El aumento de la criminalidad tiene múltiples causas y la objetividad para analizar el tema brilla por su ausencia, ya que un frenteamplista tendrá la tentación de minimizar el grado de criminalidad y un opositor tendrá la tentación de exagerarlo. En principio, hay que reconocer tanto el problema como los esfuerzos del gobierno por solucionarlo. También debemos reconocer que el mismo da a conocer las cifras sin alterarlas, aunque le perjudiquen, y las pone a disposición de todos los ciudadanos por medio de la página web del Ministerio del Interior, siendo pocos los países que actúan con tal honestidad. No todos los delitos o hechos ajenos a la moral alimentan la sensación de inseguridad provocando indignación en la gente. La gente acepta con sumisión que un intendente blanco (Bascou) compre combustible para SU Intendencia en SUS estaciones de servicio, o que un diputado blanco borracho (Ezquerra) atropelle a una mujer dejándole graves lesiones, o que una intendente blanca (Peña) pretenda aumentar el sueldo a uno de los directores por ser su pareja, o que otro intendente blanco (Antía) gane más que el presidente de la República… pero cuando un pichi roba un celular en la calle, la misma gente se indigna y propone la pena de muerte o quemarlo vivo. Los uruguayos no protestaron al descubrirse que el senador Álvaro Delgado y el intendente de Maldonado Enrique Antía eran colonos del INC de manera indebida, ya que no viven en las tierras que les otorgaron. A ambos se les abrió un expediente porque ninguno vive en y de los campos en cuestión, siendo este un requisito fundamental. Así que no analizaremos lo que se hace con cuello blanco, ya que lo que provoca alarma son los homicidios, violaciones, copamientos y rapiñas. Comencemos por lo último, o sea, el robo con violencia. De acuerdo a estadísticas oficiales, desde 1985 hasta el 2016, las rapiñas no cesaron de crecer, ya sea con colorados como con blancos o frenteamplistas. Sin embargo, los datos del primer semestre de 2017 comienzan a mostrar el resultado de múltiples esfuerzos, entre los que se destaca el PADO y las nuevas tecnologías aplicadas a la investigación, siendo clara la tendencia a la baja. Los homicidios disminuyeron en 7,1% con respecto al mismo período del año anterior. De los homicidios del primer semestre de 2017, el 53,1% fueron resueltos, mientras que el porcentaje restante es modificable, ya que algunas investigaciones siguen su curso. Las rapiñas han sido la causa del 8% de los homicidios, o sea, 11 de 130 hechos consumados. También en el primer semestre de 2017, las rapiñas descendieron un 10,6% con respecto al primer semestre de 2016, bajando de 10.391 a 9.289. Estos datos corresponden tanto a rapiñas consumadas como a meros intentos. Es difícil que la población perciba que hubo 1.102 rapiñas menos, pero es importante conocer el dato para evaluar el impacto de las medidas preventivas, disuasivas y represivas. Los hurtos bajaron un 3,6% en el mismo período con respecto a 2016. Sin embargo, ha sido el delito de copamiento el que bajó de manera más contundente en 2017, a menos de la mitad de los casos registrados en 2016 (-51,6%). En el área rural, los abigeatos bajaron a -13,5%. Ahora, si bien Uruguay es considerado por autoridades del BID como “el país más seguro de la región” (y yo, que viajo permanentemente, puedo dar fe de ello) debemos reconocer que tenemos un problema… pero el problema mayor no está en las calles. El problema mayor de los uruguayos está en sus propios hogares. En el primer semestre de 2017, la violencia doméstica registró un crecimiento del 12% de las denuncias, y las violaciones un 28,7%. Sin embargo, aquí cabe una interrogante: ¿Aumentó la violencia doméstica o aumentó la cantidad de mujeres (víctimas en la mayoría de los casos) que se atreven a denunciar? Si hay algo indiscutible, es que ningún otro gobierno ha trabajado tanto en este tema como los gobiernos del Frente Amplio. Sin embargo, el drama persiste. Como sea, no podemos seguir repitiendo que es un invento de los medios cuando no hace falta la televisión para ver rapiñas. Mi sobrina, mi hija, mi madre, mi prima… prácticamente todas las mujeres de mi familia han sido asaltadas en la vía pública; pero para algunos compañeros, es un problema de percepción. O nos ponemos las pilas con medidas que respeten las garantías individuales pero que sean efectivas, o la gente optará por medidas extremas. Que algunos medios repiten una y otra vez los mismos hechos y la derecha manijea a gusto, es el colmo de la obviedad, están en su juego; pero al Frente (no a Bomomi) le cuesta reconocer que tenemos un problema grave al respecto, que será pluricausal, que sus raíces surgieron bajo otros gobiernos, pero que le toca resolver. Bonomi Puede que no sea simpático ni un gran comunicador; pero es, sencillamente, el mejor ministro que ha tenido la Policía, y así como sostengo que hay un problema de seguridad, también sostengo que los esfuerzos de los gobiernos frenteamplistas para contrarrestarlo son históricos: se invirtió en chalecos antibalas, renovación del armamento, innovación tecnológica, infraestructura edilicia, modernización y ampliación de la flota automotriz como nunca antes se había hecho. Se multiplicaron los salarios de los policías, los cuales ahora están sindicalizados y pueden reclamar sus derechos sin ser arrestados, y desde que gobierna el Frente Amplio todos los jefes de Policía son profesionales. Se implementó el PADO (Programa de Alta Dedicación Operativa), logrando reducir 22% las rapiñas en las zonas donde se aplica y poniendo en acción a 1.500 policías con remuneración especial para combatir el delito urbano, priorizando la prevención y la disuasión. Se implementó el sistema de videovigilancia; las tobilleras electrónicas ya están en todo el país y se están descongestionando las cárceles con la construcción de 3.500 plazas penitenciarias. Se ha capacitado en manejo de equipos y violencia doméstica y de género a 3.000 policías. Se disminuyó el tiempo de respuesta del servicio 911, de media hora a 5 minutos. ¿Qué falta? ¿Poner un agente al lado de cada ciudadano? Creo que la falla no está en la Policía, la cual no tiene los niveles de corrupción que tienen países como México o Colombia y a Eduardo Bonomi no le tembló la mano para dar de baja a centenares de funcionarios para limpiar la institución, así que aquí el tema es otro. Cada vez crece más en la gente la idea de que la Policía captura a los delincuentes y el Poder Judicial los libera. Lo malo es que sobran ejemplos para justificar dicha percepción. Si bien la inmensa mayoría de los fiscales y jueces son honorables, valientes y capaces, hay otros a los cuales me gustaría sentar en el banquillo de los acusados para que expliquen decisiones o indecisiones absolutamente indefendibles. Da la impresión de que hay algunos que son ineptos, cobardes o corruptos, dicho esto a la luz de su actuación en varios casos. Ellos son los que enlodan la imagen de los que sí merecen todo nuestro apoyo. Algunos, como el fiscal Gustavo Zubía, culpan a las leyes extremadamente benignas, y no le niego razón; sin embargo, en muchos casos, fiscales y jueces no aplicaron las leyes actuales. Si un botón basta de muestra, recordemos el caso de un hombre de San Carlos que vapuleó a su hijastra, dejándola con graves lesiones, a tal punto que hubo que internarla en el Clínicas, de Montevideo. Usted pensará que la pena fue ejemplarizante, algo como para que este monstruo cobarde no toque nunca más a una niña indefensa. Seis meses de prisión domiciliaria. Más no todos los fiscales son insensibles ante la injusticia. En diciembre, aplaudí de pie al Fiscal Juan Gómez, que pidió 45 años de cárcel para el asesino de Brissa González. Son 30 años por la pena máxima prevista para un homicidio muy especialmente agravado, más 15 años extras por medidas de seguridad. También felicité a Bonomi, porque tanto este psicópata como los asesinos de Valentina fueron capturados. Pero al día siguiente nos esperaba un balde de agua fría: El Betito, considerado por un fiscal como el delincuente más peligroso del país, condenado a 10 meses de prisión por receptación. ¡¿8 antecedentes penales, tiroteo con la Policía, robo de vehículo, y le dan 10 meses de prisión?! A esto le llamo complicidad desde lo legal. ¿Cómo queda la moral de los policías que arriesgan sus vidas persiguiendo a sujetos como este? Y la cereza sobre la torta: su defensor es un exjuez penal. Ya sé, todos merecen (y está bien) un abogado que les defienda… pero… un exjuez penal… No es ilegal, pero nos queda esa agria sensación de que algo está podrido. El Frente y la represión Y sí… Para el Frente, tal vez y sin tal vez, porque sus militantes sufrieron la más perversa de las represiones ilegales durante el pachecato y la dictadura, es una mala palabra. Sin embargo, toda nación que se precie de civilizada y busque disminuir los índices de criminalidad debe apelar a tres recursos cuyo inalterable orden de importancia es el siguiente: 1) educación, 2) prevención (incluye la disuasión) y 3) la represión. Es obvio que el combate a las desigualdades sociales y falta de oportunidades laborales también resulta ineludible, ya que un contexto crítico es más vulnerable a la tentación de la conducta delictiva, lo que jamás debe confundirse con que pobreza es sinónimo de delito ni llevarnos a la insensatez de justificar al mismo por la existencia de la primera. Ante el aumento de la criminalidad (tanto en cantidad como en el grado de violencia) nuestro país se debate entre los que solo apelan al primer recurso y los que solo desean recrudecer el tercero. Tenemos así a quienes viven en el planeta de Claudio María Domínguez y quienes viven en el Planeta de los Simios. Los primeros creen que si un delincuente les pone un arma entre ceja y ceja y ellos le dicen “te amo”, la dejarán caer y se arrodillará llorando. Son los que se oponen a cualquier medida de prevención o represión. No aceptan siquiera que un policía pueda pedir los documentos a alguien que ronda sospechosamente un vecindario. Del otro lado están los que buscan sacar provecho de la situación para arrimar agua a su molino, apelando a la mano dura, como si esa fuera la solución al problema. En Colombia y México hay mano dura y les puedo asegurar que los resultados no son como para ganar un premio. Es más, la derecha y los empresarios han fomentado y financiado el surgimiento de grupos paramilitares o escuadrones de la muerte, lo cual incrementó los delitos y la insensibilidad ante la ferocidad con que se cometen, a tal punto que una decapitación o desmembramiento no es noticia. La derecha uruguaya, la misma que provocó el caos socioeconómico, la que nunca padeció miseria, la que no cree en la rehabilitación, la que jamás hizo nada por mejorar la situación de los penales ni dio un presupuesto decente para la educación, solo apunta a elevar el nivel de alarma a la espera de que la paranoia empuje a las masas a votar a un candidato que asegure el recrudecimiento de la represión. El amor, la contención y las oportunidades serían suficientes por sí solas en un mundo ideal; pero este mundo no es ideal. Algunos aceptan que se les dé la mano y otros te la muerden. Hay que mejorar los planes de rehabilitación, sí, pero mientras tanto, consideremos que no todos los reclusos merecen un penal de puertas abiertas. Repito que los pilares son 1) Educación, 2) Prevención y 3) Represión. Si renunciamos a las últimas dos, nos harán pedazos. Es claro que la educación es fundamental para eliminar las raíces de las conductas delictivas, pero mientras se educa o reeduca, tenemos la obligación de defender a la gente honesta. “Ninis” Tenemos miles de jóvenes que no estudian ni trabajan. Si bien las cifras van bajando a medida que avanzan los programas de inserción implementados por el gobierno (y criticados por parte de la derecha, que acusa a todos de atorrantes) hay que reconocer que un porcentaje de ellos está en grave peligro de ser cooptado por la delincuencia. A ver si se entiende, ya que hay muchísima gente con problemas de compresión lectora: nadie dice que todo nini es un delincuente, sino que está en una situación de mayor vulnerabilidad ante la tentación del delito. El problema potencial, desde el punto de visto criminológico, no son los jóvenes que no estudian ni trabajan. El problema está en el porcentaje de ninis que declaran no querer hacerlo ni aunque se les diera la oportunidad. Aun así, la inmensa mayoría de los delitos son cometidos por adultos. Cualesquiera sean los planes del gobierno para mejorar la seguridad, si la familia y los medios de comunicación no colaboran, esta guerra la perderemos. Mientras tengamos padres cada vez más permisivos y más televisión basura que nos insensibilice ante la violencia verbal y física, estamos condenados al fracaso. En la década de los 80, Jason nos horrorizaba masacrando gente. Hoy pueden pasar Martes 13 a las 17 horas que ni a los niños se les mueve un pelo. La familia, como célula de la sociedad, tiene la obligación de preparar a sus hijos para la inserción social, dotándolos de valores. Pues es allí donde está el huevo de la serpiente. Hoy, a la medianoche, miles de adolescentes estarán en la calle sin que los padres sepan qué están haciendo y sin que les importe. Eso no es lo peor. Lo peor es que muchos estarán más seguros fuera de sus hogares que en ellos. Hace pocos años, la jueza Adriana Graziuso tomó una medida ejemplarizante en Maldonado, al procesar a los padres de un joven de 15 años, autor de varias rapiñas, por “omisión de los deberes inherentes a la patria potestad”. Estos “padres” no se preocuparon por el hecho de que su hijo tuviera un arma ni comprara ropa de marca o saliera a cualquier hora y con cualquiera. Un mes después fue trasladada y actualmente es directora de Asuntos Legales en la intendencia de dicho departamento. Hay medidas, como el establecimiento de “alertas tempranas” para captar a los posibles desertores del sistema educativo y otras para facilitar la inserción laboral, que no darán frutos al corto plazo. Mientras tanto, la derecha lucra con la inseguridad y el miedo e indignación de la gente. El peligro es que la población se quiere pasar de rosca: armarse, hacer justicia por mano propia, pena de muerte, bajar la edad de imputabilidad, etc. En una próxima nota, continuaremos analizando este tema. Por ahora, solo cabe agregar que violencia es también la terrible desigualdad social creada durante siglos por los partidos tradicionales, que ahora se rasgan las vestiduras. De todas formas, hay que dejar de justificar a un delincuente por ser pobre. Ni el lirismo de unos ni el gorilismo de otros.
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