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China y la reforma constitucional

Crónica de una “eternización” anunciada

Por Daniel Barrios.

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Confirmando todas las previsiones de la vigilia,  este domingo la Asamblea Nacional Popular (ANP), el Legislativo chino y expresión de la “la democracia con características chinas”, hizo suya, por una abrumadora mayoría de 99,8%, la reforma constitucional propuesta por el Comité Central del Partido Comunista de China (PCCh). Reunidos en el imponente y majestuoso Palacio del Pueblo de Beijing, los 2.958 diputados -menos dos votos contrarios, tres en blanco y un voto anulado- aprobaron, mediante votación secreta, eliminar el límite constitucional de dos mandatos de cinco años al jefe de Estado y su vice. Si bien es cierto que, salvo contadas excepciones, la ANP transforma en leyes las resoluciones del PCCh, es también cierto que este consenso sin precedentes es una muestra inequívoca del prestigio del presidente dentro y fuera de las fronteras partidarias. “Esto no ocurriría sin un claro apoyo político de la sociedad y sin una base del sistema legal. Por tanto, no creo que haya ningún problema” con la eliminación de los límites del mandato presidencial, afirmó el presidente de la Comisión de Asuntos Legislativos de la Asamblea, Sheng Chunyao. Aboliendo esa limitación de la carta magna -que fuera propuesta por Deng Xiaoping hace 35 años para evitar los excesos maoístas de “un solo hombre al poder” y ahuyentar para siempre los fantasmas de la Revolución Cultural-, se le allana el camino para una reelección indefinida y permite que Xi Jinping se mantenga como presidente de la República ad vitam aeternam. “Toda su vida Xi ha querido convertirse en el Mao del siglo XXI: una especie de emperador de por vida sin restricciones a su poder” declaró a EFE el profesor Willy Lam, de la Universidad China de Hong Kong. Los partidarios de la reforma argumentaron que la jefatura de Estado, junto a la Secretaría General del Partido Comunista y la presidencia del Comité Militar Central son la tríada del poder chino y, dado que las dos últimas no tienen límites temporales establecidos, tiene sentido “armonizar las reglas de permanencia para los tres cargos”. Los “reformistas” también alegan que las enmiendas aprobadas reflejan el sentir del pueblo y la base del partido para darle a Xi Jinping el tiempo necesario para encaminar sus proyectos de reformas económicas (“nueva normalidad”) y hacer realidad su visión de un “sueño chino” de construir una “sociedad modestamente acomodada en una forma integral” para cuando el PCCh celebre su centenario en 2021 y convertir a la nación en un “país socialista moderno” para cuando la República Popular China cumpla 100 años en 2049. Interviniendo después del voto, el presidente de la ANP, Zhang Dejiang, destacó la importancia de “defender el liderazgo centralizado y unificado”, con Xi Jinping “en su núcleo”. La nueva Constitución incluye también una serie de artículos que consolidan y aumentan el papel dirigente del PCCh en todas las levas de poder real del país y hace aun más difusa la separación del partido y del Estado. Otro de los nuevos artículos es el también “anunciado”, aunque no menos importante, que incorpora a la Constitución el “Pensamiento de Xi Jinping para una nueva era de socialismo con características chinas” y otro que consagra la idea de que el liderazgo del partido “es el rasgo primordial del socialismo con características chinas”. El 19º congreso del PCCh de octubre pasado ya había incorporado a su estatuto el pensamiento de Xi como ideología partidaria. La reforma aprobada lo transforma en ideología nacional. Por su parte, el liderazgo del partido también figuraba en el preámbulo de la Constitución como un principio orientativo. A partir de su inclusión en el articulado, se refuerza notoriamente el concepto y lo convierte en una prescripción vinculante para todos los ciudadanos. “1.400 millones de chinos avanzan unidos por la misma calle”, exultaba la televisión estatal comentando los alcances de los dos artículos. El cónclave también aprobó un ambicioso plan de reestructuración del organigrama de gobierno que creará nuevos ministerios y, sobre todo, ahondará el “liderazgo del Partido en todos los aspectos”. Sin duda la más importante y polémica de las resoluciones es la creación de la Comisión Nacional de Supervisión, un nuevo “superministerio” que extiende, centraliza e institucionaliza la campaña anticorrupción, uno de los buques insignia del mandato de Xi Jinping. La comisión tendrá poderes de vigilancia y sancionatorios, de investigación y detención de sospechosos, sobre los 90 millones de miembros del PCCh y los más de 200 millones de funcionarios y empleados públicos chinos, sin distinción de rango o lugar de trabajo. En la práctica, el nuevo organismo absorbe a la actual Comisión Central para la Inspección de la Disciplina del Partido Comunista, que ya ha castigado a 1,5 millones de funcionarios del partido, entre ellos, 35 miembros del Comité Central. La Comisión Nacional de Supervisión “reforzará el liderazgo del Partido en la campaña contra la corrupción”, afirmó Li Jianguo, vicepresidente de la ANP, al fundamentar el objetivo de su creación. Jerárquicamente estará sólo por debajo del Ejecutivo y la Comisión Militar Central y al mismo nivel del Tribunal Supremo de Justicia, lo que para algunos observadores lo convierte en un cuarto poder, alternativo al Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial. Al igual que el ultimo congreso, el máximo organismo legislativo elevó a Xi Jinping a niveles nunca hasta ahora alcanzados por ningún dirigente en la historia de China moderna. “Ahora es presidente de por vida. Presidente de por vida. Él es genial”, fue el elogio de Trump a su colega chino por haber impulsado su perpetuación en el poder. “Y, miren, él pudo hacerlo. Creo que es genial. Quizá algún día lo probemos”, confesó el presidente de Estados Unidos. Xi Jinping, el eterno. Donald Trump, el envidioso.  

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