de la realidad que fue Damiani padre, siempre vinieron porque viven en dólares, tienen casas valiosas y recoletas y no les importa mucho lo que sucede fuera de su entorno. Encantados con la vuelta del turismo medio pelo, no hemos puesto atención al terrible cimbronazo que ha significado para nuestros hermanos la administración Macri, la que vino a santificar Obama en uno de sus últimos viajes enviando un mensaje claro a Brasil: “¡Saquen de una vez a Dilma!”. Bueno, en un año cayó más de un diez por ciento la producción industrial, un millón y medio de argentinos cayeron en la pobreza, y el consumo de leche, según las empresas distribuidoras, ha caído treinta por ciento. ¡Buena, caballo! Faltaría mirar un poco al Brasil de Temer, pero no tengo espacio, y a lo mejor Temer también tiene que ser sustituido. El terremoto Odebrecht está volteando macacos que da miedo. Será en otra oportunidad.
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